Era una ciudad de plástico
De esas que no quiero ver
De edificios cancerosos y un corazón de oropel
“Plástico”, Willie Colón – Rubén Blades, 1978 del álbum “Siembra”
El 24 de junio pasado una alfombra de 12 toneladas de botellas de plástico cubrió gran parte de la Plaza de Bolívar en Bogotá, una puesta en escena que trae nuevamente la politicidad de los residuos a través de la protesta de la población recuperadora popular en Colombia.
Una explicación del sentido de esta inusual protesta debe articular varias agencias puestas en movimiento, la materialidad del plástico, la población recicladora, la cadena de reciclaje de esta materialidad, las normas nacionales sobre gestión de residuos, el capitalismo como ecología-mundo, el consumidor de contenidos embotellados, las teorías sobre el descarte, la prensa, entre otras. Todas estas agencias, humanas y no humanas, como flujos de materia en movimiento, cuyos pliegues forman campos y ensamblajes específicos por donde fluye el poder. El poder no proviene del Presidente Petro, tampoco de los recicladores, ni del plástico. El poder no es algo que poseen los sujetos humanos y que se ejerce sobre los objetos, no es una entidad única, ni tiene un origen singular, no es un sujeto o un objeto, no es una cualidad sino una relación que surge de los ensambles de materialidad. Es también, simultáneamente potestas, por sus aspectos negativos, represivos y atrapantes, como potentia, en sus aspectos positivos, afirmativos, posibilitadores y empoderantes, pero nunca es exclusivamente cualidad humana, hay que insistir.
El ensamble relacional del poder plástico
Las 12 toneladas de botellas protagonistas de esta acción, según informaron los recicladores, resultó de una obra colectiva de la que participaron 2.000 recicladores populares provenientes de varias ciudades del país, quienes durante semanas recolectaron, clasificaron, lavaron y transportaron cada botella para traerla hasta la Plaza de Bolívar. Un gasto de recursos y energía inmenso, calculado en $2.300 por cada kilo. En las condiciones actuales del mercado de plástico recuperado las empresas que lo compran lo pagan a $1.200 por kilo, lo que significa una pérdida económica de cerca del 50% del trabajo energía invertido. El kilo de vidrio es pagado a $500 pesos y el de papel-cartón oscila entre $500 y $1.500 pesos. Además el valor de estas materialidades está afectada por la tendencia a la baja en los últimos años. Hace dos años el kilo de plástico recuperado se compraba a $3.000, lo que se traduce en una reducción de más del 50%.
Es justamente este trabajo a pérdida el motivo de la protesta. La tendencia a la baja del precio de compra se explica por múltiples razones de la economía política del mercado capitalista. Colombia genera actualmente más de 700 mil toneladas anuales de envases y empaques plásticos, pero solo el 30% se recicla.
El plástico provine del subsuelo, del petróleo, acumulado y procesado durante millones de años por microorganismos descomponedores entre capas geológicas, de donde es extraído y convertido en polímeros de alta versatilidad que hoy dominan la vida social. Así que lo que vimos en la Plaza de Bolívar fue la fusión del tiempo geológico con tiempo social y de trozos de subsuelo con trabajo humano.
En Colombia Acoplásticos, el gremio empresarial del plástico dice comprometerse con una producción de calidad y competitiva ligada a la economía circular, pero se queja de las bajas tasas de reciclaje de esta materialidad. Así que los industriales prefieren la materia prima, resinas de polímeros, en bruto, importadas o aportadas por refinerías colombianas.
A todas luces, los recicladores populares están en desventaja. Es cierto que el gobierno Petro avanza en el reconocimiento y dignificación de su trabajo. Recientemente expidió, a través de la Comisión de Regulación de Agua Potable y Saneamiento Básico – CRA, una norma que garantiza que la labor de aprovechamiento de los residuos, en el servicio de aseo, sea exclusivamente para los recicladores populares. Los recicladores piden un Fondo derivado al impuesto al plástico de un solo uso destinado a compensar, como se ha visto, su trabajo no remunerado, también piden mayor intervención del Estado en la economía mediante la regulación de precios, como medida de justicia económica, social y ambiental. Pero, la problemática va más allá, implica las relaciones con el gran capital, asustado hoy por la aprobación de la reforma laboral.
La puesta en escena de la alianza recicladores-plástico recuperado toca otros dos aspectos que quiero mencionar brevemente.
La fenomenología relacional del ensamblaje plástico
He planteado que el plástico es espacio-tiempo geológico puesto de manera simultánea en el espacio-tiempo social del capitalismo y sus desigualdades, los dos flujos materiales cuyos pliegues nos producen como naturaleza-cultura no binaria. Esto conlleva salir del humano-sujeto-centrismo y abrirnos a nuestro encadenamiento al resto de la materialidad en movimiento. Veamos.
Una vez que el plástico producido por trabajo humano y no humano está en el mercado en múltiples formas, llega a los consumidores humanos y no humanos, por ejemplo, de millones de bebidas edulcoradas y agua embotellada. Hay una tipología de las fenomenologías del consumidor. En la cúspide ideal están los consumidores responsables socio-ambientalmente, una minoría social, desocupan el contenido, lavan el envase y los depositan en lugares dispuestos para esto o los entregan de manera limpia, oportuna y separada a la población recicladora popular de su barrio.
Luego sigue el consumidor promedio. Desocupa el envase y lo deposita en su bolsa de basura doméstica o que encuentra en las calles. Fuera de la vista, fuera de la mente. El envase tiene el 30% de posibilidades de ser recuperado por manos trabajadoras, que lo transportan, separan y lavan para la venta. Y el 70% de posibilidad de ser transportado al relleno sanitario en donde será trabajado por microorganismos que lo momificarán como coctel venenoso que contribuye a formar el paisaje tóxico que mata el río, el suelo, el aire, la gente, las plantas y los animales. Las implicaciones ético-políticas de esta relación con la materialidad descartada es lo que debe ser parte de la formación ambiental de la ciudadanía. Un poco más de inversión de trabajo y tiempo de estos consumidores, como solidaridad de clase y conciencia socio-ambiental contribuirán significativamente.
En la base piramidal está el consumidor depredador, desocupa el envase y lo arroja a la calle, al canal, al río urbano, al humedal. Si bien, en todas sus formas y momentos del movimiento plástico se producen nanoplásticos y microplásticos nocivos, es en esta última fenomenología que se produce mayor daño, la ignorancia no justifica la falta.
Ser conscientes de que somos materialidad que intra-actúa con otras materialidades es fundamental para aprender a vivir y morir bien en este planeta dañado. En el siglo XVIII el capitalismo dio inicio al frente de liberación del carbono, al iniciar la explotación masiva del carbón y el petróleo. Hoy necesitamos un nuevo frente como alianza humana-no humana para aminorar la intensidad del daño generado por la ecología-mundo capitalista.
La simbología materializada de los plásticos en la Plaza de Bolívar
12 toneladas de plástico en la Plaza de Bolívar, un esfuerzo colectivo disruptivo. Una decisión política acertada al escoger el lugar. La Plaza está rodeada de lo que usualmente se llama el poder político y el poder moral-religioso. La Plaza expresa el poder ciudadano, solo que esta vez era materia plástica ejerciendo poder.
El poder-moral religioso está instalado en el oriente de la Plaza, los españoles en el siglo XVI reemplazaron la conexión profunda, la intra-acción entre el agua, las montañas, el sol y los Muiscas, reemplazando la salida del sol y su movimiento entre solsticios por la iglesia católica. Pero el poder del catolicismo no emana del clero. No es explicable sin la multitud de creyentes, peregrinos, militantes. Sin la creencia en la cualidad taumatúrgica del sacerdote y de la imagen sagrada, sin la fe en la promesa de la salvación eterna, sin el miedo al infierno, sin el olor que existe en la iglesia, sin el vino y la hostia, sin los recursos financieros del Estado y los dineros aportados por los feligreses que buscan perdón a sus pecados, y sacar almas del peaje del purgatorio. Sin la arquitectura catedralicia en forma de cruz latina, hecha de concreto, acero, vidrio, que señala el poder divino y la pequeñez humana, sin las sillas de fina madera traída de los bosques de roble, nogal y abarco, sin la cera de abejas y parafina (petróleo) de los cirios, sin el tejido eléctrico… Todos estos actores humanos y no humanos hacen el ensamble del poder católico, que es parte de la red global y local extendida por toda la Tierra.
El poder político tiene tres espacios de la Plaza. Primero el lado sur, el Capitolio Nacional, sede del Congreso. Pero este poder no es explicable sin la intra-acción entre senadores y representantes, votantes, clientelas, lobby empresarial, partidos políticos, arquitectura material, oficinas de congresistas y sus asistentes. Sin la roca, el concreto, la madera, el plástico, el agua, los residuos… Sin las conexiones entre políticos y prensa oficial, sin la creencia en la democracia, sin el descrédito del Congreso, sin sus componendas, trampas, alianzas y sin la red de alianzas entre este espacio y los espacios locales y territoriales.
En el costado occidental está el Palacio de Liévano, sede de la Alcaldía Mayor de Bogotá. Uno de los tantos palacios (nostalgia colonial) del centro histórico. Este no es sede del poder del Alcalde, sino parte de un ensamblaje de actores humanos y no humanos, políticos, oficinistas, trabajadores, normas, recursos financieros, pero también de piedra, cemento, ladrillo, vidrio y madera, así como del papel, la tinta, las impresoras, los teléfonos fijos y celulares y de la creencia y la incredulidad que rodea a la Alcaldía y a los alcaldes y alcaldesas.
En el costado norte está el Palacio de Justicia. Sede del Consejo Superior de la Judicatura, de la Corte Suprema de Justicia, del Consejo de Estado, de la Corte Constitucional y de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria. Pero al igual que las otras locaciones, se trata de flujos de distintas materialidades, creencias, memorias, intra-relacionadas. Sin jueces, abogados, tinterillos, porteros, trabajadores de cafetería, de aseo, sin el papel, sin el concreto, la madera, el vidrio, el agua, sin la creencia en la justicia y en su independencia de los otros poderes, sin el hecho de la estrecha dependencia entre la justicia y el gran capital y los partidos políticos hegemónicos, sin la memoria de la toma (M-19) y la retoma (Ejército), en fin sin este ensamblaje no se podría entender cómo se produce y circula en Colombia el poder de la justicia.
En ese marco de entidades que rodean la Plaza es que se explica su significado como escenario del poder ciudadano. Allí se dan cita las manifestaciones de derecha e izquierda para mostrar quién domina la calle, quién ocupa sus 14 mil metros cuadrados. También los jóvenes que van a conciertos gratuitos y los ladronzuelos que les roban los celulares, hacen la Plaza y son hechos por ella. La Plaza es también concreto y adoquín, palomas, el bronce fundido de la estatua pedestre de Bolívar. Por todo esto, la Plaza de Bolívar es un escenario privilegiado para las manifestaciones políticas de masas.
El plástico regado en la Plaza asombra, aterra, impugna, duele, no es indiferente. El plástico grita, amenaza, tiene agencia. Reclama unas relaciones justas en su tratamiento, pero también dice que no debe seguir fluyendo del subsuelo porque puede generar más paisajes tóxicos en los botaderos y rellenos sanitarios. Los recicladores populares y las botellas de plástico nos dieron una clase de filosofía y de ética política que obligan a replantearnos profundamente en nuestras intra-acciones con el resto del planeta, en nuestras creencias y en nuestra pasmosa indiferencia. Acompañemos y difundamos su predicamento, sumemos esta acción al gran frente a la gran alianza humano-no humano para aprender a vivir y a morir bien en este planeta dañado, en el que están cruzando y acelerando el espacio-tiempo geológico y el espacio tiempo socio-material.