En redes sociales está abierto el debate sobre el «humor» del stand up «Fucks News» y, a juzgar por la cantidad de asistentes a sus shows y el impresionante número de visitas que reciben sus vídeos en YouTube, es evidente que cuentan con un gran respaldo.
El sociólogo y filósofo Gilles Lipovetsky afirma que en la actualidad vivimos en lo que él caracteriza como «la civilización de la levedad».
El debate no es sobre el humor en sí mismo, sino sobre ese tipo de humor. Dicho esto, cabe recordar que el humor es positivo para las sociedades, con el humor se transgrede, se aliviana la carga de la vida cotidiana, y se aumentan las endorfinas, pero hay una expresión del humor que viene a ser un signo de los tiempos. El sociólogo y filósofo Gilles Lipovetsky afirma que en la actualidad vivimos en lo que él caracteriza como «la civilización de la levedad».
La levedad y la pesadez siempre han estado presentes en la humanidad. El autor cita a los filósofos de la Grecia antigua —los cínicos, epicúreos y estoicos—, así como a las manifestaciones del arte, para explicar cómo, de formas concretas, se busca la liviandad o lo ligero para hacerle frente a las catástrofes, guerras, o a la vida misma signada por la pesadez.
En la actualidad, «el universo consumista tiende a presentarse como un universo aligerado de todo peso ideológico, de todo espesor de sentido» dice Lipovetsky en su libro «De la ligereza».
Pero ahora, en el capitalismo contemporáneo, la levedad parece haber derrotado a la pesadez. La nanotecnología, y el internet se imponen a la imágen de la industria pesada. En la actualidad, «el universo consumista tiende a presentarse como un universo aligerado de todo peso ideológico, de todo espesor de sentido» dice Lipovetsky en su libro «De la ligereza».
En la ligereza se persigue, por medio del consumo, un cuerpo ultra delgado que alcance la liviandad, a través de la huida del dolor, la seriedad, o la solemnidad. Es la búsqueda incesante de placer y goce inmediato. Es un hedonismo hiperindividualista. La felicidad despreocupada se impone como mandato, por lo que la contracara del capitalismo, la precariedad e incertidumbre, se convierten en un lastre que genera ansiedad al no poder alcanzar el ideal de época, debido a la falta de recursos que garanticen el consumo.
Todo, en lo absoluto, tiene gracia. En una sociedad de liviandad, el peso de la tortura, el homicidio o el feminicidio, parecen suprimirse.
Una de las formas para alcanzar esa felicidad despreocupada, si se extiende el argumento del autor para este caso, es la generalización de ese tipo de humor en el que ya, en definitiva, se «aligera todo espesor de sentido». Todo, en lo absoluto, tiene gracia. En una sociedad de liviandad, el peso de la tortura, el homicidio o el feminicidio, parece suprimirse. Pero no solo en el humor, en la prensa, dice Lipovetsky, el ritmo precipitado de las noticias “se rodea de ligereza”, con el “chorro de imágenes discontinuas” que van de lo trágico a lo entretenido, haciendo del informativo un show fugaz, un espectáculo.
En Fucks News se conjugan, de forma dramática, estas dos expresiones de lo ligero: la noticia como espectáculo, con un «humor» que vacía aún más de sentido el hecho doloroso. Un «humor» que se escuda en la libertad y en la oposición a la «cultura de la cancelación».
Lo curioso es que este tipo de «humor» propio de la ligereza, que se sustenta más en la lógica del bullying que en el absurdo o las ambigüedades y polisemias del lenguaje, también viene a poner en práctica una forma de cancelación. En redes sociales, el «me divierte» a una publicación con contenido feminista, antirracista, etc., o la burla como única respuesta a la argumentación, van impidiendo la libre exposición de ideas o el debate por el temor o el hastío que genera ese tipo de reacción.
En ese justo instante un estudiante toma una foto que se difunde y viraliza. Desde ahí viene una oleada de protestas que desembocan en el pedido de disculpas del profesor y en su despido.
Así, la cultura de la cancelación sería evidente en los sectores que, supuestamente, se oponen a la cancelación. Estos grupos de personas sostienen que «la política progre de inclusión» —una expresión ambigua que encierra tanto a las políticas liberales afirmativas como a los discursos más disruptivos y antisistema— termina siendo también opresiva, aún cuando en las prácticas cotidianas más silenciosas, menos explícitas, se sigue reproduciendo el machismo, la homofobia, el racismo, el clasismo, y en general el discurso de lo «normal» —siendo lo normal lo herotersexual, masculino, blanco, etc.—, por medio del chiste, la burla, la mirada que juzga, o la pura y llana exclusión.
Aunque también es cierto que «lo políticamente correcto», como regla, puede resultar siendo contraproducente. La serie de Netflix «La directora» o «The Chair» retrata, entre otras cosas, la reacción desproporcionada de un grupo de estudiantes cuando un profesor busca explicar la idea de absurdo existencial luego de los fascismos y la segunda guerra mundial. Cuando está exponiendo la idea, en un momento, solo con un ánimo performativo y un tanto humorístico —ese era su talante a la hora de enseñar—, hace el gesto de «Heil Hitler». En ese justo instante un estudiante toma una foto que se difunde y viraliza. Desde ahí viene una oleada de protestas que desembocan en el pedido de disculpas del profesor y en su despido.
La serie viene a mostrar un escenario extremo en el que ni se acepta, ni se entiende una expresión del humor que recurre a un símbolo opresivo no para reproducirlo ni legitimarlo, sino para cuestionarlo.
La serie viene a mostrar un escenario extremo en el que ni se acepta, ni se entiende una expresión del humor que recurre a un símbolo opresivo no para reproducirlo ni legitimarlo, sino para cuestionarlo. Claro está que ese no es el caso del tipo de «humor negro» defendido por los opositores de lo «politicamente correcto», ya que, por el contrario, este si viene a reproducir o vaciar de sentido esas estructuras de opresión. Con «The Chair», en todo caso, lo que queda sobre la mesa es que llevado al extremo y sacado de contexto, «lo políticamente correcto» si puede llevar a limitar el humor de una forma negativa.
En una nota en vídeo sobre otra polémica de Fucks News, El Espectador entrevistó hace unos meses a los expertos en medios Omar Rincón y Eduardo Arias, y los dos tenían un punto en común: la necesidad de ponerle límites al humor, pero ¿En realidad esto es posible?
Pero para quienes se burlan del conservadurismo social, y de esta forma lo transgreden, la cárcel viene a ser la respuesta del statu quo. Ese sería el límite al humor.
En otra serie, esta vez una producción para Prime Video, «La maravillosa señora Maisel», se muestra cómo en las décadas de los 50s y 60s, diversos humoristas, como la Señora Maisel, se valen del chiste para transgredir el orden conservador. Por supuesto, también hay humoristas, y estos son la mayoría, que se burlan de las mujeres, los homosexuales y la población afro, y que exaltan al hombre blanco trabajador. Pero para quienes se burlan del conservadurismo social, y de esta forma lo transgreden, la cárcel viene a ser la respuesta del statu quo. Ese sería el límite al humor.
Antes que la imposición de un límite al humor, dado que siempre estará la tendencia a su transgresión, podría tratarse entonces otra alternativa que, evidentemente, no estaría a tono con el espíritu de época —y cuyo desarrollo es poco probable—: la de procurar y promover una conciencia reflexiva sobre los efectos adversos que supone el exceso de levedad. Esto implicaría la apertura de dos caminos distintos, de dos formas de razonamiento: de un lado la conciencia reflexiva y crítica, que tiene como base a la pregunta; y del otro, con el límite, la imposición de una restricción que quiere ser superada.
Esta otra posibilidad a la hora de abordar el problema del humor negro, o mejor, de esta expresión específica del humor negro, puede permitir ir más allá de la dicotomía poco productiva: humor «negro» Vs. Cultura de la cancelación.
En una nueva emisión de Fucks News, que contó con el lleno total del teatro en el que se llevó a cabo el stand up, sus protagonistas defendieron con vehemencia su «humor» y el «libre albedrío» para «reírse de lo que sea», sosteniendo además que si la noticia del feminicidio contó con la difusión que alcanzó, fue gracias a sus chistes. La frivolidad, el vaciamiento de sentido de lo trágico y lo terrible, en últimas, la pesadez del dolor quedó anulado ante la levedad que se busca eximir de todo juicio moral; ante la banalización de la muerte violenta. Es allí, pensando tanto en el auditorio lleno como en los exponentes de la condición de época, dónde cabrían las preguntas ¿Cuál es el objeto del humor? ¿Cuáles pueden ser los efectos adversos de normalizar, por medio del humor, la crueldad? ¿Cuáles pueden ser los efectos adversos de la levedad?