Hace un par de días, más exactamente el pasado 7 de octubre, la alcaldía de Federico Gutiérrez, mostró una vez más su talente autoritario y adulador con el patrón (representación no solo de Álvaro Uribe, sino de los cacaos de la ultraderecha local y su infausto legado). En la represión institucional, ejercida sobre una marcha pacífica en contra del genocidio en Palestina, el subsecretario de seguridad de Medellín, el otrora general de la policía Pablo Ruiz, lanza la orden “intervengan”, para que fuerzas del distrito apabullen, agredan y maltraten cobardemente a los marchantes. Todo esto, con la fría complicidad de nuestro querido pseudoalcalde, aquel que nos va a glorificar con un hermoso mar en la ciudad.
La carrera vertiginosa por posicionarse como los hacedores de la nueva cultura paraca es más que evidente. Tanto la alcaldía de Medellín, así como la gobernación antioqueña, irrefutablemente nos lo demuestran con sus acciones. ¿Cesará algún día la cultura paramilitar en el pueblo antioqueño? ¿Será este discurso recurrente el que impulse políticamente a quienes aspiren el mandato de la región? Mark Fisher en su obra Deseo Postcapitalista, aludiendo a Freud nos esgrima la posibilidad de un concepto totémico, derivado del simbólico sacrificio paternalista. Dicha eventualidad, claramente expuesta por nuestro querido alcalde Fico y sus perros de combate, como alias Gury, se exhibe como la extravagante avidez de demostrar sus capacidades represivas con la sociedad indefensa. La alcaldía de Gutiérrez y sus concejales de bolsillo, son al parecer, quienes salvaguardarán aquella figura totémica del paramilitarismo. Más concretamente, serán ellos los que izarán las banderas guerreristas, en contra de lo que huela y piense diferente en el pueblo antioqueño. Como expusiera Fisher: “A través de esta transición de una relación social a una ley consciente, la figura del padre primordial es sustituida por un tótem. Este tótem puede ser un objeto real o imaginario. En algunas sociedades primitivas, el sacrificio del patriarca (…) se vuelve más simbólica” (Fisher 112).
Esta figura patriarcal, quizá un poco desgastada por los líos legales del matarife y la falta de seso de quienes pretenden seguir sus preceptos, dejó su aura totémica en la región paisa. Mitos como la seguridad, la producción laboral desbordada, los paternalismos larvados, el infundado miedo a un supuesto comunismo y las aspiraciones traquetas de grandes hacendados con camionetas Toyota, engullendo aguardiente a lomo de caballo con pistola en cinto, son aquellos valores que los mandatarios regionales de turno, pretenden enarbolar e institucionalizar. Al arribar a la manifestación, cuyo proceso transcurría de lo más pacífico, alias El Gury, con garrote en mano, gruñía irracionalmente “¡hay que defender la ciudad!”. El gran interrogante que genera dicha estúpida acción puede limitarse específicamente a la pregunta: ¿De qué vas a defenderla mi querido mentecato? ¿Tu postura de servidor público te enviste con propiedades de vigilante nocturno para amenazar, amedrentar y coger a palos a la ciudadanía? La derecha colombiana, representada fuertemente por el barullo paramilitar, se deleita en la atrocidad criminal de eliminar al otro. ¿Cómo? Simple, si no se puede por la vía dialéctica y argumental, recurrimos a las vías de hecho, aquellas a las que estamos acostumbrados, verbigracia, la tan sonada expresión de nuestra figura totémica, a saber: “¡Hacen silencio o los callamos!”. Citando a Wolfgang Sofsky: “La violencia explícita busca sembrar el terror, infundir respeto y matar el aburrimiento. Esta violencia posee un sentido genuinamente social (…) Cuanto más cruel sea la ejecución, más grande será la majestad del soberano. Aquí la violencia sirve a la auto-representación y auto-distinción (…) Los espectadores se alimentan de los sufrimientos de la víctima” (Sofsky 28).
Legitimar la violación de derechos, en aras de presuntamente, defender la soberanía de un territorio, no deja de ser un simple sesgo político e ideológico. Los ideales de seguridad autoritaria, no hacen más que alimentar la cultura paraca en el terruño. Es inconcebible que la institucionalidad de alcaldías y gobernaciones, invoque este abominable demonio para movilizar unos supuestos valores regionalistas. Pareciera, que para la alcaldía de Fico, protestar de manera vehemente por aquellas desigualdades y atrocidades globales, es equiparable a lo que ellos conciben como oficio de mamertos, progres o minorías sin mayor recurso que su cultura y dignidad para buscar un lugar en el discurso de poder. Citando una vez más a Mark Fisher: “Si estamos en un grupo subordinado y vemos la forma en que se habla de las cosas en el grupo dominante y luego vemos la realidad de nuestra vida, vemos que una y otra no coinciden. Por lo general, antes de que hayamos tomado conciencia entenderemos el desajuste de nuestra experiencia con respecto a la ideología como una falla en nosotros (…) Están las formas del grupo dominante y las formas del grupo subyugado” (Fisher 163).
Lo caricaturesco de alias el Gury, es la adopción de una teatralidad crispada, heredada de los grotescos comandantes paramilitares. El tono de voz desmesurado, la actitud pendenciera, el hecho de saberse protegido por un referente ideológico infalible (como lo es supuestamente el Centro Democrático) y una alcaldía con un discurso milimétrico que, en el mayor de los casos, lo único que estima es crear una cultura del odio en la población medellinense. El concepto del enemigo interno, persiste en la idiosincrasia paisa. Aquellos fantasmas que rondan la mente de los pobladores, con ideas persistentes de un izquierdismo a ultranza, sin mediar con los valores conservadores de la familia, la religión y la propiedad privada. ¿Cuál es la respuesta? Un ejercicio de violencia que legitime un programa administrativo como la alcaldía de Medellín. Aludiendo a Sofsky: “El sujeto violento entra en un estado de euforia, se entusiasma con su forma de actuar. Cada nueva ocurrencia, cada nuevo muerto hacen crecer su exaltación. Lo cual no significa que esté fuera de sí, ni mucho menos. Se engrandece desde dentro, se expande, se adentra en el terreno de la libertad absoluta” (Sofsky 28). De este modo se materializa un nuevo evento funesto en la cultura antioqueña. Las mentalidades retardatarias y el regodeo por la intimidación institucionalizada, no deberían ser tolerables. Esperemos que dicha situación no haya arruinado el viaje del alcalde.
Referencias
Fisher, Mark (2021). Deseo Postcapitalista, Las Últimas Clases. Editorial Caja Negra, Buenos Aires
Sofsky, Wolfgang (2004). Tiempos de Horror. Amok, Violencia, Guerra. Editorial Siglo XXI, Madrid




