Agendas “informativas”

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La violencia simbólica de su lenguaje demuestra cada vez más el tinte politizado de sus “informativos”, y la necesidad de crear atajos mentales para que sus seguidores se comprometan cada vez más con su causa.

Son verdaderamente nefastas las salidas en falso que prodigan los medios tradicionales y sus portavoces en Colombia. La violencia simbólica de su lenguaje demuestra cada vez más el tinte politizado de sus “informativos”, y la necesidad de crear atajos mentales para que sus seguidores se comprometan cada vez más con su causa. Un ejemplo puntual es Blu Radio, en cabeza del sesgado Néstor Morales, quien entrevistó al empresario de turismo Andrés Felipe Mesa, respecto a la activación del puerto de Buenaventura, como destino atractivo y llegada de cruceros. Los anacrónicos comentarios de este “periodista” van desde la estigmatización del territorio como lugar de violencias sistemáticas y la consolidación de una cultura criminal que puede llegar a avasallar al paseante extranjero. Borrando de cuajo el hecho, de ser una parte territorial, con la cual el gobierno posee una deuda histórica, además de la dignificación cultural en un país con tendencias racistas y marginadoras.  

deslegitima el accionar del actual gobierno, y por otro, busca consolidar un imaginario que designa validez a los discursos derechosos de nuestro terruño.

Los comentarios del cuñado, de quien es hoy por hoy considerado el peor presidente que ha tenido el país, Iván Duque Márquez, fueron por demás denigrantes, además de ajustarse, a una agenda política y económica que, por un lado, deslegitima el accionar del actual gobierno, y por otro, busca consolidar un imaginario que designa validez a los discursos derechosos de nuestro terruño. En este sentido, ¿podríamos determinar que los sesgos informativos de los medios tradicionales del país buscan consolidar el matrimonio grotesco de periodismo/política o si se quiere, periodismo/poderes económicos?

En su obra titulada Sobre la Televisión, el sociólogo francés Pierre Bourdieu, nos recuerda dichos escenarios que consolidan el absurdo sesgo ideologizado de los medios informativos, a este respecto nos enuncia: “El acceso a la televisión tiene como contrapartida una formidable censura, una pérdida de autonomía que está ligada, entre otras cosas, a que el tema es impuesto (…) esta censura, que se ejerce sobre los invitados, pero también sobre los periodistas que contribuyen a imponerla, es política” (Bourdieu 19).

Vender violencia desmedida y el abandono estatal, como si fuera una novedad en nuestro país, fundamentando las claras necesidades de consolidar el statu quo, del territorio, y las viejas fórmulas de la derecha, al cuestionar las políticas de gobierno determinando soluciones, por demás inexistentes en los últimos doscientos años.

Es en extremo categórico lo que enuncia el pensador galo. Si bien, es bastante notorio que dado el contexto histórico en el cual se estructura su texto, la televisión era uno de los medios comunicativos y tecnológicos de avanzada, es también pertinente determinar su vigencia y paralelismo con el fenómeno de pantalla que ofrece la internet, sus diversos aplicativos e incluso la radio. La agenda política que buscan imponer los cacaos del periodismo en el país es clara. La idea es asignar tendencias que confundan y manipulen a la audiencia. Vender violencia desmedida y el abandono estatal, como si fuera una novedad en nuestro país, fundamentando las claras necesidades de consolidar el statu quo, del territorio, y las viejas fórmulas de la derecha, al cuestionar las políticas de gobierno determinando soluciones, por demás inexistentes en los últimos doscientos años. Todo esto de la mano de un periodismo inescrupuloso, que, con el paso del tiempo, ha ido perdiendo su brújula ética y su verdadera razón de existir.

Bourdieu nos manifiesta: “La crónica de sucesos, que siempre ha constituido el pasto predilecto de la prensa sensacionalista; la sangre y el sexo, el drama y el crimen siempre se han vendido bien, y el reinado de los índices de audiencia tenía que hacer que ocuparan las portadas de los telediarios (…) Pero los sucesos son también elementos de distracción (…) La violencia simbólica es una violencia que se ejerce con la complicidad tácita de quienes la padecen y también, a menudo, de quienes la practican en la medida en que unos y otros no son conscientes de padecerla o de practicarla” (Bourdieu 21-22).

Inocentemente como ciudadanos, nos auto saboteamos, asumiendo posturas que van desde el desconocimiento, creado intensamente, por los medios tradicionales; hasta la manipulación consciente e inconsciente a la cual estamos expuestos a diario

Y es que generar la sensación de que todo va mal, forja sus frutos. Inocentemente como ciudadanos, nos auto saboteamos, asumiendo posturas que van desde el desconocimiento, creado intensamente, por los medios tradicionales; hasta la manipulación consciente e inconsciente a la cual estamos expuestos a diario, de la mano de políticos en contubernio con dichas estructuras informativas. Esta desastrosa eventualidad, se manifestó de manera puntual en las pasadas elecciones, con la consolidación de candidatos fuertemente cuestionados, quienes erigieron sus campañas bajo premisas poco argumentadas, que establecían un hecho poco sustentado, pero con una fuerte simbología violenta e ideológica, a saber: “Todo va mal y debemos recuperar el país”.

Nuestros absurdos medios, siempre estarán a la caza de los fast thinkers, aquellos incautos que digieren todo sin procesar. Que vomitan el odio, sirviendo de portavoz a una clase política y empresarial rancia que acapara de manera irracional. Fácilmente son estas organizaciones mediáticas las que nos enseñan a odiar al oprimido, son quienes nos “proponen fast food cultural, alimento cultural predigerido, prepensado, y esto es sólo porque (algo que también forma parte de la sumisión a la urgencia), son ellos los que poseen cierto tipo de contenido, para una audiencia específica. Y no hablamos de aquellos receptores que hacen la función, como diría Roland Barthes, de individuos rumiantes, sino aquellos desprovistos de pensamiento divergente. Sujetos que ven al otro como una amenaza, y al igual que un Néstor Morales, se desprenden de cualquier sentimiento de empatía.

Y no hablamos de aquellos receptores que hacen la función, como diría Roland Barthes, de individuos rumiantes, sino aquellos desprovistos de pensamiento divergente. Sujetos que ven al otro como una amenaza, y al igual que un Néstor Morales, se desprenden de cualquier sentimiento de empatía.

Cerremos con las palabras de quien nos sirvió de base conceptual para el presente texto, especificando como el movimiento paradójico de ocultar mostrando, permea la lógica informativa. A este respecto, Bourdieu nos dice: “el principio de selección consiste en la búsqueda de lo sensacional, de lo espectacular. La televisión incita a la dramatización, en un doble sentido: escenifica, en imágenes, un acontecimiento y exagera su importancia, su gravedad, así como su carácter dramático, trágico” (Bourdieu 25). Estamos expuestos a la máquina picasesos que nos “informa” y es por ello que no sería extraño que nos comportemos en coherencia con el absurdo de Néstor Morales y recreemos la famosísima frase, atribuida a Groucho Marx: “Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”.  

Referencias

Bourdieu, Pierre. (2007). Sobre la Televisión. Segunda edición. Barcelona, Editorial Anagrama

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