Klopot tiene manchas negras en sus patas,
Roza su pelaje entre las rosas del jardín y mira de reojo el estanque de los peces,
Se esconde de las miradas de los niños, les teme.
Klopot me acompaña desde que tengo 11 o 12 años,
Su ronroneo se ensancha o se encoge en mi cabeza según el temblor de mis manos y la opacidad que me reviste cuando me siento vista por otros.
Klopot es amigable con las personas cansadas, silenciosas y tranquilas,
Se intimida cuando percibe energías estruendosas y magnificas,
Nunca lo veo al despertar, pero está allí cuando me baño y veo por horas las imperfecciones de mi cuerpo desnudo.
Klopot camina conmigo a tomar el bus,
Corre con angustia cuando la ansiedad endurece mis cejas,
Para cuando mi corazón se acelera y me sudan las manos.
Klopot no es ingenuo y sabe que no lo quiero,
Es persistente y ha logrado superar todas mis estrategias para deshacerme de él,
Estuvo, está y estará allí, negarlo es negar el tiempo mismo.
Klopot y yo hemos negociado y renegociado nuestros encuentros,
Sabemos que somos uno, dejarlo ir es dejarme ir,
Me duele, me asfixia. Lo odio, me odio.
Klopot es sigiloso, juguetón y reserva sus apariciones más televisivas cuando empiezo a sonreír,
Con los años lo siento más pesado, difícil de cargar, acariciar y cuidar,
Vamos a florecer juntos cuando mi piel se transforme en agua y tierra.