La Princesa del Pop se ha convertido en la reina -¡qué reina, la Diosa!- del despecho. Ella, que hace no tanto tiempo era el ídolo de millones de adolescentes en todo el mundo, ahora es una adolescente cuarentona que imita a la diva del momento: una cantante colombiana que vivió en Barcelona e hizo de su propio despecho una fábrica de desalojo de la tristeza.
Britney nos regala un monumento al fracaso y al placer de hacer las cosas porque ya qué hijueputas y a la rabia y al arte en su video de Instagram.
Britney, que una vez se rapó la cabeza de princesa Disney, que una vez agarró a sombrillazos a Hollywood y a nuestro deseo de ver la desgracia ajena, que una vez lloró mientras conducía por carretera con un bebé que también lloraba sobre su regazo, nos regala un monumento al fracaso y al placer de hacer las cosas porque ya qué hijueputas y a la rabia y al arte en su video de Instagram.
Porque qué valentía y qué poca perspectiva de carrerismo implica, para alguien como ella, declararse fan imitadora de quien ahora ocupa el lugar que ella misma ocupó antes de que la vida le pasara un tractor por encima. Qué delicia saber que ya no baila según coreografías vigilidas por Warner Brothers y MTV y la agencia mundial de marichulos, que dicen empoderar a las mujeres obligándolas a bailar sexy y a hablar como patronas del mundo, sobre las experiencias que las desgarran.
La Britney de los cuchillos no necesita cantar, ni decir que superó su tusa, ni mucho menos decir que la cura para el dolor es una carrera multimillonaria.
La Britney de los cuchillos no necesita cantar, ni decir que superó su tusa, ni mucho menos decir que la cura para el dolor es una carrera multimillonaria. Recluida en el espacio doméstico al que la confinaron su padre, la psiquiatría, la disquera, Vogue y los jueces de familia, Britney baila con cuchillos para imitar a la diva que fue y desglamourizarla. Baila en calzones, en piyama, con cuchillos que no son de utilería, sino de la vida misma. La repetición del performance de Sahikira, desconterxtualizado, es una cuhchillada a la idea de la diva, a la imitación del dolor espectacularizado, higienizado. Es una diva que parodia la idea de Diva. Es Marta Rosler y la semiótica del espectáculo trash. Su dolor no factura. Su dolor se presenta como una llaga en carne viva. No sirve para consolar, ni para empoderar, ni para excitar, ni para canjear, ni para deleitar, y mucho menos para enseñar o para masturbar. Es una llaga abierta con un cuchillo en la mano y ya.
Lo que quiero imitar de la Britney es la caradura para hacer por puro placer y por puro despecho y desengaño lo que en algún momento creí hacer de manera profesional.
Es un performance que aterra y molesta. Nadie sale a decir que Britney es una potra y que es feminista y que qué brillante y qué cabrona que es. En cambio, salen memes ramplones en los que la comparan con un monstruo. ¡Pues claro que es monstruosa! Por eso es potente, por eso es un espejo que refleja lo que la pinche pantalla gringa le ha hecho a las mujeres durante un siglo. Por eso la amo. Lo que quiero imitar de la Britney es la caradura para hacer por puro placer y por puro despecho y desengaño lo que en algún momento creí hacer de manera profesional. Que el arte sea siempre un cuchillo afilado en manos de quien necesite hacer pedazos aquellos aspectos del mundo que nos han venido trizando la existencia. Britney, mamacita, you did it again!

Mónica Eraso Jurado, artista plástica, estudioculturalera y doctora en ciencias humanas. Soy docente, escritora y madre de Máncel Tomás. Mis investigaciones giran en torno al arte, a la historia del cuerpo y a la historia de Colombia. Mis lentes analíticos combinan el feminismo, la teoría queer y la teoría decolonial y antirracista. Twitter @lamonicaeraso.