Del bolígrafo al poder popular: el reto del Pacto Histórico rumbo a 2026

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Escribo estas líneas el día de la Convención Nacional del Pacto Histórico, que da el pistoletazo de salida a la carrera electoral. En octubre —si el CNE no se atraviesa como vaca muerta en el camino— se definirán, mediante consulta democrática, las listas al Congreso y la candidatura que buscará suceder a Gustavo Petro en 2026.

Fueron meses de discusiones ásperas, con intentos de algunos sectores por aferrarse al bolígrafo clásico y relegar la democracia interna al último lugar —siempre bajo la excusa de la coyuntura y la ofensiva permanente de las élites. Afortunadamente, hoy se impuso el clamor de las bases: las decisiones estratégicas de un proyecto que se dice de izquierda deben tomarse de forma participativa.

Pero apenas hemos resuelto el primer escollo. Lo que funcionó en 2022, gracias al liderazgo carismático de Petro, no bastará en 2026 si queremos que el Pacto deje de ser flor de un día y se convierta en un proyecto popular con vocación de poder duradero y de construcción de sentido común.

El Pacto debe erigirse en partido político que gane elecciones, con primarias claras y reglas democráticas. Sin embargo, también debe ser fábrica de ideas y cantera de cuadros: un espacio donde se diseñen, perfeccionen y profundicen las iniciativas locales, regionales y nacionales que transformen Colombia.

Hace falta un tanque de pensamiento que una a la academia militante con los liderazgos sociales, para que la ciencia y la técnica trabajen junto a los saberes populares y ancestrales; que la “tecnocracia” deje de ser sinónimo de un pequeño círculo de universidades de elites bogotano y antioqueño que mira por encima del hombro y con asco a la Colombia popular.

El Pacto necesita un aparato de comunicación capaz de disputar las audiencias que hoy consumen contenidos conservadores o abiertamente reaccionarios. No basta con mandar a los congresistas a la “jaula de hienas” de Semana o RCN —es imprescindible producir narrativas propias, rigurosas y atractivas, que no dependan solo de influencers con alcance, pero sin profundidad. Si el Pacto se toma en serio estas tareas, no solo podrá revalidar el triunfo en 2026: gobernará una generación y reducirá a minoría insignificante a quienes hoy claman por el caos. Porque el reto no es meramente sumar votos; siglas o cupulas; es convertirse en mayoría social, alejándose de las cómodas cámaras de eco de la “mamertosfera” y haciendo política que le importe a la gente de a pie. Ganar el Gobierno no es lo mismo que ganar el poder. El camino para lograrlo empieza —y termina— en hacer real la democracia popular y permanente con las bases y simpatizantes del proyecto.