El fuego bajo el caldero de las brujas… nunca se apaga

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“El caldero de una bruja siempre está caliente. Las brujas somos todas. Todas las mujeres después de los cinco años en la cocina somos brujas, en la cocina están los remedios, los aceites, la forma de matar a los hombres… Están todos los secretos. El caldero siempre está prendido. Y en ese caldero, algo que sirve para matar, sirve para vivir”: Claudia Avendaño Vásquez.

No es posible pensar el ánimo de la vida sin el deseo. Difícilmente puedo concebir que un budista, por ejemplo, pueda abandonar el deseo de dejar de desear mientras desciende de un vuelo de primera clase. Embaucados estamos por el deseo. Todos y todas nos entregamos felizmente o no a estas tramas de deseos irrefrenables, violentos, y también sutiles los hay, como el caminar de una paloma; vamos por ahí a la deriva de lo establecido y del azar de todas nuestras posibilidades. Salir a la calle a marchar con las manos llenas de brebajes y pócimas para la libertad, puede ser una de ellas… y es urgente.

Hablar del deseo específico de las mujeres hoy por hoy, cuando un tal Bolsonaro, (fascista a todas luces) llegaba a declarar desde los más oscuros dominios de su deseo, que la legisladora María do Rosario no merecía ser violada por él. Unos cuantos pesos pagó de multa y no un rechazo absoluto y social. Siguen lloviendo balas de alto calibre desde helicópteros sobre las favelas, matando como a ganado gente inocente, pero con el pecado de ser pobre. Con todo, los dos dedos del tal Bolsonaro apuntan y se perfila de presidente para la segunda vuelta que se viene, como una avalancha de gobiernos ultraderechistas que están apoderándose de generaciones enteras. Aquí ya pusimos al tal Duque. ¿Qué clase de cruz estamos montando ahora en Latinoamérica? ¿Cuántos muertos vamos a poner en este delirio de fascistas camuflados de gente de bien? Bueno y ¿cuál gente de bien?… ¿Y las mujeres? ¿Qué tipo de sororidad tiene María Fernanda Cabal apoyando a tal Bolsonaro? ¿Órdenes del patrón?

Aquí lo que necesitamos es brujería, rebeldía, y sororidad de todos los colores… sin ella, María do Rosario en Brasil, no hubiese podido liberar el canto propio y de millones de mujeres en contra del patriarcalismo y de la violencia en todas sus manifestaciones, que es su forma de mandar. ‘Ele Não’! ‘Ele Não’! son brujas todas en este remolino de democracias falogocentricas, donde se empieza tal vez a entender que “la mujer” ha sido tradicionalmente animalizada y naturalizada. Llevada al rasero con la venenosa y seductora víbora, o con la zorra, o con la vaca reproductora, cotorras, y siguen los etcéteras. No dejan de ser las grandes y tristísimas alusiones metafóricas, de las que se vale el complejo de miedos, que envuelven a los machitos de pecho peludo y corazón firme con escapulario y todo.

Pues noticias señores. Hay magia en la cocina y se está trepando en todas las faldas. Ya es posible desarticular los niveles de imposición y prohibición hacia la mujer en los ámbitos que han sido propiciados para su dominación. La mirada desde el arte y la historia le otorga, por ejemplo, a sus transgresoras, paradigmas afortunados del mal: Eva la desobediente, la curiosa Pandora, la histérica y celosa Hera, esposa del gran Zeus, y Cleopatra la ambiciosa; por citar a algunas entre muchas otras mujeres que encarnan el “mal”, el “caos” y la “destrucción”. (Las comillas, contrario a lo que pueda pensarse, son para asustar aún más a los ya asustadizos embaucadores del discurso que tanto ruido hacen, y es que se tomen el trabajo al menos de borrarlas). Y, sin embargo, son guías luminosas, monstruos que, retumbando en el mundo de los varoncitos ególatras y “poderosos”, van ellas con sus manos de nuevas alfareras y de constructoras, hacia importantes cambios, alteraciones políticas y sociales, irrupciones en lo más hondo de las represiones cotidianas y, finalmente, deconstrucciones en todos los niveles simbólicos.

La profesora Donna Haraway habla de que los monstruos poseen un significado, las formas altamente conflictivas e independientes, de donde adquieren el poder estos monstruos, pueden ser signos de mundos posibles y de los cuales se responsabilizan con toda seguridad. Y es que, en últimas, la monstruosidad se trata de liberar toda esa extrañeza de la mujer por sí misma. Hablando, como autor, desde las nuevas masculinidades, pienso que es momento de vislumbrar un caminar junto a las mujeres en una relación de equivalencia y respeto. Esto se consigue a través del arte y sus movilizaciones políticas, a encaminarse y pensar un nuevo lugar o topos, donde el discurso ya no permita ritualizar o sostener relaciones asimétricas entre los sexos y los géneros, sino abrir brechas para desencadenar a los monstruos que están por reinventar el mundo.

Para que un buen día, brujas y brujos de todos los pueblos, se unan en torno a ese fuego envolvente de la renovación cultural y política. Que se resistan festivamente a la clasificación, a la taxonomía hedionda de las academias y notarias, que se escapen de ese cubil de binarios en donde hemos crecido amordazadas y amordazados con tanta palabra inútil. Que podamos abrir las gargantas y dejar que las muchas voces enlacen nuestros cuerpos. Resistir a la integración de fuerzas macabras, al límite y al encierro. Romper, con todo lo convencional y con el realismo que nos venden, gracias a la monstruosa y desbordante fuerza del corazón. Arriesgarse a ser libres y luchar por una ciudadanía en el universo. Manos a la obra. El caldero siempre ha estado caliente.

Publicado: 21 de octubre de 2018.

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Por: Andrés E. Herrera | @Kvi20 | Morboso aspirante al cortejo de Dionisio. Autodidacta moroso. Amante pernicioso y provocador de olvidos. La verdad es que no sé quién soy.

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