¿Quién no recuerda ese video culo de Victoria Eugenia Dávila, enunciando el buen ejercicio periodístico al cual iba a aspirar, luego de su salida de RCN? Sus palabras tímidas y lastimeras, nos llevaban casi al grado de credulidad. Dávila representaba a otro comunicador arrodillado, que, sin ningún logro trascendental, había sido exiliado de la nómina empresarial y convertido en un paria más, instituido en la máquina picasesos mediática colombiana. Resonemos también el motivo del exilio. Una supuesta investigación, acerca de una red de favores y acoso sexual al interior de la policía. Algo llamado: La Comunidad del Anillo (mis más profundas disculpas a J.R.R. Tolkien y su legado). A raíz de tan magnánima pesquisa y para deleite de la audiencia, nos quedó un registro de video, en el cual, nuestra profesional, ética y exhaustiva periodista, nos deja simplemente una exploración de cómo una fuente se inmiscuye en dicho entramado para develar el horror. Hecho por demás absurdo, al darnos cuenta que, dicha evidencia, simplemente expone a dos individuos, mayores de edad y en plenas facultades físico-psíquicas, alejadas de cualquier presión o amenaza, con el objetivo puntual de buscar un buen lugar para tener relaciones sexuales o hacer el delicioso, como es comúnmente conocido en nuestro país. Los resultados de este despliegue periodístico fueron obvios. Una denuncia por invasión a la privacidad, la salida de Victoria Eugenia y lo más decadente, aparte de ser el hazmerreír, por más sonado y grotesco del caso, la supuesta evidencia no sirvió para absolutamente nada.
A este respecto, hubo incluso pronunciamiento de la FLIP. Organismo obtuso y mediocre, que, en el contexto nacional, pareciera que los únicos periodistas visibles son los que defienden los valores de la ultraderecha. La salvaguardia ejercida por esta entidad a Dávila fue categórica. Por lo anterior, cabe aclarar que la “periodista”, como cualquier otro individuo, que ejerza con verdadera entereza y ética la profesión, merece el apoyo y la protección que un gobierno pueda brindar. Aunque en este caso, podemos fácilmente inferir, que dicha defensa iba ligada a la oposición acérrima de Victoria Eugenia al mandato del neoliberal Santos y en la conservación del entonces poderoso uribismo de mierda. Era manifiesto y de esperarse que un personaje como Vicky estuviera para mejores cosas. El uribismo, era aún un fortín económico y empresarial que necesitaba buena publicidad, además de un lavado de cara excepcional. La capacidad exponencial de esta señora en cuestión, para crear propaganda, desinformar, generar pánico, estigmatizar y confundir, no podía desaprovecharse. Es de este modo, que llega a la otrora profesional e imparcial revista Semana, a transformarla en la letrina desinformativa que es ahora. Así, asciende nuestra Goebbels criolla, con todas sus facultades para poner al servicio del uribismo, empresarios y familias de siniestro actuar, su sicariato informativo.
No sería tan erróneo plantear que Dávila, seguida de otros “periodistas” de su mismo proceder, constituyen lo que posiblemente vendría a ser la primera línea del neoliberalismo colombiano. Obviamente, estaríamos hablando de individuos con el favor de las élites, con posibilidades socio-económicas y protegidos, no con escudos rudimentarios, sino con micrófonos y con el falso discurso de defensa a la libertad y amor a su país. Un patriotismo conservador, religioso y chimbo que nos han vendido con el paso de los años. Esta abstracción de lenguaje, en palabras de Erich Fromm, “adquiere mucha más importancia considerando las palabras que no se refieren a cosas, sino a sentimientos íntimos. Así, hablamos de amor, ¿y qué entendemos por amor? Resulta increíble, pero casi no hay nada en el mundo que no se llame amor. La crueldad, la dependencia, la dominación, y el amor verdadero, y el temor, la costumbre: a cualquier cosa que se llame amor” (Fromm 63-64). Aquella terrorífica expresión de “mano firme, corazón grande”, adquiere una singular relevancia. Como lo planteara Fromm, las huestes desinformativas del país, procuran la defensa de valores privados, sin temor a equivocarnos. El amor de patria que ellos llaman, está ligado a aquella abstracción de país que nos han querido imponer. Un lugar arcaico, de terratenientes, empresarios patronistas, estructuras gubernamentales podridas y permeadas por la mafia, además de un cúmulo de valores desagradables que han hecho pensar a la ciudadanía que defender la dignidad y los derechos mínimos, garantes de la subsistencia, es sinónimo de vagancia y vandalismo.
El adiestramiento propagandístico, promovido por la radical Dávila, se instaura en aquella función fática del lenguaje, que alguna vez expusiera el estructuralista Roman Jakobson. En términos simples, dicho concepto nos enuncia que el ejercicio de este imprevisto de la comunicación, sostiene a como dé lugar el intercambio de mensajes o elementos simbólicos. Así pues, la vulgar defensa y propaganda a las estructuras de extrema derecha, clanes, e incluso presuntas mafias del paisaje nacional, es reiterativa, haciendo uso de la desinformación, la distracción y el ataque. El ideal es simplemente comprobar que el canal comunicativo permanezca aceitado, independientemente de las sandeces enunciadas. La vacuidad de los mensajes impera, siempre y cuando el populacho se mantenga perfectamente confundido y polarizado. Ya que, es la audiencia enceguecida quien da su parte de validez, como diría Slavoj Zizek: “Vivimos en una sociedad en la que se da una especie de identidad especulativa de los opuestos. Ciertas características, actitudes y normas de vida no son ya percibidas como si estuvieran marcadas ideológicamente, sino que parecen ser neutrales, no ideológicas, naturales, de sentido común” (Zizek 40).
Por lo anterior, no es de extrañarse que Vicky se venda como una devota a la nación. El mismo Goebbels hacía lo propio. En el escenario colombiano, tan solo ha sido echar mano de dos principios goebbelianos, para que nuestra señora periodista nutra su ignominia. Con el principio del contagio, ha reunido a todos sus detractores, incluido al gobierno, en su enemigo individualizado, mostrándose como una perseguida política. Y con el reciente caso Pegasus, su presunta vinculación, la disuade con la transposición, intentando, con sus continuos ataques, ensillar en hombros ajenos sus propios errores. Porque para Vicky, toda situación debe convertirse en propaganda y activismo político, simplemente, “si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
REFERENCIAS
Fromm, Erich (1994). La Patología de la Normalidad. Editorial Paidós, Barcelona
Zizek, Slavoj (2017). Sobre la Violencia. Editorial Paidós, Barcelona