Fuego a las mujeres y motosierra al árbol. Manizales y su política carroñera

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Hace unos días me topé con los titulares de la prensa local manizaleña: “Un hombre quemó a una mujer en la Galería de Manizales”, “Una mujer sufrió graves quemaduras en una residencia de la Galería de Manizales”. La mujer murió el 13 de agosto por la gravedad de sus lesiones. Yo no pude evitar evocar el cuento de Mariana Enríquez “Las cosas que perdimos en el fuego”, donde la autora narra:

“Silvina recordaba apenas los informes en los noticieros, las charlas en la oficina; él la había quemado durante una pelea. Igual que a la chica del subte, le había vaciado una botella de alcohol sobre el cuerpo –ella estaba en la cama– y, después, había echado un fósforo encendido sobre el cuerpo desnudo. La dejó arder unos minutos y la cubrió con la colcha”.

Léanse el cuento, permite pensar en la versión que narran los medios sobre este acontecimiento que, como suele ocurrir en estos tiempos, nos consterna por dos días y luego la vida sigue. Igual que sucedió con la mujer de veinte años que presuntamente asesinó a su hija de dos años a finales de julio. Hablamos de eso por un par de días, nos sorprendimos, hicimos suposiciones sobre las causas y sobre el “mejor” de los castigos, pero eso ya pasó.

Manizales es una ciudad chiquita, y en el resto del país mucha gente cree que aquí no pasa nada. Nada más lejos de la realidad.  El asunto es que para muchas personas ha resultado creíble la idea de la ciudad burbuja, mientras que aquí se van confabulando y haciendo realidad planes y sueños de unos cuantos que amenazan la vida de las personas y otros seres que habitamos estas volcánicas tierras.

Es importante nombrar a Jorge Eduardo Rojas, actual alcalde de Manizales, como el principal responsable de una situación que también pone la muerte como centro: el arboricidio. Durante las últimas semanas ha realizado talas indiscriminadas en varios barrios, eliminando desmedidamente distintos árboles que llenaban de vida nuestro escaso espacio público efectivo. Sus propuestas de renovación urbana son ecocidas, igual que lo ha sido el sostenimiento de procesos de destrucción urbana, despojo y desplazamiento como el Megaproyecto San José, o como mejor lo han renombrado sus habitantes, el “macrodesastre”, que ha dejado como saldo muchas promesas incumplidas y la construcción de la avenida menos transitada de Manizales, a cambio miles de habitantes expulsados.  

¿Qué más podríamos esperar? Es un alcalde que representa lo tipo de la manizaleñidad blanca, heterocis y patriarcal que prioriza los intereses infraestructurales por encima del bienestar de cualquier otro ser. Eso es el “gobierno en serio”, pura mano dura, porque además este mismo alcalde salió a defender a Uribe cuando lo condenaron.  Cito su post en X:

“El presidente Uribe ha sido condenado en primera instancia, pero el Estado de Derecho le otorga el derecho a una segunda instancia, en la cual se evaluarán nuevamente sus argumentos y pruebas. Le expresamos nuestro apoyo y confiamos en que, en esta nueva fase, sus argumentos puedan evidenciar su inocencia”.

Este es el alcalde que defiende a un criminal condenado por la justicia, mientras queman mujeres y matan árboles porque estas son vidas que no deberían importarnos, y porque habitamos tiempos tan violentos y crudos que es fácil anestesiarse y no oponerse. Deberíamos estar denunciando a este tipo por proselitismo político, pero acá estamos, intentando sobrevivir a esta fosa común con himno nacional. Afortunamente, varias personas de diferentes barrios se han movilizado para defender la vida en el territorio, porque es lo que nos queda en medio de la devastación que se expande como una plaga.

Nombro estos acontecimientos como propios de la política carroñera, de aquella que se alimenta de cadáveres, de discursos y prácticas necropolíticas, como las ha nombrado y explicado Mbembe (2011), y que no solo van arrasando con la vida que se cruza a su paso, sino que va sembrando poquito a poco la desesperanza y el sinsentido de hacer algo en medio de un país que te mata por denunciar o que insiste en que otro presente no es posible, ni ahora ni nunca.

¿Quién sigue ahora? ¿quiénes están ahora en la mira de esta política carroñera?  Perdón, olvidaba que escribo desde uno de los diez mejores vivideros del mundo, según ONU Hábitat. No se ofendan.