Un 5 de mayo de 1818 nació uno de los hombres que sentaría las bases teóricas para sospechar y cuestionar la configuración de la sociedad en la que vivimos: Carlos Marx. Nacido en Tréveris, Prusia (actual Alemania), este filosofo de profesión y periodista de oficio pasaría a la historia como una de las mentes más brillantes en el campo de las ciencias sociales y las humanidades, al no solo desentrañar el nocivo carácter del capitalismo, sino también, al proponer una metodología de investigación del mundo social que pone la historia, la dialéctica y el materialismo en un mismo cause.
Con sesgos en su concepción de la realidad y ejemplos históricos que tiempo después de su vida contradijeran algunos de sus postulados, es indudable su aporte a nivel global.
Pero este estudioso no se limitó a la interpretación del mundo, su objetivo fue la transformación del mismo. Fue la incesante búsqueda de una vida digna y sin alienación, mediante la organización de los obreros, para la ejecución de cambios radicales en las sociedades que habitaban. Con sesgos en su concepción de la realidad y ejemplos históricos que tiempo después de su vida contradijeran algunos de sus postulados, es indudable su aporte a nivel global.
Existen multiples interpretaciones del pensamiento de Marx, están desde las que lo ubican como un justificador de todo totalitarismo, hasta las que identifican en él, pese a los debates con Bakunin, a un intelectual militante próximo a las ideas libertarias. Desde un cultor del desarrollo económico a costa de las condiciones ambientales, hasta a un potencial ecologista.
Lo cierto es que su punto de vista puso foco en la sociedad, siempre en movimiento, y las condiciones de vida y no en el individuo abstraído de la realidad humana, mientras sentaba las bases de una filosofía y una ciencia social centrada ya no en el monarca o el burgués sino en los sectores pisoteados por la historia narrada desde el poder.
Sobre este punto de vista histórico diría en La Ideología Alemana:
«Toda la concepción histórica, hasta ahora, ha hecho caso omiso de esta base real de la historia, o la ha considerado simplemente como algo accesorio, que nada tiene que ver con el desarrollo histórico. Esto hace que la historia deba escribirse siempre con arreglo a una pauta situada fuera de ella; la producción real de la vida se revela como algo protohistórico, mientras que la historicidad se manifiesta como algo separado de la vida usual, como algo extra y supraterrenal. De este modo, se excluye de la historia el comportamiento de los hombres hacia la naturaleza, lo que engendra la antítesis de naturaleza e historia. Por eso, esta concepción sólo acierta a ver en la historia las acciones políticas de los caudillos y del Estado, las luchas religiosas y las luchas teóricas en general, y se ve obligada a compartir, especialmente, en cada época histórica, las ilusiones de esta época».
Con Marx salen al ruedo categorías fundamentales que son últiles para entender el mundo de hoy, como lo son el fetichismo de la mercancia, el trabajo enajenado o la extracción de plusvalía. Marx sigue siendo un autor odiado por las élites y el conservadurismo, solo por eso, desde una posición abierta y antidogmática, vale la pena volver a sus escritos para comprender el mundo y buscar las formas de transformarlo.