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La estafa de los «médicos naturistas»

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Ladrones disfrazados de médicos, naturistas y brujos surgen en todo lado del país, esperando quitarles los pocos pesos a personas que por falta de educación le creen al primer personaje que pasa en un carro diciendo que es médico y vendiendo vitaminas a un precio exorbitantemente alto.

Fuente: shamansaludynutricion

Gabriel llega feliz a su casa en Natagaima, municipio ubicado al sur del Tolima; saca su “tratamiento” de DB-tin y se toma su cucharada luego del almuerzo como se lo recetó el “doctor” (es normal decirle doctor a cualquiera) botánico el domingo pasado en la plaza de mercado a las 10 de la mañana. Gabriel cree que es un tratamiento especializado traído desde el Centro Naturista Botánico José Celestino Mutis que le curará la artritis que le aqueja desde hace más de 3 años y no lo deja ni dormir, ni bailar, ni usar sus manos de manera regular.

El doctor Alberto Parada llegó a la plaza de mercado a las 7:00 am, estacionó sin prestar atención a las normas comunales ni policiales, a escasos dos metros de la plaza de mercado colocó en el techo de su carro un tapete con dos cornetas amplifacadoras marca Bohem que se conectan a un ecualizador con micrófono. Suena la grabación donde se oferta la “pomada india”, un bálsamo elaborado a base de alcanfor, cedro, trementina y menta. Sin embargo, en la grabación se le atribuyen grasas de oso, de serpiente cascabel y de ballena como formula efectiva para curar el reumatismo, la artritis, artrosis, venas varices, dolores musculares y hasta para estrías e impotencia sexual; en síntesis, un ungüento mágico que cura todos los males, bueno, casi todos.

El doctor tiene siempre su as bajo la manga, uno muy rentable llamado vitaminas; con un truco infalible para sacarle la mayor cantidad de dinero posible al necesitado de una pronta solución a su problema de salud, solución que no se la dará la EPS a la que hace parte bajo el régimen subsidiado y que, seguramente, lo dejará morir suavemente y con dolor por no tener dinero. El doctor tampoco le dará la solución, aunque don Gabriel así lo crea.

El doctor hace pasar las vitaminas como tratamientos para todo tipo de males utilizando una táctica muy ruin pero efectiva: después de comprada la pomada (que trae como promoción un folleto de remedios caseros utilizando plantas, para hacer creer que se tiene claridad de lo que está vendiendo) el médico pide por medio de su asistente (el muchacho que cuida el carro, al que generalmente tratan como un sirviente para dar la impresión de tener poder) llamar a quien compró la pomada para darle una cita gratis, cita que no tiene otro propósito que limpiarle los bolsillos de la manera más educada posible.

El doctor pregunta para quién es la pomada, con una rápida mirada presiente el carácter de la persona y cómo puede dirigirse a ella; según esto la primera parte del discurso consiste en preguntarle qué problema tiene y para qué necesita la pomada, a la respuesta del paciente, el doctor le argumenta que la pomada es muy buena, que es caliente y se la debe aplicar por la noche y, aunque debe tener claro que es un buen calmante, por más que se quiera la pomada no cura.

Allí se juega su carta, cuando el paciente responde que es por artrosis, reumatismo, impotencia sexual, o dolor en el dedo gordo del pie izquierdo, el doctor con toda la serenidad y sin inmutarse ni sonrojarse le dice que habla con el médico Alberto Parada, Libardo Angulo (o el primer nombre y apellido que se le pase por la cabeza) y que le habla a nombre de los centros naturistas habidos y por haber, que debe sentirse orgulloso de tener el placer de hablar con un médico de tan alta alcurnia, con especializaciones y maestrías en Reumatología, fonoaudiología o lo que sea que el paciente padezca, así se confunda de especialización en relación a las dolencias del paciente.

Saca de una caja mágica el Anamu, DB-tín, Ginseng o cualquier suplemento vitamínico que no excede el precio de $5.000 por unidad en centros dedicados a su venta al por mayor, pero que de acuerdo a la cara, a la actitud y al buen genio del doctor puede costarle al paciente entre $80.000 y $150.000, explicándole bajo verborrea barata los daños en el organismo inminentes de no tomarse el jarabe o la solución final a sus males de tomarse el elixir traído de las capitales más influyentes colombianas.

Como si esto fuera poco -en lo que a estafa se refiere- el doctor mira fijamente al paciente y, de la manera más decente le dice que se cuide de una envidia, de un ser maligno que está rondando desde hace bastante tiempo en su vida, pues él además de ser médico, es parapsicólogo. Dependiendo del paciente –de si acepta o no-, el médico, parasicólogo y estafador le pide entrar al carro en el asiento de atrás y allí le dice que tiene un maleficio, motivo por el cual su vida está tan mal y se representa en la falta de plata y hasta de sexo.

Para curarse del maleficio, el paciente debe pagar unas cuantas “misas” de acuerdo a la cantidad de dinero que tenga. Poniendo un caso hipotético, el paciente le dice que en el bolsillo sólo tiene 30.000 pesos, el médico, parasicólogo y estafador afirma saber que tiene mucho más dinero en la casa guardado y obliga al paciente a decirle cuanto; por la forma autoritaria, el paciente le dice cuanto tiene y –aprovechándose de esto- aquel estafador propone hacer misas por todo el monto que el paciente tiene en la casa, pero que debe darlos con fe y de la manera más rápida posible, en caso de no tener dinero, debe dar algo de valor significativo.

Depende el valor de la ganancia, este estafador decide si continua rondando el barrio o el municipio o levanta las cornetas y huye lo más rápido posible. Esto puede estar pasando en Montenegro (Quindio), en Florencia (Caqueta), en alguna calle de su ciudad, que personas se hacen pasar por médicos, botánicos, naturistas y brujos con tal de quitarle los pocos pesos que tiene en su bolsillo y en su colchón.

Esto representa la precariedad en el acceso a la salud de las y los colombianos, ancianos, niños, jóvenes se ven obligados a la fe, pues las Eps y demás entidades de salud se encuentran privatizados, al servicio de los que pueden pagarlo, paso de ser un derecho fundamental a un privilegio. Es nuestro deber luchar por una salud y educación de excelencia y al alcance de nuestros sectores populares, luchas que no dependerán de una firma o de un SI a un plebiscito, dependerán de nuestra capacidad de organización, de movilización y de lucha, así tal vez se acaben estos timadores, se dediquen a estudiar.
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Mauricio Babilonia. Integrante de la REVISTA HEKATOMBE.

 

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