Ciudadanos de bien: perdónenos por parar

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Ciudadanos/as de bien: perdónenos.

Comprendemos las pérdidas, que sus trabajos o negocios hayan sido afectados. Que la rentabilidad no sea igual. Nosotros también estudiamos o trabajamos, pues hacemos parte de un mismo sistema. La vida habitual no ha podido seguir su curso, es cierto. No ha sido fácil para nadie. Entendemos el miedo, la zozobra. La compartimos.

Pero no inventamos el desempleo ni la alta informalidad laboral; tampoco la alta desigualdad en la tenencia de la tierra y del ingreso que hacen de esta nación una de las más desiguales del planeta. No inventamos los billones de presupuesto público que van a llenar las arcas de los corruptos, ni los casi ocho millones de desplazados internos que se han visto forzados, en medio de un drama silencioso, a vivir en las periferias de las ciudades.

Desplazados de Puerto Libertador, Córdoba.  Fuente: RCN Radio.
Desplazados de Puerto Libertador, Córdoba.
Fuente: RCN Radio.

No alentamos el saqueo, público o privado, ni lo ejercemos, como otros, de traje y corbata.

No escogimos privilegiar el crecimiento económico extractivista y dependiente sobre el desarrollo, ni arruinar economías locales con TLC.

Queríamos cambiar un mundo construido por élites políticas endogámicas extranjerizantes liberal-conservadoras que sólo se reproducen socialmente entre ellas.

Una Colombia cimentada desde Bogotá por los Pastrana, los Samper, los Turbay, los Gaviria, los Ospina, los Santos, los Valencia, los Lleras, los López, los Holguín, los Gómez, los Rojas, los Ospina, los Barco…, y recientemente Álvaro Uribe y el para-Estado. Perdón.

Afiche de la campaña política de David Racero, hoy congresista de la República.
Fuente: Twitter.

No elegimos exterminar a las personas cuyas luchas sociales podían haber hecho de éste un país más habitable: nos falta Dilan, nos falta la UP, nos faltan los/as reclamantes de tierras indígenas, campesinos y afros, los/as líderes sociales, las familias despojadas, los/as desaparecidos/as, los/as desterrados/as o exiliados, Carlos Pizarro, Jaime Pardo Leal, Jaime Garzón, Nicolás Neira, Cristina Bautista…

Cristina Bautista, gobernadora indígena, asesinada en octubre de 2019.
Fuente: Caracol Radio.

Nos falta empatía para todos/as aquellos/as que querían un país más justo, y que por ello fueron condenados a la exclusión política o a la muerte.

Esa es la vida habitual, sin razón ni corazón, para algunos lejana, incómoda, y que piensan que pueden calmar con una moneda en un bus o tres días sin IVA. Esa es la vida habitual excluyente a la que quieren devolvernos cuando nos dicen que dejemos de protestar. Queríamos devolverles la empatía.

Pueblos y gentes condenados al olvido y la indiferencia cotidiana.
Fuente: El Espectador.

Así que les pedimos perdón.

Por creer que una tasa de desempleo de casi el diez por ciento y una tasa de informalidad de más del 46% ameritaba una queja.

Por no naturalizar el hecho de que 61.000 personas se presentan a la Universidad Nacional y menos del 15% de ellos/as alcancen un cupo.

Por elevar nuestros gritos contra la brutalidad del Estado que le quitó la vida a por lo menos ocho menores de edad en el Caquetá y a Dilan Cruz en Bogotá.

La tragedia del bombardeo en Caquetá.
Fuente: Caracol Radio.

Los homicidas tenían el monopolio «legítimo» de las armas; pero la gran mayoría de nosotros sólo contábamos con nuestras voces, nuestros pasos, nuestras cacerolas. Nuestros sueños.

Los/as jóvenes nos expresamos con carteles y cacerolas contra las desigualdades que han sufrido nuestros padres.
Fuente: La Silla Vacía.

Perdónenos por considerar que había que evitar la implementación del fracking debido al impacto negativo que ejerce sobre los territorios, el ambiente y el agua. Y por oponernos al comercio de aletas de tiburón.

Por pensar que las pensiones, al igual que la salud, debían ser un derecho solidario para todas/os y no un negocio rentable de unos cuantos privados. Por no resignarnos a los BEPS, a los contratos por horas, a la uberización de la economía, al precarizador modelo Rappi.

Nuestro «fabuloso unicornio» es al tiempo una miserable oda a la precarización laboral.
Fuente: Tele 13.

Por creer que una reforma tributaria no debía recargarse sobre las clases bajas y medias y privilegiar, como de costumbre, a los que más tienen. Por pensar que los banqueros en cabeza de Sarmiento Angulo ejercen un control excesivo sobre el Estado.

Martínez Neira y Sarmiento Angulo: ejemplo de relaciones corruptoras entre poder estatal y poder económico. Orden político para el 1%.
Fuente: Pares.

Por defender los resultados de la consulta anticorrupción y alzar una voz de protesta para que se cumplan los acuerdos de paz, los acuerdos con los estudiantes, el agro colombiano y los indígenas, todos frutos de luchas sociales. Pensábamos que pedirle al Estado que cumpla lo pactado era un principio fundamental del derecho. Confiábamos en su buena fe.

La Minga indígena en 2019.
Fuente: CNN en Español.

Perdónenos por pensar que había llegado la hora de salir a las calles para gritar que estábamos cansadas de la violencia contra la mujer y que no íbamos a soportar más agresiones contra ninguna de ellas.

La lucha feminista recorre América Latina.
Fuente: El Espectador.

Discúlpenos por seguir creyendo en la construcción colectiva de utopías posibles. Pero compréndanos un poco.

Han sido más de cuarenta años de silencio forzado desde Alfonso López Michelsen y Julio César Turbay.

Queríamos mostrar que las injusticias contra los/as olvidados/as también debían ser de su interés, porque de un modo u otro han afectado a sus abuelos/as, a sus madres, a sus hijos/as, a sus amigos/as.

Ciudadanos/as de bien: perdónenos por parar.

Por soñar que otro país era posible.

Pero sobre todo, perdónenos por seguir resistiendo, pues no nos vamos a rendir.

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El presente escrito fue realizado en coautoría con Ángela María Lasso, compañera de Ciencia Política de la Universidad Nacional. A ella muchas gracias por el apoyo.

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