Contra el mundo que ellos defienden

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Ellos defienden un mundo uniformado que celebra la dictadura de lo homogéneo y ataca la diferencia y la diversidad con la burla o la agresión.

Un mundo con doble moral, que cuestiona a la mujer que valora y reivindica su cuerpo, mientras consume el cuerpo de la mujer cuando el mercado lo vende como objeto. 

Un mundo de rebaños: el rebaño indiferente y conservador, temeroso de los cambios, que exterioriza su miedo en forma de odio hacia lo que no entiende

Que celebra la violación de la mujer como un acto de hombría, y el feminicidio como una supuesta expresión del amor: “si no era mia, no podía ser de nadie”.

En el que los hombres no pueden sentir, ni sufrir, porque se cree que sentir y sufrir es de mujeres o de cuerpos feminizados. 

Un mundo con formas únicas de ser mujer, de ser hombre y de asumir la identidad. 

Un mundo de jerarquías, en el que es aceptable que el jefe deshumanice al trabajador; se concibe el autoritarismo como práctica necesaria; en el que el blanco o el blanco/mestizo se siente más que la persona racializada; el hombre asume como superior a la mujer; que el heterosexual se autodefine como el normal, y califica a quien tiene una orientación sexual diversa como anormal.

Un mundo en el que el ritmo rápido de la cotidianidad y la imposición de máscaras sociales impiden la existencia de tiempos para la soledad y la introspección consientes.

El rebaño fatalista, que cree que las construcciones humanas, pese a ser eso, construcciones, son irreversibles

De falsedad e hipocresía, del “yo como producto”, en el que no solo se venden objetos o fuerza de trabajo, sino incluso, la imagen de sí mismo ante la sociedad. 

Un mundo en el que el criterio es la competencia, abierta o encubierta, y se rechazan la solidaridad, la cooperación, la autonomía y el apoyo mutuo. 

En el que se sostiene la división entre trabajo intelectual y trabajo manual. En el que se espera que unos se limiten a hacer y otros a pensar. 

En el que el ser humano se siente superior a la naturaleza y a las otras especies, y depreda lo que está a su paso, así eso afecte su propia existencia.

El rebaño oscurantista, proclive a quemar libros, ideas y descubrimientos; el rebaño dependiente, que está en búsqueda perpetua de pastores.

Un mundo en el que importa más el capital y su acumulación, que la vida misma. Donde unos se sienten autorizados para dominar, oprimir y explotar a otros.

Un mundo productivista, que reniega del tiempo para el ocio, el autodidactismo y la creación.

Un mundo de rebaños: el rebaño indiferente y conservador, temeroso de los cambios, que exterioriza su miedo en forma de odio hacia lo que no entiende; el rebaño fatalista, que cree que las construcciones humanas, pese a ser eso, construcciones, son irreversibles; el rebaño oscurantista, proclive a quemar libros, ideas y descubrimientos; el rebaño dependiente, que está en búsqueda perpetua de pastores.

En definitiva, no me gusta el mundo que ellos defienden, tan limitado, aburrido, falso y opresivo. Es por eso que prefiero construir un mundo nuevo.

“A nosotros no nos dan miedo las ruinas porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Y ese mundo está creciendo en este instante”: Buenaventura Durruti.

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