Cuando la gente se dio cuenta, el virus ya había llegado, había entrado por las cuatro vías que daban acceso al pueblo, se había hecho sentir con toda su fuerza. El pánico se apoderó de la gente, porque el rumor de que había llegado se había esparcido tan rápido como el miedo a morir, era gente humilde, gente de pueblo, cuya vida transcurría en las tareas propias del campo. Hacía tres años que otro tipo de virus había atacado el mismo pueblo, pero no fue sino hasta ese 16 de febrero que ese nuevo virus siempre presente, pero no manifiesto, se decidió a atacar con toda su desidia.
El virus no tuvo piedad, entró a las casas y obligó a la gente salir, los llevó a la cancha de futbol, les pidió que se separan “hombres a un lado, mujeres al otro”, porque el virus no ataca igual a los géneros, el virus es selectivo, aunque su ataque lleva a lo mismo, la degradación del ser humano y su asesinato físico o simbólico. El virus empezó de a poco, porque su fuerza no estaba en el asesinato simplemente, sino en el ataque minucioso a la moralidad, a la subjetividad y a la integridad del cuerpo. Empezó arrancando una oreja, golpeando en el estómago, desfigurando la cara, era un virus que atacaba sin piedad y que buscaba hacer hablar a aquellos que no tenían nada que decir porque siempre fueron inocentes.
Pasaron seis días hasta que ese virus se fue del pueblo, el 22 de febrero se fue sin más ni más, dejó un pueblo arrasado, con muertos en sus calles, con el tejido social roto, con familias incompletas, con padres sin hijos, con mujeres violadas, con una herida profunda que marcó la vida de esos campesinos, que su única culpa fue vivir en un territorio lleno de virus.
¿Y el gobierno que hizo? ¿Y los medios de comunicación corporativos? y ¿nunca se encontró la vacuna? Para el gobierno el virus era invisible cuando atacaba, en algunos lugares hicieron un cerco epidemiológico, pero esto no contuvo el virus, contuvo fue a la población, le dio vía libre a la propagación. Los medios de comunicación estaban de paseo, el virus no daba rating, ni había noticias 24/7 sobre lo que este virus hacía, no nos llenaron de noticias y no buscaban hacer campañas de solidaridad ni de denuncia, sólo existían para decir lo necesario, el tape tape funcionó. ¿Y la vacuna? ni que decir, han pasado ya 20 años desde esta incursión del virus en aquel pueblo olvidado, El Salado, en el municipio del Carmen de Bolívar ubicado en la región de Los Montes de María.
Ese virus se llamaba Autodefensas Unidas de Colombia, un virus que al parecer mutó su nombre luego de una vacuna no muy efectiva que buscó hacer el gobierno con un acuerdo, pero no mutó sus prácticas, sigue regándose en el país sin control, asesina y asesina pero no aparece como culpable, sigue siendo invisible, no existe, no se sabe dónde está, pero como esa vez en El salado, cuando llega se hace sentir con toda su fuerza, no permitamos que este virus se siga propagando.
Que la resistencia se haga costumbre, hoy en el Día nacional de la memoria y la solidaridad con las víctimas, aprovechemos para mandar este mensaje, el único virus que nos asesina no es Covid-19. Fuerza y resistencia.