¡Hágase la violencia!

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Si bien, es bastante arriesgado opinar o tan siquiera hablar del tema, en palabras de Zizek, podemos tratar de arañar un poco la superficie de este “corazón de las tinieblas” que representa el conflicto de oriente próximo.

En su texto sobre La Violencia, el filósofo esloveno Slavoj Zizek, determina un elemento crucial en la práctica política de nuestros tiempos posmodernos. A saber, aquellas habilidades que se cimientan en los conceptos de pospolítica y biopolítica. Dicho ejercicio de manera sincrética, fundamenta en primera instancia el dejar de lado las viejas luchas ideológicas y partidistas que nunca llegaban a nada (pospolítica); y en segundo aspecto, la lucha por el supuesto componente humano, el individuo y su bienestar en general (biopolítica). Dos caras de una misma moneda que subrepticiamente, vendrán a activar dispositivos de control social. Veamos lo que nos dice Zizek: “Está claro que estas dos dimensiones se solapan: cuando se renuncia a las grandes causas ideológicas, lo que queda es sólo la eficiente administración de la vida… o casi solamente eso” (Zizek 45).

Este primer párrafo es tan solo una breve introducción de la intencionalidad del presente texto. La actual disputa de la NO ideologización del escenario político, deja un gran espacio a los juegos administrativos neoliberales que encausan sus “justas” cruzadas por la seguridad y el bienestar común. Pero nada más alejado de la realidad. Tan solo podemos percibir en el enrarecido ambiente, un miedo rotundo a la otredad y un gran desencadenamiento de violencia irracional con propósitos legitimados. Y es precisamente a esto último a lo que le echaremos un breve vistazo.

Si bien, el ejercicio de la biopolítica, de manera socarrona, ha sido el de potenciar el miedo y crear enemigos donde no los hay, como dispositivo regulador de los Estados, es bien sabido, que en dicho conflicto trasciende una violencia primordial, casi mitológica, sin temor a acuñar dicho concepto.

En los últimos días, ha sido completamente notoria la oleada de violencia ejercida sobre la población palestina en La Franja de Gaza. Si bien, es bastante arriesgado opinar o tan siquiera hablar del tema, en palabras de Zizek, podemos tratar de arañar un poco la superficie de este “corazón de las tinieblas” que representa el conflicto de oriente próximo. El ejercicio de la biopolítica, de manera socarrona, ha sido el de potenciar el miedo y crear enemigos donde no los hay, como dispositivo regulador de los Estados, además sabemos que en dicho conflicto trasciende una violencia primordial, casi mitológica, sin temor a acuñar dicho concepto.

Es plausible que cualquier tipo de comentario que surja al respecto puede llegar a ser tildado de antisemita. Pero, es también pertinente enunciar que el ideal no es el señalamiento cultural, sino la posible interpretación del trasfondo violento de las acciones ejercidas por Israel y cómo estas se acentúan en un tinte mitológico. Aquel arquetipo del pueblo elegido en busca de la tierra prometida tiende a legitimar cualquier lucha irracional, por más arcaico que se antoje el concepto hoy en día. Y es que en un contexto pospolítico, en donde un estado patriarcal se ha hecho acreedor, no solo a deudas históricas de opresión nazi, sino a ser epítome de creencias religiosas, aprehendidas por una comunidad blanca occidental, urgida por condenar la diferencia, no va a ser complejo ejercer una violencia que contenga todo el peso simbólico del deber ser paternalista.

Referenciando al filósofo esloveno una vez más:

“En el caso del Estado de Israel, sus orígenes “ilegítimos” no se han ocultado todavía. Sus efectos aún se sienten. Todo ello nos trae a la mente el lema de Bertolt Brecht en La ópera de cuatro cuartos: ¿Qué es el robo de un banco comparado con la fundación de un banco? En otras palabras, ¿qué es el robo que vulnera la ley comparado con el robo que tiene lugar dentro de los límites de la ley? (Zizek 143).

La cita, claramente especifica la legitimación estatal y global del ejercicio de la violencia israelí. Un Estado ilegítimo que se erige valiéndose de deudas morales, además de fundamentarse como símbolo mitológico del deber ser universal. En este sentido, cabe el postulado de Zizek: ¿qué es un acto de terrorismo frente a un poder estatal que hace la guerra contra el terror? Desafortunadamente el Estado palestino es obligado a perder todo lo que lo concibe como tal. Su origen y tradición cultural, está condenada al señalamiento global. La esfera de la pospolítica le instiga a dejar de lado su pleito territorial, desconociendo su historia y, por otro lado, la biopolítica lo señala de enemigos de la seguridad y soberanía del Estado de Israel.

Aquel arquetipo del pueblo elegido en busca de la tierra prometida tiende a legitimar cualquier lucha irracional, por más arcaico que se antoje el concepto hoy en día.

Bajo esta nefasta condición, Israel pretende fomentar su señorío moral. Increíblemente aducen que están en plenas facultades históricas y religiosas para erradicar al pueblo palestino, mientras éste último propende por el ejercicio inverso, luchar cultural e ideológicamente por el derecho territorial, en un juego perverso que ha invertido los símbolos. Tengamos en cuenta las hipotéticas declaraciones palestinas enunciadas por Zizek:

“Nuestros enemigos nos llaman terroristas (…) Personas que no eran nuestros amigos ni nuestros enemigos (…) también usaron este nombre latino. (…) Y, aun así, no éramos terroristas. (…) Los orígenes históricos y lingüísticos del término político “terror” demuestra que no puede ser aplicado a una guerra revolucionaria de liberación (…) ¿Qué relación existe entre la lucha contra la opresión, en pro de la dignidad del hombre y el terrorismo” (Zizek 144).

¿Cómo podemos romper este círculo vicioso de oscilación eterna entre los pros y los contras que lleva a la razón tolerante a un punto muerto debilitador? Solo hay un modo: rechazando los términos en que se plantea la cuestión. Como Gilles Deleuze subrayó en repetidas ocasiones, no solo hay soluciones correctas y equivocadas a los problemas, también hay problemas correctos y erróneos

En última instancia, ¿No estamos frente a un proceso capitalista de colonización? ¿No es el Estado de Israel una representación clara del germen occidental que invade, margina y elimina, persiguiendo fines económicos bajo estandartes morales? Vuelve a ser completamente jabonoso dar una respuesta afirmativa a lo anterior. La historia simplemente nos ha demostrado la potencia de los pilares mitológicos en el ejercicio de poder. La violencia legitimada configura su lenguaje para ser aceptada. Occidente cree ciegamente en la lucha contra el terrorismo y la avala con las acciones más viles, siempre y cuando estas sean ejecutadas sobre quienes representan lo distinto. Es en este punto donde el cuestionamiento de Zizek cobra una gran validez: ¿Cómo podemos romper este círculo vicioso de oscilación eterna entre los pros y los contras que lleva a la razón tolerante a un punto muerto debilitador? Solo hay un modo: rechazando los términos en que se plantea la cuestión. Como Gilles Deleuze subrayó en repetidas ocasiones, no solo hay soluciones correctas y equivocadas a los problemas, también hay problemas correctos y erróneos (Zizek 156).    

REFERENCIAS

Slavoj Zizek (2008). Sobre la Violencia. Barcelona. Editorial Paidós

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