La banda de punk en la que desahogo lo que siento con gritos, Inopia, me recuerda el poder del sentido de una de nuestras letras: “Cerrar los ojos para despertar, que el mejor ritmo sea la lentitud, que avanzar sea mirar hacia atrás, ser improductiva es de gran magnitud”.
Esta noche intento escribir esto mientras los párpados me pesan, me duele la espalda, solo quiero dormir unas veinte horas, poner mis pies en agua caliente, escuchar el río sonar. Mi cuerpo se siente gobernado por el hastío, a veces siento que gran parte de mis actividades me generan cierto fastidio. La banda de punk en la que desahogo lo que siento con gritos, Inopia, me recuerda el poder del sentido de una de nuestras letras: “Cerrar los ojos para despertar, que el mejor ritmo sea la lentitud, que avanzar sea mirar hacia atrás, ser improductiva es de gran magnitud”.
Y es que nos enseñaron que día tras día tenemos que “ganarnos la vida”. ¡Qué asco de expresión! Como si por el hecho de ocupar un lugar en este mundo, ya no fuese suficiente para asumir como propia la vida. Hay que ganarse la presencia en este mundo, además de todo. ¡El puto colmo!
Hoy quiero invitarles a pensar en una de las sensaciones que más verbalizamos en esta época del año: el cansancio. Es altamente probable que la gran mayoría de las personas con las que usted hable por estos días le diga que se siente al borde del colapso, que solo quiere descansar, que sueña con las vacaciones, que su cuerpo no le da para más. Y esto, claramente, no es una casualidad. De todos modos, aquí estamos poniendo como ejemplo a aquellas personas que podemos añorar cierto descanso porque las precarias condiciones así lo permiten, pero hay millones de personas que jamás pueden hacerlo.
De todos modos, aquí estamos poniendo como ejemplo a aquellas personas que podemos añorar cierto descanso porque las precarias condiciones así lo permiten, pero hay millones de personas que jamás pueden hacerlo.
Según el DANE, a septiembre de 2023 la tasa de informalidad en Colombia estaba en el 56,1%, es decir, más de la mitad de la gente que puede trabajar, lo hace en condiciones indignas, injustas y profundamente precarizadas. La última Encuesta Nacional de Uso del Tiempo reveló que los hombres emplean 8 horas y 57 minutos al día en trabajos remunerados, y tres horas y seis minutos trabajos o actividades no remuneradas. Las mujeres, por su parte, invierten 7 horas y 37 minutos al trabajo remunerado, y 7 horas y 44 minutos al no remunerado.
¿Quiénes pueden descansar entonces en un país como este? Para seguirnos deprimiendo con las cifras, la OCDE en su última medición publicó que Colombia es el país que más horas le dedica al trabajo, con 2.405 horas en promedio al año, seguido por México, Costa Rica y Chile. Es bien sabido que no es gratuito que estos países sean latinoamericanos, así como queda claro que el derecho al descanso termina siendo un privilegio de clase, atravesado también por el género, la pertenencia étnica, territorial, entre otras categorías de esta intersección desigual.
Porque entre más cansadx estés, quiere decir que más trabajaste, y si te esforzaste tanto, es porque te ganaste la vida, como debe ser.
Para completar, en el momento en el que unx intenta expresar libremente que se siente cansadx, no falta quien responde pidiéndote que no te quejes, que hay que agradecer que tenemos trabajo, que muchas personas darían lo que fuera por estar en nuestro lugar. ¿En qué momento empezamos a justificar y sostener la lógica de la explotación y el cansancio como las sensaciones satisfactorias que merecemos?, ¿es entonces el cuerpo agotado el que nos venden hoy como deseable? Porque entre más cansadx estés, quiere decir que más trabajaste, y si te esforzaste tanto, es porque te ganaste la vida, como debe ser.
El anarquista Severino di Giovani planteaba en 1927:
“Desde hace mucho tiempo se viene reclamando el derecho al trabajo, el derecho al pan, y, francamente, en el trabajo nos estamos embruteciendo. No somos más que lobos en busca de trabajo, —de un trabajo duradero, fijo— y a la conquista de él se encaminan todos nuestros afanes. Estamos a la pesca continua, obsesionante del trabajo. Esta preocupación, esta obsesión nos oprime, no nos abandona nunca. Y no es que se ame al trabajo. Al contrario, lo odiamos, lo maldecimos: lo cual no impide que lo suframos y lo persigamos por todas partes”.
Hoy su sentir sigue más que vigente, pero es claro que no podemos quedarnos aquí padeciendo nuestro cansancio eternamente, mientras ese agotamiento nos gobierna. Tendremos que encontrar las grietas que se vuelvan refugio, guarida, cobijo ante esta realidad nauseabunda. Probablemente ello no acabe con las mierdas de este engranaje, pero posibilita el respiro de nuestros cuerpos para que el suspiro se vuelva creador. De lo contrario, la búsqueda de placeres momentáneos solo va a servir para que nuestros cuerpos/máquina se aceiten y sigan produciendo, única y exclusivamente condenados a la espera de la próxima excitación efímera.
Las amistades podrían ser una de esas grietas. Dice también di Giovani: “Quiere prohibírsenos hasta el poder sonreír ante las maravillas de la naturaleza, porque se nos considera como instrumentos, nada más que como instrumentos para embellecer su vida parasitaria”. El combate contra la vida parasitaria, contra el proyecto de vida en descomposición que nos plantean, se basa en el cultivo de mejores relaciones entre nosotrxs. La manada es la que puede salvarse a sí misma, y no la lógica depredadora y competitiva que estamos interiorizando.
Dice también di Giovani: “Quiere prohibírsenos hasta el poder sonreír ante las maravillas de la naturaleza, porque se nos considera como instrumentos, nada más que como instrumentos para embellecer su vida parasitaria”.
Muy dizque Grinch y todo, por ratos, pero si algo puedo desearle a quien lee estas letras hoy, es que los próximos días le permitan sembrar amistades y vínculos políticos, o seguirlos germinando, de esos que son casita, hogar, pero también espacio de profundos cuestionamientos, de límites, de conflictos.
¿Cómo desafiar este cansancio que nos invade? Intentando robarle el tiempo a esta automatización de la vida para seguirnos juntando a conspirar, a disfrutar la vida como nos parezca más placentero, para seguir imaginando el sentido de seguir vivxs. Como dice Raquel Gutiérrez (2022): “el problema es el mundo y el desafío para nosotrxs es su subversión, su trastocamiento punto a punto para producir su crisis y abrirnos a posibilidades inéditas de regeneración” (p. 26).
Mientras el fuego siga habitando nuestros corazones y calentando nuestros cuerpos, queda todo por arder y quedan estos cuerpos por seguirse levantando.
Referencias bibliográficas
-DANE. (2021). Encuesta Nacional de Uso del Tiempo. Recuperado de: https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/pobreza-y-condiciones-de-vida/encuesta-nacional-del-uso-del-tiempo-enut
-Di Giovani, S. (2022). El derecho al ocio y a la expropiación individual. Original de 1927 en italiano publicado en revista “L’Aldunata dei Refrattari”, Nueva York.. Recuperado de: https://www.revistaadynata.com/post/el-derecho-al-ocio-y-a-la-expropiaci%C3%B3n-individual—severino-di-giovani#:~:text=Desde%20hace%20mucho%20tiempo%20se,se%20encaminan%20todos%20nuestros%20afanes.
-Forbes. (5 de octubre de 2023). “Esta es la cantidad de horas de jornada laboral que se trabajan al año en otros países”. Recuperado de: https://www.forbes.com.mx/esta-es-la-cantidad-de-horas-de-jornada-laboral-que-se-trabajandeal-ano-en-otros-paises/
-Gutiérrez, R. (2022). Carta a mis hermanas más jóvenes. Amistad política entre mujeres. México: Bajo Tierra A.C.