Cyberpunk bananero

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La obra Neuromante de William Gibson, se ha convertido en un referente obligado para aquellos que quieren distinguir algo de lo que fueron las raíces de la estética Cyberpunk. Como él mismo lo afirma, no fue sino hasta 1984 que percibió el impacto de su obra en los lectores,  desde su máximo esplendor narrativo. Aún hoy, aquel escenario delirante que ideo Gibson, bajo conceptos como el ciberespacio, los bares chat, los implantes corporales con propósitos no sólo funcionales, sino bellos; y más que nada, el tráfico y monopolio de la información por parte de las mega corporaciones, que devoran recursos y almas, sigue siendo un tema actual que va adquiriendo, cada vez más, tintes de realidad pesadillezca en nuestra sociedad globalizada.

Aún hoy, aquel escenario delirante que ideo Gibson, bajo conceptos como el ciberespacio, los bares chat, los implantes corporales con propósitos no sólo funcionales, sino bellos; y más que nada, el tráfico y monopolio de la información por parte de las mega corporaciones, que devoran recursos y almas, sigue siendo un tema actual

Ejemplifiquemos un poco este último aspecto, recordando algo de su obra Neuromante: “Case tenía veinticuatro años. A los veintidós había sido vaquero, un cuatrero, uno de los más destacados del Ensanche (…) enchufado en un equipo personalizado de ciberespacio que proyectaba su presencia incorpórea en esa alucinación consensuada llamada matriz. Era un ladrón que trabajaba para otros ladrones más ricos (…) abrir las ventanas de los fértiles campos de datos era su labor”. Ahora bien, este fragmento nos encuadra un poco en el escenario ideal del Cyberpunk, la información manipulable como fuente fundamental de las mega corporaciones y los cuatreros o piratas informáticos como personajes visibles de dicho escenario.

Si bien lo más notorio de esta estética se ha apreciado en las marcadas descripciones, tanto de los espacios, así como del retrato de los personajes, no es para nada desdeñable, el hecho fundamental que los argumentos cardinales de sus más grandes obras y exponentes, persiguen la denuncia del abuso de poder, la construcción de realidades y el tráfico de información, así como los más grandes deseos elitistas de extender sus riquezas en el tiempo y la geografía. Desde ¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas?, El Informe de La Minoría, Ghost In The Shell, Neuromante, hasta Matrix, revelan en su contenido cómo una sociedad avocada a los intereses capitalistas más rapaces, ponen en crisis el entramado social e incluso la propia humanidad.

revelan en su contenido cómo una sociedad avocada a los intereses capitalistas más rapaces, ponen en crisis el entramado social e incluso la propia humanidad.

Ahora bien, en nuestra República Bananera, término acuñado por el escritor O. Henry, con el cual se identifican países tercermundistas como Colombia, hablar de una estética cyberpunk, o más que eso, una posible pesadilla cyberpunk, en todos sus ejes sociales, científicos y tecnológicos, es algo quizá remoto, dada la pobre inversión que se ejecuta en dichos frentes. La realidad de nuestra nación se ha visto avocada al manejo retrógrado y feudal, que incluso arruinaría los posibles envites de una catástrofe o un escenario dominado por la tecnología y las inteligencias artificiales. Pero, ¿Podría afirmarse que dichos escenarios que generan paranoia en teóricos y que han recreado grandes obras literarias, cine y video juegos, son eventualidades exclusivas de países desarrollados? ¿Ni a eso se haría merecedora una sociedad como la colombiana, dada su precarización científica y tecnológica?

Es sólo dar un vistazo al patio trasero, a los países en subdesarrollo. Nuestra realidad mediática como el remedo y la simulación de banderas consumistas y neoliberales.

En nuestro país el acceso a la tecnología aún está ligado a un discurso económico y excluyente, pero no por ello podríamos afirmar que el acercamiento es exageradamente limitado. Por otro lado, al retomar las ideas introductorias del texto, a razón de la monopolización y tráfico de información, el escenario podría ser cambiante. Los monopolios colombianos se han hecho a la mayor cantidad de medios informativos con el firme propósito de construir noticias y narrativas, que saquen avante la ideología neoliberal, instaurada en el contexto nacional. Al mejor estilo orwelliano, en su gran obra 1984, han impulsado una negación histórica (acuñando el concepto de Orwell en su obra), con el firme propósito de controlar el favorecimiento popular. Recordemos cómo lo establece Orwell: ¨El partido os decía que negaseis la evidencia de vuestros ojos y oídos. Ésta era su orden esencial. El corazón de Winston se encogió al pensar en el enorme poder que tenía enfrente, la facilidad con que cualquier intelectual del partido lo vencería en su dialéctica, los sutiles argumentos que él nunca podría entender y menos contestar” (Orwell 78).

Los monopolios colombianos se han hecho a la mayor cantidad de medios informativos con el firme propósito de construir noticias y narrativas, que saquen avante la ideología neoliberal, instaurada en el contexto nacional.

Reconstruir continuamente los hechos ha sido una constante tanto para los medios, así como para un grueso de los partidos políticos colombianos. Si bien hoy en día hablar de un panóptico puede llegar a ser algo cuestionable en vista de los deseos de exhibición informativa, tal y como lo establece el filósofo Byung-Chul Han, “A diferencia del régimen de la disciplina, no se explotan cuerpos y energías, sino información y datos”. Nuestro Cyberpunk bananero, coincide con la manipulación mediática. El apocalipsis radica en la explosión informativa, la postverdad y la reconstrucción histórica como mecanismo de manipulación.

Los conglomerados económicos, como pulpos extendiendo tentáculos informativos para confundir y controlar la población.

El derrumbe social colombiano, no se fundamentaría en la pesadilla científico-tecnológica, más si en la crisis informativa. Fácilmente imaginamos a muchos de nuestros políticos y periodistas como inteligencias artificiales reproduciendo un discurso virulento y expansionista. Los conglomerados económicos, como pulpos extendiendo tentáculos informativos para confundir y controlar la población. Citando una vez más a Han en su obra Infocracia: “Se ha demostrado que la democracia en tiempo real, con la que se soñó en los primeros tiempos de la digitalización como la democracia del futuro, es una completa ilusión. Los enjambres digitales no forman un colectivo responsable y políticamente activo. Los followers, los nuevos súbditos de los medios sociales, se dejan amaestrar por sus inteligentes influencers para convertirse en ganado consumista” (Han 44).

No hace falta que un robot venga del futuro para asesinarnos o que las inteligencias artificiales se rebelen a sus creadores de primer mundo. Es sólo dar un vistazo al patio trasero, a los países en subdesarrollo. Nuestra realidad mediática como el remedo y la simulación de banderas consumistas y neoliberales. Como nos lo manifiesta Baudrillard “El simulacro no es lo que oculta la verdad. Es la verdad la que oculta que no hay verdad. El simulacro es verdadero”.

Referencias

Han, Byung-Chul (2022) Infocracia. Barcelona. Pengüin Random House

Orwell, George (2012) 1984. Bogotá. Ediciones Destino

Gibson, William (2021) Neuromante. Barcelona. Editorial Planeta

Baudrillard, Jean (1978) Cultura y Simulacro. México. Editorial Kairos

Por Santiago Pérez García. De la ciudad de Medellín. Docente. Su Instagram es: santiagoperezgarcia80

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