Les compartimos un fragmento del texto ‘Los animales son parte de la clase trabajadora revisitado’, publicado por Jason Hribal, en 2012.
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Pero tienen algo importante en común: durante mucho tiempo han sido miembros de la misma clase. Trabajan para los humanos, quienes extraen un superávit de su trabajo para fines de uso, intercambio y/o acumulación.
Saqué varias conclusiones [de la pregunta ¿cuál fue el papel que los demás animales desempeñaron en el desarrollo del capitalismo? a partir de las tasaciones realizadas desde el siglo XVII hasta principios del XIX en la zona del Atlántico Norte, de las Islas Británicas a las Américas]. La primera, que los animales desempeñaron un papel fundamental en el desarrollo del capitalismo. Ninguna de las revoluciones anteriormente citadas podrían haber ocurrido sin ellos. La segunda, que su indispensable papel fue el de trabajadores. Los animales trabajaron en las granjas, las fábricas y las ciudades. Ellos, tanto como los humanos, construyeron el mundo moderno. La tercera, que a través del proceso de las anteriormente citadas revoluciones y a través de su indispensable trabajo, los animales pasaron a formar parte de la clase trabajadora.
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Las vacas, los pollos, los cerdos y los caballos aparentemente no tienen nada en común. No son de la misma especie. Tienen diferentes culturas, relaciones sociales, métodos de comunicación, medios de gobernanza, etc. Pero tienen algo importante en común: durante mucho tiempo han sido miembros de la misma clase. Trabajan para los humanos, quienes extraen un superávit de su trabajo para fines de uso, intercambio y/o acumulación. Son tratados como propiedades para ser comprados y vendidos. No perciben salario. Estos animales, frecuentemente, tienen que trabajar de manera colaborativa para cumplir con las funciones y tareas que les requieren. Pero también pueden colaborar para resistirse a su trabajo. Esto es más significativo porque estas acciones colectivas, tanto en el trabajo como contra él, son el auto-reconocimiento y la auto-realización de una relación de clase. Estos animales son una clase trabajadora a la que los humanos se han estado uniendo periódicamente a través de la historia. Y sus miembros se han extendido a los esclavos, mujeres, niños y más allá.
Más bien, al situar a otros animales de lleno en nuestras más amplias discusiones, como compañeros trabajadores que producen, resisten y activamente dan forma al mundo, les incluimos en el futuro.
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En su forma actual, nuestro concepto de clase no es adecuado. Es mucho más amplio y complejo de lo que hasta ahora hemos entendido. Reconocer este hecho es un primer paso hacia adelante en el desarrollo de nuevas ideas y enfoques. Hay dificultades por delante. No podemos, por ejemplo, tener diálogos críticos con otros animales. No podemos organizarnos políticamente con ellos en un sentido tradicional. Puede que la relación no proporcione los niveles de reciprocidad a los que estamos acostumbrados, pero estos desafíos pueden ser superados.
Algunos individuos ya han empezado el proceso en serio y en profundidad. Agnese Pignataro ha hecho un llamamiento por un proyecto político entre las especies basado en las ideas de clase, empoderamiento y solidaridad (2009). Sue Donaldson y Will Kymlicka tienen diseños para una ciudadanía políticamente comprometida con los animales de trabajo (2012). Tener estas conversaciones no es ventriloquía. Me he enfrentado a esas acusaciones con el ensayo Understanding Class and Species (Hribal 2011). Tampoco es paternalismo. Más bien, al situar a otros animales de lleno en nuestras más amplias discusiones, como compañeros trabajadores que producen, resisten y activamente dan forma al mundo, les incluimos en el futuro. Esto es una cuestión de solidaridad.
lo largo de Estados Unidos hay actualmente caballos salvajes en Utah, vacas salvajes en Georgia, macacos salvajes en Florida, ovejas salvajes en Hawái, burros salvajes en California, cabras salvajes en el Sur de Illinois y cerdos salvajes en Pennsylvania
Alrededor del mundo hay en marcha importantes debates sobre el futuro del bien común. Sin embargo, lo que se echa en falta en esas conversaciones es dónde y cómo otros animales, en particular nuestros compañeros miembros de la clase trabajadora, encajan en esto. A lo largo de Estados Unidos hay actualmente caballos salvajes en Utah, vacas salvajes en Georgia, macacos salvajes en Florida, ovejas salvajes en Hawái, burros salvajes en California, cabras salvajes en el Sur de Illinois y cerdos salvajes en Pennsylvania. Aunque estos animales no sean originariamente salvajes, son autónomos. Son comunidades cimarronas. El término cimarrones viene del español y se refiere al ganado que ha escapado. Llegó a aplicarse a las esclavas fugadas pero eso fue, de nuevo, más tarde. Algunas de estas comunidades cimarronas son viejas, se remontan a décadas o siglos; algunas son jóvenes y su cultura se está empezando a formar.
Estas criaturas que un día fueron domesticadas han encontrado una forma de sobrevivir y persistir en un bien común que ellas mismas han creado. Este bien común representa una alternativa viable al presente, una alternativa creada por elección, dirección y propósito de los propios animales. Esto no es sólo una teoría, es práctica. Y estará presente en mi trabajo durante las próximas décadas. Otros están invitados a unirse. Los animales han tenido una larga y profunda comprensión del bien común. Deberíamos aprender de ellos y descubrir cómo encajamos juntas en el futuro.