El EME buscaba democracia real, porque estaba convencido que en un país tan jodido, oligárquico, corrupto y desigual como Colombia, eso ya era algo revolucionario
Gustavo Petro fue un guerrillero. Sí. Es algo que no se puede negar. Fue un guerrillero del M-19. El EME fue una organización insurgente fundamentalmente urbana. Muchas de las personas que integraron ese movimiento fueron habitantes comunes y corrientes de los barrios de algunas de las principales ciudades del país. También trabajadores del Estado, periodistas, campesinos, o, como en el caso de Petro, líderes comunales con algún cargo menor de elección popular.
En el M-19 había personas que comulgaban con la ANAPO, la organización del general Rojas Pinilla; también liberales de la línea gaitanista; socialistas cansados de las organizaciones de izquierda radical del momento, y gente que, más allá de las etiquetas políticas, creía que la democracia colombiana era de mentiras.
El M-19, o Movimiento 19 de Abril, proponía algo simple: democracia, pero democracia real, con participación de verdad de la población, y con garantías para que la ciudadanía viviera bien, con dignidad.
Era entonces un movimiento popular, con algunos militantes en armas, en donde participaban, incluso, familias enteras que simpatizaban con acciones tan simples como el reparto de leche y comida en barrios empobrecidos poblados de empleadas del servicio, obreros, vigilantes, sastres, carpinteros, y estudiantes.
El M-19, o Movimiento 19 de Abril, proponía algo simple: democracia, pero democracia real, con participación de verdad de la población, y con garantías para que la ciudadanía viviera bien, con dignidad. Por eso el mensaje caló tanto en los barrios populares y de clase media de Bogotá o Cali, o en municipios como Zipaquirá, del que Petro fue concejal en su juventud.
El M-19 nació como una expresión de protesta, luego de que en 1970 el conservador Misael Pastrana le robara las elecciones al general Rojas Pinilla. Rojas no fue precisamente de izquierda, más bien era un tipo conservador que durante la década de los 60s profundizó su discurso nacionalista, crítico de la oligarquía, y con una agenda social orientada a las clases medias y populares.
No era una organización que buscara hacer de Colombia una Cuba, China, Unión Soviética, Albania, o Yugoslavia.
El que el M-19 naciera por ese motivo ya daba cuenta de su carácter. No era una organización que buscara hacer de Colombia una Cuba, China, Unión Soviética, Albania, o Yugoslavia. Tampoco buscaba que fuera como un país empobrecido de África o Latinoamérica. Esta insurgencia tenía otra cosa en mente, algo parecido a los modelos socialdemócratas de los países europeos, pero «a la colombiana», al ritmo de cumbias, vallenatos y bambucos, como solía decir su comandante Jaime Bateman.
Petro fue militante del M-19, es cierto, de una organización hereje para la izquierda del momento, que quería parecerse más a su gente y a su nación que a cualquier modelo extranjero. El EME buscaba democracia real, porque estaba convencido que en un país tan jodido, oligárquico, corrupto y desigual como Colombia, eso ya era algo revolucionario.
al día de hoy, sigue siendo recordado con cariño por millones de personas que vieron en su bandera pintada de azul, blanco y rojo, un futuro viable, amplio, diverso y realmente democrático, con justicia social.
Petro integró una organización que se la jugó toda por lograr que la constitución de 1991 fuera la carta de derechos que conocemos hoy, más allá de los goles que le metieron los sectores tradicionales y el uribismo. Fue de un movimiento que, al día de hoy, sigue siendo recordado con cariño por millones de personas que vieron en su bandera pintada de azul, blanco y rojo, un futuro viable, amplio, diverso y realmente democrático, con justicia social.
Por eso en 1990, tras la dejación de armas del EME, muchas personas apoyaron como candidato presidencial a Carlos Pizarro, pero el establecimiento temeroso lo asesinó antes de que llegaran las elecciones; y por eso hoy, 30 años después, muchas de esas mismas personas, y otras que apenas nacían en ese entonces, depositan su esperanza en Gustavo Petro, otro viejo militante del M-19 que creyó y sigue creyendo en una Colombia democrática y con justicia social.
Permítame acotar que lo cuestionable es la ignorancia de la historia que padecen miles de colombianos, que no saben por qué han existido, y persisten, guerrillas en Colombia. Desconocen también que han existido muchas guerrillas de diferentes matices, pero todas ellas con un origen común: la injusticia, la desigualdad y el abuso de poder llevados a un extremo criminal por las élites que siempre han gobernado el país.