La Escombrera, un cementerio de impunidad y ausencias

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Imagine por un momento que es usted quien se levanta aturdido una mañana con el sonido de helicópteros que no solo sobrevuelan, sino que disparan a su tejado como en una fuerte granizada. Luego, usted y su familia se resguardan bajo los colchones mientras escuchan tanquetas que se acercan y también disparan.

Ahora ya no se escuchan los helicópteros, y un ligero silencio precede cientos de pasos que marcan los segundos faltantes a la llegada implacable de la muerte.

Golpean fuertemente a su puerta y exigen a gritos que abra. Completamente aterrado mira a su familia y en un gesto inútil les pide que no hagan ruido. Más adelante, sin dificultad, la puerta cae al suelo. Los gritos de su familia no se hacen esperar mientras les arrastran a la calle. Un hombre encapuchado y con uniforme camuflado señala a su hijo mayor, e inmediatamente un grupo de soldados también lo saca. Él está descalzo, no lo pueden llevar muy lejos. Intenta ir tras él pero no le permiten pero no le permiten avanzar.

Pasan dos, tres, cuatro días, y aún no le regresan a su hijo, y desde su ventana ve cómo el mismo encapuchado señala a otros en casas vecinas.

“Se los llevan a la Escombrera”, le dice una vecina días después apenas susurrando. Las noticias publicaban la versión oficial: “se trata de una operación militar legítima que al perseguir a los grupos ilegales, ha devuelto la paz a la Comuna”. Y en el noticiero, el presidente habla de Pacificación y Laboratorio de Paz.

Pasan los días y su hijo no regresa. La incertidumbre y la impotencia le van quemando el alma con el paso de las semanas, los meses y los años.

Seis años después con el vacío aún más presente, ve en las noticias la extradición de alias “Don Berna” y con ella su confesión. Entre todos sus crímenes, el paramilitar menciona La comuna 13, La Operación Orión, la alianza con el ejército, los desaparecidos, las torturas, La Escombrera. No eran historias de terror salidas del desespero por encontrar respuestas. A su hijo se lo llevaron, lo interrogaron, lo torturaron, le hicieron más daño del que es posible hacer, y está rodeado de otras 300 personas que ahora son solo restos, restos de personas que no es posible humillar más, solo enterrándoles en fosas comunes en un basurero.

Su corazón se acelera, cierra los ojos con fuerza y al abrirlos, las lágrimas corren aterradas por tanto dolor. Corre a la Escombrera, que está a unos minutos de su casa, y ve los camiones, vaciando escombros y desechos sobre los restos humanos, lo han hecho por años, arrojan escombros sobre su hijo, lo entierran una y otra vez. No se lo podían llevar tan lejos, se lo llevaron descalzo.

El 13 de Octubre de 2002, como apertura a la Seguridad Democrática, el entonces presidente de Colombia y hoy Senador Álvaro Uribe Vélez, junto a su ministra de defensa y hoy vicepresidenta Martha Lucía Ramíerz, convocaron a mas de 3.000 hombres del ejército, las Fuerzas Especiales Urbanas, la Policía Metropolitana y de Antioquia y el DAS, a la “Operación Orión”, que supuestamente tenía como objetivo, la recuperación de la Comuna 13, dominada por las FARC, el ELN y los CAP (Comandos Armados del Pueblo). Le llamó “Laboratorio de paz”, un laboratorio en el que se experimentó con el miedo, el dolor, la desinformación y hasta hoy, la total impunidad.

Tras la operación que duró 5 días, los habitantes de la Comuna se encontraron retenidos mientras informantes del grupo paramilitar Bloque Cacique Nutibara, literalmente señalaban a los presuntos vinculados con las guerrillas, muchos de ellos aún se encuentran desaparecidos. Se llevaron a cabo 355 detenciones arbitrarias, y más de 39 civiles resultaron heridos tras la arremetida del Ejército por aire y tierra.

Hoy, la cifra de desaparecidos durante el dominio paramilitar en la Comuna 13 entre 2002 y 2003 asciende a más de 300, la confesión del paramilitar Diego Fernández Murillo alias “Don Berna” tras su extradición a los EEUU aseguró la coordinación y planificación conjunta de la Operación Orión entre el Bloque Nutibara y la IV Brigada del Ejército comandada por el entonces General Mario Montoya (el mismo presuntamente vinculado con los Falsos Positivos) quien se encuentra libre. La Escombrera sigue en normal funcionamiento sepultando a los desaparecidos, y con ellos la esperanza de obtener justicia, y las victimas, y las victimas sin respuestas.

Depende entonces de nosotros, seguir enterrando y sometiendo al olvido y la impunidad la historia de la violencia en Colombia, como se da hoy en La Escombrera y como hicieron quienes votaron NO, o reconsiderar posturas, y exigir la puesta en práctica de los Acuerdos ya firmados de manera inmediata, sin retoques y con la plena seguridad de que es lo justo por lo que fue y por lo que viene.

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