El pasado 17 de febrero de 2021 inició en Colombia una nueva fase de la crisis global por pandemia: el programa nacional de vacunación masiva. Sin embargo, esta coyuntura fue marcada por el espectáculo mediático que el gobierno Duque había impulsado días antes sobre la llegada del primer lote de vacunas Pfizer y que continuó durante las jornadas de vacunación. Este lote contaba con apenas unas 50 000 dosis para 25 000 personas en un país con casi cincuenta millones de habitantes. Toda una apuesta en escena estatal de una sociedad cuyo subsistema productivo es incapaz de producir vacunas. Algunos, no sin algo de razón, acusaron a esta actitud de «tercermundista». ¿Pero cuál es el trasfondo estructural de todo esto? En este escrito ensayaremos una lectura general.
El espectáculo «tercermundista» del primer lote
Que la idea de «tercer mundo» denota un espacio de intervención política impulsado desde la segunda posguerra por el Banco Mundial durante la consolidación de la hegemonía estadounidense es una tesis defendida por Arturo Escobar en «La invención del tercer mundo». En 1948 el Banco Mundial con una definición transformó a dos terceras partes de la población en pobres.
Así pues, la pobreza se constituyó en el rasgo distintivo del «tercer mundo» y, de ese modo, el crecimiento y el desarrollo socioeconómicos orientados por los centros del sistema capitalista —de acuerdo con sus propias necesidades productivas— se convirtieron en las soluciones salvíficas contra la pobreza. Como señala el antropólogo colombiano, Estados Unidos no estaba realmente interesado en la industrialización de los países subdesarrollados, sino en que estos produjeran alimentos y materias primas.
Escobar muestra la artificialidad de la construcción del «tercer mundo» en cuanto instrumento de poder. Sin embargo, cabe remarcar que esta diferenciación entre el «primer mundo» y el «tercero» está afincada en profundas desigualdades estructurales que posibilitan tales estrategias geopolíticas de intervención en nombre del crecimiento/desarrollo.
Estas desigualdades han tenido consecuencias en el ámbito cultural, el cual redunda en la reproducción social de esas desigualdades. Así que sí, en este sentido se puede hablar de actitudes «tercermundistas» siempre que se comprenda que estas operan en un contexto mundial que las posibilita.
Por esas razones la escena de Duque aplaudiendo el aterrizaje del primer lote de vacunas es tan triste. No olvidemos, además, la emoción «patriótica» que intentaron fomentar al añadir la bandera de Colombia al contenedor de las vacunas.

También está esta selfi, que en lo cultural habla de la estatura mundial de la mayoría de nuestra clase dirigente. ¿V de victoria o de vergüenza? ¿Por qué vanagloriarse de una gestión tardía, incluso a nivel Latinoamérica, en medio de un escenario de acaparamiento de vacunas por parte de países ricos? Tal vez precisamente por eso: se trata de tapar/legitimar la mala gestión de la vacunación y los problemas estructurales con espectáculo y sobreexaltación de las migajas…

Parece que debemos sentirnos «orgullosos» y «afortunados» de recibir una alta tecnología como las vacunas a pesar de ser insuficiente en cuanto número de dosis e iniciarse el plan de vacunación con rezago. Debemos conformarnos y celebrar la gran hazaña con esperanza aun cuando a este ritmo la vacunación podrá tomar dos o tres años, ¡pues somos del tercer mundo!
Días después el show continuó y las selfis de mandatarios nacionales, regionales y municipales no pararon. El presi, la vice y el ministro de Salud, como quien está ante maravillas que no comprende, montaron su espectáculo sobre la primera dosis aplicada, en Sincelejo, Sucre. El Tiempo en esta nota recreó el circo con imágenes «inspiradoras», aunque omitió la caravana previa, la cual incluyó un despliegue exagerado de motos de policía y vehículos militares para acompañar el show estatal de 696 vacunas para Sincelejo.
El gobernador de Sucre se hizo tomar una foto cargando las vacunas, el alcalde de Facatativá «aplicó él mismo [la] primera vacuna» y el alcalde de Soacha exigió que la vacunación se iniciara sólo hasta que él hiciera acto de presencia.
Una «nueva guerra fría» por las vacunas
La crisis global por pandemia detonó las asimetrías del actual sistema mundial capitalista. En este contexto la carrera por las vacunas emprendida por las potencias es clave, pues su desarrollo, producción o adquisición mostraría qué Estados seguirán disputando el ejercicio del poder mundial en un orden pospandémico, del mismo modo que el uso de bombas atómicas por parte de Estados Unidos sobre población civil fue crucial no tanto para acabar la Segunda Guerra, sino de cara al nuevo orden geopolítico que se avecinaba conocido como la Guerra Fría.
En esa medida, el analista Vladimir Rouvinski habló de una «nueva guerra fría» entre Occidente, Rusia y China en torno al uso político de las vacunas. Su noción de «diplomacia covid» da cuenta de una estrategia de intervención de Rusia y China en países latinoamericanos para mejorar su imagen política internacional con discursos de «cooperación». Estos países aprovecharon su posición central en el sistema mundial —que en el caso de Rusia tiene múltiples matices— para producir y comercializar masivamente vacunas y, con ello, legitimar su posición de dominación.
Al cuadro también hay que añadir el papel de la trasnacional estadounidense Pfizer y la alemana BioNTech, las cuales produjeron, con apoyo de recursos público-estatales, la vacuna del tozinamerán; o, en este mismo sentido, el de la Universidad de Oxford y la trasnacional AstraZeneca, ambas instituciones inglesas. Finalmente son Estados o empresas con procesos productivos centrales en el campo de la medicina los que protagonizan la disputa global por la producción y difusión de vacunas.
La vacuna, que sirve biológicamente para prevenir una enfermedad, se usa políticamente como un arma de guerra para construir un nuevo orden pospandémico que prosigue el declive de la hegemonía estadounidense tras el ascenso de China y Rusia, pero que igual hace alarde de las capacidades productivas de Estados Unidos, Alemania y Reino Unido. Mientras tanto, países como Colombia deben conformarse con sufrir las consecuencias de una violencia estructural que imposibilita la producción propia de vacunas. Con todo lo que pueda criticarse y a pesar del bloqueo estadounidense, Cuba tiene el mérito de enfrentar estas desigualdades estructurales mediante la producción de una vacuna propia: la Soberana 02.
El acaparamiento de vacunas por parte de países ricos
El mantenimiento de un sistema mundial capitalista con centros, periferias y semiperiferias depende en buena medida de la ilusión económico-cultural del consumo y de las «ventajas comparativas» del comercio internacional. Aunque Colombia es una periferia y produce productos básicos y materias primas, puede a través del consumo adquirir una vacuna. Pero esta ilusión se está rompiendo por la misma dinámica de acaparamiento de vacunas de los Estados capitalistas más ricos, lo cual constituye una barrera para la mitigación de la pandemia en todo el mundo.
De acuerdo con una nota de BBC, un estudio de la Universidad de Duke prendió alarmas sobre los problemas del actual fenómeno de acaparamiento de vacunas. Esta «situación, de alguna forma, reproduce el actual sistema global: los países más ricos han comprado ya la mayor cantidad de vacunas que se producirá este año, mientras los más pobres no tendrán dosis para administrar incluso ni a sus poblaciones más vulnerables. Como resultado, se estima que cerca del 90% de las habitantes en casi 70 países de bajos ingresos tendrán pocas posibilidades de vacunarse contra el covid-19 en 2021».
Entretanto, como registra la misma nota, a febrero de 2021 Canadá ya había adquirido las dosis de vacunas suficientes como para vacunar ¡hasta a cinco veces el tamaño de su población —de casi cuarenta millones—!
El siguiente dato, del mismo reporte de BBC, muestra la gravedad y el nivel de profundidad de las asimetrías sistémicas: aunque «los países de ingresos altos tienen el 16% de la población mundial, actualmente cuentan con el 60% de las dosis de vacunas que se han vendido». Pero la alternativa que propone es la «buena voluntad» de los países ricos, pues su egoísmo se les puede volcar en su contra. ¡Qué bonitas son las contradicciones del capitalismo!
Ante este panorama, ¿de verdad había que vanagloriarse, para el caso colombiano, por las primeras 50 000 dosis? Ahora tendremos que padecer las secuelas de una mala gestión que la periferia colombiana no podía permitirse.
Como clamara César Vallejo en Los nueve monstruos, «jamás, señor ministro de salud, fue la salud más mortal».
Fuente
Escobar, A. (2007). La invención del tercer mundo: construcción y deconstrucción del desarrollo. Fundación Editorial el perro y la rana: Caracas.