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¿Loba que factura? ¿Bichota? Sí, pero también soy una chillona

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Desde 1969 con la afirmación de Kate Millet “lo personal es político”, los feminismos han propuesto que la ropa sucia no se lava en casa, y que aquello que pasa en nuestras casas, nuestros cuartos y nuestras camas son asuntos públicos que hay que poner en discusión y sobre los cuales seguimos teniendo enormes desafíos de transformación. Pareciera que hasta aquí hay cierto consenso.

Estas y otras preguntas siempre están presentes, las seguimos pensando y en los últimos años han emergido nuevas situaciones donde vuelven a aparecer.

Los desafíos empiezan a ponerse más retadores cuando nos preguntamos: ¿Y cómo rayos se hace esto? ¿Cómo poner en las discusiones públicas lo que nos pasa, nos incomoda y nos violenta? ¿Cómo asumir estos problemas como públicos desde una mirada del cuidado y no de una exposición que nos termine violentando aún más? Estas y otras preguntas siempre están presentes, las seguimos pensando y en los últimos años han emergido nuevas situaciones donde vuelven a aparecer.

Roncan, pero no pueden con mi pum-pum”, cantó Karol G un 23 de octubre de 2020 en su famosa canción “Bichota”. Desde entonces, muchas mujeres la hemos escuchado, coreado, gritado, pero, sobre todo, nos hemos sentido bichotas, fuertes, divas, caballotas y potras (también como Ivy Queen). Sentimos que podemos con todo, que nada nos doblega, que somos poderosas, y sí, lo somos.

y sí, también podemos sentirnos identificadas con sus frases, ya sea porque lo hayamos vivido o porque cuando una parcera se desahoga la acompañamos, no la juzgamos. Cada quien encuentra sus mejores formas.

El 11 de enero de 2023 Shakira y Bizarrap lanzaron la Music session #53, con la que lograron más de 3 millones de reproducciones en una hora. “Una loba como yo, no está pa’ novatos”, “Te creíste que me heriste y me volviste más dura. Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, cantó nuestra fiel compañera de tusas, nuestra Shaki, y las redes estallaron…y sí, también podemos sentirnos identificadas con sus frases, ya sea porque lo hayamos vivido o porque cuando una parcera se desahoga la acompañamos, no la juzgamos. Cada quien encuentra sus mejores formas.

Pero ¿Qué tiene que ver esto con que lo personal es político? Pues resulta que el dolor también es un asunto político, al igual que las demás emociones. Dice Kotarba (1983) que “El dolor generalmente se ha descrito como privado, incluso una experiencia solitaria, como un sentimiento que yo tengo que los otros no pueden tener, o como un sentimiento que otros tienen y que yo no puedo sentir” (p. 15). Fue así como la tristeza y el dolor han sido tradicionalmente entendidos como un asunto que solo se trata con la almohada, con la soledad del cuarto propio, con el espejo mojado por nuestras lágrimas. La tristeza es mía y solo mía.

Nos han enseñado que ante la tristeza de otras personas debemos compadecernos, una creencia de origen cristiano especialmente. El problema de la compasión es que creemos que es un regalo que le damos al otro, y, por lo tanto, esperamos su gratitud o que tarde o temprano nos devuelva ese sentir cuando seamos nosotrxs quienes nos sintamos tristes.

La tristeza está también atravesada por el poder, y en el caso de las mujeres esto ocurre de manera profunda. Nos sentimos tristes porque sufrimos en relaciones tóxicas, porque somos víctimas del empobrecimiento, porque sufrimos abandonos, porque nos batallamos con nuestros cuerpos todos los días, porque nos cargamos con el cuidado de otrxs que no nos corresponden

El asunto es que la tristeza es política porque en algunos casos tiene una profunda relación con la injusticia. La tristeza está también atravesada por el poder, y en el caso de las mujeres esto ocurre de manera profunda. Nos sentimos tristes porque sufrimos en relaciones tóxicas, porque somos víctimas del empobrecimiento, porque sufrimos abandonos, porque nos batallamos con nuestros cuerpos todos los días, porque nos cargamos con el cuidado de otrxs que no nos corresponden…la lista sería mucho más larga, y todo esto tiene una fuerte conexión con condiciones estructurales que nos dejan en el lugar del sufrimiento y el dolor, y por eso nos piden que lloremos a solas, porque al sistema le conviene que no lo colectivicemos.

La gran pregunta sigue siendo cómo hacerlo, pero poco a poco hemos encontrado la forma. Llorar en manada, contar que estamos tristes, escribir canciones, perrear hasta el subsuelo, escribir poesía o dibujar cualquier garabato que nos permita exorcizar lo que sentimos…en fin, los feminismos y las amigas nos están enseñando que estar tristes no está mal, que no hay que superarlo inmediatamente y que hay que reconocer de dónde viene el dolor para poder transformarlo, si ese fuese nuestro deseo.

Que nadie te diga que no puedes llorar, que nunca te disculpes por sentir, y que estar triste no te haga sentir menos loba porque en el aullido del dolor también hay furia poderosa.

Así que sí, somos bichotas, somos lobas que facturan, pero también podemos ser unas chillonas, unas lloronas, estar bajoneadas, sentirnos en la depre y hacernos bolita comiendo helado, con los ojos hinchados y viendo la película Legalmente Rubia. Ahora sabemos que esto tiene que ver con un país y un mundo tremendamente injusto que habitamos y que luchamos por transformar, y ese cambio pasa por poner en un lugar válido y legítimo nuestras emociones, esas que nos dijeron que nos hacían inferiores a las mujeres por ser “menos racionales por naturaleza”.

Termino trayendo a Ahmed (2015): “Aunque la injusticia no puede medirse con la existencia del sufrimiento, cierto sufrimiento es efecto de la injusticia. (…) Necesitamos responder a la injusticia de una forma que muestre -en vez de borrar- la complejidad de la relación entre la violencia, el poder y la emoción” (p. 295). Que nadie te diga que no puedes llorar, que nunca te disculpes por sentir, y que estar triste no te haga sentir menos loba porque en el aullido del dolor también hay furia poderosa.

Referencias bibbiográficas

Ahmed, S. (2015). La política cultural de las emociones. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México.

Kotarba, J. A. (1983). Chronic Pain: lts Social Dimensions. Beverly Hills: Sage.

Millet, K. (1969). Sexual politics. New York: Doubleday.

Por Jess Castaño-Urdinola. Trabajadora social, feminista, profesora universitaria, investigadora…pero más allá de todo eso, me gusta rodar en bici, me gusta gritar en Inopia (mi banda de punk) y me gusta reírme con memes. Ig: @jessicastur666.

Desde Colombia con el corazón en Perú

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20 de enero de 2023. Según medios independientes y organizaciones sociales, la cifra de personas asesinadas por la represión policial supera los 50, sin embargo, las protestas van en aumento.

La primera «Marcha de los 4 suyos» se organizó en el 2000 para oponerse a la nueva reelección del mandato de Fujimori, y sería está la punta de lanza que pondría fin a ese régimen algunos meses después

Las exigencias son cuatro: renuncia de la presidenta Dina Boluarte —quien es percibida como una ficha de la élite peruana afincada en el Congreso—, renuncia del Congreso —cuya legitimidad social va en picada—, nuevas elecciones y Asamblea Nacional Constituyente —para cambiar la actual Constitución que dejó el gobierno autoritario/neoliberal de Alberto Fujimori (1990-2000)—.

El 19 de enero se llevó a cabo la «Marcha de los 4 suyos», en la que amplios segmentos de la población campesina, indígena y provincial del Perú se desplazaron para realizar la «gran toma a Lima», capital del país.

Es importante resaltar la fuerza simbólica del nombre de la protesta. La primera «Marcha de los 4 suyos» se organizó en el 2000 para oponerse a la nueva reelección del mandato de Fujimori, y sería está la punta de lanza que pondría fin a ese régimen algunos meses después; se entiende así el sentido de la denominación de esta segunda edición de la «Marcha de los 4 suyos».

«Tenemos que pelear hermanos. Ese es nuestro triste destino, porque si no luchamos nos masacran igual. Nos cansaron estos parásitos que nada tienen que ver con nosotros, nos piden esfuerzos pero viven en mansiones lujosas cómo reyes, siempre fue así en toda latinoamérica. Entonces tenemos el deber de levantarnos ante tanta violencia».

Los 4 suyos hace referencia a las 4 partes que integraban el «Tahuantinsuyo», conocido en el tiempo colonial como Imperio Inca. Se trata entonces de una forma para designar la unidad territorial y cultural peruana en un propósito común: poner fin a un gobierno sin legitimidad.

Las protestas han puesto nuevamente sobre la mesa la problemática estructura racista y clasista sobre la que se sostiene el Estado peruano —en general la mayoría de Estados, aunque en el país pacífico/andino esto es particularmente evidente—, así lo deja ver un testimonio campesino difundido por el medio argentino «Matanza Viva»:

«Tenemos que pelear hermanos. Ese es nuestro triste destino, porque si no luchamos nos masacran igual. Nos cansaron estos parásitos que nada tienen que ver con nosotros, nos piden esfuerzos pero viven en mansiones lujosas cómo reyes, siempre fue así en toda latinoamérica. Entonces tenemos el deber de levantarnos ante tanta violencia».

Las imágenes de la movilización son, en lo fundamental, de sectores populares racializados. El eje de resistencia de la protesta se soporta sobre todo en las regiones andinas relegadas por la configuración estatal que ha puesto el foco de «desarrollo» en la región pacífica.

La «Toma de Lima» o «Marcha de los 4 suyos» queda explicada en este emotivo texto del escritor peruano José María Arguedas, cuando en 1962 hacia homenaje a la lucha de Tupac Amaru:

«Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado y lo estamos removiendo. Con nuestro corazón lo alcanzamos, lo penetramos; con nuestro regocijo no extinguido, con la relampagueante alegría del hombre sufriente que tiene el poder de todos los cielos, con nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estamos envolviendo. Hemos de lavar las culpas por siglos sedimentadas en esta cabeza corrompida de los falsos wiraquchas, con lágrimas, amor, o fuego. ¡Con lo que sea! Somos miles de millares, aquí, ahora. Estamos juntos, nos hemos congregado pueblo por pueblo, nombre por nombre, y estamos apretando a esta inmensa ciudad que nos odiaba, que nos despreciaba como a excremento de caballos. Hemos de convertirla en pueblos de hombres que entonen los himnos de las cuatro regiones de nuestro mundo, en ciudad feliz, donde cada hombre trabaje, en inmenso pueblo que no odie y sea limpio, como la nieve de los dioses montaña donde la pestilencia del mal no llegue jamás- Así es, así mismo ha de ser, padre mío, así mismo ha de ser, en tu nombre, que cae sobre la vida como una cascada de agua eterna que salta y alumbra todo el espíritu y el camino».

Con el corazón en Perú, somos Revista Hekatombe: oveja negra de la prensa nacional.

La revolución trans también es sexoafectiva, pero ante todo, de clase

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Muchas caemos en el error de mirarnos bajo el lente que gira en torno a un falo. Ese que decide si cada una se apropia de su placer y deseo, o por el contrario, se les persuade para que sus cuerpos sean escenarios en disputa y en constante control político.

¿Cómo sobrevivir a un cis-tema patriarcal que moldea y mutila nuestros cuerpos en beneficio de una economía que se lucra del consumo masculino al que somos expuestas? Pues bien, así como los procesos de deconstrucción no tienen fecha de caducidad, los procesos de tránsito, tampoco. Cada uno es diferente; morimos con ellos. Sin embargo, transicionar sin poner en peligro nuestras vidas, se convierte en un privilegio de clase que nos toca a muy pocas. Muchas caemos en el error de mirarnos bajo el lente que gira en torno a un falo. Ese que decide si cada una se apropia de su placer y deseo, o por el contrario, se les persuade para que sus cuerpos sean escenarios en disputa y en constante control político.

Por ello, el género no solo es una construcción social que jerarquiza la relación entre individuos sino un performance que construye identidad bajo la represión. Tener en cuenta esto es importante, porque al entender el cuerpo como territorio, sabemos que allí se sostienen y reproducen relaciones asimétricas de poder. Es decir, al ser el primer lugar en el que los valores culturales se transforman y se comunican con el mundo exterior, también, puede llegar a ser una cárcel.

No hay acceso a un trabajo, a una educación, a un sistema de salud y menos, a uno pensional que dignifique nuestras vidas; el estándar de vida de las personas trans en América Latina no sobrepasa los 35 años.

¿Pero a qué costo se transiciona? A quienes hemos sido feminizadas y privilegiadas, nos han dicho que lo pagamos con soledad; pero las empobrecidas, en el peor de los casos, han tenido que terminar enfermas y muertas. Y no es para menos, según Caribe Informativo, los últimos dos años han asesinado a más de 22 mujeres trans en Colombia, como producto de esa exclusión estatal y social que aún se vive.

No hay acceso a un trabajo, a una educación, a un sistema de salud y menos, a uno pensional que dignifique nuestras vidas; el estándar de vida de las personas trans en América Latina no sobrepasa los 35 años. A eso, se suma la hostilidad que cada una vive en sus hogares, los primeros en obligarles indirectamente a caer en espacios de criminalización y violencia.

Ellos fantasean con nuestros cuerpos, mientras nos venden una idea de amor romántico en clandestinidad, basado en estereotipos sexistas que acaban con la autoestima.

Incluso, quienes estamos por fuera de esos espacios, reconocemos que igual la lucha tampoco es fácil. Aplazar los tránsitos para no interrumpir proyectos profesionales y personales, se ha vuelto una alternativa simbólica y violenta para garantizar una estabilidad a futuro. Pero en un país profundamente clasista, racista, y transfóbico, poco sirve ese ejercicio. No importa qué tan preparada estés; vale más el morbo por saber qué hay entre tus piernas que en tus habilidades. Lo he vivido. Desde que transicioné, he peleado por romper techos de cristal, y por evitar ser objeto de las cuotas de inclusión. Esas que se vanaglorian de tener a personas trans en sus espacios, mientras son precarizadas e invisibilizadas.

No contentos con ello, hasta nos privan del placer; ese que ellos experimentan cuando fantasean con noso-trans. Y con todo, después nos hace sentir culpables, porque creemos que no somos merecedoras de algo más. Ellos fantasean con nuestros cuerpos, mientras nos venden una idea de amor romántico en clandestinidad, basado en estereotipos sexistas que acaban con la autoestima.

Piensan que solo uno carente de hombría, podría asumir públicamente su afecto y deseo hacia una mujer trans. Y de hacerlo, su pareja tendría que cumplir con una feminidad hegemónica que restaure la heterosexualidad y la virilidad de su contraparte.

Accedemos a ese vínculo porque constantemente nos dicen que el amor no es para nosotras y eso al macho poco le importa, porque al final del día, su ego queda intacto ante la mirada sacra que la sociedad pone sobre él. Piensan que solo uno carente de hombría, podría asumir públicamente su afecto y deseo hacia una mujer trans. Y de hacerlo, su pareja tendría que cumplir con una feminidad hegemónica que restaure la heterosexualidad y la virilidad de su contraparte. Entre menos trans se vea, mejor. Nos hacen creer que el estar con nosotras conlleva un ‘favor’ y no una responsabilidad compartida.

De lo contrario, mutilan tus emociones. A partir de allí, surge una lucha de clase, ya no con el sistema, sino entre nosotras mismas. Donde alcanzar la validación femenina, depende de qué tan cercanas estemos a los estereotipos de belleza. A raíz de esto, la revolución trans se convierte en sexoafectiva y de clase. Primero, por el deseo de ser amadas sin excepción y en público, a costa de lo que sea, sin importar si nuestras vidas quedan pausadas en el tiempo, en quirófanos de garajes. Y la segunda, porque no es lo mismo la marica con plata, que la marica pobre. A una, sus estilos de vida y estándares femeninos la hacen exótica y a la otra, le es reprochada su vida ordinaria, que no es más que la de una proletaria precarizada con ideales inalcanzables.

El amor como respuesta a las hostilidades de un mundo que se niega a construir desde la colectividad y el saber ancestral de sus pueblos.

Amarnos en medio de la disidencia es poderoso porque crea utopías de emancipación, enfocadas en tumbar al patriarcado que sostiene un orden neoliberal-capitalista que se lucra al hipersexualizarnos. Amarnos sin miedo es la antítesis de toda una industria cultural que define qué cuerpos son dignos de ser amados y deseados. En su mayoría, cuerpos que universalizan una sola experiencia de vida posible: blanca, heterosexual y cisgénero proveniente de la clase media-alta.

Porque finalmente, sí es posible pensarnos una organización social libre de violencias y discriminación, donde despatriarcalicemos las relaciones de poder desde el afecto.

Amarnos como una apuesta política y de contra-poder a la división sexual del trabajo, y a la disputa por los medios de producción. El amor como respuesta a las hostilidades de un mundo que se niega a construir desde la colectividad y el saber ancestral de sus pueblos. Es un llamado de atención a nuestro accionar en un país que ha padecido el conflicto armado y en el que hemos sido botines de guerra. Porque finalmente, sí es posible pensarnos una organización social libre de violencias y discriminación, donde despatriarcalicemos las relaciones de poder desde el afecto. Para no volver a cargar con una herencia colonial siempre dispuesta a marginar y racializar los cuerpos, transformándolos en beneficio del privilegio, la exclusión, la explotación sexual y ambiental.

Adenda: los hombres trans también importan. De hecho, son los más invisibilizados al interior de la población trans. Sin embargo, somos nosotras, las mujeres trans, quienes más padecemos todos los tipos de violencia. Y desde esa experiencia de vida, me enuncio.

Luciana Avendaño. Comunicadora Social y Periodista con enfoque en asuntos políticos y parlamentarios. Defensora de DDHH y activista LGBTIQ+. Apasionada por la historia. Twitter: @lucianaav18 Instagram: @luciana.av7

Alerta Antifascista: sobre el putsch de Brasil y el espejismo del mapa rojo

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“Los fascistas no son como los hongos que crecen así en una noche, son los patronos los que han plantado a los fascistas: les han querido, les han pagado y con los fascistas los patronos han ganado cada vez más hasta no saber dónde meter el dinero”.

Olmo, diálogo en Novecento de Bernardo Bertolucci.

El fascismo no es un asunto exclusivo del pasado. No se refiere solo a lo que vemos en documentales y películas hollywoodenses sobre la segunda guerra mundial o lo que estudiamos en colegios y universidades en las clases de historia. Tampoco es, como defienden algunos, todo lo que se parezca a la autoridad, las reglas o los límites de cualquier tipo. Dicho de otra forma, ni todo es fascismo, cuan etiqueta que baliza toda práctica represiva; ni nada es fascismo, como sostienen quienes —hasta no ver esvásticas, saludos romanos y hornos crematorios— se niegan a admitir que este no tiene sólo una dimensión histórica, sino que se encuentra actuante y latente en el mundo contemporáneo en tanto fenómeno político, social, económico y cultural. 

Dicho de otra forma, ni todo es fascismo, cuan etiqueta que baliza toda práctica represiva; ni nada es fascismo, como sostienen quienes —hasta no ver esvásticas, saludos romanos y hornos crematorios—

Una cuestión ineludible para aproximarse al fascismo de hoy y de ayer es asumir su vínculo orgánico con el capitalismo, particularmente con el capitalismo en tiempos de crisis. Cuando las crisis económicas estructurales y las diferentes formas de resistencia que puede asumir la agitación social de las clases subalternas se entrelazan en una situación concreta, se pone en entredicho la capacidad de acumulación de los capitalistas, de modo que, los patronos, banqueros, terratenientes y en general, grandes fracciones de los bloques dominantes en cada país, sin vacilar por un instante, sacan a pasear a la guardia pretoriana del capitalismo para los tiempos de excepción, es decir, a los fascistas. 

Como bien apunta la profesora Luciana Cadahia, subyace al fascismo una lógica inmunitaria en el sentido de que este existe y ha mutado históricamente para defender unos determinados intereses de clase, los de la burguesía asustada, principalmente, y los de amplios sectores de clases medias y populares que, mediante una consistente operación propagandística y mediática, terminan adhiriendo a la tesis general de que sus enemigos están abajo y no arriba, y que de la crisis solo se sale defendiendo los intereses de los ricos. 

partidos y liderazgos que ayer aparecían como nostálgicos y marginales y que por obra y gracia del impulso de las clases dominantes en el contexto de la crisis y del poder mediático controlado por ellas, se han convertido en gobierno o en fuerzas políticas con claras opciones de poder.

Hemos visto cómo en Europa estas perspectivas han ganado relevancia social y electoral en el último periodo al ritmo de la agudización de la crisis económica que se estaba gestando antes de la pandemia de 2020 y que está detonando con toda potencia en la actualidad, como lo evidencia el fenómeno inflacionario global. Vox en España, Meloni en Italia, Orbán en Hungría, Chega en Portugal, Le Pen en Francia y AFD en Alemania, son algunos ejemplos de partidos y liderazgos que ayer aparecían como nostálgicos y marginales y que por obra y gracia del impulso de las clases dominantes en el contexto de la crisis y del poder mediático controlado por ellas, se han convertido en gobierno o en fuerzas políticas con claras opciones de poder. Cuando la dicotomía es entre las ganancias y la democracia, los capitalistas siempre prefieren sacrificar la democracia y sus cacareadas tradiciones liberales. 

En América, alimentados por teorías de la conspiración, las noticias falsas y el miedo al pueblo organizado y movilizado para producir cambios, han medrado con éxito diferentes variantes del proyecto fascista del siglo XXI que han permeado o absorbido con éxito a buena parte de las derechas clásicas y sus partidos. Trump en los Estados Unidos, Bukele en el Salvador, Añez en Bolivia, Fujimori en Perú, Milei en Argentina, Kast en Chile, el Uribismo en Colombia y Bolsonaro en Brasil son algunos de los rostros más visibles de esta apuesta que tiene en común su odio a las ideas políticas transformadoras y a los movimientos sociales que las encarnan: progresismo, comunismo, ambientalismo, feminismo, disidencias sexuales… 

Con su culto a la propiedad privada, los valores neoliberales extremados y al lucro capitalista como supuesta condición de posibilidad para el avance de la sociedad, y su no despreciable capacidad de implantación social e ideológica entre amplios sectores de la sociedad a los que logran movilizar en las calles y en las urnas con discursos emocionales pero efectivos, el fascismo va avanzando, aunque en los pulsos electorales con otras opciones políticas los proyectos fascistas pueden perder, no descartan nunca métodos excepcionales y antidemocráticos como los que hemos visto en acción en Bolivia durante el golpe de 2019, en Estados Unidos con el asalto al capitolio  en 2021, en Perú en diciembre de 2022 y más recientemente con el intento de Putsch en Brasil por parte de militantes bolsonaristas que se tomaron la sede del gobierno para pedir la intervención militar.

el mapa rojo es más un espejismo que otra cosa y el asalto en Brasilia es un campanazo de alerta que no debemos ni podemos ignorar. La derecha no ha sido derrotada definitivamente y sus reveses temporales y el contexto de crisis han conllevado a su radicalización en sentido fascista. 

Cuando ganó la candidatura de Lula en segunda vuelta circuló en redes sociales un mapa que mostraba —con cierto triunfalismo—,  señalado en color rojo, los países donde gobernaban coaliciones progresistas y de un disminuido color azul los países encabezados por las derechas, me quedé pensando mucho en esa imagen viral y en los errores de lectura que podría inducirnos a cometer. 

En el mapa, como es obvio, no pueden apreciarse los estrechos márgenes electorales con los que obtuvieron la victoria esos gobiernos progresistas, mucho menos las desfavorables correlaciones de fuerzas internas que tienen que enfrentar en sus países, tampoco lo cada vez más limitada de su agenda transformadora, puesto que su triunfo se produjo en el seno de coaliciones amplias en las que se reencaucharon sectores no fascistas de las élites que, si acaso, están dispuestas a aceptar tímidas reformas a cambio de su apoyo. Así las cosas, el mapa rojo es más un espejismo que otra cosa y el asalto en Brasilia es un campanazo de alerta que no debemos ni podemos ignorar. La derecha no ha sido derrotada definitivamente y sus reveses temporales y el contexto de crisis han conllevado a su radicalización en sentido fascista. 

En la organización y la movilización popular, en la batalla de las ideas y la sensibilidad, construyamos sólidas trincheras por las que no puedan pasar los fascistas. 

Claro que el triunfo de gobiernos progresistas es importante para la región y en algunos casos como el colombiano, verdaderamente histórico, pero es igualmente relevante no cerrar los ojos ante las dificultades que enfrenta y enfrentará este llamado segundo ciclo progresista, entre otras cosas porque uno de los efectos poco discutidos de la presencia del fascismo en el espacio público es la derechización del espectro político a tal punto que a la izquierda, electoralmente, le resulta más rentable moderarse y coquetear con el centro que ser de izquierdas sin complejos, la campaña de Lula y de otros liderazgos progresistas en la región es un testimonio de esto.  

 Si quienes queremos aportar a transformar la realidad de nuestros pueblos persistimos en la conducta de leer estos intentos de golpe como aislados y de entenderlos como pura desesperación de una derecha en retroceso que perdió el gobierno y que no puede cristalizar en un movimiento exitoso, bien valdría recordar que antes del golpe a Allende en 1973 el fascismo también acumuló fuerzas e hizo varias intentonas golpistas que en su momento se desatendieron. El fascismo de hoy ya no usa botas y uniformes militares, usa traje y corbata. no podemos esperar pasivamente a que la bestia siga creciendo. En la organización y la movilización popular, en la batalla de las ideas y la sensibilidad, construyamos sólidas trincheras por las que no puedan pasar los fascistas. 

Si el Putumayo tuviera mar

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En mi caso, el año pasado a mi madre le emergió el sueño y muy contante y sonante nos dijo un 28 de Diciembre: “Nos vamos a conocer el mar”. 

Durante la temporada de fin de año millones de carros transitan las vías del país buscando un aire fresco para la rutina que ahoga a sus conductores los restantes once meses. Así, un desfile de placas de todas partes del país se cruzan en las vías nacionales con destinos variados y a uno que a otro rolo se le sale a flote ese sueño latente, que nuestro veterano candidato volvió slogan cuando ya las campañas estaban lejos del ideal griego de política y los recuerdos del personero que compró a medio colegio con la idea de poner una piscina volvían. En mi caso, el año pasado a mi madre le emergió el sueño y muy contante y sonante nos dijo un 28 de Diciembre: “Nos vamos a conocer el mar”. 

Como Santa Marta y Cartagena son Distritos Turísticos y esa vaina de pagar mojarras en la módica suma de seis millones de pesos no va con nosotros, decidimos poner el dardo en un pueblito paradisiaco del Córdoba llamado Moñitos. El viaje con una escala en Tarazá hasta el ansiado mar duró cerca de 20 horas. El primer tramo de viaje desilusionó un poco pues la famosa ruta del sol fue un engaño total, de aquel proyecto insigne de ingenieros colombianos solo quedaba el recuerdo de las fotos, huecos por doquier y esas casetas de donaciones voluntariamente obligatorias a las arcas del pobre viejecito Sarmiento Angulo apodadas peajes. El paso desde Medellín hasta Montería fue mejor y entre los pueblos montañosos de Yarumal, Valdivia, Llano de Cuivas y el descenso a Tarazá estuvo protagonizado por muleros, conductores imprudentes e impacientes que adelantaban en curva y, lo más importante para este escrito, una carretera en mitad de la montaña en perfecto estado; para lo que son los estándares colombianos, claro está. 

Ese paso entre cordilleras y barrancos me hizo recordar al viaje que hicimos unos meses atrás cuando a mi madre le surgió el deseo de conocer la iglesia más linda del mundo, porque en Colombia siempre tenemos las cosas más lindas del mundo, que es la de Las Lajas. El viaje de ida hasta Ipiales fue excelente, pero en la devuelta cometí el error de, por conocer más y ya habiendo pasado por Popayán, aconsejar la ruta Pasto-Mocoa-Neiva-Bogotá. ¿Después de todo son capitales de departamento todas, no? 

Así que mientras el mareo comenzaba a dominarme en el paso de Yarumal a Tarazá recordé esa experiencia del Putumayo y me dije: “Claro, voy por la misma vía que lleva a Montería, que lleva a Barrancabermeja, además voy para el mar

Si hay algo que une la vía entre Pasto-Mocoa y Medellín-Montería es la cadena montañosa que se atraviesa, y si hay algo que las distancia son sus vías. Las capitales del sur están unidas por una vía que hasta los camiones sufren al pasar, ni decir lo que el carro que nos acolita en nuestras aventuras rolas sufrió durante esas largas ocho horas de paso. Así que mientras el mareo comenzaba a dominarme en el paso de Yarumal a Tarazá recordé esa experiencia del Putumayo y me dije: “Claro, voy por la misma vía que lleva a Montería, que lleva a Barrancabermeja, además voy para el mar, (para el mar, marica) para los puertos, para esos planes turísticos de Coveñas y Tolú, si así de bien esta la vía para esta zona no me imagino como debe estar la del puerto de Buenaventura o la misma vía para Barranquilla y Cartagena, aquí se nota que invierten bien la plata. Si el Putumayo tuviera mar las vías serían iguales a estas”.

Entonces el mareo desapareció y exclamé para mis adentros triunfante que había resuelto el problema de la infraestructura colombiana: hay que reformar la geografía, si el Putumayo tuviera mar en ese mismo instante el gobierno, que solo piensa maneras para mandar las riquezas de este platanal a las extranjas como lo fue la casa Arana, vería en este departamento la importancia que merece, Mocoa dejaría de ser confundida con Mitú y mi tía no miraría raro a mi mamá por pegarse esos viajes a zona roja, se adjudicaría la ruta de la luna y en 2074 estaría lista, si ningún contratiempo inesperado alarga el plazo unos mesecitos de más, por supuesto. Esa es la solución, mar para Santander, mar para Tolima, mar para toda Colombia… incluso, ¿por qué no, ya que tanto hemos sufrido en Tabogo?, un pedacito de mar para Bogotá. 

Mocoa dejaría de ser confundida con Mitú y mi tía no miraría raro a mi mamá por pegarse esos viajes a zona roja, se adjudicaría la ruta de la luna y en 2074 estaría lista, si ningún contratiempo inesperado alarga el plazo unos mesecitos de más, por supuesto.

Comprenderá mi lector la desilusión tan berraca que me pegué cuando llegamos al tan ansiado mar y  junto a un cartel roto que rezaba a lo 1984: “mejores vías es equidad para todos, Ministerio de transporte” estaban las calles de Moñitos en tierra, la vía a San Bernardo del Viento, y que me perdone Juan Gossain, llena de cráteres y la utopía marítima deshecha ante el abandono estatal. Pero así mismo, comprenderá mi lector la ira que me dió al ver que la vía a la famosa Coveñas, en la misma costa atlántica sólo separados los pueblos uno de otro por las majestuosas ciénagas, en un estado envidiable.

¿Qué es lo que le ha pasado a esta serie de  gobiernos ineptos que olvidaron a sus pueblos y cayeron en sobornos? ¿Qué es esa selectividad al momento de invertir en infraestructura? ¿Qué pasó con eso de que no teníamos nada que envidiarle a Alemania, Suiza y qué sé yo más, Juanpa? ¿Mar? ¿Necesitamos mar para que el gobierno nos vea y nos invierta en ese extraño rubro titulado social? El Chocó tiene mar y ahí está, como diría un célebre diputado, un bollo y sin perfumar, ¿Turismo entonces, señor Presidente? ¿A cuántas niñas no se les han roto sus sueños en Cartagena y qué pasa con la ruta del sol que aún sigue en construcción? Si se investiga un poco en Invias reposa la licitación LP-DT-GGP-013-2018 donde se busca adjudicar el contrato de parte de la vía Pasto-Mocoa, doy fe que a noviembre de 2022 no había pasado absolutamente nada. ¿Qué decir de Moñitos, San Bernardo del Viento y Lorica? Solo proyectos, como siempre. 

Ojalá al gobierno Petro, que recorrió de cabo a rabo este país como los demás presidentes en campaña, no se le olvide la voz gastada que resuena allá en el centro de Bogotá, desde el siglo XIX, repitiendo incansablemente que hay que conectar a este país. 

Así con miles de licitaciones y carreteras, solo basta recorrer las vías macondianas donde un Galeón en mitad de la selva es más lógico que una buena vía, una vía digna, entre montañas que conduzca a la capital de un Departamento, a un pueblo o  a cualquier parte de este país para ver el abandono. Ahorita mismo, que las cosechas salgan nuevamente, veremos a los canales de siempre ponerse ese hermoso vestido amarillo que se rasgan cada vez que cubren la reiterada nota en la que se evidencia que es mas rentable tirar el producido que sacarlo porque no hay vías. ¿Cómo esperar que llegue el Estado a un pueblo si no le proporciona infraestructura? Ojalá al gobierno Petro, que recorrió de cabo a rabo este país como los demás presidentes en campaña, no se le olvide la voz gastada que resuena allá en el centro de Bogotá, desde el siglo XIX, repitiendo incansablemente que hay que conectar a este país. 

Yehosua Bejarano Cáceres. Nació en Tabogo en 2005 y es estudiante de la licenciatura en Español y Filología Clásica en la UN. A pesar de eso y quedar en tercer lugar del concurso nacional de escritura aún no sabe hacer reseñas biográficas.

Algunas reflexiones a propósito de las tesis sobre pedofilia publicadas en la Universidad de Chile

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Me encontraba explorando vídeos en Youtube, cuando el algoritmo me recomendó una entrevista que llamó mi atención. El título claramente resulta provocador, especialmente para una profesora feminista que trabaja como catedrática en una universidad: “Subsecretaria Pizarro se refirió a las polémicas tesis de la U. de Chile sobre pedofilia”[1]. No tenía idea de que había una polémica en torno a unas tesis publicadas en la Universidad de Chile sobre pedofilia. Así que decidí revisar el vídeo y buscar noticias al respecto para saber a cuáles tesis se referían. Esta columna pretende puntualizar algunas reflexiones que hilé mientras realizaba la indagación y que espero sean de utilidad para cuestionar a la academia en su responsabilidad ética con la sociedad.  

Es más, tal vez sea más pertinente hablar de feminismos en plural, ya que al interior del movimiento hay divergencias tan profundas y radicales que es posible defender ideas contrarias.

Las tesis en cuestión son dos. La primera de ellas fue presentada en el 2016 por Leonardo Arce para optar al grado de Magíster en Estudios de Género[2]. La segunda fue escrita por Mauricio Quiroz para optar al título de Licenciado en Educación Media con mención en Filosofía[3]. Como puede evidenciarse, una tesis se enmarca en los estudios de género y la otra se enmarca en el campo pedagógico. Quería leer las tesis, explorarlas, pero no fue posible debido a que la Universidad de Chile restringió el acceso a ambos documentos. A pesar de ello, aprovecharé la ocasión para señalar algunas ideas con respecto a estos asuntos.

la presencia de una tesis que defiende la pedofilia como un deseo legítimo en una maestría de estudios de género no debería implicar señalamientos directos hacia el feminismo o al menos no hacia su totalidad

En primer lugar, el feminismo es un movimiento social con unas bases teóricas amplísimas que desbordan con creces las lecturas simplistas. Es más, tal vez sea más pertinente hablar de feminismos en plural, ya que al interior del movimiento hay divergencias tan profundas y radicales que es posible defender ideas contrarias. Esto imposibilita el establecer límites claros por consenso entre lo que es y no es feminismo. Por supuesto que algunas vertientes han intentado definir dichos límites, pero eso no ha evitado que otras personas, desde otros lugares, reclamen una enunciación como feministas. Es decir, la pertenencia al movimiento social se ha vinculado también con una cuestión identitaria: soy o no soy feminista. Esto tiene implicaciones, como la desarticulación de una cohesión mínima esperable en todo movimiento social, pues la subjetividad y las enunciaciones identitarias terminan ocupando el lugar de relevancia que le debería pertenecer al trabajo colectivo y a la búsqueda de lo común.

Realizo esta precisión para empezar con la primera reflexión: la presencia de una tesis que defiende la pedofilia como un deseo legítimo en una maestría de estudios de género no debería implicar señalamientos directos hacia el feminismo o al menos no hacia su totalidad. En primer lugar, los estudios de género no son equiparables al feminismo, aunque comúnmente se les asocie de modo indistinto. En segundo lugar, porque incluso cuando esta asociación entre feminismo y estudios de género fuera necesaria, por la razón expuesta en el párrafo anterior es una exigencia señalar a cuál vertiente autodenominada feminista se le acusa de defensora de la pedofilia, porque ciertamente muchas otras desaprobamos una idea como la defendida en esta tesis.

Por lo anterior, no tiene justificación que los cristianos y otros sectores antifeministas estén utilizando este caso en concreto para deslegitimar al feminismo en su totalidad. En todo caso, hay que reconocer cuáles corrientes de pensamiento concretas son las responsables del devenir de estas ideas y su presencia en la academia.

Por lo anterior, hay que seguir artimañas argumentativas rebuscadas y forzadas para poder sostener que una desaprobación de la pedofilia es adultocentrismo, ya que el deseo del adulto pedófilo no tiene nada que ver con el deseo del niño.

En segundo lugar, llamo la atención sobre lo que está sucediendo en la academia. El descubrimiento de estas tesis no fue una sorpresa para mí, puesto que en mis estudios de pregrado aquí en Colombia cursé una materia de teoría queer y en ella realizamos la lectura de un texto que defendía la misma idea: la pedofilia es un deseo, una orientación sexual. No sólo eso: también leí otro texto que defendía la zoofilia como una orientación sexual e incluso otros textos que problematizaban el hecho de cuestionar las relaciones sexuales entre personas con roles de poder muy diferenciados, porque hacerlo implicaba negarles la agencia a los sujetos. En ese sentido, argumentaba, no sería correcto cuestionar una relación sexual entre un estudiante y un profesor, puesto que hacerlo implicaba negarle al estudiante su condición como sujeto. 

Ciertamente, como profesora, como antiespecista, como feminista y como mujer que ha sufrido violencia sexual de distintas maneras, debido a la sexualización de la que ha sido objeto mi cuerpo desde la infancia no apruebo ninguna de dichas argumentaciones, debido a que yo misma he vivido en carne propia lo violento que resulta ser sexualizada en contextos y momentos de la vida en los que uno no desea ser sexualizado. De igual manera, sé lo que es sentirse obligada a decir que sí cuando se desea decir que no, debido a que las relaciones de poder desiguales manipulan el consentimiento. En consecuencia, reafirmo lo que las feministas radicales señalamos una y otra vez: el consentimiento no es suficiente para afirmar el agenciamiento de los sujetos, sino que es necesario que se acompañe del deseo y la consciencia. Uno puede consentir por miedo, por manipulación, porque se encuentra bajo amenazas, entre otras opciones.  

Si un jefe sexualiza mi cuerpo, reconocer que esa sexualización es inapropiada no niega mi condición como sujeto deseante, puesto que el sujeto deseante es mi jefe.

Tampoco comprendo cómo la patologización de la zoofilia y la pedofilia, por ejemplo, niegan la agencia de los niños y los animales, puesto que una cosa es el cómo se señala al sujeto que desea y otra cosa es cómo se señala al sujeto deseado. Si un jefe sexualiza mi cuerpo, reconocer que esa sexualización es inapropiada no niega mi condición como sujeto deseante, puesto que el sujeto deseante es mi jefe. Por lo anterior, hay que seguir artimañas argumentativas rebuscadas y forzadas para poder sostener que una desaprobación de la pedofilia es adultocentrismo, ya que el deseo del adulto pedófilo no tiene nada que ver con el deseo del niño. Ambas tesis en el resumen que se encuentra publicado en el repositorio afirman un infantocentrismo en oposición al adultocentrismo, pero para sostener una postura que denominan infantocéntrica fijan su mirada no en lo que el niño experimenta, siente, quiere, piensa, sino en lo que el pedófilo desea, lo cual claramente no reafirma una mirada desde el infante.

Por lo anterior, vale la pena cuestionar cuáles son las responsabilidades éticas que la academia tiene frente a la sociedad al teorizar. Esto lo señalo debido a que el decano de Filosofía de la universidad afirmó que las tesis no pasaron por el comité de ética debido a que no trabajaron con grupos humanos. Entonces, ¿se necesita de la revisión del Comité de Ética para reconocer cuáles son las implicaciones éticas de una investigación? La excusa para desligarse del compromiso ético de la academia y de los investigadores no puede ser que el Comité de Ética no hizo la revisión, pues se espera que la formación académica y profesional implique de por sí la construcción de sujetos reflexivos y comprometidos éticamente con la sociedad. Si un académico no es capaz de realizar un proceso de reflexividad en el cual cuestione permanente cuáles pueden ser las implicaciones de sus ideas, su formación profesional debe ser puesta en jaque, pues absolutamente todos los perfiles profesionales de las universidades incluyen el elemento ético como parte del profesional que forman.

Si un académico no es capaz de realizar un proceso de reflexividad en el cual cuestione permanente cuáles pueden ser las implicaciones de sus ideas, su formación profesional debe ser puesta en jaque

Para concluir, invito a los lectores, especialmente a los académicos y a los profesores, a comprender que las labores que ejercemos son de un alto compromiso y responsabilidad social que exige de nosotros procesos permanentes de reflexividad ética y autocrítica. En este sentido, lo que decimos, lo que hacemos, lo que teorizamos y cómo tratamos a los demás tienen repercusiones en las vidas de los otros. Por ese motivo, la reflexión más importante es que no deberíamos requerir de la mirada y supervisión de un ente superior, sea este las directivas o el Comité de Ética, para limitar nuestros discursos y prácticas y reconocer cuándo estos atentan contra los otros. Nuestro deber con la sociedad es también ético.


[1] https://www.youtube.com/watch?v=O6feCxCCjuI&ab_channel=24Horas-TVNChile

[2] https://repositorio.uchile.cl/handle/2250/145147

[3] https://repositorio.uchile.cl/handle/2250/179587

Creatividad, ¿cómo?: reflexiones en torno al consumismo

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«La creatividad sin estrategia se llama arte. La creatividad con estrategia se llama publicidad».

Si la creatividad sin estrategia es arte, entonces ¿Cómo se define en este contexto la palabra “estrategia” y por qué el arte no es poseedora, según Richards, de esta cualidad?

Abro esta reflexión con la frase del gurú de la publicidad y docente de la Universidad Estatal de Michigan, Jef Richards. Nos servirá para esbozar la serie de pensamientos y problematizaciones que me surgen conforme a cómo se entiende el arte en una sociedad consumista, analizando la comparación que el señor Richards plantea entre arte y publicidad desde la creatividad y la estrategia. Pienso que dentro de este esquema de conceptos es necesario tener en cuenta las implicaciones de poder que se le atribuyen a la creatividad propiamente (como matriz creadora) para el control de masas. Si la creatividad sin estrategia es arte, entonces ¿Cómo se define en este contexto la palabra “estrategia” y por qué el arte no es poseedora, según Richards, de esta cualidad?

si el señor Richards no encuentra en el arte estrategia alguna, pero sí logra visualizarla en la publicidad, es porque este papel de la estrategia en el arte no es funcional en un sistema capitalista pues no es generadora de consumo repetitivo

Para intentar dar una posible respuesta a la anterior pregunta, comenzaré diciendo que los procesos de creación artística comprenden en sí mismos un entrecruzamiento de estrategias de orden consciente; la espontaneidad e intuición también poseen un factor estratégico en cuanto a que la persona creadora acciona desde el deseo y el impulso de lo que busca proyectar y realizar teniendo en cuenta el propósito (la ausencia de este también es estratégica). Ahora pues, si el señor Richards no encuentra en el arte estrategia alguna, pero sí logra visualizarla en la publicidad, es porque este papel de la estrategia en el arte no es funcional en un sistema capitalista pues no es generadora de consumo repetitivo (como sí lo logra la publicidad) y su origen es contextual, es decir, hace parte de la cosmovisión del artista.

El capitalismo es altamente acumulativo, de eso no hay duda, la publicidad busca vendernos hasta lo que no necesitamos… Es esta la naturaleza de la estrategia publicitaria que se enuncia como creativa (y que lo es), pues se mantiene establecida como tal gracias a su cualidad de reinvención y adaptación (características propias del capitalismo). Estamos hablando, entonces, de una creatividad con propósitos de consumo, pero es necesario aclarar que este no es un consumo limitado a productos del mercado, también se trata de un consumo ideologizado donde se cimentan las ideologías dominantes.

La frase de Richards me hace pensar en la importancia de la enunciación, “lo que no se nombra, no existe”. Es por esto que conviene, en este sistema, seguir viendo al arte como aquello trascendental, apolítico, como no poseedor de características estratégicas (ya sea para banalizar el arte crítico de discursos dominantes o para justificar el arte con ínfulas de empresa). Enunciar es importante, la publicidad es altamente enunciativa, lo es tanto que hoy en día, en el mercado, se venden más que solo productos: se venden experiencias. Me refiero a estas experiencias de empoderamiento femenino que nos venden en los comerciales de maquillaje, experiencias de salud y vida fitness, experiencias que nos venden una navidad en familia si compramos el papel de baño con empaque de plástico rojo y verde…

Enunciar es importante, la publicidad es altamente enunciativa, lo es tanto que hoy en día, en el mercado, se venden más que solo productos: se venden experiencias.

Pero esto no se queda únicamente aquí. Volvamos a nuestra frase. Ya habiendo explicado un poco las dinámicas que operan alrededor de la afirmación de “creatividad (reinvención) + estrategia (de consumo) = publicidad” y de la no enunciación de la característica estratégica del arte por parte de sujetos como Richards, ahora plantearé algunos problemas breves que surgen cuando creemos que el arte no se encuentra, en absoluto, alienado al sistema manteniéndose como un oficio “del alma” sin criterio político. Dentro de la mercantilización de las experiencias del capitalismo cultural, podemos incluir la mercantilización del arte, es decir, el arte como un negocio/institución/empresa. Cuando se habla del problema de tener como fin último de la obra de arte el ser comprada, siempre salta a la luz el comentario en son de reproche, “¿ah, entonces los artistas nos tenemos que morir de hambre?”, ante esto solo tengo que decir que la crítica no va dirigida al individuo, la crítica no va dirigida al caso del artista que vende sus cuadros o comisiones (porque este ni siquiera es reconocido institucionalmente como artista); la crítica va dirigida al gran empresario, aquel que vende en cientos de millones una obra cuyo único fin es ese: ser comprada por otro multimillonario que la incluirá en su colección artística.

la crítica va dirigida al gran empresario, aquel que vende en cientos de millones una obra cuyo único fin es ese: ser comprada por otro multimillonario que la incluirá en su colección artística.

Este arte para el consumo, de burgueses para burgueses, enfatiza aún más las divisiones de clase. Para explicar esto usaré como ejemplo al famoso artista Jeff Koons. Koons es un empresario, paga mano de obra asalariada para la creación de sus obras, en los 90s ya contaba con más de 120 asistentes (que ni por error serían considerados artistas), vende sus obras a precios muy elevados (precios que impiden que cualquier persona clase media/baja pueda comprarlas) y esto afecta el acceso a la adquisición de capital cultural limitándolo a las posibilidades de la clase burguesa.

La acumulación de obras de arte como indicador de clase social es solo una más de las formas en las que se entiende el poder; el arte no escapa de esto, el arte también es, ha sido, y será parte del consumismo

Continuando con el tema del capital cultural, en el papel del artista aparece, entonces, un detalle de orden estructural y de clase al respecto. Las obras de arte con fines de comercialización no están hechas para ser adquiridas por una persona de bajos recursos porque, aparte de lo económico, la brecha de clase también está presente en el modo de enunciación de las obras; es decir, la forma en la que es explicada la obra, los términos que se usan, las “críticas” que hacen solo pueden ser entendidas por un grupo reducido de personas con esos conocimientos ya adquiridos, y esto no funciona de esa manera ‘porque sí’. La acumulación de obras de arte como indicador de clase social es solo una más de las formas en las que se entiende el poder; el arte no escapa de esto, el arte también es, ha sido, y será parte del consumismo, de este proceso que comienza con la creación de la obra (por lo general, tan inmediata como el capitalismo mismo) pero al que le sigue la comercialización y el gran derroche de capital.

La idea de la publicidad como estratega y del arte como liminal y subjetivo o, por otro lado, indicador de estatus social es necesario destruirla; el arte es político porque nosotres como sujetes politiques lo somos y representará siempre el cómo entendemos nuestro entorno y cómo interactuamos socialmente.

Mi nombre es Havi Corredor Amador, tengo 23 años, soy de Bogotá y estudio Licenciatura en Artes Visuales de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN). Me dedico principalmente a la ilustración, el collage y el diseño gráfico. Soy de izquierdas y feminista, siempre interesada por cuestionar mis propias posturas.

Mi nombre es Havi Corredor Amador, tengo 23 años, soy de Bogotá y estudio Licenciatura en Artes Visuales de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN). Me dedico principalmente a la ilustración, el collage y el diseño gráfico. Soy de izquierdas y feminista, siempre interesada por cuestionar mis propias posturas. En Ig: @sodauva.

Algunos comentarios sueltos sobre las elecciones a la alcaldía de Bogotá

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Ya suenan nombres para la alcaldía de Bogotá, por eso en redes se empiezan a ver algunas encuestas para medir posibles candidaturas mientras se disparan las publicaciones con emojis y frases vacías que incluyen palabras y expresiones como “población vulnerable”, “comunidad”, o “familia”.

En ese camino, en unas semanas veremos ya la retahíla del “vamos por otras formas de hacer política” junto a fotos de precandidatos alzando bebés, abrazando adultos mayores o llevando a cabo “actos humanitarios” cuyo único fin es la acumulación de caudal electoral.

En medio de la euforia del fin de año y la polémica desatada por la renuncia de un senador, en todas partes ya se habla sobre cómo debe ser la próxima o el próximo alcalde. Y como Vicente va a dónde va la gente, también quiero hacer algunos comentarios al respecto, para eso, agrupé lo que he escuchado y leído en cuatro grandes grupos de personas, que no son necesariamente excluyentes entre sí:

  • El primer grupo hace una caracterización de la administración de la alcaldesa Claudia López y señala que venimos de una mala alcaldía. Muestra de ello sería, por ejemplo, sería el manejo represivo dado a las protestas desarrolladas bajo su mandato. También la mala relación con el Concejo de Bogotá, y su fea costumbre de no asumir sus errores, sino de culpar a Peñalosa, a Petro, a la gente, a usted y a mí.

  • El segundo grupo plantea que para enfrentar la mala gestión de Claudia López es necesario un alcalde tecnócrata por el estilo de Oviedo, porque lo importante son las decisiones “técnicas” en tanto apolíticas (?) y ya. La verdad es que de este grupo no he identificado argumentos que fortalezcan esa candidatura, más allá de la supuesta buena gestión del señor en el DANE. Al respecto, cabe tener en cuenta que López y Peñalosa también llegaron a la alcaldía a partir de una imagen de perfiles “técnicos” antes que políticos.

  • El tercer grupo considera que a Bogotá la “salva” una persona. Vienen de una lógica mesiánica que desconoce la dinámica política como práctica de construcción colectiva,y que niega a su vez la importancia de un programa sólido que vaya más allá de consignas puntuales.

  • En el cuarto grupo que identifiqué, están quienes plantean la necesidad de una candidatura que sea resultado de una selección democrática, que ponga en diálogo las reivindicaciones sociales, el derecho a la ciudad y la profundización de la democracia.

Partiendo de esto, pongo a consideración algunos elementos a la hora de pensar en posibles candidaturas:

1. No es ni una cosa o la otra. Una lectura maniquea de si debe ser un tecnócrata o una persona que “se ganó el derecho a ser alcalde”, no es la solución. Esta generación de votantes en Bogotá ya experimentó diferentes tipos de alcaldía, así que, partiendo de la experiencia, lo que sigue es complejizar la decisión de voto más allá de un tema de “militancia vacía”, de voto de castigo o de creer que las decisiones técnicas no tienen una carga política.

2. La idea de “es que se merece ser alcalde” porque hizo o dijo alguna cosa popular, también es muy peligrosa. No puede llegar a gobernar una persona que poco o nada conoce los problemas estructurales de la ciudad, porque, como tal, se necesita de gente que se preocupe por el estudio y por la cualificación técnica y política. Por supuesto, no me refiero a una colección de cartones. Al respecto, un buen ejemplo es el Senador Wilson Arias (quien no tiene aspiraciones a la alcaldía de Bogotá), ya que es técnico en electromecánica y, por formación propia, cuenta con conocimientos en macroeconomía, lo que lo lleva a ser, sin lugar a dudas, uno de los mejores congresistas del país, gracias a la calidad de sus debates e intervenciones.

3. Ya vivimos en carne propia el fiasco que resulta la designación de candidaturas a dedo, así que, en lugar de esperar pasivamente a que nos digan por quién votar, propongamos unos criterios claros de selección, más allá del «que diga» Sultana o Fulano. Criterios que permitan que sea elegida una persona que realmente conozca la ciudad y haya demostrado que de verdad se la juega por Bogotá, a plantar cara a los problemas y ser salsa cuando toque.

4. Necesitamos candidaturas coherentes con las reivindicaciones de los movimientos sociales, de poco o nada sirve una persona que se rasgue las vestiduras por una obra de infraestructura, cuando desconoce las necesidades de un sector históricamente oprimido.

Con estos comentarios sueltos no estoy pidiendo más de lo que la izquierda puede dar, estoy esperando lo que es. Hay nombres que cumplen con estos criterios y han demostrado su amor por Bogotá. Es posible que tengamos un alcalde o una alcaldesa más ‘completa’ para este periodo que arranca, para quien la respuesta ante la protesta no sea solo el ESMAD y los rituales tontos; en síntesis, a alguien que piense y actue en favor de la ciudadanía y no solo en favor de los negocios de las constructoras o de los dueños de TransMilenio, y esa posibilidad está en nuestras manos.

La encrucijada de TransMilenio en la ciudad: del transporte masivo a la miseria masiva

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El debate del transporte público tiene que ver con las políticas de los últimos gobiernos que se han encargado de aumentar las ganancias de los más ricos mientras disminuye el nivel de vida de la mayoría.

Bogotá entra de nuevo en el alza de los pasajes del SITP y Transmilenio, en medio de un tormentoso año que ubica la inflación en el 13% y el empleo informal por encima del 50%. Esta vez, aquella ciudad que un día se llamó la Atenas suramericana, solo le queda el apellido latinoamericano. Como siempre una minoría gana mientras una inmensa mayoría pierde.

En esa medida, el debate del transporte público tiene que ver con las políticas de los últimos gobiernos que se han encargado de aumentar las ganancias de los más ricos mientras disminuye el nivel de vida de la mayoría. De manera retrospectiva en los últimos 4 años, durante el gobierno de Ivan Duque quebraron más de 500 mil pequeñas empresas, pero la inyección de presupuesto a grandes empresarios y banqueros fue por encima de los 500 mil millones de pesos, hoy las ganancias de bancos y sector privado se cuentan por encima de los 13 billones de pesos, esto es, el presupuesto que fácilmente podría cubrir la deuda histórica con las universidades del país.

Es decir, sostuvieron el sistema sin necesidad de aumentar las tarifas, pero a cambio de la disminución de sus ganancias provenientes del 95% de los contratos de TransMilenio, lo que confirma que el sistema no necesita más plata, sino redistribuirla

La relación de lo anterior con TransMilenio, es que esos grupos económicos que son los más ricos del país insisten en vender el discurso del déficit para aumentar la tarifa del sistema anualmente. Hoy el alza del precio en las tarifas responde al aumento que no se realizó durante los años anteriores en medio de la pandemia. Es decir, sostuvieron el sistema sin necesidad de aumentar las tarifas, pero a cambio de la disminución de sus ganancias provenientes del 95% de los contratos de TransMilenio, lo que confirma que el sistema no necesita más plata, sino redistribuirla, pues la preocupación no está en mejorar el sistema sino en aumentar las ganancias. Por ejemplo, para el año 2021 Claudia López solicitó la asignación de un poco más de 1,5 billones de pesos para cubrir el supuesto déficit del sistema. ¿A dónde fue a parar esa plata si se supone que era para cubrir el supuesto déficit en el que se venía insistiendo desde el año 2020?

El problema de todo este asunto sigue siendo la pauperización de la vida de las grandes mayorías que se movilizan en transporte público, clase trabajadora, estudiantes, trabajadores informales, personas de la tercera edad; ejemplo de ello es que el salario mínimo tuvo un aumento similar al del transporte, con un 16 y 13% respectivamente, lo que al día de hoy representa un gasto absurdo en pasajes mensual y diariamente; alrededor de 127.200 mensuales para quienes viven en la ciudad y si tenemos en cuenta la gente que vive en los municipios aledaños un valor de casi 20 mil pesos, es decir, el almuerzo y el desayuno de una persona promedio asalariada, sin contar las condiciones de quienes no tienen auxilio de transporte que representa 52% del trabajo informal. 

Frente a este panorama se hace necesario aclarar las mentiras en las que han insistido los medios de comunicación y los grupos económicos en torno a los problemas reales del sistema. Por citar algunos de ellos se encuentra el problema de seguridad, que para el año 2022, según la secretaria de seguridad, aumentó en un 72%; de 1.900 hurtos en 2021 para el 2022 esta cifra llegó a los 3.200. Respecto a la violencia de género, según el observatorio de mujeres y equidad de género en Bogotá, se encontró que un 80% de las mujeres perciben el transporte público como un lugar inseguro en cualquier hora del día y, teniendo en cuenta que, en promedio, cada 72 horas 6 mujeres han sufrido de alguna violencia de tipo sexual, verbal o física, como lo confirmaron las protestas de meses pasados, esto sin contar los casos que no son denunciados.

Por citar algunos de ellos se encuentra el problema de seguridad, que para el año 2022, según la secretaria de seguridad, aumentó en un 72%; de 1.900 hurtos en 2021 para el 2022 esta cifra llegó a los 3.200.

En ese sentido, los privados de la mano con el distrito insisten en que el problema sigue siendo el de los colados, gastando en puertas antievasoras que no resuelven nada y aumentando el pie de fuerza policial, no para cuidar la gente sino para garantizar que cada quien pague su pasaje. Según las organizaciones sociales que han abordado el problema del transporte, los colados apenas representan el 2,8% de los ingresos del transporte (algo así como 85 millones de pesos) que, frente a los más 3 mil millones de pesos que ingresan a diario al sistema resulta siendo una cifra absurda como para que se considere el fenómeno de la evasión la causa del aumento anual en las tarifas. Esto sin contar los múltiples problemas en torno a las condiciones de los trabajadores al interior del sistema, el daño ambiental, el atraso del transporte en la ciudad, entre otros ejemplos que son parte del problema.

Finalmente, la única alternativa para resolver estos problemas son las exigencias históricas que han adelantado tanto usuarios como gremios y organizaciones sociales: 1. Que las tarifas se ajusten por debajo del aumento del salario mínimo. 2. Que se genere una tarifa diferencial para estudiantes, personas de la tercera edad y personas con discapacidad, no sobre la base de la focalización del subsidio, sino con inyección pública al sistema, y 3. Para que lo anterior se pueda realizar, deben renegociarse los contratos para que haya un equilibrio que favorezca por encima de los privados al distrito, de tal manera que sea este el que administre y destine los ingresos para mejorar el transporte de la ciudad. Mientras esto no se lleve a cabo, la crisis seguirá aumentando y el estallido por parte de usuarios y de la gente de a pie —quienes ven en la colatón y el bloqueo formas legitimas para expresar su inconformidad— será inminente.

En ese sentido la movilización social y las vías de hecho son las únicas alternativas que la gente tiene a su disposición para dignificar la vida de la inmensa mayoría que pierde año tras año por la avaricia de una minoría que nunca se transporta en TransMilenilo.

Nicolás Botero, estudiante de Licenciatura en Ciencias Sociales, lider social y estudiantil que ha trabajado en defensa de la educación pública y por la dignificación de la vida en la ciudad.

Por: Nicolás Botero, estudiante de Licenciatura en Ciencias Sociales, lider social y estudiantil que ha trabajado en defensa de la educación pública y por la dignificación de la vida en la ciudad.

Volvamos a poner de moda la conciencia de clase

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Las distintas protestas que fueron abriendo paso al nuevo milenio, dejaron en evidencia la tendencia a la concentración de capital y a la precarización de las condiciones de las mayorías sociales.

Hace unos años, los discursos referidos a la clase trabajadora o a la clase popular, asociados a su vez a los discursos de izquierda, fueron desacreditados ante la estrepitosa caída de la Unión Soviética y de las experiencias del bloque del este europeo. Con el paso de los años 90s y lo que va de los 2000, el capitalismo, en su modalidad neoliberal —que salió triunfante de la guerra fría—, puso de manifiesto que la ampliación de la clase media no era más que una utopía opacada por el aumento de las brechas sociales. 

Las distintas protestas que fueron abriendo paso al nuevo milenio, dejaron en evidencia la tendencia a la concentración de capital y a la precarización de las condiciones de las mayorías sociales. Las medidas de algunos gobiernos locales no fueron suficientes para ponerle freno a las tendencias de la economía mundial que conducen a la crisis y que, a su vez, llevan a la ampliación de la desigualdad. 

En el siglo XX, el imaginario de clase fue asociado a lo fabril, a una relativa estabilidad, y al varón proveedor que salía de su casa a la empresa, mientras se negaba, a nivel social, el lugar de las trabajadoras y el papel del trabajo doméstico —fundamentalmente femenino— en la reproducción del capitalismo.

unos creativos que llegaban a tener grandes fortunas, y otros perezosos signados por la pobreza. 

A principios del siglo XXI, con las políticas que fueron destruyendo los modos de organización sindical, a partir de mecanismos de contratación caracterizados por la inestabilidad y la incertidumbre, y con la promoción de la ideología del emprendimiento individual y del yo como producto —que, a partir de ejemplos muy específicos y sesgados, vende la idea de la movilidad social más allá de condicionantes estructurales—, la noción de clase quedó casi en desuso, dando paso a una visión según la cual la sociedad no era más que una suma de individuos: unos creativos que llegaban a tener grandes fortunas, y otros perezosos signados por la pobreza. 

Pero la crisis económica puso de relieve que ni la creatividad ni el trabajo sin descanso conducían necesariamente a la riqueza, ya que la riqueza tenía que ver, más bien, con las fortunas heredadas, la explotación, la acumulación desde la ilegalidad, y las conexiones con el poder. El mito de la película «En busca de la felicidad» se va desvaneciendo ante la escena de los Estados rescatando a los bancos y respaldando con políticas fiscales a los grandes ricos implicados en la crisis financiera de 2007/2008. No se trataba de un individuo ante el mundo, sino de una mayoría social ante un grupo de millonarios. A propósito de esto, siempre viene bien recordar la célebre frase del empresario Warren Buffet: «hay una guerra de clases y la estamos ganando los ricos».

El «Occupy Wall Street», o las protestas de «Los indignados» resaltaban la inmoralidad e injusticia de esa división de clase entre el 1% de grandes propietarios, frente a un 99% de personas asalariadas y desempleadas, y advertían los riesgos de la indiferencia sobre la continuidad de ese orden de cosas. 

la célebre frase del empresario Warren Buffet: «hay una guerra de clases y la estamos ganando los ricos».

En Colombia, con el estallido social y los antecedentes de protestas previas, se fue configurando una conciencia tácita en la que se exaltaba la solidaridad barrial, y en la que se asumían como semejantes a las personas precarizadas y desempleadas. Al mismo tiempo, iba quedando en evidencia el talante de los sectores de élite, que acudieron incluso a métodos paramilitares para enfrentar a los sectores movilizados. 

Así, con el paso de los años, la noción de clase y de clase trabajadora volvió a aparecer en el mapa, quedando también en evidencia su composición feminizada y racializada, en contraposición a la imagen previa de un segmento social de carácter masculino y blanco. Pero, como ya lo decían los autores clásicos, una cosa es la clase social y otra la conciencia de clase. 

La conciencia de clase —trabajadora— no consiste ni en una suerte de envidia hacia los grandes propietarios ni en la resignación ante el empobrecimiento o la precariedad, sino más bien, en el reconocimiento del orden estructural de desigualdad, el rechazo de las relaciones de explotación, y el deseo de cambio. 

La clase trabajadora, o la clase popular —hablando en un sentido más amplio—, no es la misma del siglo pasado. Está mucho más fragmentada, tiene más modalidades de empleo y, si bien tiene un mayor nivel de profesionalización, está más precarizada; no goza de una identidad común, y ha cedido, en gran medida, a la ideología de la autoexplotación. La conciencia de clase, en ese sentido, es útil para identificar cómo las situaciones adversas a nivel económico-emocional no son solo efecto de conductas individuales aisladas, sino que tienen todo que ver con el sistema capitalista fundamentado en la inequidad.

La conciencia de clase consiste en el reconocimiento del orden estructural de desigualdad, el rechazo de las relaciones de explotación, y el deseo de cambio. 

La conciencia de clase sirve también para imaginar políticamente las alternativas de organización social que cuestionen las formas de explotación laboral, sin perder de vista las formas de opresión por raza y género que fueron casi omitidas en años pasados. Alternativas que se opongan, además, a los mecanismos de represión y dominación que buscan divorciar la libertad de la igualdad. Sirve, en últimas, para superar la mentalidad de «tiburón» de estos tiempos, tan útil a los poderosos, y tan inútil a las aspiraciones de cambio estructural. 

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