Todo está pasando muy rápido, y están sucediendo cosas que analistas no habían previsto, por eso de antemano avisamos que este no es un artículo de actualidad o del minuto a minuto, sino que su contenido es sobre algunos de los elementos, entre muchos otros, que pueden ser claves para entender el conflicto en Ucrania y los papeles que ocupan Rusia y los Estados Unidos:
Los antecedentes inmediatos
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El antecedente más inmediato se sitúa en las protestas de la «Euromaidán», cuando en noviembre de 2013, en la plaza de Maidán en Kiev —capital de Ucrania—, estudiantes salieron a protestar porque el presidente del momento, Víktor Yanukóvich, desistió de continuar con el acuerdo político y de libre comercio con La Unión Europea (UE), así como de un préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) que implicaba medidas como la congelación de salarios y pensiones. Por el contrario, se inclinó por la firma de un Acuerdo con Rusia que llevaría a una mayor dependencia. Hay que decir que Ucrania le debe a Rusia 3.000 millones de dólares.
Pronto se sumaron más sectores a la protesta. Las razones iniciales eran diversas: sectores liberales que querían alinearse a la Unión Europea y a occidente antes que a Rusia; sectores populares con posturas anti oligárquicas, tanto en contra de las oligarquías nacionalistas como de las oligarquías pro-rusas que ocupaban el parlamento; sectores contra la corrupción del gobierno y en general contra la corrupción que ha marcado a los gobiernos desde la independencia de la Unión Soviética; y sectores nacionalistas de extrema derecha que rechazaban el reconocimiento de la pluralidad cultural de ucraniana. De este último sector, uno de los partidos de extrema derecha que salió a las calles, fue fundado por antiguos colaboradores de los nazis, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
Yanukóvich, quien fue derrocado, pertenecía a un partido pro ruso «El Partido de las Regiones», afín al partido de derecha nacionalista «Rusia Unida»
Cabe destacar que Yanukóvich, quien fue derrocado, pertenecía a un partido pro ruso «El Partido de las Regiones», afín al partido de derecha nacionalista «Rusia Unida», al que pertenece Putin. Yanukóvich y sus hijos estaban envueltos en casos de corrupción por lo que su legitimidad venía bajando, además era financiado por segmentos de las oligarquías ucranianas pro-occidentales, de allí que intentando sortear un difícil equilibrio de fuerzas, hubiese estado a punto de la firma con la Unión Europea.
El alto nivel organizativo y la fuerza discursiva de los sectores nacionalistas de ultraderecha (los partidos Praviy Sector y Svoboda) empezaron a ganar fuerza en las protestas y en la opinión pública, desplazando a otros sectores movilizados. En este momento no ocupan todo el gobierno, pero sí tienen un peso fundamental en el país, con una importante presencia social, en cargos del ejecutivo y en las Fuerzas Armadas. Sus programas no son pro-Unión Europea, pero se identifican con el nacionalismo liberal ucraniano en un punto fundamental: el espíritu anti ruso.
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Esas protestas fueron duramente reprimidas, escalaron y llegaron a la confrontación armada. A grandes rasgos se formaron dos frentes: primero, el europeísta, que se sitúa al occidente del país, compuesto de prooccidentales de un lado y de los nacionalistas de extrema derecha del otro. Y segundo, el pro-ruso, al oriente del país, compuestos en lo fundamental por ruso parlantes y población étnicamente rusa. Algunos sectores buscan que Ucrania sea un país federal que los reconozca, y otros buscan la anexión a la Federación Rusa. Por supuesto, la composición de los frentes no es completamente homogénea, y no todo el conjunto de la sociedad ucraniana está comprometido con el conflicto.
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Ya van ocho años de la confrontación armada abierta desde el 2014. Se calcula que podrían ser más de 14.000 personas muertas. En esos años han pasado varias cosas. Primero: Rusia venía pagando una cuota para operar en una base naval de Sebastopol en Crimea-Ucrania. Con las protestas pro-UE, la población ruso parlante de Crimea inició protestas y luego enfrentamientos armados. Rusia aprovechó para anexar a Crimea a la Federación, por medio de un referéndum promovido por sectores de la población apoyados por ese país. De esa forma, Rusia logró el control total sobre la base que le da salida al Mar Negro.
Ya van ocho años de la confrontación armada abierta desde el 2014. Se calcula que podrían ser más de 14.000 personas muertas. En esos años han pasado varias cosas
Segundo: al oriente de Ucrania, en la región minera e industrial de Donbass, la población ruso parlante, étnicamente rusa, así como la pro rusa que se opuso a la alineación ucraniana a la Unión Europea, proclamaron su independencia de Ucrania y formaron dos repúblicas: las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. Las repúblicas no ocupaban el total territorial de Donbass sino una parte.
Tercero: al occidente llegaron dos gobiernos que no cambiaron significativamente en términos de corrupción o del poder de las oligarquías ucranianas; el primero de Petró Poroshenko en el 2014, y el segundo, el actual, de Volodyyr Zelensky. Poroshenko firmó el acuerdo de la Unión Europea, que acarreó el préstamo con el Fondo Monetario Internacional, con medidas de ajuste que afectaron la situación de la clase trabajadora ucraniana. Medidas como el congelamiento de salarios, la austeridad sobre el gasto social, la privatización de empresas públicas, o el aumento en las tarifas de energía. En respuesta, la población votó por lo que consideró un cambio, y eligió en 2019 al comediante Volodyyr Zelensky, quien no cambió significativamente la orientación del gobierno debido a que también es financiado por la oligarquía ucraniana.
Todas estas medidas han profundizado la neoliberalización de la economía ucraniana, aumentando la aguda desigualdad. Como muchos países empobrecidos, Ucrania cuenta con gran cantidad de recursos naturales, además tiene un gran potencial agrícola, al ser el primero en Europa con superficies cultivables —de suelos negros con altos contenidos de materia orgánica—, y estar localizado en una posición geográfica que posibilitaría la exportación de variedad de productos agrícolas por el Mar Negro, o por los países con los que limita, ya que es una bisagra entre Rusia y Europa occidental.
En 2014 se firmaron unos acuerdos entre las partes en Minsk, la capital de Bielorusia, en los que estaba el gobierno ucraniano, las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, Rusia, Francia y Alemania. Los acuerdos buscaban el cese al fuego y un proceso gradual en el que, sin que se dividiera Ucrania, se reconociera un grado de autonomía a Donetsk y Lugansk. El cese al fuego nunca se cumplió. En Ucrania se pusieron en marcha medidas promovidas por los ultranacionalistas, que desconocían al ruso como lengua en el país, mientras en el oriente las Repúblicas Populares buscaban expandir su área de influencia.
La geopolítica en la región
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Por medio de un discurso pronunciado en días pasados, Putin dejó en claro su nacionalismo imperial ruso, al señalar que quienes habían reconocido a Ucrania como un país habían sido Lenin y los bolcheviques, recién se estaba constituyendo la Unión Soviética. Para el mandatario ruso esto fue un error ya que Ucrania es un país que no tendría por qué existir como tal, sino siendo parte de Rusia, en tanto no ha tenido una tradición estatal en el pasado. Un cuento parecido al usado, entre otros, por Turquía y Siria para negar la autodeterminación de la población Kurda, o por Israel para negar a Palestina.
Putin y su partido son nacionalistas de derecha y anticomunistas, y su gobierno se ha caracterizado por la persecución a las disidencias, así como la organizaciones feministas y LGBTIQ+. Más bien el nacionalismo de Putin se alimenta de la nostalgia imperial zarista.
Biden afirmó que Putin pretende restablecer las fronteras del tiempo de la Unión Soviética, y la prensa corporativa que opera en los países de influencia de la OTAN ha construido una matriz informativa en la que establece un nexo entre comunismo y la actual Rusia. Esto es una completa imprecisión, ya que Putin y su partido son nacionalistas de derecha y anticomunistas, y su gobierno se ha caracterizado, en coherencia con su conservadurismo, por la persecución a las disidencias, así como a organizaciones feministas y LGBTIQ+. Más bien, el nacionalismo de Putin se alimenta de la nostalgia imperial zarista.
En ese sentido, la injerencia militar en Ucrania no tendría que ver con la atención a un llamado humanitario hecho por las repúblicas populares, sino con el control de una zona de la que en realidad el gobierno ruso desconoce su soberanía.
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Pero la cuestión se pone más compleja. Teniendo en claro que no hay un fin humanitario en la participación militar en Ucrania, y que en realidad a Putin y su partido poco les interesa el reconocimiento de los países que en algún momento integraron a Rusia cuando era imperio, y que por tanto su comportamiento se fundamenta en una lógica de expansión imperial; tampoco se puede perder de vista que las aspiraciones imperialistas de Estados Unidos también están en medio del conflicto.
Tras la caída de la Unión Soviética y el fin del Pacto de Varsovia, los Estados Unidos y la OTAN hicieron el acuerdo de palabra con el gobierno ruso de no integrar a dicha organización a los Estados que hacían parte de la Unión Soviética, como tampoco a aquellos países europeos y asiáticos que la orbitaban. Es importante recordar que el Pacto de Varsovia fue una versión soviética de la OTAN (la Organización del Tratado del Atlántico Norte); y que la OTAN es un acuerdo de cooperación militar entre distintos países que se alinean en torno a un país hegemónico: los Estados Unidos. En el caso del Pacto de Varsovia, el país hegemónico era la Unión Soviética.
El reconocimiento del gobierno ruso de las repúblicas populares de la región de Donbass fue el mecanismo para poder ingresar tropas directamente
Conforme avanzaron los años 90’s y los 2000, estando detrás la sombra de los Estados Unidos, gran parte de estos países se fueron uniendo a la OTAN, creando de ese modo un cerco militar sobre Rusia, pese a los llamados rusos a cumplir con el acuerdo inicial y a establecer nuevos acuerdos sobre los límites de la OTAN hacia el este de Europa. No sobra decir que este cerco supone un riesgo existencial para Rusia.
Ucrania fue una línea roja para Rusia, de allí que inicialmente para impedir el Acuerdo con la Unión Europea en 2013 —porque representaba un posible paso para que Ucrania se vinculara a la UE y de ese modo a la OTAN—, presentara un acuerdo distinto para que Yanukóvich desistiera del acuerdo inicial pro-occidente, lo que como ya se dijo, desencadenó las protestas de la Plaza de la Independencia o el Euromaidán.
El reconocimiento del gobierno ruso de las repúblicas populares de la región de Donbass fue el mecanismo para poder ingresar tropas directamente, y ya no solo apoyar a las milicias pro-rusas, como venía haciendo. Los Estados Unidos también hicieron lo suyo respaldando a las Fuerzas Armadas de Ucrania. Según la Agencia EFE, sólo del 2014 al 2019, los Estados Unidos habrían destinado 1.500 millones de dólares al fondo de cooperación para armamento, equipamiento y formación de la armada y el ejército de tierra ucraniano.
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Estados Unidos quiere ser imprescindible para Europa en la exportación de gas. Europa es un territorio que depende en un 40% del gas natural ruso. A medida que los países europeos se acercan más al este, es decir, a la frontera con Rusia, más dependen de su gas, por lo que la dependencia por país va cambiando.
Estados Unidos quiere ser imprescindible para Europa en la exportación de gas
Rusia cuenta con los gasoductos de Bielorusia-Polonia, Ucrania y Nord Stream hacia Alemania. El Nord Stream 2 finalizó su construcción, pero no ha entrado en operación porque Alemania no ha dado la licencia debido al conflicto. El gasoducto es fundamental para Ucrania porque el país depende en un 4% del PIB de las tarifas pagadas por Rusia. Por su parte, Rusia ha buscado tener un mayor control sobre este paso de gas, ya que desconfía de la inestabilidad ucraniana. Y no solo eso, se ha encontrado además que Ucrania posee enormes reservas de gas, sumado a reservas de uranio, titanio, manganeso, hierro, carbón y mercurio.
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A mediano plazo, a Estados Unidos le beneficiaría que Europa disminuyera su dependencia del gas ruso. Estados Unidos explota gas por medio de la dañina técnica del fracking, de ese modo ha entrado a disputar con Rusia la producción y exportación de este insumo energético. Su transporte es por medio de la técnica de gas licuado, en grandes barcos metaneros. En esa dirección, el conflicto ucraniano puede tener un grave efecto ambiental porque podría llevar a aumentar el uso del fracking para satisfacer la posible demanda europea de gas, si persisten las recientes sanciones contra Rusia. Esto, por supuesto, también afectaría la economía rusa, aunque podrían tener como alternativa el incremento de la importación de gas hacia China. Sin embargo, esto sigue estando en el terreno de la especulación. Asimismo, se ha advertido el riesgo de una vuelta al uso intensivo del carbón en Europa, cuyo uso ha disminuido debido al alto costo económico y ambiental que genera.
Se ha advertido el riesgo de una vuelta al uso intensivo del carbón en Europa, cuyo uso ha disminuido debido a la excesiva contaminación que genera.
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En este momento la geopolítica sigue moviéndose. Las guerras en el capitalismo sirven para reorganizar la producción y los mercados. Probablemente los oligarcas ucranianos y rusos no salgan perdiendo, ni los grandes ricos de Europa o Estados Unidos, sino solo los sectores empobrecidos en medio del conflicto. Como dijo Raúl Cedillo en su artículo «Toda guerra siembra fascismo»: «La guerra es la continuación de la política capitalista por otros medios. Y viceversa, cada vez más la política capitalista es la continuación de la guerra por otros medios».