Ya suenan nombres para la alcaldía de Bogotá, por eso en redes se empiezan a ver algunas encuestas para medir posibles candidaturas mientras se disparan las publicaciones con emojis y frases vacías que incluyen palabras y expresiones como “población vulnerable”, “comunidad”, o “familia”.
En ese camino, en unas semanas veremos ya la retahíla del “vamos por otras formas de hacer política” junto a fotos de precandidatos alzando bebés, abrazando adultos mayores o llevando a cabo “actos humanitarios” cuyo único fin es la acumulación de caudal electoral.
En medio de la euforia del fin de año y la polémica desatada por la renuncia de un senador, en todas partes ya se habla sobre cómo debe ser la próxima o el próximo alcalde. Y como Vicente va a dónde va la gente, también quiero hacer algunos comentarios al respecto, para eso, agrupé lo que he escuchado y leído en cuatro grandes grupos de personas, que no son necesariamente excluyentes entre sí:
- El primer grupo hace una caracterización de la administración de la alcaldesa Claudia López y señala que venimos de una mala alcaldía. Muestra de ello sería, por ejemplo, sería el manejo represivo dado a las protestas desarrolladas bajo su mandato. También la mala relación con el Concejo de Bogotá, y su fea costumbre de no asumir sus errores, sino de culpar a Peñalosa, a Petro, a la gente, a usted y a mí.
- El segundo grupo plantea que para enfrentar la mala gestión de Claudia López es necesario un alcalde tecnócrata por el estilo de Oviedo, porque lo importante son las decisiones “técnicas” en tanto apolíticas (?) y ya. La verdad es que de este grupo no he identificado argumentos que fortalezcan esa candidatura, más allá de la supuesta buena gestión del señor en el DANE. Al respecto, cabe tener en cuenta que López y Peñalosa también llegaron a la alcaldía a partir de una imagen de perfiles “técnicos” antes que políticos.
- El tercer grupo considera que a Bogotá la “salva” una persona. Vienen de una lógica mesiánica que desconoce la dinámica política como práctica de construcción colectiva,y que niega a su vez la importancia de un programa sólido que vaya más allá de consignas puntuales.
- En el cuarto grupo que identifiqué, están quienes plantean la necesidad de una candidatura que sea resultado de una selección democrática, que ponga en diálogo las reivindicaciones sociales, el derecho a la ciudad y la profundización de la democracia.
Partiendo de esto, pongo a consideración algunos elementos a la hora de pensar en posibles candidaturas:
1. No es ni una cosa o la otra. Una lectura maniquea de si debe ser un tecnócrata o una persona que “se ganó el derecho a ser alcalde”, no es la solución. Esta generación de votantes en Bogotá ya experimentó diferentes tipos de alcaldía, así que, partiendo de la experiencia, lo que sigue es complejizar la decisión de voto más allá de un tema de “militancia vacía”, de voto de castigo o de creer que las decisiones técnicas no tienen una carga política.
2. La idea de “es que se merece ser alcalde” porque hizo o dijo alguna cosa popular, también es muy peligrosa. No puede llegar a gobernar una persona que poco o nada conoce los problemas estructurales de la ciudad, porque, como tal, se necesita de gente que se preocupe por el estudio y por la cualificación técnica y política. Por supuesto, no me refiero a una colección de cartones. Al respecto, un buen ejemplo es el Senador Wilson Arias (quien no tiene aspiraciones a la alcaldía de Bogotá), ya que es técnico en electromecánica y, por formación propia, cuenta con conocimientos en macroeconomía, lo que lo lleva a ser, sin lugar a dudas, uno de los mejores congresistas del país, gracias a la calidad de sus debates e intervenciones.
3. Ya vivimos en carne propia el fiasco que resulta la designación de candidaturas a dedo, así que, en lugar de esperar pasivamente a que nos digan por quién votar, propongamos unos criterios claros de selección, más allá del «que diga» Sultana o Fulano. Criterios que permitan que sea elegida una persona que realmente conozca la ciudad y haya demostrado que de verdad se la juega por Bogotá, a plantar cara a los problemas y ser salsa cuando toque.
4. Necesitamos candidaturas coherentes con las reivindicaciones de los movimientos sociales, de poco o nada sirve una persona que se rasgue las vestiduras por una obra de infraestructura, cuando desconoce las necesidades de un sector históricamente oprimido.
Con estos comentarios sueltos no estoy pidiendo más de lo que la izquierda puede dar, estoy esperando lo que es. Hay nombres que cumplen con estos criterios y han demostrado su amor por Bogotá. Es posible que tengamos un alcalde o una alcaldesa más ‘completa’ para este periodo que arranca, para quien la respuesta ante la protesta no sea solo el ESMAD y los rituales tontos; en síntesis, a alguien que piense y actue en favor de la ciudadanía y no solo en favor de los negocios de las constructoras o de los dueños de TransMilenio, y esa posibilidad está en nuestras manos.