Una entrevista corta a Carlos Taibo

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Logramos conversar con Carlo Taibo en Sevilla, España. Con su tono pausado pero cargado de profundo contenido libertario, nos habló sobre decrecimiento, ecofascismo y el sur global.  Carlos es un intelectual sencillo y, diría, de los más influyentes en los movimientos decrecentistas, anticapitalistas, antiglobalización y, por su puesto, anarquistas en Europa.

Es autor de veintena de libros donde se destacan: Decrecimientos; En defensa del decrecimiento; El decrecimiento explicado con sencillez; Ecofascismo; Colapso; Ante el colapso; La estela de la guerra en Ucrania; Rusia frente a Ucrania; Marx y Rusia; Anarquistas de ultramar; Repensar la anarquía; entre muchos otros que agotarían las breves páginas de la entrevista.

¿Quién es Carlos Taibo?

Carlos Tabo ha sido durante 30 años profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. Estoy felizmente jubilado, ahora me dedico a dar conferencias y escribir libros. Hay quienes piensan que he escrito más libros de los que debería, y probablemente tienen razón.

¿Qué le apasiona y qué le preocupa?

No quiero que mi respuesta parezca muy solemne, pero me parece que el planeta va mal por no decir que va muy mal y esto significa que lo que se nos echa encima es inquietante, es aún peor que esto que hemos tenido la oportunidad palpar durante décadas. Durante mucho tiempo este argumento, que ya lo tenía en la cabeza, no ha ejercido demasiado efecto en mi conducta cotidiana, pero creo que hoy las cosas están cambiando y empieza a absorber de tal manera que cada día es más difícil llevar una vida normal con ese peso en la cabeza.

Con los libros que ha escrito ¿Cómo dar a entender el concepto de ecofascismo y decrecimiento de manera sencilla?

La perspectiva del decrecimiento nos dice, en esencia, que si vivimos en un planeta con recursos limitados, no parece que tenga mucho sentido que aspiremos a seguir creciendo ilimitadamente. De manera más precisa, señalo que, en los países ricos del norte, inexorablemente, tendremos que reducir los niveles de producción de consumo, pero tenemos que hacer otras muchas cosas: recuperar la vida social, apostar por el ocio creativo, repartir el trabajo, recuperar la vida local, asumir estilos de vida marcados por la sobriedad y sencillez voluntarias.

Ya sé que el concepto de ecofascismos resulta consideradamente sorprendente, estamos acostumbrados a concluir que el prefijo “eco” acompaña siempre a realidades saludables o un poco neutras. Debo recordar, sin embargo, que el Partido Alemán Nacional Socialista —el partido de Hitler— operó un activo grupo de presión de carácter ecológico, que defendía la vuelta al mundo rural, que criticaba las consecuencias negativas derivadas de la urbanización y la industrialización; que postulaba el despliegue de prácticas de corte vegetariano. Todo ello, naturalmente, al servicio de una raza elegida que estaba en condiciones de imponer reglas del juego de obligado cumplimiento a los demás.

Me parece que asistimos a un renacimiento de posiciones que como la de los nazis de hace ochenta años, entienden que en el planeta sobra gente, de tal manera que habría que marginar a quienes sobran, esto ya lo hacen, y probablemente la versión más extrema sería exterminarlos, y ello en virtud de razones fundamentalmente ecológicas vinculadas con el cambio climático o con el agotamiento de las materias primas energéticas.

¿Cómo lee los movimientos geopolíticos de Rusia, Estados Unidos y China, a propósito del decrecimiento y el ecofascismo?

No me resulta nada sencillo responder esa pregunta. Creo que por detrás de la guerra actual en Ucrania hay evidentemente una disputa sobre materias primas energéticas escasas, está la demostración enésima de que no hay imperio bueno: ni los occidentales, ni el ruso, ni el chino. Probablemente se anuncia el final de la globalización feliz al amparo de una diversificación entre las líneas de generación del valor, de un lado y del otro; y más allá de todo lo anterior, se percibe un antiguo proceso de militarización, que yo creo es muy inquietante y que es un problema añadido en un escenario en el que deberíamos apostar precisamente, por lo contrario. Pero no soy mucho más capaz de escudriñar en el futuro.

En la disputa por la escasez de materias primas energéticas que puede llevarnos a un colapso ¿Qué rol juega Latinoamérica?

Bueno, prefiero acogerme por una vez a un argumento moderadamente optimista. Yo sostengo que el colapso, que intuyo, se va a producir y va a golpear de manera más fuerte a los países ricos del norte que son mucho más dependientes de energías y de tecnologías que por definición tienen que llegar de lejos. En muchos de los espacios del sur, también en América Latina, perviven culturas precapitalistas más ajustadas a la lógica del trabajo colectivo y del apoyo mutuo, aunque el colapso será una tragedia para todos. Igual, en este escenario, los países del Sur no van a salir particularmente mal parados. Aunque claro, alguien dirá inmediatamente que el cambio climático golpea fundamentalmente a los países del sur y se traduce en migraciones climáticas cada vez más importantes, con lo cual, bueno admitiré que siendo moderadamente cierto que los más castigados del planeta van a salir mejor parados que los privilegiados pues su situación de origen no es cómoda y a buen seguro que tampoco lo va a ser en el futuro.

¿Cuáles son las alternativas?

Bueno, sigo pensando que la alternativa tiene que consistir en fusionar culturas precapitalistas y proyectos anticapitalistas, que entiendo que es lo que se ha intentado hacer, con todas las carencias y limitaciones que queramos, en Chiapas, al calor del zapatismo, o en Rojava, esa franja de territorios situada al norte de Siria mayoritariamente poblada por curdos, al calor del confederalismo democrático; economías autogestionada y auto cooperativas que recelas de la institución estado, que rechazan por igual el capitalismo liberal y el socialismo de cuartel y colocan a las mujeres en el núcleo del proyecto de emancipación que muestran un empeño singular en preservar sabidurías ancestrales y que exhiben un respeto puntilloso por la naturaleza y sus reglas.

Por último, un mensaje para Colombia

Conozco mal Colombia. Bueno, Colombia es uno de esos espacios en los cuales las culturas de los pueblos originarios conservan capacidades notables en muchos lugares, y yo sigo subrayando que en el norte rico tenemos que aprender mucho de esas gentes, probablemente no en todos los ámbitos, no hay ninguna sociedad perfecta, pero es uno de esos recintos a los que conviene prestar atención porque yo creo que va a provocar respuestas saludables y alegres frente a todas las que ha emitido durante décadas.

Nota: existe un ejemplo que Carlos ha presentado en diferentes espacios académicos y que fue grabado y circulado por redes (anti)sociales que lo ha hecho aún más famoso y se llama la “parábola del pescador”. Recomendado.

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