Fragmentos de «Realismo Capitalista ¿No hay alternativa?» del profesor Mark Fisher
Una diferencia entre la tristeza y la depresión es que, mientras la tristeza se autorreconoce como un estado de cosas temporario y contingente, la depresión se presenta como necesaria e interminable: las superficies glaciales del mundo de un depresivo se extienden a todos los horizontes imaginables. En la profundidad de la enfermedad, el depresivo no reconoce su melancolía como anormal o patológica: la seguridad de que toda acción es inútil y de que detrás de la apariencia de la virtud solo hay venalidad golpea a quienes sufren de depresión como una verdad que ellos han descubierto, pero que los otros están demasiado engañados como para reconocer. Existe una clara relación entre el «realismo» aparente del depresivo, con sus expectativas tremendamente bajas, y el realismo capitalista.
Una diferencia entre la tristeza y la depresión es que, mientras la tristeza se autorreconoce como un estado de cosas temporario y contingente, la depresión se presenta como necesaria e interminable: las superficies glaciales del mundo de un depresivo se extienden a todos los horizontes imaginables.
(…) El monitoreo inagotable y la precariedad, en verdad, van de la mano. Como afirma Tobias van Veen, el trabajo precario ejerce una presión «irónica y a la vez devastadora» sobre el trabajador. Por un lado, el trabajo nunca termina: el trabajador debe estar siempre disponible, sin derecho a ninguna vida privada ajena al tiempo de trabajo. Por otro lado, el precario es por definición descartable, incluso si se muestra capaz de sacrificar todas y cada una de sus esferas de autonomía en aras del trabajo.
La tendencia actual es que prácticamente todas las formas de empleo se vuelvan precarias. En palabras de Franco Berardi, «el Capital ya no recluta a las personas, sino que compra paquetes de tiempo separados de sus portadores, ocasionales e intercambiables».
Una de las consecuencias de las modernas tecnologías de la comunicación es que no cuentan con un espacio externo en el que uno pueda descansar de ellas y recuperarse.
(…) Una de las consecuencias de las modernas tecnologías de la comunicación es que no cuentan con un espacio externo en el que uno pueda descansar de ellas y recuperarse. El ciberespacio vuelve obsoleto el concepto clásico del «espacio de trabajo». En un mundo en el que se espera de nosotros que podamos responder a un e-mail de trabajo casi a cualquier hora del día, el trabajo no se limita ya a un lugar o un horario. No hay escape, y no solo porque el trabajo se expande sin límites.
la depresión deja en las sombras algunas de las raíces sociales de la infelicidad, tales como el individualismo competitivo y la desigualdad en la redistribución del ingreso.
(…) La privatización del estrés es un sistema de captura perfecto, elegante en la brutalidad de su eficiencia. El capital enferma al trabajador, y luego las compañías farmacéuticas internacionales le venden drogas para que se sienta mejor. Las causas sociales y políticas del estrés quedan de lado mientras que, inversamente, el descontento se individualiza e interioriza. Dan Hind afirmó que el foco en las deficiencias de serotonina como la supuesta «causa» de la depresión deja en las sombras algunas de las raíces sociales de la infelicidad, tales como el individualismo competitivo y la desigualdad en la redistribución del ingreso. Y si bien existe un enorme corpus de trabajos que muestran los vínculos de la felicidad individual con la participación política y el fortalecimiento de los lazos sociales, tanto como con la justicia en la redistribución del ingreso, una respuesta pública al estrés privado raramente se considera una primera opción de abordaje. Claro que es más fácil prescribirle una droga a un paciente que efectuar un cambio rotundo en la organización social. Y al mismo tiempo, existe «una multitud de emprendedores que ofrecen la felicidad ya mismo, en pocos pasos». Gente que «se siente cómoda operando con la definición de la felicidad y la autorrealización al interior de la cultura» y que puede vender esta felicidad sin sentir culpas, corroborar y corroborarse en «la ingenuidad enorme de la persuasión comercial»».
Nota Revista Hekatombe:
Mark Fisher (1968-2017) es uno de nuestros autores favoritos. Él escribía, daba clases y conferencias y, además, fundó dos editoriales: Zero Books y Repeater Books..
Conocido como K-Punk, analizaba la cultura del capitalismo contemporáneo o “realismo capitalista”*, desde el hip hop o el rock y sus subgéneros; el cómic, las series, shows o las películas comerciales, y conectaba la ideología que se reproducía en estos ámbitos con las dinámicas del trabajo en el neoliberalismo, en vínculo con la formación y generalización de ciertas enfermedades y padecimientos mentales y emocionales como el estrés, la depresión o la bipolaridad.
Fisher sufría de depresión, y esta enfermedad, tan propia al realismo capitalista, como él mismo lo identificó, se lo llevó un 13 de enero de 2017.
Sobre el “realismo capitalista”, es pertinente citar otro fragmento del escrito para entender, en algún grado, el alcance de esa noción:
“A mi entender, el realismo capitalista no puede limitarse al arte o al modo casi propagandístico en el que funciona la publicidad. Es algo más parecido a una atmósfera general que condiciona no solo la producción de cultura, sino también la regulación del trabajo y la educación, y que actúa como una barrera invisible que impide el pensamiento y la acción genuinos.
Si el realismo capitalista es así de consistente y si las formas actuales de resistencia se muestran tan impotentes y desesperanzadas, ¿de dónde puede venir un cuestionamiento serio? Una crítica moral del capitalismo que ponga el énfasis en el sufrimiento que acarrea únicamente reforzaría el dominio del realismo capitalista. Con facilidad, pueden presentarse la pobreza, el hambre y la guerra como algo inevitable de la realidad, y la esperanza de que se acaben estas formas de sufrimiento, como un modo de utopismo ingenuo. Solo puede intentarse un ataque serio al realismo capitalista si se lo exhibe como incoherente o indefendible; en otras palabras, si el ostensible «realismo» del capitalismo muestra ser todo lo contrario de lo que dice.
No hace falta decir que lo que se considera «realista» en una cierta coyuntura en el campo social es solo lo que se define a través de una serie de determinaciones políticas. Ninguna posición ideológica puede ser realmente exitosa si no se la naturaliza, y no puede naturalizársela si se la considera un valor más que un hecho. (…) la política emancipatoria nos pide que destruyamos la apariencia de todo «orden natural», que revelemos que lo que se presenta como necesario e inevitable no es más que mera contingencia y, al mismo tiempo, que lo que se presenta como imposible se revele accesible”.