Foucault. Verdad y mentira en sentido extramoral.

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Juzgar a un autor por su vida personal, por sus acciones y por sus omisiones, y no comprender su obra como totalidad puede ser anacrónico, injusto e inútil. Pero cuando de reflexión política se trata, es difícil dejar de tener en cuenta las practicas del autor. Un artista (Jim Morrison, Freddy Mercury, Marilyn Monroe) puede ser cancelado o no, según la comunidad y el momento histórico que lo condicione, pero difícilmente se tendrá en cuenta su vida como contribución social, sino más bien su obra. Por su campo social no debe rendir cuentas sobre su vida, salvo en el plano estrictamente legal, y, aun así, su capital económico puede difuminar este asunto.

Pero Foucault es el pensador más importante del poder. Estudió las relaciones de fuerza que se despliegan, ya no en el Estado exclusivamente, sino en las prácticas y en las instituciones. Entendió la cárcel como el lugar de producción de cuerpos dóciles, como el campo de experimentación del poder sobre las corporalidades, su modelamiento y moldeamiento. El poder como posibilidad extensiva a otros campos: a la escuela, al hospital y a la iglesia.

Aunque en su bibliografía nunca queda la posibilidad de resistencia, pues esta, incluso, pareciera ser producida por el mismo poder como campos de fuga perfectamente previstos. En sus últimos escritos se preocupa por el cuidado de sí, y por la posibilidad de agencia del sujeto.

Foucault acompañó, pese a sus diferencias políticas, múltiples movilizaciones, acciones, marchas, y protestas de diversos sectores: sindicales, movimientos juveniles, obreros, de mujeres, y aun cuando en América Latina haya sido recepcionado como una “parodia repetitiva”[1], podemos señalar que el compromiso político del filósofo era evidente. Mientras en América Latina, en la mayoría de los casos, se convirtió en una secta académica, desvinculada de las luchas políticas y desmantelada de compromiso social.

Pese a que la filosofía desnude verdades extramorales, como, por ejemplo, que la infancia es una construcción social, o que la locura es una invención y construcción moderna, el Estado, la ley y los regímenes de control existentes; no se trata de que su realidad material dependa del discurso que lo constituye. Que aceptemos que la infancia, como discurso, no existió siempre, no implica que sea posible sostener relaciones sexuales con niños de 8 y 9 años, como presuntamente lo hizo el filósofo. O probablemente, infectar masivamente de SIDA a jóvenes en San Francisco[2]. Parte de estas afirmaciones sobre el autor aun son materia de investigación y corresponden a declaraciones de su pareja sentimental, son conocidas en biografías y documentos sobre la vida de Foucault. No es difícil afirmar que estas acciones en efecto hayan ocurrido.

Sin embargo, sobre Foucault en América Latina se presentó una serie de endiosamiento sobre su obra, y como la superación mas cierta del dogmatismo marxista. Se hacían criticas muy certeras sobre las posturas marxistas y sus prácticas de poder sobre las comunidades y sobre los sujetos. Todas estas cuestiones, de suma relevancia, pues en efecto en muchas ocasiones como lo señala el historiador Mauricio Archila (2005), estas recepciones fueron mecánicas y sin sentido crítico. Pero en el caso de Foucault sucedió lo mismo. Su teoría se fue convirtiendo en una hegemonía, difícil de controvertir, y la forma de vida y de lucha de Foucault, en un derrotero univoco.

Por esta razón nuestra critica no es moral. Si tenemos en cuenta que moral viene del latín morus morum, que significa costumbres. Podemos decir que las prácticas de Foucault estaban “enmarcadas” mas no legitimadas, en el contexto posterior a mayo del 68 y de la liberación sexual. Incluso intelectuales como Sartre y Boveaur plantearon reducir la edad de consentimiento sexual a edades inferiores a los 14 años. Se cuestionó todo, sobre todo la vida sexual, que estaba circunscrita a la esfera privada, y se desplazó a la esfera pública. Como menciona el historiador Eric Hobsbawm, en su historia del siglo XX, se desmanteló la forma de comprender las relaciones sexuales y se resignificaron. Pero muchas de estas prácticas estaban en contravía del orden legal vigente, y los debates internos del movimiento social de mayo del 68, quizá no hayan sido estudiados con suficiencia. Luego, estas luchas fueron administradas, suministradas y producidas por el poder, desmantelándolas de todo elemento subversivo, al menos mayoritariamente, el ser subsumido por el mercado. Con esto queremos decir, que el movimiento social de la época no avalaba practicas pederastas, en su conjunto, creo que jamás ocurrió. Sino que más bien en ese espíritu de la época emergía la critica a todo tipo de jurisdicción que se considerara de la moral antigua.

Nuestra critica va dirigida a la recepción de las ideas de Foucault en América Latina, cosa que sale del control del autor, al igual que con el marxismo y su recepción de manera paradójica, religiosa, y provincial en muchas ocasiones. Nuestra critica retoma un asunto relevante sobre la concepción e interpretación de las corrientes filosóficas europeas, a propósito, de las recientes criticas individuales a Foucault. Para recordar que el autor, su vida y su obra deben ser estudiadas en su conjunto.

Sobre la recepción de las ideas diremos que, en los Estados emergentes de América Latina las instituciones son paquidérmicas, como paquidérmicas son sus prácticas. Quizá por eso, la enorme bibliografía desde la perspectiva foucaultiana está centrada en la escuela y la educación. Este, es el único sistema medianamente rastreable, continuo y al que se le puede realizar una genealogía. Es la trinchera académica desde donde se ha producido toneladas de páginas.

Hubo un silencio profundo de Foucault frente a la periferia, frente a las comunidades otras, frente a la mujer, frente a la exterioridad. Hubo un eurocentrismo que estudió el poder de las instituciones europeas, la sexualidad europea, la locura europea. Los y las intelectuales latinoamericanas no han hecho eficientemente esa traducción.

Nos guste o no, las ideas políticas que han modificado las instituciones y las practicas han sido socialistas. La revolución cubana marcó un hito que modificó la historia de nuestros países, el gobierno de Salvador Allende generó unas resistencias profundas de la ultraderecha que marcaron la historia de los años 70 y 80. En la actualidad hay una diáspora de luchas que emergen y que son fundamentales para enriquecer las subjetividades políticas, y, sin embargo, la disputa central es por la economía política. A la gente en América Latina la matan por su condición de género, de clase y por sus ideas políticas. Los y las comunistas han sido eliminados de manera sistemática, mientras Foucault avanzaba dócilmente en las instituciones, y se normalizaba.

Extraer e interpretar los elementos que puedan ser emancipatorios en la obra de Foucault, untarlo del barro de la historia, para que luego de ese filtro cobre color mestizo, indígena, negro, esclava, mujer, campesina, obrero. Si eso no es posible, debemos hacer lo que Marx señalaba para las revoluciones futuras, dejar que los muertos entierren a sus muertos. Las ideas sobreviven no por nuestro deseo, gusto o parecer, sino porque están ancladas en la historia. Quizá por eso el socialismo, el anticapitalismo, y el antipatriarcado siguen cabalgando en la historia, muy a pesar de sus enterradores.

[1] Dosse, Francois. (2004) historia del estructuralismo. AKAL.

[2] En una biografía bien elaborada y reconocida en el mundo académico francés y europeo se manifiesta     que “en san francisco, acepto el nivel de riesgo en las casas de baño turco, se estremeció en las orgias exquisitas. La amenaza en el aire había creado nuevas complicidades, una nueva ternura y un juego con la muerte.” Miller, james (1995) la pasión de Michel Foucault. Durante este tiempo es muy probable según manifiesta su pareja sentimental, que el autor sabía de su enfermedad, y en San Francisco había miedo de contagio pues era exponencial su crecimiento.

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