A las 10:29 de la noche del 25 de noviembre de 2016 se puso el sol.
Queda de Fidel más que una foto gris de medio cuerpo inerte. Aunque no se despidió, no sería capaz de guardarle rencor, sería tan egoísta como enojarse con el sol porque brilla todo el día y luego se va a descansar.
Es más sencillo levantarse, comer algo al desayuno, ver el noticiero y balbucear indignación, ir a trabajar y ganar una miseria, regresar a una casa maltrecha para comer algo ver el noticiero y balbucear indignación, ir a dormir y al día siguiente levantarse, comer algo al desayuno… Es más sencillo solo abrirle la puerta a la vida para que pase y se siente en un sofá a ver pasar los días. Pero Fidel fue diferente, Fidel no simpatizó con la apatía o la resignación, Fidel apeló por la vida y la defendió hasta la muerte.
Me quedo con su perfil indócil, con su risa generosa, con su presencia tan lejana a mi rutina y tan constante en mi utopía. Me quedo con su convicción inapelable y con la certeza de que aunque el camino esté siempre escombroso, es el camino.
Hoy, por Fidel y por todos los que se han ido o nos han quitado, más vale avanzar, aunque sea con el corazón roto y un nudo en la garganta.
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Nicole Pinzón. Integrante de la Revista Hekatombe.
Maestra en artes plásticas de la ASAB, fotógrafa, estudiante de la maestría en historia y teoría del arte, la arquitectura y la ciudad de la Universidad Nacional. Amante de la pedagogía y los derechos humanos.