Con Chile y Bolivia, Nuestra América celebra hoy, el continente ve su ejemplo y se llena de nuevos bríos.
Así, nuestros pueblos van haciendo la historia a través, de sus múltiples expresiones y facetas, cada uno a su manera, con sus líderes y movimientos, de acuerdo con sus experiencias particulares y regionales, cayendo y levantándose, curando sus heridas y regenerando sus tejidos para encarar la lucha contra sus opresores.
No ha sido, ni es una lucha fácil, es la más dura de las disputas contra un enemigo poderoso que dispone de recursos exorbitantes, un enemigo que nos respira en la nuca, que no permite un momento de sosiego y casi no deja desarrollar nuestros planes, porque el trabajo permanente de sabotaje es su especialidad, un enemigo que nos hostiga sutilmente o nos agrede con toda su fuerza bruta, que difama y miente hasta engañarnos a nosotros mismos.
Por eso, ante los ojos de algunos, criticar la obra de los pueblos hermanos resulta “procedente” y hasta conveniente, resaltar sus errores y defectos es atractivo, pero si se entiende la capacidad del enemigo que enfrentamos y la dureza de esta lucha, caemos en la cuenta que la cuestión no es tan “mamey” como puede parecer.
No obstante, si el Pentágono, la CIA, la Casa Blanca y todo el andamiaje imperial no descansa en sus intentos de dominar Nuestra América, también es necesario decir que Latinoamérica no duerme, ni ceja en la lucha histórica por su liberación.
Quizá las masas desarrapadas no distinguen claramente el rostro de sus adversarios, con nombres propios y cargos, no saben quién es el secretario general de la OEA, ni el presidente del BM o el FMI, pero sí conocen bien la precariedad, el hambre y la exclusión a que son sometidos, eso lo conocen de sobra y contra eso luchan, desatando su frustración y rabia contra todo lo que representa al sistema de miseria que padecen, contra lo que huela a la autoridad que los sojuzga.
Décadas de intentos por una y otra vía, de experiencias ahogadas en sangre, de dolor y padecimientos, se van conjugando en una fusión de colores y entonaciones que, con diversos énfasis y acentos, expresan lo mismo aquí y allá: la esperanza de vivir con dignidad, como seres humanos.
Ahí va, entonces, Nuestra América, aprendiendo y ganando terreno, emergiendo del suburbio que bulle, de la vereda pintoresca, del Macondo genial. Ahí va Nuestra América gentil, aun sonriendo por su desgracia, porque sabemos reírnos de nosotros mismos, pero también sabemos resistir, luchar y ya vamos haciendo carrera en ganar: ahí va la América Nuestra, mestiza y diversa, acrisolando la magia que enriquece a la especie humana.
El enemigo se preocupa porque sabe que Nuestra América vibra, que el legado de nuestros referentes perdura imborrable a través del tiempo. La energía fluye, la alegría retumba, la esperanza crece en la tierra de Anacaona y Benkos, de Atahualpa y Camejo, de Bolívar y Artigas, de Martí y Manuelita, de Mariana y San Martín.
El enemigo es peligroso y cruel, el camino es arduo, es “culebrero”… Pero vamos juntos y se hace más llevadero, porque la América Latina ha entendido que es una sola alma clamando justicia, por eso no duerme, hace vigilia en el amanecer de la nueva era.