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Enrique Dussel: el partido político y organización de la base

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El partido político debería ser como el árbol cósmico maya, que hunde sus raíces en el mundo del Hades, que crece como un robusto tronco sobre la superficie de la tierra y que tiende su follaje en el amplio cielo. De la misma manera, el partido político debería nutrirse participando en las luchas sociales de los movimientos populares, desarrollando la organización de la sociedad civil, para cumplir su función propia en la sociedad política o el Estado. (…)

el partido político debería nutrirse participando en las luchas sociales de los movimientos populares, desarrollando la organización de la sociedad civil, para cumplir su función propia en la sociedad política o el Estado.

Entre la burocracia y los ciudadanos hay que crear una estructura organizacional en la que consista la vida cotidiana del partido, de donde se nutra y surjan los dirigentes y los candidatos a cargos electivos del partido, donde se actualicen los principios y se decidan las estrategias. Para ello hay que idear una regeneración completa del partido, partiendo de lo que con frecuencia se denomina el «comité de base». Si en el país hay más de 100 mil casillas electorales (número que indica una cierta distribución poblacional), habría que alcanzar más de 100 mil «comités de base», a fin de no de estar desprevenidos en la próxima elección para cumplir funciones electivas, sino de vivir cotidianamente en su lugar territorial, junto a la comunidad de vecinos simpatizantes, el posible compartir las vicisitudes de la acción política de los ciudadanos más conscientes de sus obligaciones. 

habría que alcanzar más de 100 mil «comités de base», a fin de no de estar desprevenidos en la próxima elección para cumplir funciones electivas, sino de vivir cotidianamente en su lugar territorial, junto a la comunidad de vecinos simpatizantes, el posible compartir las vicisitudes de la acción política de los ciudadanos más conscientes de sus obligaciones.

El «comité de base» es la comunidad partidario-política primera, en donde el cara-a-cara de la democracia directa es posible, en donde la participación personal permite conocer al otro ciudadano e ir considerando los avances teóricos y prácticos del grupo semana a semana. Entre la impersonalidad de la entusiasta concentración multitudinaria y la soledad del hogar singular, se encontraría una institución política donde las relaciones públicas cobrarían rostro, nombre, fraternidad.

(…) Para ello sería necesario lanzar toda una campaña de repensar los principios del partido, teóricamente. En efecto, la izquierda desde 1989 ha quedado desnuda ideológicamente. Todos los miembros de un partido de izquierda tienen sólo el recuerdo de una teoría estudiada anterior a esa fecha, la de la «caída del muro de Berlín». Después, el partido no ha entrado en discusión teórica. Más: la mayoría de los miembros desconfía de la teoría. Sin embargo Lenin había dicho que «sin teoría no hay revolución». Yo diría hoy: «Sin teoría no hay partido político». Y sin organización tampoco. Es que la teoría y la organización se tocan: una impulsa a la otra. La organización, en primer lugar, es la reunión de los miembros del partido en la reflexión teórica sobre lo que deben hacer. 

Ese momento teórico del «comité de base» es el momento organizacional esencial. Desde el momento en que comienza a haber un consenso teórico en torno de ciertas tesis políticas fundamentales, la organización de los miembros puede sostenerse y crecer. En realidad lo que crece es una convicción de que un cierto diagnóstico teórico y práctico de la realidad política de México puede permitir una acción política concertada para transformar las instituciones en vista de una mayor felicidad del pueblo. La teoría y la estrategia organizacional van unidas.

La constitución de millares de «comités de base» invertiría la corrupción de la parcelación del poder por cuotas de tribus, y daría lugar a una auténtica democracia de la base, que elegiría sus representantes reales a todas las instituciones internas del partido.

(…) La afiliación es una acción correcta, pero como resultado de la organización de millares de «comités de base» que culmine, después de hacerse cargo de los principios (…). La constitución de millares de «comités de base» invertiría la corrupción de la parcelación del poder por cuotas de tribus, y daría lugar a una auténtica democracia de la base, que elegiría sus representantes reales a todas las instituciones internas del partido. Por el momento, la burocracia del partido está «agarrada» desde arriba a la brocha, sin comunidad de base que la haya realmente elegido. Son representantes sin representados.

Alguien podría indicar que es imposible organizar un partido a partir de la formación de miles de «comités de base» (tantos como casillas electorales). Sería imposible si la acción la emprendieran personas singulares, sin imaginación organizativa suficiente, y sin una voluntad en la empresa que se definiera como prioridad absoluta de vida o muerte del partido.

Es que, dada la situación política, el andamiaje de las estructuras del poder, el monopolio de los medios de comunicación, un partido progresista no puede confiar en el error de sus oponentes, ni en sus debilidades, o en milagros que le beneficiarán. Sólo debe confiar en sus propias fuerzas, y éstas se logran organizándose. Pero esto supone una restructuración completa del partido, que debe usar sus pocos recursos de manera eficiente para lograr el máximo de frutos.

La organización de millares de «comités de base» supone definir correctamente en qué consiste un tal comité (…), cómo transcurre su vida cotidiana, cómo se estructuran sus reuniones, cómo se planifica el contenido de los encuentros semanales, quiénes elaboran y entregan los materiales (…) dentro de una sucesión progresiva para las reuniones durante todo un año (…), y tantos otros aspectos que hay que saber anticipar.

Esto supone una tarea de ninguna manera cumplida hasta el presente, donde la formación teórica no ocupa ningún lugar relevante en el partido, y que despreciada se nombran personas no aptas para esta difícil tarea. Si los dirigentes del partido tuvieran una evaluación mínima teórica, pocos pasarían dicha evaluación. Por ahora la política es un «estira y afloja» entre tribus y no como «noble oficio de la política».

Comencemos entonces por bosquejar la cuestión. Los comités de base son del partido y no de las tribus. Participan afiliados al partido y simpatizantes no afiliados (aunque los afiliados puedan ocupar cargos de representación). Se organizan territorialmente (…), o por funciones (…). Cada «comité de base» tiene un nombre y un número (según las casillas). Nombra sus autoridades y se relaciona horizontalmente con todos los otros «comités de base» a la manera de una red, por computadora (…). Las reuniones son semanales, al anochecer, después del trabajo, en salones públicos o privados, políticos o civiles, atrios de iglesia o clubes, garajes particulares o casas habitación. El «lugar» es abierto, ciudadano, público en cuanto a su asistencia, abierto a todo simpatizante. Se trata de que todo ciudadano pueda «enterarse» personalmente de la vida política del país y de participar activamente de manera concreta en dicha vida. La impersonalidad impotente deja lugar a una acción concreta que llega a la conciencia ético-ciudadana de cada agente político, de cada ciudadano.

La reunión tiene tres momentos. Uno teórico de estudio (por ejemplo 40 minutos). Los miembros del «comité» se distribuyen las exposiciones de un libro, artículo o material disponible en Internet y propuesto por el equipo responsable nacional y/o estatal de formación. Este equipo de formación debe ser de ciudadanos realmente cultivados en teoría política (profesores o alumnos aventajados de ciencia política, en historia, filosofía, etcétera, que realmente hayan recibido una formación mínima, pero necesaria). Para la formación de estos equipos debe haber seminarios permanentes de «teoría política» del partido, para formar no sólo los equipos estatales, departamentales, municipales, sino los «monitores» (o que generan y desarrollan la discusión) en cada «comité de base». Estas escuelas de cuadros permanentes deberán depender de una escuela de cuadros nacional, con un equipo de profesores de lo mejor que haya en el país, de entre sus grandes intelectuales que son simpatizantes (no necesariamente miembros afiliados) del partido.

Estas escuelas de cuadros permanentes deberán depender de una escuela de cuadros nacional, con un equipo de profesores de lo mejor que haya en el país, de entre sus grandes intelectuales que son simpatizantes

Esto supone una tarea de ninguna manera cumplida hasta el presente, donde la formación teórica no ocupa ningún lugar relevante en el partido, y que despreciada se nombran personas no aptas para esta difícil tarea. Si los dirigentes del partido tuvieran una evaluación mínima teórica, pocos pasarían dicha evaluación. Por ahora la política es un «estira y afloja» entre tribus y no como «noble oficio de la política».

Un segundo momento de la reunión semanal del «comité de base» sería un análisis coyuntural de la vida política del país, estado o municipio (unos 40 minutos). (…) En este punto, igualmente, el equipo nacional, estatal o municipal podría entregar unas pocas páginas (en la web del organismo nacional de los comités de base) de su análisis, que el comité podría discutir y adoptar el suyo propio. La base aprendería a tener su propio análisis coyuntural cotidiano, semanal, mensual, anual, sexenal.

Un tercer momento consistiría (unos 40 minutos igualmente) en definir acciones concretas. Visitas a huelguistas, a manifestantes, a hospitales, sindicatos; organización de campañas, publicación de boletines, etcétera. En la acción conjunta los miembros del comité de base aprenderían a transformarse en militantes políticos, sin ser profesionales. Ciudadanos activos de la sociedad civil a través del partido. Si hubiera 130 mil «comités de base», con unos 15 miembros cada uno en promedio, su presencia en la vida política sería irreversible. El tal partido no debería contar con otros medios, o al menos debería contar menos y podría hacerse presente de manera inmediata y organizada en todos los actos.

Sobre la carta de María Jimena Duzán al presidente

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María Jimena Duzán publicó una carta para el presidente Gustavo Petro, en la que le dice que confiese que tiene una adicción. Cuanto más avanzaba en la lectura de los pantallazos que me enviaron por Whatsapp, más me sorprendía, porque ella lanza una serie de premisas que parecen sacadas de un libro de evangélicos extremistas, de hecho me acordé de la cuarta temporada de Stranger Things, cuando empiezan a perseguir a Eddie Munson porque creen que él es el culpable de los asesinatos en Hawkins, solamente por jugar Calabozos y Dragones, ser mechudo y escuchar metal.

Así que, si tienen dudas sobre sus adicciones, en línea con María Jimena Duzán, les propongo una serie de preguntas para identificar cómo están y de paso confiesen, como insiste la inquisidora:

  1. ¿Cuando hace publicaciones en redes sociales, a veces se come tildes, el punto final o pone una letra adicional?
  2. ¿Llega tarde a reuniones de trabajo, familiares o con las amistades?
  3. ¿A veces siente que su trabajo es muy pesado?
  4. ¿Así tenga un puesto ‘importante’ en una empresa es consciente de que no puede hacer cambios de fondo?
  5. ¿Ha sido víctima de chismes en el trabajo?
  6. ¿De vez en cuando se cansa de las redes sociales y deja de publicar por dos días seguidos?
  7. ¿Come de afán o mal por culpa de su trabajo?
  8. ¿Es malo para sacar excusas que justifiquen por qué no quiso ir a una reunión?
  9. ¿Le pasa como a mí que le dan ganas de tomarse un vinito un martes a las 10 AM porque el trabajo es muy pesado?
  10. ¿Sufre de acoso laboral? ¿Algunas personas en su trabajo viven criticando y atacando todo lo que usted hace?

Si la respuesta a la mayoría de las preguntas es sí, según Duzán, usted tiene una adicción; para mí, que tampoco soy experta pero he tenido que vivir en ambientes laborales hostiles, usted lo que tiene es el cansancio normal por causa de un trabajo tóxico.

A estas alturas del partido hacer ese tipo de acusaciones está mandado a recoger y en las columnas de opinión también hay que tener un grado de responsabilidad con lo que se afirma, a menos claro, que sean publicaciones de Semana. 

Entiendo que la autora del análisis puede tener dos fuentes importantes de ingresos, la primera con los contenidos periodísticos que realiza, y la segunda con la monetización en redes de esos mismos contenidos, también comprendo que esos productos van a monetizar mejor si se viralizan gracias a la polémica que generen, pero Maria Jimena, con todo, hasta para la economía del rebusque hay límites.

Contentillos Históricos

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Hace unos días conté que votaría tres veces Pacto Histórico, y las razones por las que tomé esta decisión. Los resultados me llevan a hacer dos comentarios generales sobre lo que pasó en las elecciones, que se suman a los muchos que ya circulan en redes sociales.

1. La importancia de la autocrítica

En la mayoría de las “autocríticas” que he visto, por lo menos para el caso de Bogotá, el análisis se basa, en lo fundamental, en los obstáculos externos: culpan a la gente que votó mal, a la campaña sucia y cosas así; son una suerte de ‘exocríticas’. Tal vez creen que la ropa sucia se lava en casa, y ya han hecho balances más serios sobre los resultados de las elecciones, lo que para mí, representa dos problemas, el primero es que da la impresión de que el Pacto no se toma en serio las cosas; y el segundo es para quienes no estamos dentro de las agrupaciones, porque nos enteramos después con chismes condicionados con un: “vamos por un café, te cuento y conspiramos”.

un candidato a la alcaldía que tenía ganas de cualquier cosa, menos de ser alcalde; de la selección de un candidato solamente porque es famoso, no por ser un cuadro político; de cómo candidatas y candidatos al concejo, que no tenían la más remota opción de ser elegidos, le metieron más la ficha a la campaña que ciertas personas

En realidad no sé si aplique la palabra ‘autocrítica’ porque no soy militante de ninguno de los partidos que hacen parte del Pacto Histórico. Hace un tiempo me afilié a la Colombia Humana, en agosto me dio por revisar y me dí cuenta que no aparezco en el sistema, pensé que de pronto era por doble militancia, pues hace una vida estuve afiliada al Polo Democrático, así que envié un correo para preguntar por mi estado en dicho partido y resulta que no existo.

Tal vez ese sea uno de los síntomas del problema, el desorden, que no es algo nuevo, viene de tiempo atrás. Si es así con algo tan sencillo como una afiliación en dos agrupaciones diferentes, es fácil entender por qué la inscripción de las y los candidatos salió mal. Esto era un indicio del caos, y cómo no, listas enteras del Pacto Histórico se quedaron sin los avales, es decir, muchos municipios no tuvieron la posibilidad de elegir candidaturas de la coalición de sectores alternativos por puro y físico desorden. 

Es una especie de autosabotaje. Como cuando todo está saliendo bien y una hace algo para dañar lo que va viento en popa. Así pasó con el Pacto Histórico, la coalición pone presidente y luego la coalición ayuda a torpedear la posibilidad de gobernar en departamentos y municipios.

listas enteras del Pacto Histórico se quedaron sin los avales, es decir, muchos municipios no tuvieron la posibilidad de elegir candidaturas de la coalición de sectores alternativos por puro y físico desorden. 

En este momento el Pacto Histórico debería enfocarse en ser hegemonía, y eso no se logra con las pocas curules que el partido de gobierno consiguió, ni mucho menos sin autocrítica. Estos elementos deberían estar presentes en todos los análisis, no solo el contentillo de “fuimos la mayor fuerza votada en tal localidad”.

Las autocríticas no deben estar acompañadas de palmaditas en la espalda, ni de eufemismos, hablemos claramente, por ejemplo, de un candidato a la alcaldía que tenía ganas de cualquier cosa, menos de ser alcalde; de la selección de un candidato solamente porque es famoso, no por ser un cuadro político; de cómo candidatas y candidatos al concejo, que no tenían la más remota opción de ser elegidos, le metieron más la ficha a la campaña que ciertas personas; de congresistas que solo funcionan para posar en cámaras y cazar tendencias en redes sociales; de la culpa de los líderes de las agrupaciones políticas que hacen parte del Pacto para no garantizar un proceso eficiente de avales; de cómo ciertas facciones sabotearon innecesariamente las listas a ediles en varias localidades de Bogotá; de las curules heredadas; de la poco democrática construcción de las listas cerradas; de los goles que se meten en esas listas; del desinterés de los cuadros políticos; o el desinterés de consolidar el proyecto político en Bogotá.

2. Sobre los cuadros

Hace mucho, mucho tiempo, las organizaciones políticas tenían básicamente tres prioridades: organización, capacitación política y acción política. Parece que eso ya  no está en onda, especialmente lo de la capacitación, lo que me parece muy mala onda.

Un cuadro político es una persona que tiene una militancia comprometida, o un compromiso decidido con la agrupación a la que pertenece; cumple las tareas designadas y se destaca por su preparación política. Los cuadros juegan un papel decisivo en el éxito de los partidos.

Tengo la sensación de que no es una prioridad la formación y visibilización de cuadros políticos, es decir, cualificar a su militancia para que no solamente vote en elecciones, sino para que contribuya al crecimiento y fortalecimiento de las agrupaciones políticas, y cuente con la capacidad de ser gobierno.

Un cuadro político es una persona que tiene una militancia comprometida, o un compromiso decidido con la agrupación a la que pertenece; cumple las tareas designadas y se destaca por su preparación política. Los cuadros juegan un papel decisivo en el éxito de los partidos.

En cambio, a ratos parece que hay un ambiente de antiintelectualismo que es reivindicado por algunas personas que apoyan al Pacto Histórico, lo que es sorprendente teniendo como una de sus figuras principales a un tipo ñoño que puede nombrar en una frase a Mao y Proust, así, casual. Esa militancia despreocupada por la cualificación puede ‘defender’ algunos temas que no estén acordes con los principios del Pacto; o justificar cosas injustificables, como votar por el Pacto a la alcaldía, Cambio Radical al concejo y por el Partido Conservador a la JAL porque el candidato es una buena persona.

Es común que representantes de las derechas tengan ideas cortas y hagan extrañas maromas argumentativas, como las de Polo Polo, Jota P Hernández o Carlos Felipe Mejía, sin embargo, en los sectores alternativos no debería ser así, la cualificación debe ser el primer punto de la agenda. Que si alguien se inscribe, de una vez le llegue un correo con el programa, unos videos introductorios y el plan de estudios.

Además de la formación de cuadros, es importante visibilizar, fortalecer, creer en los que ya están y los que van saliendo. No es un tema menor, pues está más que comprobado que los sectores ‘alternativos’ y las izquierdas no votan por el que diga Petro, ya lo vivimos con las candidaturas de Hollman Morris y Gustavo Bolívar, en el caso del primero se trataba de un triple esfuerzo, darlo a conocer, formarlo políticamente más allá de las intuiciones progres, y el rechazo generalizado por parte de un significativo grupo de mujeres que apoyaban la propuesta política; en el caso del segundo, ya tenía la fama, pero por más que se preparara sobre la marcha no fue suficiente. 

Es común que representantes de las derechas tengan ideas cortas y hagan extrañas maromas argumentativas, como las de Polo Polo, Jota P Hernández o Carlos Felipe Mejía, sin embargo, en los sectores alternativos no debería ser así,

Parece que hay cierta confusión entre cuadro e influencer, tener miles de seguidores no es sinónimo de formación política, criticar al uribismo en videos de Instagram no implica claridad política, trinar muchas veces al día no es garantía de buen desempeño o de gestión. 

El Pacto Histórico no puede seguir siendo una sombrilla de avales para los amigos y conocidos, que se activa solamente y de forma desordenada cada vez que hay elecciones, si sigue actuando así, va a ser prácticamente un hecho que la derecha va a volver más fuerte a gobernar.

Posdata uno: no todos los que están en el congreso son cuadros, no todos los cuadros están en el gobierno, y no todos los que se creen cuadros son cuadros.

Posdata dos: tristemente en estas elecciones a la alcaldía de Bogotá había dos buenos candidatos que sí son cuadros.

Posdata tres: a pesar de todo, Gustavo Bolívar habría sido un buen alcalde.

Posdata cuatro: en esta jornada electoral aplica la opinión de Paris Geller sobre las elecciones en Chilton, “la gente prefiere votar por un idiota, que por alguien que haga el trabajo”.

Confesiones electorales

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Como no soy una figura pública, ni he ocupado puestos importantes, pensé que eso de anunciar el apoyo para la alcaldía, el concejo y la JAL, sacando un comunicado o un video,  no era necesario. Sin embargo, el domingo con sorpresa recibí el siguiente mensaje: “Oye, ¿no vas a publicar a qué candidatos apoyas?”, así que después de darle vueltas al asunto y de pensar que en unos años alguna señora en Carulla me va a pedir consejo, aquí va la respuesta.

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No creo que sea bueno para Bogotá que llegue a la alcaldía una persona que esté convencida de que ese cargo le corresponde por derecho de nacimiento, como si se tratara de un título nobiliario.

Galán aspira a la alcaldía de Bogotá con todos los respaldos que se ganó mientras era integrante de Cambio Radical, partido del que también fue presidente y en el que estratégicamente no hizo nada para evitar los avales a personas que actualmente están presas por corrupción y parapolítica, como señala Ariel Ávila, personalidades como Oneida Pinto, Kiko Gómez o los herederos de La Gata.

No es un secreto que Carlos Fernando se hizo un nombre, llegó al Senado, y aspiró varias veces a la alcaldía, representando siempre al partido de las constructoras y de la corrupción, sin embargo, ahora posa de independiente y prístino,tanto que hasta da la impresión de que puede tirar la primera piedra, y todo eso gracias a una buena estrategia de campaña que ha estado alimentando desde hace años. Con todo esto, me tranquiliza saber que no sufro de memoria corta.

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Tampoco creo que la ciudad se merezca a un man que se levantó envalentonado un día diciendo “won, quiero ser alcalde cueste, lo que cueste”,  así eso signifique pactar con el diablo.

Si yo fuera del Centro Democrático, y creyera que una microempresa puede competir con una multinacional, saldría a votar por Oviedo, pero como soy realista, no votaré por una persona que se dice técnica y que apenas puede justificar sus propuestas con cifras. Yo voto por propuestas, no por colores brillantes, ni por frases vacías. 

Dice que es independiente, pero es otra ficha de las maquinarias electorales de la derecha, no en vano ha estado en diálogos con Germán Vargas Lleras, uno de los principales dirigentes de Cambio Radical, si, el mismo de Carlos Fernando Galán y de Rodrigo Lara.

También conocemos los resultados de tener en la alcaldía a una persona que solamente busca alimentar su ego, que se presenta como independiente, cuando en realidad está amarrada a las maquinarias de ayer, hoy y siempre. Lo hicieron Enrique Peñalosa, Claudia López, y lo hace Daniel Oviedo.

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No voy a votar por un candidato así me parezca guapo e inteligente, y en los debates sea salvaje pero elegante. Si, tengo un crush con Rodrigo Lara.

Me encanta cuando ataca a Galán y hace esa mueca soberbia porque sabe que lo descompone, pero esa no es razón suficiente para apoyarlo. Rodrigo también está en la moda de los independientes, lo novedoso es que no se presenta como de ‘centro’, sino como ‘socialdemócrata’.

Lara también hizo parte de Cambio Radical. Es bien sabido que su padrino político era Germán Vargas Lleras y que en el momento en que el partido avalaba parapolíticos y corruptos, guardó silencio. Gracias a Cambio Radical se hizo a un nombre, fue representante a la Cámara, Senador y ocupó un puesto importante en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

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No me convence eso de votar por candidatos que se dicen independientes, cuando en sus hojas de vida aparecen partidos como Cambio Radical y Centro Democrático, tal como pasa con Galán, Lara y Oviedo.

Concuerdo con Rodrigo en la importancia de la sinceridad en los apoyos. Galán, Oviedo y Lara, así se vean como señores jóvenes, independientes y frescos, son herederos de esos partidos que los han ubicado en puestos estratégicos. No importa que renieguen de su pasado o intenten lavarse las manos de puertas para afuera, porque tras bambalinas la historia es otra.

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En cambio, sí creo que Bogotá debe ser pensada como un proyecto de ciudad, entendiendo su complejidad; lejos de venderla al mejor postor, de las estructuras clientelares, de cifras acomodadas para justificar lo injustificable, o de falsos independientes.

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Yo voté por un proyecto de país que, dentro de lo posible, se saldría del camino conservador, elitista, bogotacentrista, racista y machista. En este año largo de gobierno he visto cambios y resultados, a pesar de los constantes ataques y el saboteo permanente de los poderosos. 

En esa misma línea también voy a votar por un proyecto de ciudad que se aleja de Peñalosa y de Claudia, que plantea propuestas realizables y tiene visión de futuro. Que nos da la garantía de no quedar atrapadas en medio de negocios de constructoras, ni de vehículos.

Voto por la garantía de la protección de la estructura ecológica principal de la ciudad, por un gabinete paritario, por la alimentación escolar los 365 días del año, por la atención inmediata del delito, y también por su prevención, por la democratización del disfrute a la ciudad, por la independencia económica de las mujeres con el subsidio al desempleo.

Debo decir que Gustavo Bolívar no es mi candidato favorito, y que la candidatura de mi preferencia no pasó la encuesta interna, dicho eso, con mucha honestidad digo que mi voto es por el proyecto de ciudad progre, amplia y democrática que propone el Pacto Histórico.

Por eso, el 29 de octubre votaré tres veces Pacto, ojalá ustedes también.

Posdata uno: antes de pedirme objetividad, le cuento que en este artículo digo que voy a votar por un candidato y expongo mis razones para hacerlo.

Posdata dos: no nombré a Robledo porque él está tan desdibujado, que Liliana Castañeda, candidata al concejo, prefiere sacar vallas con Jennifer Pedraza y no con el ex senador que hizo más debates en el congreso, basta ver la que está en la 53 con 30.

Posdata tres: el fin de semana, con mis amistades, jugamos con el Cupibot de la Silla Vacía y, concluimos que es bastante tendenciosa esa herramienta. 

Parece que su propósito es restar afinidad a Bolívar, pero aumentarla para Oviedo y Galán. No es porque yo sea una derechosa solapada o una mamerta confundida, sino porque las preguntas y las opciones, no solo descalifican al candidato del Pacto, sino que le garantizan simpatías a los que parecen ser los favoritos de dicho medio, lo que no está mal, pero sí sería lindo que dijeran abiertamente a quién o quiénes apoyan y no se escondan detrás de una falsa objetividad, también la podrían ubicar en la sección de opinión, así como lo hace Hekatombe con mi artículo, para que la gente sepa de entrada que no es una herramienta “neutral”.

Posdata cuatro: cuando veo la publicidad de Carlos Fernando Galán me dan ganas de tomarme un whisky, ¿será que es por la copia de Johnnie Walker?

Kłopot

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Klopot tiene manchas negras en sus patas,
Roza su pelaje entre las rosas del jardín y mira de reojo el estanque de los peces,
Se esconde de las miradas de los niños, les teme.

Klopot me acompaña desde que tengo 11 o 12 años,
Su ronroneo se ensancha o se encoge en mi cabeza según el temblor de mis manos y la opacidad que me reviste cuando me siento vista por otros.

Klopot es amigable con las personas cansadas, silenciosas y tranquilas,
Se intimida cuando percibe energías estruendosas y magnificas,
Nunca lo veo al despertar, pero está allí cuando me baño y veo por horas las imperfecciones de mi cuerpo desnudo.

Klopot camina conmigo a tomar el bus,
Corre con angustia cuando la ansiedad endurece mis cejas,
Para cuando mi corazón se acelera y me sudan las manos.

Klopot no es ingenuo y sabe que no lo quiero,
Es persistente y ha logrado superar todas mis estrategias para deshacerme de él,
Estuvo, está y estará allí, negarlo es negar el tiempo mismo.

Klopot y yo hemos negociado y renegociado nuestros encuentros,
Sabemos que somos uno, dejarlo ir es dejarme ir,
Me duele, me asfixia. Lo odio, me odio.

Klopot es sigiloso, juguetón y reserva sus apariciones más televisivas cuando empiezo a sonreír,
Con los años lo siento más pesado, difícil de cargar, acariciar y cuidar,
Vamos a florecer juntos cuando mi piel se transforme en agua y tierra.

Nuestra respuesta es la vida: Gabriel García Márquez

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Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.

Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonios más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los cronistas de Indias nos legaron otros incontables. El Dorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.

La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.

Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. En este lapso ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa occidental desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi los 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 mil muertes violentas en cuatro años.

De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 10 por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América Latina tendría una población más numerosa que Noruega.

Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.

Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes.

No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo.

América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.

No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.

Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.

Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: «Me niego a admitir el fin del hombre». No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que, por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.

Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido.

Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado. Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Iliada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos.

En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía.

La soledad de América Latina (1982)
Fragmento del discurso de aceptación del Premio Nobel de Gabriel García Márquez

Escupir a la productividad

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Cada mañana las mismas historias de WhatsApp: mensajes religiosos o de superación personal que aluden al «yo puedo» o al «yo agradezco». Yo puedo con todo el trabajo y con todo el cuidado del hogar; yo puedo aguantar; yo agradezco lo que tengo; yo agradezco el nuevo día, pese a toda circunstancia.

¿Hasta qué punto agradecer implica aceptar?, ¿aceptar qué? un ritmo de vida productivo que excede la capacidad del propio cuerpo.

Son mensajes que promueven cierto alivio mental para no estallar, una racionalización, quizás necesaria, para tolerar los niveles de estrés diarios que supone el ritmo de vida en este sistema, aunque surge una pregunta inevitable ¿Hasta qué punto agradecer implica aceptar?, ¿aceptar qué? un ritmo de vida productivo que excede la capacidad del propio cuerpo.

Aceptar así, con una sonrisa, una productividad que agota física y mentalmente. No importa que sea necesario levantarse a las 4 am y acostarse a las 12 de la medianoche para lograr cumplir con todas las tareas diarias que exceden el ámbito laboral, porque vale más quien no para, quien asume el nuevo día con un alegre «yo puedo».

Alguna vez, una persona del trabajo comentaba que sumado a su jornada laboral de lunes a viernes trabajaba los fines de semana con una app de transporte. Decía, con una sonrisa, que no podía parar, y que sus padres y abuelos eran iguales.

La productividad se convierte en un valor en sí mismo. Un valor y una moral que separa lo correcto, la gente «productiva», de lo incorrecto, la gente «improductiva» o que, por lo menos, cuestiona ese ritmo acelerado de vida. No es casual, así, que la productividad se haya convertido en un mandato introyectado a nivel individual.

No es casual, así, que la productividad se haya convertido en un mandato introyectado a nivel individual.

Y es que para el capitalismo es mucho más útil la gente cansada, sin energía vital, o con la suficiente energía como para hacer las actividades que ofrece el mismo sistema. Es algo lógico porque ¿Con el cansancio a cuestas a qué hora vamos a reflexionar más allá de los límites mentales que impone nuestra cotidianidad laboral?

Y como la productividad es una afirmación de identidad de la persona; el desempleo es la negación de la identidad. Lo que está de por medio es la afirmación de sí mismo mediante ese valor que se vuelve también mandato.

Este mandato es tan sólido que cuando se cuestiona, la moral que lo sustenta se levanta para acusar de inmediato a quienes se atreven a criticar el régimen de productividad.

En este punto el desafío a ese mandato se ha convertido en un asunto básico de salud emocional y mental. Un desafío que debe partir de la exigencia de garantías para vivir; de acciones cotidianas de desobediencia; y de la proyección de otros modos de organización de la vida en los que la distribución del trabajo y sus frutos sean la base del ocio, la creación y el descanso real.

Hoy, casi 100 años después, vale la pena volver a leer y reflexionar sobre algunas de las ideas del anarquista italiano Severino Di Giovani en su ensayo «El derecho al ocio y a la expropiación individual»:

"No se mira mucho lo que sabéis, sino cuánto podréis producir. No sois vosotros los que hacéis marchar la máquina, es la máquina la que os hace marchar. (…) Dividido el esfuerzo entre toda la colectividad, dos o tres horas de trabajo al día serían suficientes para producir todo lo que se necesitaría para llevar una vida holgada. Tenemos, por lo tanto, derecho al ocio, derecho al reposo. Si el presente sistema social nos niega este derecho es preciso conquistarlo por cualquier medio".

Las mujeres palestinas y Palestina. Por: Khitam Saafin

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Khitam Saafin es una mujer palestina reconocida por la defensa de los derechos de las mujeres. Estuvo detenida entre 2020 y 2022 por la fuerza de ocupación israelí. Hace parte de la Unión de Comités de Mujeres Palestinas (UPWC) e integrante de la Marcha Mundial de las Mujeres.

La conexión con la tierra es una relación objetiva relevante para el desarrollo y la continuidad de nuestras vidas, ya sea esta conexión directa y cotidiana a través del trabajo y la inversión en la tierra, o indirectamente.

El conflicto por la tierra constituye un eje central en la vida de los pueblos. La tierra es la principal fuente de recursos naturales y el espacio sobre el que ha evolucionado la vida de las sociedades humanas. La conexión con la tierra es una relación objetiva relevante para el desarrollo y la continuidad de nuestras vidas, ya sea esta conexión directa y cotidiana a través del trabajo y la inversión en la tierra, o indirectamente. La conexión con la tierra está presente en los niveles político, económico y social, donde la cuestión de la soberanía territorial ocupa un lugar destacado en los conflictos locales, nacionales e internacionales.

Las potencias capitalistas y coloniales buscan controlar la tierra por todos los medios. Utilizan una variedad de métodos brutales, como las guerras, las masacres, los asedios, las sanciones, las presiones, las bases militares y las políticas económicas dirigidas por carteles capitalistas como el Banco Mundial. Todo ello va acompañado de métodos de control y dominación de los pueblos, que son empobrecidos y transformados en herramientas al servicio de los intereses y ambiciones coloniales y capitalistas.

la lucha continúa, por una transformación revolucionaria basada en la igualdad, el derecho a la autodeterminación y la soberanía, y la erradicación de todas las formas de opresión y discriminación, por un mundo donde prevalezca la justicia.

Por otro lado, la lucha continúa, por una transformación revolucionaria basada en la igualdad, el derecho a la autodeterminación y la soberanía, y la erradicación de todas las formas de opresión y discriminación, por un mundo donde prevalezca la justicia. Obviamente, las mujeres libran esta lucha como compañeras y lideresas, en un momento en el que su padecimiento por diversas formas de persecución y discriminación se ve multiplicado por el poder de las estructuras patriarcales imperantes.

Una historia de la lucha por la tierra

La lucha por la tierra y para poder existir fue el eje principal de la lucha del pueblo palestino contra la colonización sionista. Esa colonización se basó en un método que puede resumirse en una frase: «tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra». Ciertamente, el origen de esa frase se remonta a los objetivos coloniales del movimiento sionista, que se esforzó por apoderarse de las tierras palestinas y desplazar a su pueblo recurriendo a los medios más atroces.

Esto forma parte de sucesivos planes, siendo el último el plan de anexión, anunciado por el ex primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en 2020, que pretende anexionar a Israel el 33% de Cisjordania.

En 1948, el movimiento sionista, con el total apoyo de las potencias coloniales, destruyó más de 500 aldeas palestinas y desplazó a sus habitantes. Fue el responsable de desplazar a la mayoría de los palestinos de sus ciudades y sustituirlos por colonos sionistas. Así se anunció la creación del Estado de Israel en estas tierras. En esta época, en la que más de la mitad del pueblo palestino se convirtió en refugiado, el sionismo siguió adelante con sus planes para completar la colonización de la totalidad de Palestina. En 1967, a través de una nueva guerra colonial, logró ocupar otras tierras árabes: la península del Sinaí, los Altos del Golán y parte de las tierras libanesas. Y continúa hasta hoy realizando operaciones de control de tierras en Cisjordania, instalando asentamientos mediante la ley militar. Esto forma parte de sucesivos planes, siendo el último el plan de anexión, anunciado por el ex primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en 2020, que pretende anexionar a Israel el 33% de Cisjordania.

Mujeres en marcha

Como parte del pueblo palestino en resistencia, las mujeres palestinas luchan por sus derechos nacionales en sus tierras. Reclaman, sobre todo, el derecho de los refugiados palestinos a regresar a las tierras de las que fueron desplazados, así como el derecho a la soberanía territorial y al acceso a nuestras tierras.

Las tierras agrícolas de la Franja de Gaza también son objeto de ataques militares israelíes y, además, las autoridades de la ocupación también intentan socavar la capacidad del pueblo palestino de beneficiarse de sus tierras al controlar sus recursos hídricos y robar el agua a las palestinas y palestinos.

En la realidad colonial en la que vivimos, el ejército de ocupación y los colonos asedian e impiden a miles de agricultores que accedan, cultiven y se beneficien de sus cosechas, que están expuestas a los ataques de los colonos que queman y destruyen sus árboles y cultivos. Las tierras agrícolas de la Franja de Gaza también son objeto de ataques militares israelíes y, además, las autoridades de la ocupación también intentan socavar la capacidad del pueblo palestino de beneficiarse de sus tierras al controlar sus recursos hídricos y robar el agua a las palestinas y palestinos.

Así vemos que la lucha de las mujeres palestinas por la tierra es una lucha para liberarse del colonialismo y la ocupación. De esta manera, ellas constituyen la vanguardia de la resistencia –Sumud– en la tierra, por su persistencia en cultivarla, beneficiándose de sus cosechas y enfrentándose a los ataques de los colonos. Esto queda patente en el importante papel de las mujeres en el campo, que soportan el peso de la función agrícola.

las mujeres se esfuerzan al máximo para proteger la tierra de la contaminación y el vandalismo, dando prioridad al uso de fertilizantes naturales y a la plantación y conservación de semillas nativas frente a las genéticamente modificadas.

También son quienes se oponen a las empresas que acaparan tierras agrícolas para construir urbanizaciones. Aunque el porcentaje de propiedad de la tierra por parte de las mujeres esté limitado como resultado del legado histórico tradicional, la mayoría de las mujeres conservan la tierra de diferentes maneras. Además, las mujeres se esfuerzan al máximo para proteger la tierra de la contaminación y el vandalismo, dando prioridad al uso de fertilizantes naturales y a la plantación y conservación de semillas nativas frente a las genéticamente modificadas. Se ha incrementado la participación de las mujeres en los comités agrícolas y en la defensa de los derechos de los agricultores, tanto en los comités femeninos como en otros comités agrícolas mixtos.

Las mujeres palestinas siguen luchando por recuperar sus tierras del colonialismo, la ocupación y los asentamientos, en busca de la soberanía de sus tierras y de sus derechos de propiedad.


Sumud. Hace referencia a «firmeza» o «perseverancia inquebrantable». Es un valor cultural palestino, un tema ideológico y una estrategia política que surgió por primera vez entre el pueblo palestino a través de la experiencia de resistencia a raíz durante la Guerra de los Seis Días de 1967. A medida que se desarrolló el término, las palestinas y los palestinos han distinguido entre dos formas principales de sumud. El primero, «sumud estático», es más pasivo y lo define Ibrahim Dhahak como el «mantenimiento de los palestinos en su tierra». La segunda, la «resistencia sumud«, una ideología más dinámica cuyo objetivo es buscar formas de construir organizaciones alternativas para resistir y socavar la ocupación israelí de Palestina. El último símbolo asociado con el concepto de sumud y el sentido palestino de arraigo en la tierra es el olivo, omnipresente en toda Palestina.

Texto tomado de Capire, una plataforma que hace parte de la Marcha Mundial de las Mujeres.

Carlos Vives tiene mucho que decir

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Acabo de enterarme que en España el 12 de octubre es una fiesta nacional, le llaman el día de la hispanidad y básicamente celebran la conquista a sangre y fuego de América, una cosa rarísima y perversa. Me pregunto cómo celebran en los colegios, por ejemplo, ¿Con obras de teatro que representan como algo positivo la trata transatlántica de personas esclavizadas?, ¿aplaudiendo la modificación de los antiguos lugares de pagamento indígenas en lugares de la memoria colonial?, o ¿con las torturas de la inquisición como símbolo de la superación de antiguas creencias?, ¿acaso se puede celebrar de otra manera el exterminio de pueblos enteros, el sometimiento de otros y el robo de sus riquezas?

En España el 12 de octubre es una fiesta nacional, le llaman el día de la hispanidad y básicamente celebran la conquista a sangre y fuego de América, una cosa rarísima y perversa.

El caso es que este 12 de octubre para “celebrar” invitaron a Carlos Vives a un concierto en Madrid, además, el periódico El Mundo le hizo una entrevista, y es sobre esta que quiero compartir algunos comentarios.

Para empezar, Carlos tuvo que esperar a viajar a España para saber “lo que uno es”. En cambio, en mi caso cuando fuí a Madrid, por ser colombiana me preguntaron: si llevaba perico, si tenía armas de largo alcance, si conocía narcotraficantes, si había presenciado un tiroteo y cosas por el estilo. Seguro nuestras experiencias fueron diferentes, porque para mí, aunque fui a estudiar, fue más un paseo y una exploración de diferentes bebidas alcohólicas, que una búsqueda espiritual como la de Vives.

Palabras más, palabras menos, según él, en Santa Marta, Rodrigo y el cacique de Bonda se hicieron reamigos, así que empezaron a parchar juntos, comerciaban y se contaban chistes.

En un apartado Carlos cuenta que es de Santa Marta, ciudad que fue fundada por el español Rodrigo de Bastidas y cito: “Para nosotros su sueño sigue vigente”, me pregunto qué sueño, porque el man viajó por el caribe y tierra adentro despojando a comunidades indígenas, “descubriendo” lo que ya estaba descubierto y en general, haciendo lo que hacen los conquistadores, entonces, ¿qué sueño tendrán en común Carlos y Rodrigo?, ¿ciudades blanqueadas que niegan la existencia del otro?

Como si no tuviera nada que hacer, le dí vueltas a ese sueño de Carlos, así que me puse a buscar y encontré una historia fantástica escrita por él para la sección Estilo de Vida de la Revista Cromos en 2015: “El español que amó a los indígenas”. Palabras más, palabras menos, según él, en Santa Marta, Rodrigo y el cacique de Bonda se hicieron reamigos, así que empezaron a parchar juntos, comerciaban y se contaban chistes. Solamente le faltó atribuirle a Rodrigo de Bastidas esa emblemática frase de Rick en Casablanca “presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad”.

No le basta con reivindicar la conquista y vender una versión edulcorada de la historia, como si se tratase de una adaptación light de Pocahontas.

Cabe señalar que Vives no acude a ninguna fuente histórica, sino solamente a su imaginación, según parece. Quién se habría imaginado que Carlos es un negacionista con alma de cuentero. No le basta con reivindicar la conquista y vender una versión edulcorada de la historia, como si se tratase de una adaptación light de Pocahontas.

La entrevista avanzó cual conversación de borrachos, pasaron de hablar de un tema a otro, del día del genocidio a un breve comentario sobre la muy conservadora presidenta de Madrid -el nombre que le dan a la alcaldesa-, Isabel Díaz Ayuso, y luego, de lo mucho que le gusta a Carlos hacer halagos a las mujeres, porque resulta que Carlos también defiende que los hombres puedan echar piropos y lo hace por dos razones, la primera, porque es coqueto; la segunda, porque viene de un matriarcado, así que seguro siente que sabe mejor que nosotras lo qué nos gusta y cómo nos gusta.

Por supuesto, para el ex galán colombiano, lo natural es que las mujeres estemos a su disposición, y tal vez, por eso se siente estigmatizado cuando le dicen que somos personas y no musas

Por supuesto, para el ex galán colombiano, lo natural es que las mujeres estemos a su disposición, y tal vez, por eso se siente estigmatizado cuando le dicen que somos personas y no musas: “Esas cosas que tratan de estigmatizar al hombre tampoco me parecen tan naturales. Como decir que todo lo español es malo. Nosotros somos coquetos, pero respetamos a la mujer y nunca le faltamos al respeto (…). No hay nada más hermoso en la creación que la mujer: en la belleza, pero no solamente en eso. Yo vengo de matriarcados. La mujer para nosotros es el mayor símbolo de la inspiración para hacer una canción”. ¿Cuándo saldrá la colaboración de Carlos Vives y Ricardo Arjona?

Un día le dije que eso me molestaba y  le pedí que no fuera “un coqueto” conmigo, por supuesto, se molestó, me dijo radical, feminazi y, muy ofendido, argumentó que nunca me había dicho nada subido de tono, así que, según él, no me “faltaba al respeto”. 

¿Qué será lo natural para los hombres?, ¿que hagan lo que quieran y que las mujeres no digamos nada para evitar que se incomoden?, esta respuesta de Carlos Vives me recordó que hace unos años, cuando trabajé en una oficina, un compañero se me acercaba mucho cuando me hablaba, me agarraba de la cintura sin mi permiso y siempre decía “soy un coqueto”. Un día le dije que eso me molestaba y  le pedí que no fuera “un coqueto” conmigo, por supuesto, se molestó, me dijo radical, feminazi y, muy ofendido, argumentó que nunca me había dicho nada subido de tono, así que, según él, no me “faltaba al respeto”. 

En resumen, Carlos Vives exhibió gran parte de su conservadurismo en uno de los mejores lugares posibles, un periódico de derechas, para lavarle la cara a una alcaldesa retrógrada y a una celebración sanguinaria. 

Después de leer la entrevista me imaginé que él cantó en shorts, usó una camisa nueva con bordados rojos y con la tarima cuidadosamente dispuesta para que pudiera cantar de cara al sol. ¿Será que se viene un cover vallenato de cierto himno? de pronto lo acompaña Juanes y se ponga de paso la camisa negra.

Desmontar el poder oligárquico

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Por Alejandro Cortés

No ha pasado un día desde su posesión en el que los medios de comunicación no formulen un cuestionamiento a la legitimidad del presidente y su gobierno.

Gustavo Petro llegó a la presidencia de la República con un mandato: cambiar la forma de gobernar. La tarea ha sido difícil, por decir lo menos, y ha estado acompañada de una serie ininterrumpida de escándalos mediáticos, noticias falsas y cuestionamientos sobre sus funcionarios. No ha pasado un día desde su posesión en el que los medios de comunicación no formulen un cuestionamiento a la legitimidad del presidente y su gobierno. Tampoco podemos negar que algunas cosas no han salido bien y que el mandato del cambio está en hoy en disputa, de eso – en últimas – se trata la democracia.

Lo cierto es que cambiar las cosas no es una tarea fácil y que no está en manos del presidente, ni de sus ministros, ni de los funcionarios que acompañan al gobierno realizar toda la tarea. Como dice bien dice el exvicepresidente boliviano Álvaro García Linera, los cambios se producen cuando una hemos ganado una batalla en el campo de las ideas, solo de esa manera se materializa en el mundo cotidiano ese mandato de cambio. Por eso no es fácil que las cosas cambien, especialmente, cuando llevamos décadas de un aprendizaje sobre las instituciones del Estado en el que estas han funcionado como el botín de unos politiqueros corruptos.

Una circulación oligárquica del poder se ha enquistado profundamente en las instituciones y las ha convertido en un lugar donde los intereses privados se sobreponen al bien común.

Creo que el cambio necesita de un desmonte de lo que podríamos llamar el poder oligárquico. Una forma de ejercicio del poder que ha privilegiado los apellidos, la herencia, la concentración y el cierre de la participación política en todos los niveles. Una circulación oligárquica del poder se ha enquistado profundamente en las instituciones y las ha convertido en un lugar donde los intereses privados se sobreponen al bien común. Los colombianos estamos acostumbrados a pensar el Estado como una máquina fría, corrupta, que no funciona y que en la medida de sus errores necesita ser coaptada por la iniciativa privada. Así han gobernado las élites en este país durante décadas, privatizando la cosa pública, convirtiendo la imagen del Estado en una especie de máquina disfuncional.

Pero, mientras han construido esta imagen errática de las instituciones han usado cada milímetro para construir sus capitales privados mientras hablan de la ineficiencia de lo público. Algunos políticos profesionales han construido una especie de fortín sobre las decisiones públicas que ha estado arropado de dos mantas: la tecnocracia y la rosca. Amparados en un saber altamente ideologizado han intentado que las instituciones funcionen bajo los preceptos de la arquitectura empresarial que tiene como cimiento el rendimiento y la competitividad. Por el otro lado, han refinado una especie de organización silenciosa en la que la función pública termina sostenida por una larga cadena de favores, recomendaciones y cálculos sobre el potencial electoral de cada trabajador. Todo esto mientras organizan licitaciones al acomodo, contratan favores con financiadores y reciben coimas de hasta millones de dólares.

Amparados en un saber altamente ideologizado han intentado que las instituciones funcionen bajo los preceptos de la arquitectura empresarial que tiene como cimiento el rendimiento y la competitividad.

Creo que para desmontar el funcionamiento de estas prácticas el Gobierno del Cambio debe apostar por cuatro reflexiones y prácticas de transformación. La primera de ellas consiste en hacer un buen diagnóstico de la realidad, esto consiste en crear equipos multidisciplinares que funcionen articulados en resolver una pregunta: ¿qué es lo que está pasando? ¿Cuál es el estado actual de la cosa pública y de qué forma podemos intervenir en el corto, mediano y largo plazo para cambiar lo que identificamos como oportuno para transformar? No se trata de grandes disertaciones, se trata de activar espacios de reflexión para tejer con cuidado ese mapa complejo del funcionamiento de las instituciones y de su relación con la sociedad civil. Por otro lado, es necesario construir valor público, muy en la línea de la reflexión de Mazzucato, en torno a producir resultados que hagan evidente que es la alianza entre lo público, lo privado y la ciudadanía la que construye valor en el marco de las necesidades que la sociedad tiene. Se trata de profundizar en que las acciones de las instituciones estén coordinadas con las necesidades reales de la sociedad y que puedan atender a construir una vida mejor para todos en una escala de tiempo razonable, medible y susceptible de mejora constante.

No se trata de grandes disertaciones, se trata de activar espacios de reflexión para tejer con cuidado ese mapa complejo del funcionamiento de las instituciones y de su relación con la sociedad civil.

En el mismo espíritu de la reforma laboral resulta necesario construir una carrera para la función pública que tenga como núcleo una evaluación constante del desempeño de los funcionarios públicos, una evaluación en torno a la efectividad de su trabajo, en torno a los valores que promueven sus acciones que destierre, de una vez por todas, las nefastas prácticas del clientelismo y el nepotismo de la actividad pública. Finalmente, es clave profundizar el modelo de las alianzas público-populares como herramientas activas de una participación de las acciones del Estado en manos de las organizaciones sociales y comunitarias, para tal efecto será necesario que el cumplimiento de las funciones, que el destino de los recursos de todos sea sagrado y que entre las brechas de la organización no se cuelen los intereses de quienes quieren repetir la historia del país a ritmo de castigo.

Adenda: sobre la reforma a la educación que corre en curso en el congreso hoy. Hay varias preguntas que invito a hacerse a los profesores, especialmente, a los de cátedra u ocasionales. ¿Qué papel jugamos en esas reformas? ¿Cómo hacemos para organizarnos y que las universidades públicas y privadas fomenten contrataciones que le den un rol social que se sintonice con convertir a la educación el motor del cambio? Todos sabemos que para ello se necesita financiación y esta no cae del cielo. ¿Cómo hacemos para conectarnos con los circuitos productivos y la construcción de valor público?

Por Alejandro Cortés. Estudié filosofía. Soy profesor y quiero una academia crítica conectada los problemas de la sociedad civil. Investigo sobre filosofía política, tierras, acumulación de capital y el problema del espacio en la filosofía actual. Me gustan el marxismo, la Teoría Crítica y la filosofía latinoamericana. Combino mi actividad intelectual con el servicio público y me interesa el intersticio entre hacer Estado y pensarlo.