El sistema ultra presidencialista es una construcción de las elites, no del presidente Petro

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A Gustavo Petro durante su candidatura presidencial, toda la oposición mediática le recriminó cuando afirmó sin ambigüedades: “en Colombia no hay democracia” y expuso sus razones. Hoy la oposición mediática y el Congreso se enfrentan precisamente a las fallas del sistema político que construyeron las élites del país a punta de sangre y autoritarismo, y la verdad es que, el presidente Petro hace uso de las herramientas que le da esa institucionalidad para transformarla en favor del pueblo colombiano, con todas las contradicciones que eso conlleva.

Históricamente a las elites no les ha interesado construir un verdadero servicio civil público, autónomo e independiente, de carrera, sino que se ha convertido en una robusta maquinaria clientelista.

Existe un serio problema cuando en una sola institución, en este caso la presidencia, se concentra buena parte del poder del Estado. Se personaliza la política. Se ejecuta de manera vertical y se discute poco, también concentra bajo su discrecionalidad buena parte de los puestos burocráticos. Son por lo menos 700 mil puestos que dependen de los nombramientos de quien ocupe la silla presidencial, y en la mayoría de los casos son de libre nombramiento y remoción, ya que históricamente a las elites no les ha interesado construir un verdadero servicio civil público, autónomo e independiente, de carrera, sino que se ha convertido en una robusta maquinaria clientelista.

Siendo consciente de lo anterior, el presidente Petro tuvo la apertura democrática para nombrar en su gabinete voces divergentes a sus posiciones políticas e ideológicas, siendo coherente con su propuesta política del Pacto Histórico en la que la llamada al cambio no era solo a la izquierda tradicional sino también a los sectores progresistas, liberales y hasta de derecha democrática. Debería ser normal para quienes entienden esto que, así como convocó a personajes como Alejandro Gaviria, Cecilia López, Jose Antonio Ocampo y Guillermo Reyes también, se les despida cuando demuestran que no están comprometidos con la propuesta del gobierno.

Es resorte de la presidencia —por el poder mismo que le han construido históricamente las elites responsables del sistema político que tenemos— de no solo darle mensaje de urgencia a las discusiones legislativas

Es también por todo lo anterior que el presidente Petro aprovecha el control que ha tenido la presidencia sobre el Congreso de la República, para sacar adelante las reformas propuestas en campaña y, a pesar de eso, mantener esa apertura dialogante y democrática, siendo consciente además que no consiguió mayorías absolutas en las elecciones legislativas. Es resorte de la presidencia —por el poder mismo que le han construido históricamente las elites responsables del sistema político que tenemos— de no solo darle mensaje de urgencia a las discusiones legislativas, como ocurrió con la ya aprobada reforma tributaria, sino también, firmar o no las leyes cuando llegue el momento y objetarlas, como lo hizo en su momento Juan Manuel Santos con una reforma a la justicia que, se sabía, le declararían inconstitucional.

También lo es administrar y regular los servicios públicos. Que delegue en comisiones reguladoras no significa que no pueda asumir personalmente esas funciones, aunque no le guste a quienes históricamente han hecho negocio con la prestación de servicios esenciales para la ciudadanía, como lo es la electricidad o el agua. Y es que ha sido siempre función de la presidencia regular el mercado colombiano, la diferencia es que siempre ha tenido un sesgo pro grandes empresarios y esta vez es un en función de la ciudadanía de a pie.

Que delegue en comisiones reguladoras no significa que no pueda asumir personalmente esas funciones, aunque no le guste a quienes históricamente han hecho negocio con la prestación de servicios esenciales para la ciudadanía

Es propio también de sistemas ultra presidencialistas y autoritarios como el colombiano que la institución presidencial tenga la capacidad de meterse en discusiones de territorios estratégicos como lo es el metro de Bogotá, a pesar de la autonomía reconocida por la Constitución de 1991. Lo hizo Santos cuando Petro era alcalde, y ahora, que a Claudia López no le guste porque le daña su proyecto presidencial, y que tampoco le guste a los que han hecho negocio con los buses pegados en los últimos 20 años, es otra cosa.

Por lo tanto, es cierto que la democracia colombiana tiene muchísimas fallas de diseño, es cierto también que no es lo mismo la democracia representativa en un sistema clientelar que la materialización de la promesa de la democracia participativa de la Constitución de 1991. Es verdad que hay muchos peligros en que nuestro sistema político gire en torno a la figura y la institución presidencial y que no hay que mantener las bases del sistema tal cual como están ya que, así como hoy la silla la ocupa un Gustavo Petro comprometido con las urgencias del pueblo colombiano, mañana podría volver un Álvaro Uribe Vélez.

Así, tal cual, no es culpa del presidente Gustavo Petro que desde la presidencia se puedan imponer muchas decisiones políticas trascendentales en la sociedad colombiana, es producto de cómo han manejado nuestro país las elites parasitas. Que Gustavo Petro prometiera cambiarlo es a lo que mas miedo le tienen, mientras tanto usará esos instrumentos en contravía de esos intereses de la clase política y económica.

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