El 19 de abril del año 2005, doce jóvenes futbolistas del barrio Punta del Este fueron encontrados en las afueras de Buenaventura brutalmente asesinados. El crimen fue perpetrado con sevicia por los paramilitares y al día de hoy no se ha hecho justicia. El Estado colombiano le metió un gol a sus familias, con una sentencia de un juez dice que: “ellos murieron de un tiro directo a la cabeza, que no lo digan más y que no los esperen en la casa”.
La siguiente entrevista fue realizada a finales del mes de abril de 2018, en las calles del centro de Bogotá, a una de las madres de estos pibes: Bolivia Aramburo García, quien accedió a conversar con nosotros sobre la Masacre de los Doce del Barrio Punta del Este.
A continuación presentamos el resultado de aquella conversación. Espero la lean, empecemos a hacer memoria y dejemos de una vez por todas de practicar el deporte nacional que hoy parece ser con las patas: el olvido.
-Bolivia: Cuando le hacen a uno estas entrevistas uno se pregunta ¿más de lo mismo? Más chalecos preguntando lo mismo.
-JC: ¿Qué le pasó en el brazo y la mano Bolivia?
-Bolivia: acá, eso fue una cortada cuando estaba pequeña con una botella de vidrio que se me rompió cargando agua, tenía como trece años cuando eso pasó, me caí con ese galón lleno y se me partió.
-JC: ¿Y las manos?, tiene manos de mujer trabajadora ¿qué hacen?
-Bolivia: así es. Qué es lo que no hago para sobrevivir. Nosotros tenemos que hacer muchas cosas para sobrevivir, para que respeten nuestros derechos y la memoria de nuestros hijos asesinados, nosotros tenemos demanda contra el Estado, para que este visibilice lo que pasó, para que eso no vuelva a pasar.
-JC: ¿Bolivia como fue la masacre?
-Bolivia: Por el fútbol, llegó una moto invitándolos a jugar un partido de fútbol, un tipo diciéndoles que necesitaba jugadores y que si ganaban le pagaba doscientos mil pesos al equipo que ganara, llegaron por la mañana ¿usted no ha escuchado el poema?, en el yo escribo de algo que acontece, para hacer memoria, para que no se pierdan los recuerdos y los sucesos en el tiempo.
-JC: ¿Cómo dice ese poema? Parece que tenemos más cosas en común de lo que creemos y una de ellas es la poesía.
-Bolivia: Ja. Yo soy poeta, gracias a dios, pero desde el 2005 para acá, porque esas memorias de la violencia no pueden desaparecer, hay que dar amplitud, para que sepan que esos muertos tienen alguien quien haga bulla por ellos, alguien quien reclame.
Por la mañana llegaron, que sí, que estamos acá para un partido de fútbol y recorrían todo el barrio, pasaron por la cancha buscando gente y ellos que sí, que sí, que iban. Los invitaba, uno solo en una moto que parecía el diablo, yo creo que él era conocido de Santa Cruz, él era conocido de otro barrio cercano.
Sí, porque si no hubiese sido conocido pues quien se iba a ir con él. Ellos por allá cometieron un error grandísimo y andaban buscando personas para matar y decir que el que estaba ese día era ese. Es como si yo le digo pregúntenle a tal, pero yo llego y lo mato, entonces, uno termina preguntándole a un fantasma.
Mucha gente no fue al dichoso partido porque estaba haciendo mucho sol. Llegaron que sí, que sí, que muchachos que un partido de fútbol, recorrían ese barrio y ellos que sí, que sí.
Eso fue una cosa toda extraña con los paras, porque en ese entonces, que daban yo no sé cuánto por la cabeza de un guerrillero, porque unos guerrilleros dizque se robaron una caleta, eso fue la vuelta.
El hijo mío que mataron, él murió aconsejado, porque era el mayor, yo le había dicho a él, cuando lo inviten a un paseo usted no vaya a ir, porque esa es la forma como van a sacar a un poco de muchachos para matarlos. Y ¿sabe que me dijo?: tranquila mamá que yo me se toda esa vuelta.
A los del barrio de allá, del barrio Santa Fe, no los dejaron ir, porque el presidente de la Junta de Acción Comunal, se las olió y no los dejó ir, entonces, se vinieron para acá. Pero aquí en el barrio si había una presidenta narizona, cochina y porquería.
Él había sacado un armario a crédito y me dijo, cójalo para usted, que yo mañana me voy a trabajar y entonces sacamos el otro la otra semana, y empezamos a ponernos a vivir bien, mientras tanto me compra unos ganchos y usted me muestra cuál es el área para mí, para venir en la noche a colgar la ropa.
Por la mañanita él entró, me saludó y yo me quedé mirándolo un rato en la entrada, yo lo tengo aquí en la mente a él, aquí está su carita, lo estoy viendo, lo estoy mirando. Él era grande, alto y tenía el pecho, así como usted.
Tenía la nariz chiquita y yo le preguntaba ¿pero vos si podé respirar? Y él – me decía, a pues sí. Y vea pues yo no lo vi más, yo estaba convencida que él estaba en la cancha y llega un cuñado- me dice, cuñada y yo le digo ¿qué pasó?
¿Kinky está aquí? Porque yo le decía Kinky-yo le dije: No ¿Por qué? -me dijo, es que por aquí vino un diablo invitando a gente dizque a jugar fútbol en el Dagua y el muchacho estuvo por aquí y se llevó unos muchachos y, yo por -ahí –oigo, dizque también Kinky anda ahí.
-Le digo ¿Quién? Rubén Darío mi hijo, porque me acordé de un sueño que había tenido. Y me dijo mi cuñado: Hermana, Kinky anda ahí y según este hombre vino a sacar a los muchachos con puras mentiras, porque les echaron la culpa de que se habían robado esa plata ajena.
-Yo le dije, haga el favor no me hable más, no quiero escuchar más nada.
-Le dije, Miguel, le dije Miguel y le pregunté tres veces ¿Rubén Darío anda allí? Porque a mí el corazón me decía que ese ya no venía más. La desobediencia, eso fue un martes en la mañana, eso fue un martes 19 de abril.
Yo le arregle un poema, claro que el poema es largo, porque en Él estamos yo, con otras compañeras. Y dice así:
Vengo a contarles señores
Que tragedia y que tortura
El 19 de abril
Sucedió en Buenaventura.
Que a un partido de fútbol
A unos jóvenes
Los sacaron de su barrio
Aprovecharon su nobleza
Y, a todos los torturaron.
Así pasaron los días
Buenaventura lloraba
De ver el crimen de Los Doce
Las madres muy angustiadas.
Y dice…
Los agentes de la policía
Asombrados se quedaron
De ver esos doce cuerpos
Mutilados.
Una madre de su angustia
Oraba, lloraba y decía:
Señor mío Jesucristo
Perdona esas manos
Porque no saben lo que hacen.
Cuando yo llegue ese día de la escena, ellos estaban irreconocibles y, yo- decía: perdonen esas manos que hicieron eso, porque ellos no te conocen, ellos no viven en tu temor. Esa parte que le estoy diciendo aquí, esa la hecha una compañera.
La parte mía dice así:
Un martes en la mañana
Sé que dentro un barón
Del que nadie tuvo precaución
Solo una abuela sabia
Que al verle la cara
Le llamó la atención.
Eso ocurrió de malicia
Al verle el corazón
Que negro tenía
Pues la madre Helena
Tenía el don de la revelación.
Con voz triste ella lloraba
¡Señores!
¡No le ven la cara!
Ese hombre es malo
De bueno no tiene nada.
La abuela
Lloraba de tristeza
Y, decía:
Tengo un presentimiento
Ay, a mí me duele el corazón
¿Dónde está mi hijo?
Que le llamen la atención.
Así concluye esta historia
Del barrio Punta del Este
Los sacaron
Que tragedia tan inmensa
13 años han pasado
Me duele mi corazón.
Segaron su ilusión
De ser grande futbolista.
Fueron doce los seleccionados
Decimos que fueron doce
Por el cuerpo abandonado
Para que tengan presente
Lo que fue.
-Yo, siempre veía a Rubén con una camiseta azul.
-JC: ¿Y usted con quien vive Bolivia?
-Bolivia: Con mi marido.
-JC: ¿Cómo le llegó la noticia a él?
-Bolivia: Eso sí que le ha dado duro a él, ay no, eso lloraba y se tiraba al suelo y todavía grita cuando se toma sus cervezas.
Y yo le digo, usted qué le va a llorar a una persona que ya está tranquila.
Porque después de todo el cuerpo ya no existe, pero el espíritu está con Dios y él es elegante. Yo lloraba como una Magdalena con sentimiento como si me fuera a morir.
Pero yo le digo: Valencia, la vida es un regalo de Dios.
Yo a ese pelado lo amaba mucho, yo lo cuidaba cuando llegaba todo maltratado y pálido de sus partidos, él me decía: algún día jugaré en la profesional y le compraré su casa, para que no tenga que preocuparse más mamá, para conseguir lo del arriendo.
Kinky amaba mucho a su otro hermano, porque a él le decíamos Guacuco que es un pescado pequeñito. Kinky se ponía bravo y lo defendía cuando yo lo regañaba y él me decía, no le pegue a mí guacuquito.
Cuando Kinky se ponía muy bravo, también me decía: voy a comprarme dos casas y me voy con mi guacuquito. Yo para sacarle la piedra, le decía: suerte, que yo cojo la mía y todos nos reíamos. Mi señor, Jairo, mis esperanzas son seguir con mis poemas.
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Jairo Crispín: Estudió Lenguas Modernas en la Universidad Distrital (U.D.F.J.C) y es Trabajador Social de la Universidad Nacional de Colombia próximo a graduarse. Realizó prácticas profesionales en el Museo de Memoria Histórica de Colombia, adscrito al Centro Nacional de Memoria Histórica durante un año; donde tuvo la oportunidad de acercarse a la investigación en Ciencias Sociales en temas relacionados a la construcción de paz, la Museología, la Museografía, los Dispositivos de la Memoria, y la Didáctica del objeto en el museo. Su trabajo de grado monográfico fue una investigación de Estado del Arte sobre el concepto de fascismo social el cual ya fue evaluado. Con experiencia laboral como docente en las áreas de Ciencias Sociales, Filosofía, Español y Literatura. Participó en la construcción de la exposición “VOCES PARA TRANSFORMAR A COLOMBIA DEL MUSEO DE MEMORIA HISTÓRICA DE COLOMBIA/2018”.