¿Qué es y qué significa el Pacto Histórico?

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¡Para que todo no sea igual!, es seguramente la mejor manera de interactuar con lo que sucede hoy alrededor del Pacto Histórico. Las esperanzas hoy están puestas en todas las fuerzas del cambio y también, en el cambio de las fuerzas. No solo se trata de ofrecerle al país la posibilidad de creer en algo, en algunos o en alguien, se trata también, de construir un relato situado y con sentido para otro futuro posible.

No se puede perder de vista que el neoliberalismo y autoritarismo que hoy se manifiesta en Colombia es una amenaza contra el Estado social y los derechos en sí mismos. El país, prácticamente se está convirtiendo en un laboratorio para que las derechas se afinquen en el poder, gobiernen para los grandes sectores privados y legitimen, a costa de sangre y fuego, las mafias políticas y criminales para condenar al país a este vínculo que pareciera infinito; lo hacen con descargas de virulencia por parte de los medios de comunicación, enfilando toda su artillería contra todo lo que consideren una amenaza, sumado a una retórica tramposa sobre disminución de impuestos, garantía de derechos políticos, fortalecimiento de la democracia y elocuentes políticas en nombre de la libertad, la vida y la justicia. Contra esto y ellos, es hoy la batalla del país, contra quienes han tenido en los últimos 20 años una política de muerte y contra quienes hoy más que nunca, tienen una mentalidad golpista.

La crisis orgánica que desencadenó el proceso de paz y la suma de conflictos que detonan por la pandemia, está generando un nudo en la historia reciente del país que se tensiona y requiere con urgencia coger un rumbo, un cauce, un horizonte; pero éste, no puede ser cualquiera. Y, quizás, solo quizás, si el Pacto Histórico adquiere capacidad, posibilidad y eficacia, puede convertirse en el timonazo hacía una alternativa de democracia, desarrollo, paz y justica.

Ubicar al otro, al contradictor o al antagónico, nunca fue más claro y necesario, hoy el uribismo no solamente es el enemigo principal para que el país se transforme, también, merece ser derrotado. Vencer todo lo que significa la política de la muerte, las mafias y el fascismo, hoy merece concentrar las mayores voluntades y esfuerzos para lograrlo.

El Pacto Histórico debe ser entendido bajo un sentido de transición para el país lo cual requiere de múltiples actores, alianzas y estrategias; entenderlo testarudamente de forma unidireccional será ir rumbo al fracaso; sin embargo, es clave disputarse esta transición en torno a si será más hacía el centro o si será más hacía la izquierda; allí será clave convertir a las izquierdas en un actor protagónico al corto y mediano plazo, resurgiendo como una posibilidad sería y capaz para Colombia.

El entusiasmo por pensar y diseñar la mecánica electoral no puede dejar de lado las dimensiones para salir de la encrucijada del desarrollo, por esto, es vital la construcción programática. Y con esto, unos horizontes democráticos, de fortalecimiento eficiente de la gestión pública, la reactivación y producción de la economía nacional, junto con la vinculación y garantía de derechos a los sectores más empobrecidos, precarizados y esas minorías excluidas que representan una decadencia del sistema político actual, todo en clave de ofrecerle al país una oportunidad para el futuro, lo cual pasa sin titubeos, por integrar propuestas y horizontes de sentidos anticapitalistas, anticoloniales y antipatriarcales.

Por otro lado, el Pacto Histórico debe significar y encarnar una época, lo cual pasa por reconocer e integrar una generación política emergente y contribuir a la mejor síntesis del sujeto político del cambio para los tiempos que se avecinan. Esto no es una discusión de poca monta, por el contrario, se trata de recrear al interior y fuera del pacto, el sentir y la experiencia de los sectores excluidos a lo largo de la historia, pero también, la de actores nuevos que han brotado en medio de las tensiones nacionales de los últimos años, lo cual pasa por recoger aspiraciones colectivas de sectores académicos, feministas, juveniles, ambientales, entre otras tantas formas de las resistencias sociales y expresiones transformadoras. El pacto debe reflejar experiencia, indignación y futuro.

La sensación de agotamiento y sentimiento de cambio que se expresa hoy, debe estar acompañado de un viraje al interior de las fuerzas vinculadas al pacto, especialmente de las izquierdas, lo cual redunda necesariamente en la posibilidad cierta y real de transformar la política. Profundizar la construcción de métodos eficaces debe estar acompañado de una seria y rigurosa profundización de la democracia; reflexionar sobre los tipos de liderazgos y como se construyen, hoy es vital para la generación de identidad entre quienes giran alrededor de cualquier experiencia política; la transparencia y puesta en marcha de una política abierta para entender que la acción y participación es un universo para todos y todas; y, la construcción de un proyecto que reconozca, recree y active la generación emergente de la paz, la calle y la cual, será la generación de las transformaciones. Cambiar la forma como hasta hoy se ha conocido la política, es la clave de sumar para multiplicar.

Con esto, el Pacto Histórico debe expresarse integralmente en la ocupación del espacio público y en la vida democrática del país; debe ser gobierno, debe ser congreso, debe ser desarrollo, debe ser paz, debe ser justicia, y debe enterrar al uribismo para convertirse en futuro. Y una ocupación del espacio público que se exprese sobre todo en la acción constante, activa y en la calle como escena de las construcciones históricas colectivas y proyectos políticos transformadores. Debe condensar un relato capaz de generar un nuevo sentido común nacional.

El Pacto Histórico es oportunidad y significa cambio, es y significa mayorías, es y significa hacerlo todo, para que todo, no vuelva hacer igual.

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