Hasta pronto, amigo

0
488

Por: Laura Camila Rodríguez

Hace unos meses escribí sobre lo difícil que es ver a nuestro animal de compañía envejecer, pues es una proximidad a la ineludible muerte. Ese día llegó y mi Amigo se fue, entonces, me toca demostrar “finura” y aplicar todo lo que dije en aquél escrito sobre el hecho de que al recordarlos los hacemos infinitos, por eso, escribo sobre él y sobre este vacío que dejó el pasado 22 de enero.

¿Por dónde empezar? Por decir que nadie está preparado para la muerte, por mucho que aquella se deje entrever, pensamos que va a ser condescendiente y nos va a regalar un tiempito más. Aunque, viendo a mi Amigo comprendí que hay algo peor que la misma muerte y es el sufrimiento. Nadie merece pasar sus últimos instantes sufriendo por una decisión (dolorosa) que está en nuestras manos, los animales merecen dignidad tanto en la vida como en la muerte.

¿Y el duelo? es durísimo, llegar a la casa prevenidos porque nos vamos a desmoronar al comprobar que es verdad, que no están aquellos ojos alegres, las uñas que rozaban el piso y parecían taconeando, la cola meneándose al son de ladridos portentosos que acosaban por una galleta y una salida mientras señalaba con sus ojos la correa. En los últimos días continúo dando lo mejor de sí para demostrar su alegría al vernos.  

“Recordar es vivir” dice una frase, en este momento recordar duele y el dolor es parte de la vida. El 23 de diciembre cumplió 13 años bien vividos; sabíamos que era su último cumpleaños y la pasó muy bien, no fue tan efusivo como en festejos pasados, pero fue feliz. El amor no se mide en tiempo sino en la trascendencia que el ser al que se le brindó tuvo en nuestras vidas, que su existencia no sea en vano y que aquella nos sirva para aprender algo nuevo, para ser mejores personas; estoy segura que ellos como los seres nobles que eran querrían eso.

Y bueno, sigo demostrando mi finura y por eso repito una y otra vez las canciones que escuchábamos juntos, especialmente Fly me to the moon de Frank Sinatra, y me recuerdo con nostalgia barriendo y cantándosela a unos ojos grandes que cuando tenían contacto visual con los míos, se intimidaban y trataban de disimular mirando para otro lado (pues sabía que le esperaba una lluvia de besos, abrazos y palabras tiernas). Ya no quiero barrer porque sé que sus pelos dejarán de aparecer, no hemos guardo sus cositas, ya habrá tiempo para eso…

Lo recordaré como un gigante libre corriendo torpemente en sus lugares favoritos (gigante porque era un bóxer blanco con café de gran tamaño); disfrutaba sumergir las patas en el río y era brusco y torpe con aquellas personas que quería; comía con energía su alimento, dejaba babas por doquier (especialmente en la ropa de la gente) y cuando tomaba agua, esta se iba para todo lado excepto su boca. Su tamaño era igual a su nobleza, gigantesca.

No es un adiós, es un hasta luego; es otra frase popular y sí, quiero pensar eso, quiero creer que sí existe un lugar donde van nuestros animales de compañía y que allí se encuentran con sus amigos y tal vez nuestros parientes. “Reubicar es entender que ahora tendrá otro lugar, un lugar más etéreo y menos físico; que tendremos que buscar nuevas formas de amar; que tenemos que honrar ese amor para que el dolor no gane la partida. Solo hasta que volvamos a vernos”. (Vidal, 2022)

La frase anterior es de un libro que iba a regalar, no imaginé que terminaría leyéndolo primero. Resignifiquemos el dolor, seamos mejores. Que su vida deje un cambio positivo en la nuestra. Y aquellos que tienen sus animales de compañía, aprovéchenlos, mímenlos, paséenlos, vayan a sus lugares favoritos, denles sus comidas favoritas, jueguen, y sobre todo llévenlos a chequeos veterinarios, para que después no queden remordimientos.

Estos días me he dado golpes de pecho diciendóme: por qué no lo lleve más al río, y si ese día en vez de montar bici me hubiera ido con él a caminar, por qué no le compré más tortas de las que le gustaban, por qué lo regañé. Debo decir que en los 13 años de su vida solo hizo dos “daños” comerse una media y un billete de diez mil.

Pero, hay algo de lo que no hay remordimiento y es en cuanto a lo médico; le hicimos todo hasta el final, como debe ser. Y en su último respiro estuvimos con él. Por eso, aprovechemos cada instante con esos maravillosos seres porque después cada segundo lo vamos a añorar. Hasta pronto, mi querido y gran Amigo. Gracias.

Referencia

Vidal, L. (2022). Cuando ya no estás. Barcelona: Penguin Random House.

Por: Laura Camila