porque en esta ciudad de la bruma lo disruptivo no dura, como una planta que deja de regarse para que se muera sola y así librarnos de la responsabilidad de sentir que la matamos.
Transcurre una tarde de marzo y llueve, como para variar en Manizales, una ciudad con el cielo tan nublado como sus problemas, como su presente y como su forma favorita de afrontar la diferencia. Me junto con mis estudiantes en la Casa Cultural Feminista Asonada… esa que mañana vamos a despedir con una fiesta, porque en esta ciudad de la bruma lo disruptivo no dura, como una planta que deja de regarse para que se muera sola y así librarnos de la responsabilidad de sentir que la matamos.
Ese día proyectamos la película Ruido, de la directora mexicana Natalia Beristáin Egurrola. Estrenada en 2022, recrea de forma desgarradora los relatos de la desaparición en México y está atravesada, al igual que gran parte de los fenómenos que le punzan el corazón a este mundo, por una lectura necesaria en clave de género.
en medio de un tiempo veloz, líquido, que nos lleva por la vida como relámpagos, como cuerpos muertos que nos levantamos para trabajar, darle like a un meme, enriquecer a otrxs, y luego volvemos a morir.
No quiero hacer spoiler, prefiero que ustedes mismxs la vean, la sientan, se desgarren y sientan cómo el ruido les atraviesa las entrañas. A veces siento que acercarnos a los relatos del dolor latinoamericano nos recuerda que estamos vivxs, en medio de un tiempo veloz, líquido, que nos lleva por la vida como relámpagos, como cuerpos muertos que nos levantamos para trabajar, darle like a un meme, enriquecer a otrxs, y luego volvemos a morir.
Con mis estudiantes intentamos ver esa película desde la empatía radical, y creo que así lo vivimos. Quedamos con una daga atravesada en la garganta que nos recuerda los múltiples ruidos que atraviesan nuestras realidades y que se incrustan en nuestra vida sin que sea posible ignorarlos, y uno de esos ruidos es, sin duda, la desaparición, uno de los fenómenos más aterradores de Nuestra América. Imposible no vincularse con ese dolor tan profundo de esa madre que busca a su hija, y que nos interpela frente a nuestras actitudes cotidianas ante los atroces actos que la sociedad y la depredadora institucionalidad reproduce/reproducimos indolentemente.
Nunca se supo nada de él. Mi madre me dice que no recuerda que alguna vez alguna institución se haya tomado en serio su búsqueda
Sentir a esa madre incompleta, con un grito incesante en sus adentros, y con un puñal que parece atravesarle el corazón eternamente, me hizo pensar en cómo el fenómeno de la desaparición nos habita y está presente en muchas familias colombianas, incluida la mía. Hace casi 30 años desapareció uno de mis primos por línea materna, yo no lo conocí. Nunca se supo nada de él. Mi madre me dice que no recuerda que alguna vez alguna institución se haya tomado en serio su búsqueda, y que en los últimos años lo único que le dicen a mi tío es que busque una indemnización, porque pareciera que obtener algunos billetes a cambio de esa vida que queda en un limbo físico y simbólico, fuera la mejor solución para tapar una herida que nunca sanó, de esas a las que se les limpia el pus, pero que vuelven a infectarse y nunca paran de sangrar.
Según la Comisión de la Verdad, en Colombia se han reportado más de cien mil personas como dadas por desaparecidas. Después de ver Ruido, me preguntaba quién escucha el ruido de la desaparición, ese que probablemente a consumido la vida de mi tío, y de lo cual casi no hablamos en la familia. Recuerdo que de niña me impresionaba que los elefantes fueran uno de los animales más ruidosos del planeta, pero que sus sonidos no fueran perceptibles por el oído de los humanos porque estos son infrasonidos, que son mensajes silenciosos que les permiten comunicarse silenciosamente con sus pares.
¿El ruido de la desaparición termina siendo para nosotrxs un infrasonido? ¿Por qué es tan ensordecedor para las y los buscadores, pero tan imperceptible para el resto de la sociedad? ¿Qué tanto nos permitimos el detenimiento en medio de este tiempo voraz para escuchar los ruidos? ¿Hace cuánto la realidad está gritando y nos seguimos negando a escucharla? ¿Cómo permitir que el cine nos transforme y que este dolor radicalmente empático no sea temporal?
Mi primo no mereció ser buscado porque parece que se vinculó a un grupo, porque parece que consumía alguna sustancia, porque tenía un apellido maldito.
Mi primo no mereció ser buscado porque parece que se vinculó a un grupo, porque parece que consumía alguna sustancia, porque tenía un apellido maldito. Espero que se den la oportunidad de ver esta película, que cuenta con la participación de buscadorxs reales en México, y que abramos nuestros oídos al ruido y reconozcamos que el dolor de esxs familiares fácilmente podría ser mañana el nuestro, aquí, en este país donde hay “buenas” y “malas” víctimas de esta maldita guerra que no cesa.
Que el ruido nos habite y se convierta en grito colectivo, y que el único silencio que nos parezca admisible en casos como estos, sea el que hacemos para escuchar los profundos dolores que atraviesan a estos cuerpos que buscan, a estos cuerpos que no se resignan, a este cuerpo país tan herido y enfermo por nuestra indiferencia.
*Dedico este vómito de palabras a mis estudiantes de Género y Generación de la U de Caldas, por disponerse a escuchar y por ser cómplices en el grito cotidiano.