Es indiscutible que, si el gobierno de Petro aspira a prolongar la influencia del Pacto Histórico más allá del 2026, debe enfocarse en concretar la mayoría de sus promesas de campaña en el 2024. Paralelamente, parece contradictorio con los principios del progresismo y la izquierda que ya estemos deliberando sobre quién sucederá a Gustavo Petro en la Casa de Nariño. No obstante, es evidente que políticos de todos los espectros, especialmente con el inicio de las nuevas administraciones regionales y locales, están posicionándose estratégicamente para la contienda presidencial de 2026.
es evidente que políticos de todos los espectros, especialmente con el inicio de las nuevas administraciones regionales y locales, están posicionándose estratégicamente para la contienda presidencial de 2026.
Personalmente, percibo que muchos han olvidado lo cerca que estuvo Rodolfo Hernández de ganar la presidencia. Petro lo superó por un margen mínimo que se puede atribuir a múltiples factores, incluyendo la campaña desastrosa de Hernández en la segunda vuelta.
El año 2023 reveló una realidad importante: a pesar de los esfuerzos de los líderes progresistas, Colombia continúa inclinándose hacia un conservadurismo y una derecha predominantes. Un ejemplo particularmente preocupante es la tendencia de los jóvenes, quienes jugaron un papel crucial en la elección de Petro, ahora a inclinarse hacia ideologías de derecha. Este cambio se debe en gran medida a la influencia de las redes sociales, que actualmente están saturadas de perspectivas conservadoras y de extrema derecha, moldeando así las opiniones políticas de los jóvenes. Frente a esta situación, la izquierda aún no ha desarrollado una estrategia eficaz para enfrentar y revertir dicha tendencia ideológica.
Frente a esta situación, la izquierda aún no ha desarrollado una estrategia eficaz para enfrentar y revertir dicha tendencia ideológica.
Nos hemos quedado en señalar el papel educador de los medios corporativos de comunicación y lo tóxica que puede ser una figura como Vicky Dávila en el moldeamiento de la opinión y si, ella tiene su lugar, no solo por ser la directora de lo que hoy es la Revista Semana de los Gilinski, sino también, porque se ha preocupado en estos últimos años de que ese medio de propaganda sea el que más influencia tenga en redes sociales.
Otro ejemplo, es la crítica al senador Jota Pe Hernández desde las izquierdas, quien ya ha expresado su interés en la presidencia a mediano plazo. Como el congresista más votado de la Alianza Verde, probablemente apoyará a Claudia López en 2026 para sucederla en 2030. Críticas desde una perspectiva de izquierda moral señalan como perjudiciales algunas de sus posturas, como su oposición a la legalización del aborto o al consumo recreativo de marihuana. Sin embargo, Hernández sigue ganando influencia en las redes sociales, consolidando su base de seguidores y votantes.
Sin embargo, Hernández sigue ganando influencia en las redes sociales, consolidando su base de seguidores y votantes.
¿Se trata entonces, simplemente de señalar que es un imbécil y que miente sin evidencia para defender percepciones del mundo conservadoras y de derecha? o ¿se trata más bien de ganarse – o por lo menos disputar – esa opinión que lo sigue y le cree desde otras visiones y en su terreno politico-ideológico?
La derecha, que desplazó al kirchnerismo en Argentina y que está erosionando los cimientos democráticos en El Salvador, Brasil, la Unión Europea, India, Rusia y Estados Unidos, utiliza una táctica similar: promover la idea de que la democracia liberal ha fallado y que el desmantelamiento de lo público —equiparado a corrupción— es la ruta hacia la libertad y la riqueza, o que los derechos humanos son un discurso del marxismo cultural que beneficia a los criminales que normalmente son minorías racializadas.
Paralelo a esto promueven este mensaje de consumo como sinónimo de felicidad que les ha permitido acumular poder político, y que la izquierda no sabe cómo disputar desde otras visiones, lo que ha llevado precisamente a estas opciones autoritarias de derecha a aprovechar eficazmente las redes sociales para influir en nuestras democracias mediáticas y usar las instituciones para avanzar en el recorte de derechos.
lo que ha llevado precisamente a estas opciones autoritarias de derecha a aprovechar eficazmente las redes sociales para influir en nuestras democracias mediáticas y usar las instituciones para avanzar en el recorte de derechos.
Recientemente, un concejal «tik toker» que llegó a la corporación de Bogotá ha sido criticado por exhibir en redes sociales, en la primera sesión, su Porsche. Algunos desde la izquierda y el progresismo lo tachan de «gomelo» y lo critican por su aparente superficialidad. No obstante, su habilidad para comunicar políticamente, similar a la estrategia de Trump y Rodolfo Hernández, le ha generado tendencia y titulares.
Cabe señalar que, mientras él se grababa para su producto comunicativo de tiktok que le dio titulares durante una semana en los grandes medios, apoyó al partido Cambio Radical en una maniobra que tenía por objetivo usurpar el lugar del Pacto Histórico en la mesa directiva del Concejo. Su agenda es clarísima: mientras en redes repite que está ahí porque no le debe nada a nadie y “no tiene ideologías”, responde a la derecha y a los sectores que pretenden un ejercicio de democracia restringida. No es nada nuevo a lo que ya había hecho Trump, Hernandez acá o Milei en Argentina.
Muchas personas en la izquierda acá siguen creyendo que la enemiga a vencer es Maria Fernanda Cabal. Otras personas en el centro, como Claudia López, creen que para suceder a Gustavo Petro en el 2026 tienen que hacer un malabarismo ideológico en el que asumen posiciones de la Cabal, posiciones “sensatas” de economistas de los Andes y discursos “incluyentes”, propios del neoliberalismo progresista tan bien conceptualizado por Klein. Yo creo en otra posibilidad. La hipótesis Rodolfo Hernández.
Mientras se continúe subestimando al concejal «tik toker» por ser «mañé», sus 11 mil votantes aspiran a ser como él. Mientras se subestima a Jota Pe Hernández o se considera a Polo Polo un mediocre, ellos fortalecen su presencia en redes sociales, convirtiendo seguidores en votos y consolidando todo un sentido común de extrema derecha en quienes podrán votar en el 2026. Si el Pacto Histórico sigue celebrando victorias pasadas y despreciando estas nuevas expresiones políticas que capturan —educan y movilizan— el voto aspiracional del capitalismo neoliberal, es probable que en 2026 surja una nueva versión de Rodolfo Hernández, replicando lo ocurrido con Milei en Argentina, o Bukele en el Salvador, y de esta manera, la izquierda podría perder la presidencia para refugiarse, de nuevo, en sus trincheras ideológicas históricas, sin arriesgarse a innovar en lo táctico para remontar en lo ideológico.
Díganme que me equivoco.