Ví el video de Rosalía de Berghain. Como era una colaboración con Bjork, Yves Tumor y la Orquesta Sinfónica de Londres, me imaginé que sería una buena producción y así fue. Rosalía saca a relucir su formación musical, Bjork es Bjork y la Orquesta Sinfónica de Londres es perfecta. El video dirigido por Nicolás Mendez, transita entre comercial de perfume, el estilo de Vincent Moon y el del director de moda Yorgos Lanthimos. No hay discusión, estéticamente es una delicia.
La cosa es que llevo a cuestas la maldición de las humanidades, la cultura pop y la necesidad de relacionar y cuestionar. En serio que trato de ver las cosas tranquilamente, de desconectarme y caer ante los placeres de la vida, pero como dice Marc Anthony, yo trato-trato pero no lo consigo, y aquí estoy, escribiendo este texto.
Compartiré algunas puntadas sueltas sobre Lux:
1.
La Motomami sabe cómo ser un buen producto de consumo, de eso no cabe la menor duda porque ella siempre responde a la demanda de la industria. Cuando se hablaba de la mujer que desea, ella sacó las respectivas canciones; cuando se decía que la tusa no era el fin del mundo, salió Despechá… y así. Ahora, que la tendencia es el minimalismo y el old money, ella se viste de blanco. Su portada en Lux no es la de una reggaetonera sino la de alguien performando en monja/santa, reproduciendo esos estilos que tanto le gustan a las derechas y al conservadurismo.
2.
Lux es sobre una mujer que busca alcanzar a dios, que ahora se dice celibe voluntaria —recordemos que Rosalía se destiñó una parte del cabello para emular una aureola—; que está en el hogar bien guardadita, fantaseando con venados y mapaches; que interactúa con el corazón, pero no con cualquier corazón, sino con el de la iglesia católica; que juega con la sacralidad pero no la resignifica como lo hizo Madonna en su momento con Like a Prayer, por el contrario, se deja envolver por su visión tradicional y la busca desesperadamente.
3.
Según la entrevista que le hicieron a Rosalía en México para el lanzamiento del álbum, su inspiración fue la “mística femenina”, pero no cualquier mística femenina, fue la de las santas que encontraron la redención acercándose a dios. A esto se suma que la respuesta al amor romántico en el álbum no es una problematización, todo lo contrario, siguiendo la lógica de convento, la idea consiste en acercarse al Señor en plan matrimonio, de ahí su performance de monja en la portada. Casarse con un hombre no terrenal, sino divino, para encontrarse a ella misma, haciéndolo de la forma más conservadora y barroca posible. Todo esto acompañado por una estrategia de marketing brillante, con todos los medios hablando de un poema sinfónico que se sale de la moda musical, lo que contribuye a que además sea presentado como lo más revolucionario del momento.
4.
En la serie del Cuento de la criada, basada en la novela de Margareth Atwood, hay una especie de flashbacks, en los que muestran cómo avanzan el fascismo y el fundamentalismo religioso sentando las bases de lo que luego sería Gilead (la “república” teocrática y opresiva que invade y se apodera de casi todo Estados Unidos). Muestran cómo las mujeres son juzgadas por usar ropa deportiva mientras van perdiendo derechos, y se enaltece a quienes juegan con el clean look y la estética vintage de las amas de casa de los 50s —tradwife—. Además, por medio de Serena Joy, la antagonista más despiadada, y su secta, poco a poco se empieza a generalizar “un deber ser” para las mujeres; mientras se va popularizando la idea de que, gran parte de la culpa de la caída de la natalidad era de ellas por planificar, ser libres y trabajar. Así que la solución definitiva debía ser el totalitarismo. Machos creando rituales, estéticas, frases, y las formas de despojar a las mujeres de sí mismas, de sus nombres, del deseo, de lo que habían sido y dándoles un rol de cuidado y procreación. Mujeres funcionales a ese sistema que renunciaban a estudiar y reducían su existencia al cuidado porque era lo que dios demandaba.
5.
Pero ¿qué tiene que ver Rosalía con el Cuento de la criada y el avance de las derechas (para no decir fascismos)?
6.
El arte es político, un producto de consumo es político. Lo que se dice, como se dice o deja de decirse también. Rosalía no es ajena a esto, hace unos meses fue increpada por el diseñador Dominnico por no hablar de Palestina y su respuesta, o mejor, la respuesta de un equipo de marketing fue lo suficientemente vaga para no incomodar.
Me acordé de Leonardo Di Caprio, el actor y ambientalista que no dijo nada sobre el ecocidio en Palestina porque va a construir un hotel de lujo en territorio ocupado por Israel. Ese podría ser otro artículo, “Despojo y socialité: hablemos de Kim Kardashian y Leonardo Di Caprio”.
7.
El fascismo nunca se fue, después de la derrota militar en la segunda guerra mundial y de todas las reflexiones que se generaron para entender qué pasó; se escondió como una criatura herida, sedienta de venganza que durante décadas estuvo repasando sus errores para aprender de ellos y salir de nuevo para ganar.
8.
El fascismo no son solamente hombres que miran al sol con una camisa nueva o estados corporativistas, tampoco se reduce a figuras como Giorgia Meloni —primera ministra italiana—, ni al señor de tercera edad que insulta a migrantes y quiere que nos invadan los gringos; también es gente como Leni Riefenstahl, bailarina, actriz y una de las más brillantes directoras de cine del siglo XX. No digo que Rosalía sea fascista, pero sí que las condiciones de cada época van perfilando determinados mensajes y modos que van legitimando, precisamente, la implantación de fascismos, y que las industrias culturales y las formas de régimen van coincidiendo.
9.
Mark Fisher señala que en el capitalismo: “la lenta cancelación del futuro ha sido acompañada por una deflación de las expectativas” (2018), y lo que queda es la hauntología, la nostalgia de un pasado como pastiche, como presencia reciclada de lo que fue. Para este caso se ve en las tradwife o las santas como Rosalía. La cantautora echa mano de Simone Weil y de su experiencia mística, y paradójicamente la vacía de contenido político, legitimando su yoismo, mientras busca lo que Enrique Iglesias llamaría “experiencia religiosa”.
10.
Los productos de consumo logran captar la corta atención de las audiencias y sintonizarlas en función de un deseo. Tal como lo señala Suramericanrocker, “Un tiempo corto pero que parece infinito, como un presente eterno, que autores como François Hartog han llamado “presentismo”. De algún modo Mark Fisher también lo señalaba cuando retomaba la sentencia de Margaret Thatcher para explicar los propósitos de la ideología neoliberal: no hay alternativa. Al anularse la posibilidad de alternativa se da también una sentencia sobre el tiempo: lo que existe es lo que es y no podrá existir nada distinto. Así, con la cultura del segundo, el presente se hace eterno” (2023).
11.
Lo que existe son las tradewife que reproducen una nostalgia de servilismo y sometimiento; una Rosalía muy católica que canta en 13 idiomas para decirle a sus seguidoras que es más fácil apuntar a ser santa que a construir relaciones sanas; o Vogue que marca como tendencia de moda sentir vergüenza por estar de novia, en lugar de hablar sobre la búsqueda de relaciones sanas, la exploración de la soledad, la anarquía relacional, o el poliamor. No se debería tratar de estar in, o estar out. Nos encontramos con unas tendencias en redes sociales que, de forma solapada, nos van indicando qué usar y cómo comportarnos. Se trata de lo mismo de siempre, pero diferente, presentado como resistencia, como si el conservadurismo exaltado por el consumismo se tratase de algo revolucionario.
12.
Decía en otra reflexión que el capitalismo es como el vinipel porque no solamente envuelve, sino que además, impregna, clona y en algunos casos, incluso, pareciera que el vinipel no está, pero sí. El capitalismo, cual vinipel, se apoderó del feminismo y el empoderamiento femenino para vender y seguir diciéndonos cómo debemos ser sin llegar a incomodar, además domesticando la rebeldía: eres una mujer empoderada, rebelde y fuerte, pero hasta donde yo diga y como diga; pero con un nuevo ingrediente: ya no desde la exaltación consumista del deseo y la sexualidad y la superación individualista del techo de cristal, sino desde el conservadurismo, porque ahora la actitud monja es la moda, o la actitud madre reprimida de los años 50s.
13.
Así que sin miedo, toca decir que en la cultura se expresan los síntomas de una época. Recordemos que el fascismo avanza, crece y contagia. El fascismo no se perrea, no libera, no ayuda a sanar.
14.
Nunca me fiaré de motomamis, bichotas ni lobas ni de esos productos de consumo que nos venden como feminismo, porque siempre estarán sujetos a los vaivenes de la mercancía, y por ende, a los vaivenes del poder.
15.
«Nolite Te Bastardes Carborundorum» escribió en un armario la antecesora de June Osborne en la casa de los Waterford: “No dejes que los bastardos te aplasten”.
Referencias
Fisher, Mark (2018). Los fantasmas de mi vida. Caja Negra.
Suramericanrocker (2023). La rudeza de la red: el narcisismo y la percepción de un presente eterno. Revista Hekatombe.




