Algunos apuntes sobre mi feminismo decolonial

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Antes de empezar, quiero dejar claro a la lectora y/o al lector, que el presente escrito pretende romper de manera radical con el tipo de escritura en tercera persona, es decir, el narrador que no se involucra en su propia historia, es un escrito pensado desde la realidad, sin necesidad de probar algún tipo de teoría, es más una recuperación de mi como sujeta anclada a una historia, es decir, que parto de un momento histórico que me desafía a pensar y a construir-me desde mi especificidad y desde mi presente, es por esto que, aquí encontrarás mis sentires, mis experiencias, mi subjetividad y mis saberes, que está abierto al debate, a la discusión y al cuestionamiento, no es un escrito definitivo o totalmente finalizado, no busca crear realidades absolutas y universalistas, es un sentí-pensar multidimensional.

Hace unas semanas me encontraba como siempre sin mayor cosa que hacer en esta cuarentena, recorriendo la casa para ver con que me distraigo o entretengo, en ese camino, decidí visitar el cuarto de una de mis hermanas. Por azar, el destino, suerte o como deseen llamarlo, ella se encontraba viendo televisión y en el canal que veía, estaban dando la película Las Sufragistas, película que vi en el pasado, y de la cual casi ya no recordaba nada. Emocionada y dispuesta a recordar la trama, decidí volver a verla en compañía de mi hermana.

La historia de las sufragistas narra cómo un grupo de mujeres británicas, cansadas de la explotación, el abuso, acoso y en general del machismo de la época (finales del siglo XIX y principios del siglo XX), deciden alcanzar el voto femenino, como una manera de romper con una sociedad patriarcal, donde estaban sometidas a lo que los hombres quisieran hacer de ellas y de sus vidas, en ese entonces fueron perseguidas, hostigadas, torturadas e incluso asesinadas por “atreverse” a salir de un estado de subyugación e inferiorización, desde el posicionamiento crítico y político. Cuando finalizó la película, me di cuenta que tenía mucha similitud con la época en la cual estamos siendo protagonistas, a pesar de que aquí en Colombia, el voto femenino ya se logró años atrás, vi con gran claridad cómo aun en el siglo en el que estamos, las prácticas opresivas por parte de una mayoría masculina supuestamente “blanca”, que siendo sincera es más bien mestiza, racista y homofóbica, sigue reproduciendo el sometimiento, la inferiorización y subyugación entre nosotrxs ¡Parece obvio decirlo, pero es mejor dejarlo claro! De igual manera, veo con más claridad como seguimos siendo perseguidas, burladas y ridiculizadas por organizarnos, por salir a marchar, por denunciar, por no callar, por decidir sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos, por exigir una participación equitativa en las diferentes esferas políticas, económicas, familiares, etc.

Como dije, puede que a lo largo de la historia hayamos logrado muchas de las metas trazadas en torno al empoderamiento femenino (Y ¡gracias a mis ancestras por ello!), sin embargo, surgieron varias preguntas que retumbaban en mi cabeza, que me hacían sentir que me faltaba algo por entender, era como sentir un vacío ¿por qué les incomoda a los hombres que nosotras participemos de manera activa en las diferentes esferas de la vida? ¿por qué les es tan incómodo la organización femenina? ¿por qué algunos dicen que las sufragistas si eran las verdaderas feministas? ¿Por qué afirman que las luchas actuales de las mujeres no son válidas y además son llamadas “feminazis”? ¿será que piensan que por haber alcanzado el voto femenino ya todo se nos fue dado? ¿piensan que solo puede existir una versión del feminismo? De varios de mis conocidos, en su mayoría hombres heterosexuales, he escuchado el constante discurso, que las feministas son cansonas, agresivas, vulgares e incluso destructivas, que nuestras luchas son “maricadas”, “ganas de joder”, “solo quieren llamar la atención” o en el peor de los casos “solo están mal cogidas”, discursos cargados de dominio, de odio, en definitiva, de machismo. Ahondando más en estos discursos he podido darme cuenta que en su mayoría, no comprenden la diferencia entre patriarcado y machismo, en que se diferencian, cuáles son los puntos de encuentro que tienen, no saben el porqué del actuar de los diferentes grupos feministas y mucho menos se han cuestionado si el machismo los ha llegado a afectar, siendo hombres heterosexuales. Es allí, donde descubro, que el origen de estas incomodidades y discursos, reposa en el desconocimiento.

Este tipo de conductas y rechazos no me sorprenden, ya que, en el caso puntual, en nuestro país ha primado el no saber, éste nos ha condenado por siglos al dolor, a la tristeza, al desarraigo, a la indiferencia y a la muerte, y en el caso de todxs las mujeres sí que la hemos vivido en carne propia.

Pero ¿cómo combatir de manera directa este desconocimiento? siempre he creído que la educación debe jugar un papel muy importante, no como un mero proceso lineal de adquisición de contenidos, sino como un ámbito de diálogo, de apertura, de curiosidad, de cuestionamiento, un proceso vivencial, donde el sujetx pueda verse incluido, donde pueda construirse con los otrxs, y donde se le permita sentir, donde se permita escuchar y ser escuchado, teniendo en cuenta que no es un proceso perfecto o totalmente finalizado, sino que por el contrario, habrán asimetrías, desencuentros, discusiones y tensiones, que son necesarias para un aprendizaje significativo, cabe aclarar que este tipo de enseñanza no solo se da en un salón de clase, se dan también en las situaciones más cotidianas de nuestras vidas, en una conversación  en el hogar, por WhatsApp, por Messenger, en una videollamada, en la lectura de un pensamiento, en un audio, en un video, en un podcast, etc.

A través de esta formación situada, deconstructiva y sentida, se apunta a la transformación del pensamiento y de la realidad, esas mismas de las que tanto hablamos en estos tiempos pandémicos, será entonces la columna vertebral, para re-pensarnos otras realidades y mundos posibles, donde principalmente se dejarán de lado viejas creencias, viejos pensamientos, viejos paradigmas y viejas formas del ver el mundo, que nos siguen segregando, estigmatizando, y subyugando. Es aquí donde el feminismo, cumple una función primordial ya que por medio de este, se conseguirá el constante cuestionamiento de las lógicas patriarcales – machistas, dando a conocer las nuevas relaciones de poder  en las cuales estamos inmersxs, donde se podrá conocer a profundidad, lo que al parecer para muchas personas les es desconocido, comprendiendo y derribando mitos sobre los supuestos que existen del movimiento feminista, conocer si existe relación con el capitalismo, el patriarcado, con el amor romántico, con el cuidado, con lo político, con el desamor, con el colonialismo, entre otros que se me escapan.

Vislumbrando que esta, es una de las múltiples luchas que nos permitirán situarnos en un mundo diferente al actual, de la mano con otro tipo de movimientos, organizaciones  y colectivos, perspectivas, que posibilitaran repensamos constantemente nuestras vidas y de las de las diferentes formas de vida, teniendo como eje fundamental el reconocimiento de nuestras diferencias, de nuestras potencialidades, de nuestras ambigüedades, nuestras molestias, como también de nuestros puntos de encuentro, es decir, de lo que tenemos en común.

Para finalizar, el feminismo que profeso, va en aras de no desconocer las diferentes resistencias de los múltiples movimientos feministas existentes, sino que, este apunta a cuestionar lo incuestionable, a des-universalizar lo universal, a des-aprender para reaprender, a recuperar aquellas voces que han sido invisibilizadas, a recuperar el sentir y el pensar, y a situarnos desde nuestras experiencias y desde nuestras historias, la invitación entonces es que tanto, mujeres como hombres, heterosexuales, homosexuales, bisexuales, transexuales, personas no binarias, andróginos, fracturemos discursos, estigmas, estereotipos que hay del feminismo y que nos demos la oportunidad de sentarnos a escuchar y a conocer la importancia de este movimiento.

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