Un nuevo gobierno de Álvaro Uribe Vélez en el cuerpo de Iván Duque Márquez

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La gente es superior a las prohibiciones o a las autorizaciones constitucionales. El juicio de la gente está por encima de que una constitución autorice o prohíba la reelección: Uribe en Entrevista a la BBC en 2004.

Para explicar mejor las consecuencias de elegir a Iván Duque como presidente de Colombia toca recordar lo que significaron los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010).

Álvaro Uribe Vélez no tiene respeto por los pesos y contrapesos institucionales propios del Estado de derecho. Atacó de manera sistemática la división de poderes y fortaleció el poder ejecutivo en contravía de la descentralización y autonomía del Congreso y las Cortes mandatadas por la constitución de 1991.

El referendo del 2003 que impulsó el Uribe buscaba facultades especiales para el presidente, por ejemplo, no pedir permiso al Congreso para varias temáticas estructurales en la gestión de las instituciones del Estado. Este referendo también lo llevó a un enfrentamiento mediático con el consejo nacional electoral sobre el censo necesario para la aprobación del referendo.

Lo cierto es que a pesar de ese golpe institucional que se adelantó usando un mecanismo democrático aprovechando su alta favorabilidad, su referendo fracasó por las fuerzas vivas de la nación que se organizaron para atajarlo, obligando a Uribe a plegarse a las exigencias corruptas y clientelares de la clase politiquera tradicional en función de cambiar las reglas de juego de nuestra endeble institucionalidad a favor de él mismo.

En esta vía la cereza del pastel fue la reforma constitucional que permitió la reelección en el 2005 y su reelección en el 2006 que le facilitó – al igual que a Juan Manuel Santos (2010-2018) – influir en la elección de magistrados en las altas cortes y de las cabezas de los organismos encargados de vigilarlo según el mandato de la Constitución de 1991. Esta reforma fue a su favor entre otras cosas porque no se permitió a gobernadores o alcaldes en ejercicio ser candidatos como el siendo presidente.

Las investigaciones del poder judicial sobre la “parapolítica” en el segundo periodo de Uribe (2006-2010) fueron posibles ante todo porque la Corte Suprema de Justicia era la única jurisdicción de la rama judicial en donde el gobierno no tenía mayoría. La parapolítica provocó una persecución abierta del gobierno de Uribe a la Corte Suprema en diversos frentes, desde escuchas ilegales del DAS, filtraciones a la prensa de chismes de supuestas relaciones de magistrados con el narcotráfico y las guerrillas, hasta denuncias del gobierno a magistrados de la Corte en la comisión de acusaciones de la Cámara de Representantes controlada por el presidente. En la parapolítica estuvieron investigados 107 congresistas y 500 políticos regionales entre gobernadores y alcaldes, 60 congresistas fueron encarcelados, sus mayorías en el congreso.

La tensión con esta corte se mantuvo hasta el fin de los dos gobiernos de Uribe ya que la máxima jurisdicción del poder judicial no aceptó los sucesivos postulados del gobierno para el cargo de fiscal general de la nación ante la evidencia de su falta de independencia, experiencia y dependencia al presidente Uribe.

En los 8 años del gobierno de Álvaro Uribe Vélez se persiguió a candidatos rivales, se excluyó a partidos políticos, se acosó a periodistas críticos del gobierno, se intimido a votantes a través de los grupos paramilitares que en todo el país estaban confederados en las Autodefensas Unidas de Colombia con Carlos castaño a la cabeza. Muchas personas del círculo íntimo del hoy senador Álvaro Uribe Vélez han estado involucradas directamente con el paramilitarismo colombiano, incluyendo a su hermano Santiago y su primo Mario.

No olviden que apenas empezó en el 2002 sus gobiernos, Uribe declaró el estado de conmoción interior y lo llegó a renovar por dos ocasiones hasta que la Corte Constitucional le impidió una tercera, en las mal llamadas zonas de rehabilitación que creó el gobierno durante esos periodos de conmoción, las fuerzas militares tenían poderes extraordinarios sin las restricciones del control civil, se prohibió la entrada de periodistas extranjeros sin previo permiso del gobierno, los militares realizaron allanamientos, arrestos e intervenciones telefónicas sin orden judicial. En la misma línea de esas declaraciones de conmoción interior su intento de imposición de un estatuto antiterrorista con su congreso de mayorías paramilitares busco sin éxito otorgarle facultades de policía judicial a las fuerzas militares tal cual como en los regímenes fascistas de la primera mitad del siglo xx.

La Política de Seguridad Democrática como columna vertebral del Álvaro Uribe Vélez presidente no distinguía entre combatientes y no combatientes, empujando a la unanimidad ciudadana en torno a la autoridad encarnada en la figura de Uribe y en contra del enemigo terrorista. El discurso maniqueo – pero exitoso – de Álvaro Uribe Vélez sigue dividiendo a la sociedad colombiana entre sus amigos y sus enemigos. Para el uribismo son aliados del terrorismo defensores de derechos humanos, periodistas y académicos críticos, miembros de organizaciones de izquierda y/o oposición y hasta magistrados de las altas cortes.

Bajo la misma línea de su lógica amigo-enemigo justificó el hostigamiento, persecución e interferencia de las comunicaciones a través de procedimientos ilegales – las llamadas “chuzadas” – de todo aquel que oso criticar al presidente Uribe siendo esta – además de todas las personas contrarias al gobierno que terminaron encarceladas por montajes judiciales, torturadas o asesinadas por grupos paramilitares y/o fuerzas oscuras – la actividad más contraria a lo que debería ser nuestra democracia con Uribe en el gobierno.

La manipulación política durante los gobiernos de Uribe siempre estuvo orientada a producir incertidumbre y miedo para el control autoritario. El presidente subordinó a los medios de comunicación formalmente independientes, implementó sus mal llamados consejos comunitarios y reivindicó una y mil veces el tal “Estado de opinión”. La mayoría de los actos de corrupción y criminales en los que se vio envuelto el gobierno Uribe no salpicaron la popularidad del presidente porque la crítica solo se veía en algunos medios escritos mientras que la mayoría de la ciudadanía colombiana se mantuvo desinformada por la radio y la televisión gobiernista. Los pocos espacios de opinión radial y televisiva se convirtieron en espacios de resonancia de la propaganda gubernamental.

El caso más grave en cuanto a la subordinación de los medios y la persecución al periodismo critico fue el cierre de la revista Cambio a raíz de las revelaciones que hicieron sobre la corrupción del programa Agro Ingreso Seguro que Uribe uso para “pagarle” a familias de terratenientes su apoyo para mantenerse en el poder. Es gravísimo que durante la campaña presidencial actual el hoy senador Uribe amenazó con revisar si su partido llega al gobierno con Duque a revisar la concesión del Canal 1 por ser este crítico del uribismo.

Durante la ofensiva del 2004 en contra de las Farc denominada por el gobierno y las fuerzas militares “Plan Patriota” se vetó la presencia de periodistas en las zonas de conflicto lo que permitió violaciones a los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario en perjuicio de la población civil.

El gobierno Uribe “chuzó” al periodista Hollman Morris, Claudia Julieta Duque, Ramiro Bejarano, Alejandro Santos, Norbey Quevedo, Félix de Bedout, Carlos Lozano, Dario Arizmendi, Juan Luis Martínez, Salud Hernández, Julio Sánchez Cristo y Jineth Bedoya. La secretaría de prensa del gobierno Uribe creo un “manual de estilo” con una fuerte carga ideológica en donde por ejemplo les impedía a los periodistas hablar de intercambio humanitario y prisioneros de guerra sino de acuerdo y secuestrados.

No podemos olvidar los mal llamados “falsos positivos” en donde la fuerza pública teniendo en cuenta que la política de seguridad democrática media resultados por el número de guerrilleros asesinados, mato a más de 10 mil jóvenes en todo el país que nada tenían que ver con las guerrillas y los hizo pasar por guerrilleros “caídos en combate”. El caso más emblemático fue el de las madres de Soacha que hasta el día de hoy siguen exigiendo justicia. Álvaro Uribe Vélez como presidente y Juan Manuel Santos como su Ministro de Defensa son los directos responsables de esta masacre.

Ahora hablemos de un posible gobierno de Iván Duque Márquez: primero, yo no creo que tenga el carácter que algunos/as han querido proyectar igualándolo a la horrible noche que fue el gobierno de Pastrana y los gobiernos de Uribe (1998-2010). Aunque un gobierno de Duque no será igual, si será desastroso para nuestros ideales democráticos y republicanos que no hemos terminado de consolidar en Colombia, entre otras cosas por la evidente subordinación del hoy candidato presidencial al senador electo.

No es lo mismo el Uribe de esos tiempos oscuros con 80% de favorabilidad y que tenía los votos para ganar en primera vuelta a su tercer intento de títere que después de ocho años de ser expresidente solo tiene el 39% de los votos. El uribismo se extinguirá por una simple cuestión generacional si las fuerzas alternativas no tienen la altura histórica para agotarlo con su propia acción política responsable y para nada personalista.

Lo que sí creo es que Duque tiene dos opciones: ser un títere del innombrable o ser independiente y construir su propio camino como lo hizo Santos. En ambos casos nos espera un desastre institucional que solo puede llevar en un ejercicio coherente de la política para el bien común de nuestra sociedad a unir en una sola plataforma los votos de Petro, Fajardo y de la Calle que sumaron el 51% de la votación en primera vuelta.

La sola propuesta de unificar las cortes – tomar el control de la rama judicial – para enterrar las investigaciones que le han adelantado en la máxima jurisdicción de la rama al hoy jefe máximo del centro democrático seguramente será una motivación para que la «polarización» – en un eventual gobierno de Duque – se profundice y las diferencias se marquen mucho más de lo que ha ocurrido en estas elecciones, algo que personalmente me parece sano para nuestra endeble democracia, pues estaremos en riesgo real de una dictadura del siglo xxi o como los mismos personajes del Centro Democrático han calificado una democradura. El extremo centro murió como estrategia electoral en el momento en que Fajardo no pasó a segunda vuelta

Por otro lado, teniendo en cuenta que en esta segunda vuelta precisamente por ese 51% de la votación prácticamente al otro día y muy rápidamente lo más rancio, politiquero, corrupto, clientelista y tradicional de la oligarquía colombiana corrió hacia la campaña de Duque para atajar la posibilidad de un gobierno diferente a lo que hemos tenido en toda nuestra vida republicana es muy seguro que – si llega a la presidencia – lo primero que hagan es cobrarle con puestos y presupuesto su apoyo. Ahí solo tendremos peleas y trapitos al sol tal cual como ocurrió cuando la “unidad nacional” de Santos hizo aguas en la medida en que se acercaban las elecciones. Esa coalición antipetro está pegada con babas, al igual que la Coalición Colombia.

De lo más grave es la intención expresa de hacer trizas el acuerdo de paz con las Farc y acabar con el diálogo abierto con el Eln. Ahí seguramente tendremos 4 años en donde el proceso de cierre de nuestro conflicto armado se marchitará y se reciclará en algo mucho más sangriento que lo que hemos vivido hasta ahora y que se nos saldrá de las manos como país adquiriendo matices regionales peligrosísimos para la viabilidad del estado derecho en nuestro territorio. Solo Gustavo Petro está entendiendo hoy el riesgo que significa para nuestro país que los carteles mexicanos estén asumiendo el control territorial directo de las zonas cocaleras ante la ausencia de las Farc. Es este punto de la profundización del conflicto armado el que debería generar pánico económico en un gobierno de duque ya que las empresas y la inversión extranjera buscaran países en paz para establecerse mientras duque al igual que su patrón usara el conflicto para justificar todas sus derivas autoritarias hacia la democradura mientras manda a matarse a la juventud colombiana en las selvas de Colombia.

Duque con las dos opciones que tiene seguramente será una versión con hormonas de Peñalosa, torpe, clasista, conservador y con un nivel de ejecución tan bajo que prontamente nos daremos cuenta que su imagen de técnico y renovador era un cuento chimbo. El uribismo viene con toda a tomarse a Colombia y como ocurrió durante los gobiernos de Uribe solo las fuerzas vivas de la nación serán dique de resistencia ante la incertidumbre, el dolor y la violencia que florecerán nuevamente.
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Shameel Thahir Silva | @ShameelThahir | Amigo de la casa Hekatombe.
Politólogo y Magíster en Estudios Políticos Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Colombia. Ciclista urbano. Enamorado de Bogotá y con ganas de servirle a su gente. Preocupado por un país en donde quepamos todxs.

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