Tú por mí, yo por ti, iremos juntas donde haya que ir

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Nunca en un día festivo: es el “lema” de mi amiga más cercana. La primera vez que la escuché decirlo, fue en medio de una conversación de mujeres acerca de los listados de lo que debemos tener en cuenta cuando vamos a salir de fiesta.

– No tomar de más, si la salida es con personas que no son de mucha confianza

– Compartir la ruta del carro con las amigas o familia

-No ir a la casa de un desconocido

-Revisar que el trago sea servido de una botella recién destapada

No salir a tomar un domingo si el lunes es festivo, ante esta recomendación, las demás solo asintieron por cumplir, pero yo sabía a qué se refería, solo las dos sabíamos. 

Hace unos meses, ella salió con una de sus amigas. La salida involucró lo habitual, baile, fotos borrosas para IG, charlas trascendentales y también tontas, carcajadas estruendosas. “Un día oscuro nos dio por andar donde los malos tiran y dan”, dice Christina, y siempre había pensado que era así, cumplir con estos listados nos podía dar seguridad, pero ese día, un antiguo compañero de trabajo, un “amigo”, le escribió y llegó al lugar en el que ellas estaban.

Nosotras hemos vivido juntas por casi 6 años, es de esas amigas que es imposible no admirar, tiene un carácter fuerte, muy fuerte además del don de llegar a cualquier lugar, y con solo un comentario ser el centro de atención, brilla como ninguna otra, inspira respeto y es esa persona de la que todos quieres saber su opinión. Ese lunes llegó a las 5am más o menos, y la forma en la que pronunció mi nombre para llamarme, el gesto que tenía cuando entró, no se me va a olvidar nunca. 

Hasta ese día, siempre había visto la violación como una imagen aterradora y lejana, incluso como un momento, una escena de pesadilla que aunque dejaba una cicatriz, de alguna manera se quedaba en ese bucle de tiempo que nadie debería experimentar. Pero me equivoqué, nos equivocamos. Le pregunté qué quería hacer, si quería ir a Medicina legal, llamar a alguien. No podía bañarse, porque necesitábamos pruebas, y cada posible escenario descubierto detrás de cada pregunta, era más horrible que el anterior.

Van a decir que fue mi culpa, van a decir que yo me lo busqué, van a decir que yo ya lo conocía, van a decir que estaba tomada. Su fuerza pudo más que todos esos miedos, y por su fuerza, salimos para medicina legal. Era lunes festivo y las vías a esa hora estaban casi vacías. Abrí su ventana en un intento inutil de aliviarla un poco, de hacer del viento una compañía que limpiara lo que acababa de vivir. Entramos al lugar que parecía estar cerrado, y los 5 policías que estaban en una especie de recepción, nos vieron entrar y un silencio de milésimas de segundo marcó el después, ese después que nadie considera, lo que sucede a la escena de pesadilla, al bucle.

No me acuerdo si preguntaron qué necesitábamos o simplemente ese silencio hizo que ella dijera: Abusaron de mí. Tuvo la atención instantánea de los 5 policías, y al mismo tiempo una especie de incomodidad entre ellos, los llevó de nuevo a meter la cabeza en lo que estaban antes, el celular, un papel, el computador, lo que fuera que les ayudara a salir de esas tres palabras, a no verla a la cara. Una policía dijo sin ninguna seguridad, que ahí no la podían ayudar, que debíamos ir a La UPJ, que allá le hacían un exámen médico y luego ponía la denuncia, y de ahí salir para otro lugar. No, allá solo pone la denuncia, la contradijo otro policía sin mirarnos. 

Salimos sin comentar nada, no sabía que hacer, solo pensaba lo afortunadas que éramos por contar con un carro. ¿Y si tuvieramos que esperar un taxi? ¿Y si no tuvieramos para un taxi? ¿Y si tuviéramos que conseguir un bus desde aquí, cuál debería ser, en qué parada quedarnos?. Y después de ese momento de agradecimiento tan perturbador,  ¿y ella cómo se siente, debimos quedarnos en la casa, debí motivarla para que se bañara y se metiera en la cama, prepararle una aromática y abrazarla y no exponerla a ésto? 

Llegamos a la UPJ y de nuevo las tres palabras. La policía de la entrada logró que toda la frustración, ira, impotencia, odio, reaccionaran como fuego al que se le echa gasolina. Hasta las 8am. Ahh no, hasta mañana que llega no sé quién. Cuando estaba tomando aire y organizando las palabras para gritarle, un policía le dijo que sí, que la dejara seguir. Subió ella sola y me quedé esperando a la entrada. No debería estar ella sola. 

Cuando salió, tenía los ojos aguados de nuevo. Le pregunté qué le dijeron, y como pudo me respondió, básicamente di papaya… No debí reaccionar así, no debí devolverme esos 10 pasos y golpear la puerta y gritarle a las policías de la entrada, todas mujeres, todas indiferentes, todas daban asco, todas la revictimizaron, No mamá, agradezca que la dejamos entrar a ella. Intentaron cerrarme la puerta, iba a continuar mi ataque pero desistí cuando la vi a ella parada a mi lado diciendo de nuevo entre lágrimas: Yo no dí papaya.

Ella no debía estar sola.

Nos fuimos a la EPS para que le hicieran los exámenes médicos. Debía entrar sola, así que esperé afuera. Luego me escribió que debía quedarse hasta el martes porque en día festivo no estaba la Trabajadora social,  que podía entrar un acompañante para que le llevaran ropa o comida. Entré y después de un rato un doctor  hizo que el agradecimiento extraño apareciera, era la primera persona que le mostraba respeto, consideración. Hizo los exámenes, estuvo pendiente, le preguntó si quería poner denuncia, llenó unos documentos, guardó la ropa interior en una bolsa sellable, le informó que más tarde vendría la policía a hacerle algunas preguntas, le explicó cómo debía tomar los medicamentos, los efectos secundarios como las náuseas, la sensación de debilidad, el dolor de estómago.

Como dije antes, una de las principales cualidades de mi amiga, por no decir la más visible, es su carácter. Eso fue lo que él quiso quitarle, su fuerza, su poder. Rita Segato dice que la violación es un crímen expresivo por un medio sexual, es un mensaje que el violador da a la mujer y a los hombres, a “la mujer se le comunica una lección moral: la mujer es sospechosa de inmoral desde el comienzo de los tiempos, y la violación le castiga por desobediente. A los otros hombres, la violación les comunica la potencia”. 

No es algo sencillo de escribir, y resumir esas interminables horas en un par de páginas no va a permitir jamás describir la dimensión de lo que ella vivió, de lo que tuvo que pasar y de la marca imborrable que queda. Por ahora, solo voy a permitirme contarle al violador, que no logró su cometido, quiero contarle que la fuerza que ella siempre ha tenido, prevalece, que no le quitó nada, que lo que hizo solo habla de su insignificancia y necesidad de sentirse poderoso ante una mujer que siempre estará fuera de su alcance, quiero decirle al violador, que siempre será ese desecho que todas las personas querrán evitar, eso que inspira asco, no miedo, ni mucho menos respeto. 

A pesar de todo eso, de la inutilidad de la policía que no sabe cómo actuar en casos de denuncia de abuso sexual, de acceso carnal, a pesar de la burocrácia asquerosa que deben vivir las mujeres que denuncian, a pesar del machismo, de la cofradía de masculinidad que defiende a los violadores, a pesar de todo, ella no está sola, ella no cambió, ni está rota o destruída. Además de la rabia, de la rabia inmensa que siento, solo puedo decir:

Tú por mí, yo por ti

Iremos juntas donde haya que ir