La lucha por la memoria

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La memoria no es la simple capacidad de recordar algo, la memoria es un lugar político, social y de disputa. La memoria es una convergencia de intereses individuales y colectivos por el control y configuración del pasado.

En el caso colombiano la memoria de nuestro pasado reciente está configurada por múltiples acontecimientos en el que figuran víctimas y victimarios. Lo que ha llevado a la memoria a ser un nuevo elemento problematizador y crítico de esos discursos hegemónicos con respecto a lo sucedido a lo largo de estos años de conflicto.

El pasado reciente colombiano y su reconstrucción a través de la narración y la memoria histórica ha generado en el contexto sociopolítico actual, un quiebre con el discurso impuesto por quienes se encuentran en el poder. Las recientes investigaciones de la JEP (Justicia Especial para la Paz) han generado un nuevo escenario de disputa para la construcción de un pasado común: el del conflicto y sus consecuencias en el presente.

Si, sabemos que ya se ha construido un discurso de los victimarios y su actuar, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) lo intentó a través de una serie de publicaciones de sus investigaciones sobre masacres, desplazamiento y toda clase de consecuencias históricas que dejaron los enfrentamientos entre los diversos actores de la guerra. Estas investigaciones y su publicación tenían como objetivo el poner a disposición de las personas los diferentes hechos violentos del conflicto y desde ahí construir un discurso que buscara la verdad, justicia, reparación y no repetición (ninguna de estas el Estado ha cumplido a cabalidad).

Ahora en un nuevo auge del conflicto y en un gobierno sin dudas ultra derechista, volvemos a escenarios de disputa por la memoria histórica y social de las víctimas del conflicto. No es gratis el que FEDEGAN y CNMH hayan hecho un acuerdo para la construcción de nuevas narrativas desde esta institución. Es necesario recordar que se comprobó que FEDEGAN financió el paramilitarismo a cambio de ‘protección’ y ‘recuperación de terrenos’ (desplazamiento forzado).

Entonces qué podemos esperar de este nuevo ayudante de la memoria del conflicto; no es más sino la reconstrucción de un enemigo común: las guerrillas, los movimientos sociales, los sindicatos, las víctimas y todos aquellos que han generado una contra memoria que cada vez gana más terreno entre las nuevas generaciones. Y que ha puesto en duda la memoria hegemónica de los vencedores.

A esto, debemos sumarle la persecución y silenciamiento incluso por vías jurídicas a expresiones comunicativas (murales, imágenes, dibujos, videos) de colectivos de victimas que buscan visibilizar lo ocurrido durante el conflicto y el alcance de los victimarios. Este es el caso del mural de los militares juzgados e investigados por los ‘Falsos positivos’; un mural tan diciente, irruptor, valiente y necesario para quienes ignoramos las realidades de las víctimas. Que ha logrado que el establecimiento lo prohíba y lo censure.

Jamás la memoria será objetiva, la memoria lleva vida, muertos, discursos estigmatizadores o emancipadores, víctimas y victimarios. Ha sido la memoria hegemónica del Estado y sus instituciones la que ha generado imaginarios en los colombianos y colombianas de los buenos y malos. Por eso hoy el llamado es a la defensa y replica de esas memorias marginadas, silenciadas, a esas memorias que quieren prohibir; y por supuesto al rescate de la memoria de las víctimas para constituirla como base para la consecución de la paz, la verdad y la justicia social.

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