Miguel Hernández y la poesía de la resistencia

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El 30 de octubre de 1910, nació en Orihuela-España el poeta Miguel Hernández. Hijo de una modesta familia campesina. Creció entre el rústico paisaje de aquel municipio de Alicante y las cabras a las que pastoreaba. Acompañado siempre de las letras de la poesía mística del Siglo de Oro, el romanticismo del siglo XIX, y los versos de vanguardia de la generación de los autores de 1898. Su padre lo retiró de la escuela a la edad de 14 años, sin que ello significase un impedimento en su formación, optando así por el estudio autodidacta.

En su juventud inicia una serie de viajes hacia Madrid donde se involucra con importantes poetas y dramaturgos de la talla de Pablo Neruda y Federico García Lorca, quienes conocen por primera vez su particular estilo de terrenal y ecléctica poesía. En 1934 empieza a trabajar con las misiones pedagógicas de los organismos culturales de la República, siendo también testigo de las huelgas generales de la fecha a cargo de sectores afines a las ideas comunistas y anarquistas.

Se siguen desarrollando aquellos convulsionados años y su conciencia política comienza a aflorar. En 1931 fueron las elecciones sobre las cuales se erigió la Segunda República, teniendo como contendor a la monarquía y los militares falangistas que no quedaron conformes con las libertades y derechos de esa nueva España. Por 1934, como ya se mencionó, tiene lugar esa huelga general como respuesta del avance electoral del fascismo que suponía un mandato retrógrado con respecto a lo obtenido en la República. Más adelante, la falange (ultra derecha católica, cercana al fascismo italiano y el nazismo alemán) tiene un frustrado golpe de Estado cuyo acumulado no dudará en utilizar Francisco Franco –también militar falangista- en años posteriores.

Todas estas disputas empiezan a mostrar a España como la antesala de la lucha de la democracia avanzada contra el fanático y peligroso fascismo y nazismo que toman fuerza al centro y sur de Europa. Miguel Hernández, como hijo de su tiempo, no estará exento de la toma de partido por uno u otro bando.

Corren los años 1935-1936, Franco inicia un levantamiento militar con respaldo de la iglesia católica, la monarquía, los gobiernos alemán e italiano y la omisión de Francia, Inglaterra y Estados Unidos. La Segunda República peligra y llama a organizar milicias antifascistas. Miguel Hernández ingresa a una de ellas, al afamado Quinto Regimiento. El antifascismo gana y pierde batallas al mismo tiempo que se subdivide como consecuencia a esa amalgama de tendencias que lo conforma. Por una parte, socialistas y comunistas consideran que es tiempo de cerrar filas contra el fascismo para la defensa de la República, por otra, anarquistas y comunistas que no son afines a Stalin*, creen que es tiempo de aprovechar la guerra para iniciar la revolución social y llevar más lejos lo conseguido en la República.

Son los tiempos en que Miguel Hernández pública “Vientos del pueblo”:

¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

(…) Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
(Fragmento)

El poeta miliciano combina hábilmente el fusil y la pluma, y con sus letras alienta a sus compañeros de trinchera en el frente de batalla. 1937 se impone con una breve alegría como antesala de una pesada tristeza. Contrae matrimonio con quién será su eterna amada, Josefina Manresa:

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
(Fragmento: Canción del esposo soldado)

Nace del fruto de su amor, Manuel Ramón, que fallece un año después. 1938 será un año en que también la “muerte enamorada” se llevará a su mejor amigo Ramón Sijé.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

(Fragmento: Elegía)

El poeta rebelde se sume en una profunda tristeza. Al mismo tiempo que la lenta y tortuosa victoria del fascismo recorre España, a quién el debilitado ejército popular de la República –último intento de unidad antifascista- intenta resistirse, con el peso a cuestas de terribles bombardeos que aniquilan ciudades completas, como en Guernica a cuyas víctimas Pablo Picasso dedicó un extenso mural.

guernica

Con el ascenso del fascismo a la española en 1939, Miguel Hernández procuró escapar de la inevitable captura. Privado de la libertad, y con un hijo recién nacido, es envuelto por la enfermedad y llevado por la muerte un 28 de marzo de 1942.

Miguel muere pero su recuerdo grabado en la poesía continúa para reafirmar que la poesía, como dijera Gabriel Celaya es un arma cargada de futuro:

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

 

 

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