Manifiesto por la Guerrilla del Acceso Abierto

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En julio de 2008 Aaron Hillel Swartz publicó el manifiesto por la Guerrilla del Acceso Abierto, se trata de un corto documento que aboga por la libertad del conocimiento. Aaron creía que este debería ser socializado para que nos se convirtiera en un privilegio, sino en un derecho.

Se dedicó al hacktivismo y como resultado de ello, ahora tenemos Open Library una base de datos de libros colaborativa y de acceso público, que actualmente posee 14 millones de libros disponibles. Tor2Web, una red que permite la navegación anónima en internet. Y DeadDrop para el envío de documentos anónimos sin que sean expuestos, actualmente conocido como SecureDrop, usado por medios de comunicación para proteger a sus fuentes.

En 2011 Aaron fue acusado por descargar 4,8 millones documentos académicos, reseñas y artículos protegidos con derechos de autor del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT por las iniciales de su nombre en inglés). El 6 de enero fue detenido cerca de Harvard por la policía del MIT y un agente del Servicio Secreto de Estados Unidos. Los cargos fueron por fraude electrónico, informático, entrada imprudente a un ordenador protegido y daños, hurto mayor y acceso no autorizado a una red. El 12 de septiembre de 2012 la fiscalía federal registró nueve delitos más, lo que significaba una pena de más de 50 años de prisión y una multa de cuatro millones de dólares.

El 11 de enero de 2013, Aaron se suicidó con 26 años de edad.

Aaron fue perseguido y acusado por usar su talento no para enriquecerse sino para democratizar el conocimiento. A continuación, les compartimos el manifiesto para que lo lean, reflexionen sobre él y lo compartan.

Manifiesto por la Guerrilla del Acceso Abierto

La información es poder. Pero como con todo poder, hay quienes lo quieren mantener para sí mismos. La herencia científica y cultural del mundo completa, publicada durante siglos en libros y journals, está siendo digitalizada y apresada en forma creciente por un manojo de corporaciones privadas. ¿Querés leer los papers que presentan los más famosos resultados de las ciencias? Vas a tener que mandarle un montón de plata a editoriales como Reed Elsevier.

Están aquellos que luchan por cambiar esto. El Movimiento por el Acceso Abierto ha luchado valientemente para asegurarse que los científicos no cedan su derecho de copia, sino que se aseguren que su trabajo sea publicado en Internet, bajo términos que permitan el acceso a cualquiera. Pero incluso en los mejores escenarios, su trabajo sólo será aplicado a las cosas que se publiquen en el futuro. Todo lo que existe hasta este momento se ha perdido.

Ese es un precio muy alto por el que pagar. ¿Forzar a los académicos a pagar dinero para poder leer el trabajo de sus colegas? ¿Escanear bibliotecas enteras para sólo permitir leerlas a la gente de Google? ¿Proveer artículos científicos a aquellos en las universidades de élite del Primer Mundo, pero no a los niños del Sur Global? Es indignante e inaceptable.

“Estoy de acuerdo,” dicen muchos, “¿pero qué podemos hacer? Las compañías detentan los derechos de copia, hacen enormes cantidades de dinero cobrando por el acceso y es perfectamente legal –no hay nada que podamos hacer para detenerlos.” Pero sí hay algo que podemos hacer, algo que ya está siendo hecho: podemos contraatacar.

A ustedes, con acceso a estos recursos –estudiantes, bibliotecarios, científicos– se les ha otorgado un privilegio. Ustedes pueden alimentarse en este banquete del conocimiento mientras el resto del mundo queda fuera. Pero no es necesario –de hecho, moralmente, no es posible– que se queden este privilegio para ustedes. Tienen el deber de compartirlo con el mundo. Y lo han hecho: intercambiando contraseñas con colegas, haciendo solicitudes de descarga para amigos.

Mientras tanto, aquellos de ustedes que se han quedado fuera no están cruzados de brazos. Han estado atravesando agujeros sigilosamente y trepando vallas, liberando la información encerrada por las editoriales y compartiéndola con sus amigos.

Pero todas estas acciones suceden en la oscuridad, escondidas en la clandestinidad. Se les llama robo o piratería, como si compartir la riqueza del conocimiento fuera el equivalente moral de saquear un barco y asesinar a su tripulación. Pero compartir no es inmoral –es un imperativo moral. Sólo aquellos que están cegados por la codicia se negarían a hacerle una copia a un amigo.

Las grandes corporaciones, por supuesto, están cegadas por la codicia. Las leyes bajo las que operan lo requieren –sus accionistas se sublevarían por mucho menos. Y los políticos que se han comprado los apoyan, aprobando leyes que les dan el poder exclusivo de decidir quién puede hacer copias.

No hay justicia alguna en obedecer leyes injustas. Es tiempo de salir a la luz y en la gran tradición de la desobediencia civil, declarar nuestra oposición a este robo privado de la cultura pública.

Necesitamos tomar la información, donde sea que esté guardada, hacer nuestras copias y compartirlas con el mundo. Necesitamos tomar las cosas que están libres del derecho de copia y agregarlas a este archivo. Necesitamos comprar bases de datos secretas y ponerlas en la Web. Necesitamos descargar journals científicos y subirlos a redes de compartición de archivos. Necesitamos pelear una Guerrilla por el Acceso Abierto.

Si somos los suficientes, alrededor del mundo, no sólo enviaremos un fuerte mensaje en oposición a la privatización del conocimiento –la haremos una cosa del pasado. ¿Vas a unírtenos?

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