El reparto del trabajo permite pensar en una distribución de las cargas, y así, en un reparto del empleo e incluso en una reducción de las jornadas laborales
Una vieja consigna proveniente del anarquismo demandaba el reparto del trabajo. Es una idea simple pero poderosa que parte de un hecho evidente: el trabajo está concentrado, lo que lleva a que unos tengan ese ingreso y otros no, que unas personas tengan que trabajar mucho mientras que otras no pueden trabajar nada (o trabajar de manera informal sin ninguna estabilidad).
el trabajo está concentrado, lo que lleva a que unos tengan ese ingreso y otros no, que unas personas tengan que trabajar mucho mientras que otras no pueden trabajar nada
Hay trabajos con una carga laboral enorme, en los que no existe como tal una jornada, ni fines de semana, ni en general un espacio propicio para el ocio y otras actividades. Mientras que hay otros trabajos en los que el ingreso no está realmente justificado.
En los primeros, la identidad se va fundiendo con el trabajo porque la carga laboral va llevando a que la vida no sea más que el cargo. Entonces, así sea sin intención, se termina pensando todo el tiempo, casi que exclusivamente, en el trabajo, sea en lo que ha sucedido, lo que va a suceder, o en las relaciones interpersonales de ese ámbito.
El reparto del trabajo permite pensar en una distribución de las cargas, y así, en un reparto del empleo e incluso en una reducción de las jornadas laborales, pero el sistema siempre empuja hacia la concentración de recursos, conocimientos, o cargas. Se prefiere tener un trabajo explotador, en el que el individuo explotado compite por su empleo con el colega y con el desempleado, antes que una mejor organización de ingresos y tareas. En últimas, se deja de lado la posibilidad de una organización del empleo cuyo principio sea la colaboración.
la concentración del trabajo, contradictoriamente, propicia la ineficiencia y la ineficacia, porque va configurando a trabajadoras y trabajadores desgastado
Incluso la concentración del trabajo, contradictoriamente, propicia la ineficiencia y la ineficacia, porque va configurando a trabajadoras y trabajadores desgastados, ansiosos o deprimidos que van cumpliendo a medias con lo que se les exige para poder dar cuenta de todo. Es una lógica absurda. Mientras tanto, gran cantidad de personas desempleadas, deprimidas por esa condición, desean ocupar esos cargos sobreexplotados.
Cabe precisar que reparto es distinto a división, la división del trabajo que lleva a la ampliación de la diferencia entre trabajo manual e intelectual, y que lleva, a su vez, a la reproducción del imaginario según el cual unas personas son las únicas capacitadas para pensar y mandar y otras para hacer y obedecer. El reparto responde, más bien, a la distribución equitativa y a la superación gradual de esa idea de división.
Ese desgaste diario, sea por el empleo o el desempleo, debería ser suficiente para imaginar otros modos de vivir, otros modos que lleven a pensar más allá de las lógicas del capitalismo que tienden a la concentración. Otros modos en los que sea posible «trabajar menos, trabajar todos, producir lo necesario y redistribuir todo».