Enrique, el alcalde que copia y copia mal

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La primera vez que fui a Madrid, lo primero que hice fue comprar una tarjeta sim marca Vodafone, porque mi primo tenía Vodafone y las llamadas entre esa marca eran gratuitas. Al día siguiente, después de salir de clase, fui a conocer la ciudad y con sorpresa me encontré que Vodafone no solo era una marca de telefonía, sino también una estación de metro, ubicada en una de las plazas más emblemáticas de Madrid, Sol, recordada por ese maravilloso discurso de Pablo Iglesias en el que parafrasea a Lenin con “soñamos, por eso nos tomamos muy en serio nuestros sueños”.

El caso es que me pareció de quinta, con tantos nombres bonitos para ponerle a esa estación, como estación La República o estación Miguel Hernández, había sido bautizada como Sol con el apellido Vodafone. La molestia, debo aceptarlo, duró poco, pues llegaron los tintos de verano y las patatas bravas y dejé así, pues mi propósito no era el de ir a criticar de la nada, como lo hacen las señoras-señoras del tipo Salud Hernández.

Este recuerdo volvió a mi mente después de la inauguración de la Arena Movistar, nombre horrible para reemplazar El Coliseo Campín. Así, tal cual, un nombre bonito cambiado, como en el caso de Madrid, para hacerle publicidad a una empresa de telefonía. Ese parece ser el síndrome de Peñalosa, copiar y además copiar mal, lo que me hace recordar otra anécdota:

En la universidad -pública, por cierto- es normal que mucha gente no sepa nada de inglés, ese era el caso de uno de mis compañeros. Estábamos en parcial y pidió que le soplaran una respuesta:

¿La tercera?
es: I go to work
listo, gracias.

Pero resulta que él aunque hizo la copia, la hizo mal, escribió -y no exagero-: “Es ay gou tu work”. Así le pasa a Enrique. Copia y copia mal.

Dicen los alcahuetes que le ven como un incomprendido que es de lo más normal y hasta pro, el uso de nombres de empresas privadas en infraestructuras públicas cuando son firmadas las alianzas público-privadas, que así es en Londres y en Alemania, pero yo digo, si Enrique está dispuesto a copiar “normalidades” de países europeos, ¿por qué mejor no copiamos, no sé, el metro subterráneo de Londres?

Y así es todo con él, quiere sembrar unos árboles para que siempre parezca otoño en Bogotá -dice él-, la idea de entrada suena linda, salvo que el costo es talar los que ya están y que a él se le olvida que no tenemos estaciones y pues el verdadero objetivo, según denuncias, es hacerle el negocio a su mamá que vende árboles, a todas estas ¿no será por ese lado que Enrique sufre de dendrofobia?

Pero es que la copia no le basta a nuestro alcalde, también gusta del plagio, tal como pasó con el PetroCable en Ciudad Bolívar, una obra que desde el principio rechazó y que luego se apropió, así como una serie de obras de infraestructura que dejó el lindo de Gustavo Francisco, otro ejemplo, la nueva Cinemateca Distrital.

Uno de los problemas de copiar y copiar mal, es precisamente ese, que se nota la copia. A una persona sensata no le cabe en la cabeza que Enrique llegue a pensar en algún tema relacionado con cultura o cerrar las brechas de desigualdad (algo que sí marcó la #PetroEra), claro el ejemplo de cerrar la opción de un espacio para la orquesta Filarmónica de Bogotá que vendría de la mano con la “Arena Campín” (me rehuso a nombrarla con el nombre de dicha empresa telefónica que además todavía confundo con Bellsouth).

A propósito de nombres, tampoco me gusta Arena Gabriel García Márquez, ya hay un Centro de Cultura Económica, colegios, toca en eso ser más creativos, querido Gustavo, podría llamarse Arena Carmiña Gallo por aquello que tendría un espacio para la música académica, Amira Arrieta McGregor por aquello de la escritura, Ofelia Uribe Durán por la educación, en fin, gente de sobra tenemos en el país para hacerle reconocimientos, así no sean mainstream como Gabo.

Y no termino este artículo porque Enrique da de qué hablar todo el tiempo con sus bestialidades, con su improvisación ¿ya vieron cómo está Bogotá? Toda feita y llena de basura, pero con los postes limpios, eso sí, o la peatonalización de la Carrera Séptima, que ya va a cumplir dos años y sigue cruda.

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Por: Jessica Hernández. Pale blinds drawn all day / Nothing to do, nothing to say /Blue, blue.

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