¿El patriarca Petro? Del problema de los «aliados» políticos de las causas feministas

0
987

Escribir esta reflexión para este medio es significativo por varios motivos. El primero, porque la Revista Hekatombe, desde su posición de no engañar a los lectores con una falsa neutralidad/objetividad informativa, ha mostrado su apoyo a Gustavo Petro y al proyecto de la «Colombia Humana» —CH— en diversas ocasiones. No es un asunto de que probablemente la mayoría de sus columnistas hayan manifestado algún tipo de simpatía por la CH —el escrito más difundido de Hekatombe es, de hecho, una rigurosa defensa a Petro frente a críticas de La Pulla—, sino que la propia Revista ha editorializado su posición.

Escribir esta reflexión para este medio es significativo por varios motivos. El primero, porque la Revista Hekatombe, desde su posición de no engañar a los lectores con una falsa neutralidad/objetividad informativa, ha mostrado su apoyo a Gustavo Petro y al proyecto de la «Colombia Humana» —CH— en diversas ocasiones. No es un asunto de que probablemente la mayoría de sus columnistas hayan manifestado algún tipo de simpatía por la CH —el escrito más difundido de Hekatombe es, de hecho, una rigurosa defensa a Petro frente a críticas de La Pulla—, sino que la propia Revista ha editorializado su posición. Sin embargo, a raíz de la fragmentación política de la CH debido al aval que otorgó Petro a Hollman Morris —quien cuenta con algunas denuncias públicas de violencia sexual—, Revista Hekatombe en días recientes publicó la noticia: Remezón en la Colombia Humana, en la que se reconstruyó sucintamente en qué consistió la polémica anterior y se recogieron las críticas y decisiones de algunas mujeres de la CH que rechazaron la candidatura de Morris a la Alcaldía de Bogotá.

Segundo, porque en cuanto medio contrahegemónico la Revista tiene el importante reto, no sólo de reconstruir y hacer eco de las voces estigmatizadas, ignoradas u olvidadas por el actual orden político-económico global capitalista, sino de hacer un análisis de estas voces y sus representantes políticos. Como decía Maristella Svampa, y aplica en todo caso para los medios alternativos, el o la intelectual no puede dedicarse a reproducir los sentidos de los actores políticos de su preferencia, sino que ha de producir un conocimiento nuevo sobre los mismos: de sus procesos, de sus sentidos, de sus prácticas; si no, el riesgo es la sobreideologización.

La cuestión de «lo alternativo»

Lo anterior nos lleva a la cuestión de qué es lo «alternativo» de la CH liderada por Petro y cuáles son los límites de esa «alternatividad». A ojo de pájaro, la CH es sistémica: en cuanto proyecto «progresista» no presenta un cuestionamiento del sistema-mundo capitalista globalizado como un todo —ni siquiera como meta a mediano o largo plazo—, sino de la posición periferializada que ocupa Colombia en él. De lo que se trata, entonces, es de dejar de ser periferia en esa economía-mundo o mejorar su lugar en ella, pues «Colombia no tiene una economía realmente diversificada y productiva». Lo que hay que hacer, pues, es intentar vencer las condiciones nacionales de dependencia aumentando la productividad económica —y las tasas de ganancia, pese a su tendencia sistémica decreciente y las crisis cíclicas de sobreacumulación: el FMI prevé que en 2019 el crecimiento de la economía global estará estancado—. Es un proyecto de desarrollo capitalista: un cambio en el régimen de acumulación… más humano. Para ello, se requiere considerar: al «trabajo como fuente de riqueza» —lo que vislumbra cierta crítica a la financiarización económica—, «la reindustrialización y el fortalecimiento de la agricultura», la «gestión de la biodiversidad», la lucha contra el «cambio climático y la superación del extractivismo» o la «transformación del latifundio improductivo».

¿Qué es entonces «lo alternativo» en este caso? Pese a que no haya una perspectiva antisistémica, tales reformas proponen un cambio en el bloque de poder latifundista-ganadero y del capital trasnacional extractivista minero-energético y demás economías «de enclave», tan afín al orden neoliberal de la disciplina fiscal y la desregulación económica —en palabras de Jairo Estrada—. Como lo mostraron Cardoso y Faletto, el desarrollo socioeconómico también tiene que ver recomposiciones o cambios en la estructura de dominación nacional, por ejemplo, mediante reformas agrarias que trastocan el patrón desigual de tenencia de la tierra impulsadas por fuertes movimientos sociales, como se intentó con la Revolución mexicana y el cardenismo. Por esa razón se puede considerar que la CH es, en el plano político-económico, una opción sistémica alternativa.

Respecto a las mujeres, CH afirma que habrá «Cero Tolerancia con las violencias contra las mujeres: Colombia Humana no tolerará ninguna forma de violencia contra las mujeres», asimismo, dice que hará de la «sanción efectiva contra los victimarios una tarea central del gobierno». Esta última formulación es un tanto vaga, pues no dice en qué consistiría esa sanción efectiva ni qué mecanismos la impulsarán. Pero, en todo caso, tal reivindicación parece acercarse a la necesidad de «superar» las desigualdades propiciadas en razón a la vigencia política del «sistema-género», desde luego, desde una posición sistémica. Y el discurso de «empoderamiento» de la mujer que defiende CH ha de entenderse en ese sentido: «empoderar» es estabilidad laboral, igualdad de salarios, emplear a mujeres marginalizadas. Lo alternativo sería, entonces, que se busca un capitalismo que pueda funcionar en Colombia sin las «desigualdades causadas por el sistema-género», las cuales históricamente han permitido la emergencia y producción capitalista a través del trabajo no remunerado —vital para el mantenimiento de la unidad doméstica heterosexual y la división sexual del trabajo— o la reproducción de mano de obra futura, como ya ha ilustrado Silvia Federici. Empero, ¿se aplicó el principio de «tolerancia cero a toda forma de violencia contra las mujeres» avalando a Morris? Todo apunta a que no.

Las implicaciones del aval a Hollman Morris

Más allá del debate en torno a los problemas del escrache, Hollman Morris sí confesó haber tenido comportamientos machistas. Después de las denuncias de su exesposa Patricia Casas, la periodista María García de la Torre publicó un escrito en El Tiempo titulado Mujeres ardidas. Allí denunció públicamente haber sufrido acoso sexual por parte de Morris, pues él, según ella, la besó a la fuerza. Su argumento más fuerte ha sido que Morris mismo en una entrevista con Vicky Dávila confesó haberla acosado. Textualmente él dice lo siguiente: «Sobre este caso yo quiero decir… de pronto caemos los hombres en comportamientos machistas que tenemos que desaprender». Infortunadamente Morris fue lo suficientemente ambiguo como para que la expresión «comportamientos machistas» pueda dar lugar a otras interpretaciones, pero en este contexto es factible pensar que, aunque lo haya negado al principio, se trató de una confesión matizada de los hechos denunciados por María García de la Torre —cuando Vicky Dávila le pregunta si ella miente, Morris dice: «No, no…»—; y si no, igualmente de acciones contra una mujer, del tipo que haya sido, en un contexto de alicoramiento, como él mismo había expresado. Acción desafortunada y lamentable.

Por posición ético-política de «aliado del feminismo», por considerar que las luchas antipatriarcales abarcan un espectro de reivindicaciones que hay que asumir seriamente desde nuestras propias prácticas concretas como hombres, Petro pudo haber designado el aval a otra persona o abstenerse de hacerlo. Pero su decisión a favor de Morris la basó en la necesidad de construcción del metro subterráneo. Ponderó los problemas de movilidad de Bogotá por encima de la coherencia ético-política que le correspondería tener en su condición de «aliado» y representante principal —porque la CH está jerarquizada— del principio de «tolerancia cero con las violencias contra las mujeres».

Pero el problema va más allá: ¿por qué Petro fue el único que tuvo la posibilidad de tomar la decisión final del aval? María Mercedes Maldonado, quien renunció a la CH por este caso —y también ha escrito para este medio—, manifestó que «Petro tomó esa decisión a dedo» y que dentro de la CH se evidenció una «falta de democracia de su líder».

Días antes del aval a Morris, figuras representativas de la CH entre las que cabe resaltar a la propia María Mercedes Maldonado, Ángela María Robledo o Juana Afanador, firmaron una carta de rechazo a la eventual candidatura de Hollman Morris. De fondo, lo que había era una lucha de poder dentro del movimiento y con este mecanismo más de 50 mujeres de la CH trataron de presionar algún cambio a favor de sus reivindicaciones ético-políticas. Esta pudo haber sido una oportunidad para que se abriera un proceso amplio de deliberación y la discusión sobre el aval de un candidato tuviera en cuenta las voces de estas mujeres, sin embargo, al final lo que primó fue la acción unilateral de Petro, el patriarca, quien con su poder político dio la bendición a su nuevo ungido días después de la carta. Una jugada de cálculo político: no consideró que estas voces y reivindicaciones feministas tuvieran el peso suficiente como para ser tenidas en cuenta. Nuevamente: la dominación y la invisibilización. Los procesos feministas dentro de la CH tienen el gran reto de ir más allá de Petro y su liderazgo caudillista, carismático, que impone el ejercicio de relaciones verticales de poder dentro del partido/movimiento. El «aliado» no se puede convertir en la voz que se apropia del discurso feminista según su conveniencia y, aún más, desplace a las mujeres como sujeto político nuclear de los feminismos.

Reflexiones finales

Como hombre que soy no puedo hablar desde una posición de superioridad moral, pero es fundamental criticar —criticarnos— una y otra vez el «machismo de izquierdas»: ese que considera que las causas feministas —ya sean liberales, radicales; sistémicas alternativas o antisistémicas, etc.— son una cuestión menor frente a otras tareas más «grandes» como la «revolución que salvará a la humanidad» mediante la construcción de una economía-mundo nueva, por ejemplo. Pero una alternativa anticapitalista también puede reproducir violencias y desigualdades basadas en el sistema-género. La necesidad de la interseccionalidad situada por sexo, «raza» o clase, pues, es más que necesaria.

Sin embargo, como ya se expuso, la reivindicación feminista que representaba oponerse a la candidatura de Morris, sin discutirse más ampliamente, se diluyó a dedo… ¡por un metro subterráneo!  Alguna consecuencia habrá de tener este hecho en términos de la construcción de la CH como proyecto «alternativo» y «contrahegemónico».

Mas todavía hay tiempo para que la CH corrija su rumbo.

Publicado el 12 de agosto de 2019.

__________________________________________

Camilo David Cárdenas Barreto. Licenciado en Filosofía por la Universidad Pedagógica Nacional y estudiante de Ciencia Política de la Universidad Nacional. Me gusta escribir y hacer análisis político de coyuntura. Muchas gracias por leerme. Contacto: cdcardenasba@unal.edu.co.

 

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here