Precarizadas sin palanca

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El 8 de marzo por la mañana compartí en mi IG una imagen que dice: “8M por condiciones laborales dignas y reducción de la jornada de trabajo”, con este copy: “Jornadas de más 8 horas de trabajo, contratos de 4 meses, sin indemnización por despido, sin garantías laborales, con sueldos que deben ser cuidadosamente ahorrados para los meses de carencia. Esto no es vida, esto es una mi3rda”.

“cuanto más utópica es la reivindicación, más está basada en una crítica sustancial, y más nos obliga a pensar con imaginación sobre las maneras diferentes de organizarlo. El revindicar tiene mucho de arte” : Kathi Weeks

Creo firmemente en la necesidad de reducir la jornada laboral a 5 o 4 horas, así como en contratos con todas las prestaciones de ley, mejores salarios, renta básica, y, en general, en tener las condiciones necesarias para llevar una vida medianamente tranquila. Parecen reivindicaciones imposibles, pero de eso se trata, de reivindicar la utopía, como dice la académica estadounidense Kathi Weeks en una entrevista en CTXT, “cuanto más utópica es la reivindicación, más está basada en una crítica sustancial, y más nos obliga a pensar con imaginación sobre las maneras diferentes de organizarlo. El revindicar tiene mucho de arte”.

Así que yo estaba muy contenta reivindicando una utopía, cuando me llegó un correo electrónico en el que cierta entidad me invita a participar en una convocatoria de trabajo. Mi hoja de vida aparecía en su base de datos porque hace unos años me inscribí en una plataforma en la que verían mi “talento”. Por supuesto, lo hice para demostrar que era una farsa. Pues ví el correo y de entrada supe que no era algo bueno, pues el jefe supremo de este lugar, el 1 de enero, dijo en un aburrido discurso neoliberal, que tiene como propósito hacer más con menos, lo que se puede entender como contratar menos personas y explotarlas a lo que marca.

La invitación señala las funciones, la forma en la que debo organizarme con otras personas del equipo para adelantar lo que denominan “práctica alimentaria” —la hora del almuerzo se reemplaza por esta extrañísima expresión—; explica que tendría que cumplir un horario —así sea contratista, lo que me hace dudar de si la meta es el horario y no otra cosa—; la dedicación es exclusiva y el salario es bien bajito. En resumidas cuentas, buscan a una persona que asuma lo que debería hacer alguien de planta, pero en las peores condiciones posibles.

Lo siento por las personas que se ven obligadas a participar en esta convocatoria vampira, que les va chupar la vida un poquito cada día, y apenas permitirá pensar en el futuro inmediato.

Afortunadamente, en este momento tengo trabajo, no es el ideal, pero por lo menos no me pide “dedicación exclusiva”, lo que me da juego de autoexplotarme con otras entradas, y así tener chance de reservar una plata para los tiempos de desempleo, o lo que en lenguaje de millennials en condición de precarización se denomina como: “estar sin contrato”. Lo siento por las personas que se ven obligadas a participar en esta convocatoria vampira, que les va chupar la vida un poquito cada día, y apenas permitirá pensar en el futuro inmediato.

Estas reflexiones me llevan a pensar también en el carácter del 8 de marzo, a recordar que no es el día de la creación más linda de dios o una jornada para que los hombres tengan que crear lo que no existe,tampoco es una mera reivindicación identitaria; es la conmemoración de las mujeres trabajadoras a las que les debemos mucho de lo que hemos perdido. Tal vez sea el momento de recuperarlo, de exigir más y de recordar que, como dice la consigna, “los derechos no se mendigan, se arrancan al calor de la lucha organizada”.