Inicio Blog Página 28

En un universo capitalista cualquiera aviva sus heridas

0

ya esto complica un poco más el tema, pues no todos contamos en un país como Colombia, con una educación de calidad, acá más que un derecho parece un privilegio.

Las heridas de la infancia o heridas emocionales se van construyendo a partir de las experiencias que vivimos y la interpretación que hacemos en ese momento de ellas, lo problemático es que la interpretación que realizamos está basada en los recursos y aprendizajes que teníamos a esa fecha, que no son los mejores, incluso que tanto desarrollemos otros recursos psíquicos estará mediado por la educación a la que tengamos acceso y a nuestro capital cultural, ya esto complica un poco más el tema, pues no todos contamos en un país como Colombia, con una educación de calidad, acá más que un derecho parece un privilegio.

una economía capitalista y neoliberal, dichas heridas están lejos de repararse, por el contrario, se exacerban al punto que somos la generación con mayor índice de depresión y ansiedad de la historia, y es que como no, si desde niños en la sociedad occidental nos enseñan que hay una estrecha relación entre éxito y reconocimiento, entre éxito y realización material

Las heridas emocionales son inherentes a nuestra condición humana, no es algo que podamos evitar o simplemente saltarnos en nuestro proceso de desarrollo. Hasta ahí se podría decir “normal”, todos vamos a elaborar alguna herida a partir de las vivencias y recursos de la infancia. Ahora, estas heridas y su superación se pueden complejizar de acuerdo al entorno social, cultural, económico que nos rodee y en una economía capitalista y neoliberal, dichas heridas están lejos de repararse, por el contrario, se exacerban al punto que somos la generación con mayor índice de depresión y ansiedad de la historia, y es que como no, si desde niños en la sociedad occidental nos enseñan que hay una estrecha relación entre éxito y reconocimiento, entre éxito y realización material; carro, casa, viajes, entre éxito y familia, pero además, el modelo de familia heteronormativa, porque si tenemos una orientación sexual distinta a la hegemónica eso ya es causa para generar otra herida grave y profunda asociada con rechazo e infinidad de opresiones, pero bueno, es otra discusión.

En estas condiciones es apenas ‘natural’ que, al no cumplir con los estándares impuestos, tantas personas padezcamos ansiedad y depresión.

Todo el sistema espera que reproduzcamos el molde, nos reconoce y exalta si lo repetimos, si somos los mejores en nuestro trabajo, si además consolidamos una familia y tenemos, hijo, casa, perro, importando muy poco el costo, que puede ser desde una infinita insatisfacción, vínculos y relaciones frágiles hasta enfermedades crónicas.

Supongamos por un momento, que no queremos continuar el patrón y empieza a conflictuarnos toda esta dinámica, aparecen los psicólogos con formación tradicional (que no son todos), coach de desarrollo personal, guías espirituales que nos dicen que el problema somos nosotros y solo por lo menos yo podría aceptar semejante afirmación, que parece más un eufemismo si todos tuviéramos satisfechas nuestras necesidades más básicas; una alimentación, vivienda, salud, educación digna, como no es así parece más una invención más del capitalismo.

vivir puede volverse un bucle infinito que nos consume y nos regresa a nosotros, para no permitirnos ver más allá y entender que esto es estructural, que el problema no es solo mío, que el problema es de todos

En estas condiciones es apenas ‘natural’ que, al no cumplir con los estándares impuestos, tantas personas padezcamos ansiedad y depresión. Un coctel de emociones que se agudiza con el pésimo sistema de salud, producto de prácticas neoliberales como la Ley 100, en las que estamos expuestos a revictimización continua por los trámites burocráticos y la calidad de la atención recibida, centrada en etiquetar la enfermedad desplazando lo relevante, sus causas. Por esta razón vivir puede volverse un bucle infinito que nos consume y nos regresa a nosotros, para no permitirnos ver más allá y entender que esto es estructural, que el problema no es solo mío, que el problema es de todos y cuando todos tengamos lo esencial, lo básico, habrá tiempo y recursos para ocuparnos seguramente con mayor asertividad en lo individual. Es que el sistema capitalista arraiga y robustece su estructura, configurando nuestras instituciones de forma que se adapte a sus intereses.

Entonces sí solo existir y crecer nos implica necesariamente tener heridas, este sistema le pone sal, limón y pimienta haciendo de ella un manjar que le es completamente funcional.

Por: Angy Galvis. Nació en Barrancabermeja el 15 de enero del 95. Psicóloga de formación con experiencia en el campo organizacional y con la intención de transitar a lo social trabajando con comunidades, mujeres, niños, niñas y adolescentes. 

Docente provisional en el 2023: ¿Estar temporalmente?

2

En las instituciones educativas públicas del país existen dos tipos de vinculación para los docentes, la primera en propiedad, y la segunda en provisionalidad, de la cual hablaré puntualmente en este escrito. No es ilógico afirmar que, lo que sucede en los colegios, en este caso de Bogotá, es un fiel reflejo del funcionamiento que está teniendo el país. En estas líneas, basadas en mi posición como docente de matemáticas por más de seis años —sea esto poco o mucho tiempo—, expresaré una posición crítica sobre la inestabilidad en este campo, y lo que ella supone para la reflexión docente.

En el ámbito educativo, son reiterativos los comentarios de algunos compañeros que ya están en propiedad, dado que constantemente sacan a relucir las consecuencias de asumir un contrato de este tipo, algo sumamente incómodo

Ahora sí, para entrar en materia, es importante reconocer el tipo de contrato en cuanto a la temporalidad de los docentes provisionales, aquellos que llegan a colegios a cubrir vacantes por días, meses o años, cubrir una vacante que se puede perder porque la secretaria de educación nombra al docente en propiedad.

En el ámbito educativo, son reiterativos los comentarios de algunos compañeros que ya están en propiedad, dado que constantemente sacan a relucir las consecuencias de asumir un contrato de este tipo, algo sumamente incómodo por lo que muchos profesores tenemos que pasar, pues en el día a día debemos esperar a que lleguen a ocupar “nuestro” puesto de trabajo. Y sí, digo “nuestro” entre comillas, porque, en diversas ocasiones, directivas y otros docentes recuerdan que somos provisionales, que, como tal, ese no es nuestro lugar de trabajo y que en cualquier momento nos podemos ir de la institución.

las dinámicas institucionales demuestran que existen unas reglas de supervivencia y que, en muchos casos, los docentes más complacientes son los beneficiarios de medidas y acciones como horarios flexibles

Al inicio afirmaba que los colegios son el fiel reflejo de lo que sucede en la ciudad, o en este caso en Bogotá, las dinámicas institucionales demuestran que existen unas reglas de supervivencia y que, en muchos casos, los docentes más complacientes son los beneficiarios de medidas y acciones como horarios flexibles, el hecho de no tener una dirección de curso —como si eso fuera un premio—, o contar con favores de las directivas.

Dicho lo anterior, considero necesario precisar que, de igual modo, más allá de la temporalidad o no del docente y del carácter público o privado de la institución, hay colegas que no se interesan por su labor, no le dan la importancia a su profesión y no dan paso a reflexiones pedagógicas.

Como ya lo había mencionado, en la actualidad soy docente provisional de la SED, y mi experiencia ha sido gratificante —dejando de lado situaciones burocráticas— no solo por tener los beneficios de una “estabilidad” laboral por más de dos años, sino porque soy muy feliz en el lugar donde trabajo, mis estudiantes son unas grandes personas y eso hace que me sienta muy agradecida por “pertenecer” a ese lugar. Sin embargo, sé que la experiencia de muchos otros docentes provisionales no ha sido la misma, porque no se ha tenido claridad en su proceso de contratación y sus periodos de trabajo no superan los dos meses.

sé que la experiencia de muchos otros docentes provisionales no ha sido la misma, porque no se ha tenido claridad en su proceso de contratación y sus periodos de trabajo no superan los dos meses.

Pero entonces, en este punto la pregunta sería ¿Cómo lograr que las palabras estabilidad y pertenecer dejen de estar en comillas?, el único camino es estar nombrado en propiedad en alguna de las secretarias de educación del país. Lo que se consigue por medio del concurso docente —un tema complejo y de muchos matices— que aún no cubre las necesidades de todos los docentes del país, puesto que para muchos el fin es pertenecer a una institución pública debido a las condiciones indignas de la mayoría de los colegios privados.  

Y bueno, en el 2022 ocurrió, inició el concurso docente y se llevaron a cabo varias de sus etapas, entre esas, la prueba eliminatoria, prueba que generó gran impacto para muchos profesores —entre esos, yo—, debido a las pocas vacantes que había y la gran cantidad de personas que se presentaron. Muchos no pasamos esta prueba, y en el ambiente laboral quedó el malestar de sentir que no somos lo suficientemente buenos como maestros, así tengamos la conciencia de nuestro esfuerzo pedagógico. Y ahí llega una de las dificultades de ser docente provisional: sumado al componente emocional de sentirse terrible e ignorante por no pasar el concurso, llega la sensación que supone la inestabilidad, al saber que en cualquier momento ya no habrá trabajo.

Es claro que provisionalidad hace referencia a estar temporalmente en un lugar, no desconocemos esa realidad y sus consecuencias, sin embargo, ser docente provisional sin haber aprobado la prueba eliminatoria del concurso docente conlleva a vivir un miedo constante, un miedo que se puede materializar desde muchas perspectivas, siendo una de estas el sentir que no se pertenece a algún lugar. Situación que, según mi parecer, se puede convertir en un problema complejo para los proyectos institucionales y el proceso de enseñanza – aprendizaje de los estudiantes.

Como docentes necesitamos que el gobierno conozca lo que pasa ahí adentro y desde ahí se generan dinámicas efectivas y dignas.

Ya para finalizar, creo pertinente destacar dos elementos. El primero, relacionado a que en todos los espacios educativos se deben generar momentos de dialogo efectivos en donde los docentes reflexionen sobre su práctica, y se cuestionen, sin temor al cese de renovaciones, las decisiones tomadas por la institución. Y segundo, que se le debe exigir al presente gobierno otros mecanismos de ingreso para los nombramientos y ascenso en la carrera docente, muchos profesores estamos de acuerdo en que las estrategias utilizadas en la actualidad son poco efectivas y no dan cuenta de la verdadera labor y realidad de las instituciones. Como docentes necesitamos que el gobierno conozca lo que pasa ahí adentro y desde ahí se generan dinámicas efectivas y dignas.

Por: Ángel. Docente de matemáticas, feminista, con formación en educación, educación matemática, memorias colectivas y derechos humanos. Interesada en discutir los momentos en los que las matemáticas se ponen a disposición de la sociedad.

La triple reforma que se viene: tres cartas de una misma apuesta

1

En el 2023 el Pacto Histórico liderado por Gustavo Petro y Francia Márquez pretende realizar tres reformas que no pueden entenderse de manera separada: la reforma laboral, a la salud y pensional.

¿Por qué no se pueden entender separadas sino como una triple reforma interrelacionada? Pues porque las tres tienen que ver con la principal contrareforma del precario Estado de bienestar que se había construido en Colombia a partir del Frente Nacional, soportado en nuestra incipiente industrialización y sobre el sacrifico de la lucha social y popular de cientos de miles en campos y cuidades. Me estoy refiriendo a la Ley 100 de 1993 y a la reforma laboral que se dieron en el gobierno Gaviria, quien lideró la apertura económica siguiendo los lineamientos del Consenso de Washington, que, en los últimos 30 años, nos empujó rápidamente hacia los primeros lugares del mundo en desigualdad e injusticia social.

En las pocas entrevistas que se le conocen a Luis Carlos Sarmiento Angulo, él cuenta cómo a inicios del gobierno de César Gaviria viajó a Chile a estudiar el modelo de seguridad social de la dictadura de Pinochet con el que era su asesor en ese momento, Luis Alberto Moreno.

Al volver le presentó la propuesta de reforma al sistema colombiano de seguridad social al presidente César Gaviria y juntos comprometieron, al entonces senador, Álvaro Uribe Vélez a defenderla en el Congreso

Al volver le presentó la propuesta de reforma al sistema colombiano de seguridad social al presidente César Gaviria y juntos comprometieron, al entonces senador, Álvaro Uribe Vélez a defenderla en el Congreso de la República como ponente del proyecto que, después, se convertiría en la Ley 100 de 1993. Luis Alberto Moreno fue nombrado por Gaviria primero presidente del Instituto de Fomento Industrial y, posteriormente, ministro de Desarrollo Económico, al salir de la oficina de Sarmiento Angulo; más adelante fue presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.

Es en 1994 que Sarmiento Angulo funda el fondo de pensiones PORVENIR que hoy compone un duopolio con el fondo protección del GEA en el mercado de las pensiones colombiano. PORVENIR es clave en el autofinanciamiento de los proyectos de las empresas del Grupo Aval, como lo fue con CORFICOLOMBIANA al financiarla para el desarrollo de la Ruta del Sol y proyectos fracasados como el puente Chirajara.

prioriza las ganancias sobre el bienestar de la ciudadanía, se dirige a ser un duopolio similar al pensional, que, como en cualquier situación monopólica, serán los Sarmiento Angulo los que determinen el precio de la salud y el derecho a pensionarse en Colombia.

La Ley 100, como todo el mundo ya lo sabe, le entregó no solo las pensiones a los ultrarricos de Colombia sino también la salud. Hoy en día las EPS son cada vez menos y en la dinámica de mercado en la que está la salud del país, que prioriza las ganancias sobre el bienestar de la ciudadanía, se dirige a ser un duopolio similar al pensional, que, como en cualquier situación monopólica, serán los Sarmiento Angulo los que determinen el precio de la salud y el derecho a pensionarse en Colombia.

En situación similar a propósito de la ley 100 esta las y los trabajadores colombianos ya que no solo bastó con que nos obligaran a pagar un alto porcentaje de nuestra salud/pensión, sino que también nos arrebataron muchos de los derechos ganados. No es casualidad que el mismo senador Álvaro Uribe Vélez que fue ponente de la Ley 100 de 1993 fuera ponente de la Ley 50 de 1990 que suprimió la retroactividad en el pago de las cesantías y el derecho a la estabilidad laboral después de 10 años de antigüedad.

Fue el Álvaro Uribe presidente que, a partir de 2003, aceleró la contra reforma triple en contra de la seguridad social y laboral de la ciudadanía colombiana

Fue el Álvaro Uribe presidente que, a partir de 2003, aceleró la contra reforma triple en contra de la seguridad social y laboral de la ciudadanía colombiana, liquidando y/o reestructurando más de 400 entidades del Estado, entre esas, empresas públicas angulares como ECOPETROL Y TELECOM, despidiendo miles de trabajadores públicos y desmembrando a organizaciones sindicales históricas como la USO, dentro de la lógica de la guerra contra el terrorismo igualándolas con las guerrillas.

El decreto 3164 del 2003 promulgado por el Álvaro Uribe presidente abarató el trabajo tercerizado en Colombia volviéndolo regla, no es casualidad que fuera en ese momento su ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla que ha hecho parte al igual que lo fue Moreno de la nómina de Sarmiento Angulo a lo largo de su carrera profesional a costa del bienestar general.

Las instituciones públicas están para servirle al publico y no a la oligarquía.

La Ley 789 del 2002 en el primer año del gobierno Uribe, extendió la jornada diurna en Colombia hasta un absurdo 10 de la noche reduciendo, también, los pagos por trabajos dominicales y abaratando los costos por despidos. También fusionó al Ministerio del Trabajo con el de Salud, debilitando la institucionalidad publica que debería estar en defensa de los trabajadores y pacientes de Colombia, algo que se corrigió más adelante y se demostró posible con la primera negociación del salario mínimo para el 2023 coordinada por el gobierno Petro. Las instituciones públicas están para servirle al publico y no a la oligarquía.

Fue con Álvaro Uribe como presidente, con Carrasquilla como ministro de Hacienda que, se profundizo la reforma al sistema pensional iniciada en la apertura económica de Gaviria, aumentando la edad y el número de semanas cotizadas, para hacer viable el retiro de hombres y mujeres. En 2005 el presidente Uribe promovió la prohibición de que las organizaciones sindicales negociaran normas pensionales.

Eso debe cambiar y el gobierno está comprometido con ello.

Es por esto y más que, hoy en Colombia, los recursos que deberían pensionar al 99% de la sociedad y prevenir o curar sus enfermedades, permitiéndonos gozar de un trabajo estable y digno, se van en su mayoría a enriquecer a esa casta oligárquica del 1%. Eso debe cambiar y el gobierno está comprometido con ello.

Es por esto que las reformas a la salud, pensiones y laboral que se pondrán en discusión en el Congreso en este 2023, por parte de la bancada del Pacto Histórico, Gustavo Petro y Francia Márquez, son claves para consolidar el cambio en Colombia para la década por venir. Se trata de recuperar lo perdido en los últimos 30 años a favor de las personas humildes de Colombia que les ha permitido a los Sarmiento Angulo volverse los más ricos del país. Se trata de recuperar las instituciones públicas para la ciudadanía y arrebatárselas a la oligarquía.

Se trata de disputar el poder donde más les duele y es en la repartición de los frutos del trabajo de la ciudadanía, si la mayoría se va al bienestar de los mismos trabajadores y trabajadoras, o si, por el contrario, se va a enriquecer sus cuentas bancarias en paraísos fiscales. Solo el apoyo masivo de la ciudadanía hará posible que esta disputa tenga una resolución favorable para los humildes de Colombia.

Ser positivista

0

Hace unos días le escuché a alguien decir que era positivista, me sorprendí porque pensé que eso era algo que se decía en el siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX. Supongo que era una forma normal de empezar una conversación: “Hola, me llamo tal y soy positivista”.

El caso es que una persona me dijo que era positivista y que, además, eso le había cambiado la vida. La verdad, con mucha pereza, me imaginé que me preguntaría si las ciencias sociales eran ciencias, y tal vez, en medio del debate, nombraría a Popper

El caso es que una persona me dijo que era positivista y que, además, eso le había cambiado la vida. La verdad, con mucha pereza, me imaginé que me preguntaría si las ciencias sociales eran ciencias, y tal vez, en medio del debate, nombraría a Popper y me exigiría defender las “ciencias” sociales, dado que soy licenciada en ciencias sociales. Pero no fue así. Habría preferido hablar de Comte, o Durkheim y del método científico, pero su exposición -porque en realidad no hubo charla- dio un giro brusco a los ‘manifesting’; a la conspiración del universo; al ‘mindfulness’ y un montón de palabras en inglés que me recordaron que tengo que meterle la ficha a Duolingo.

“cada mañana me levanto lleno de positivismo y eso me ayuda a ser una mejor persona”, “los límites están en tu mente, se positivista”

Ahora estoy más pendiente de estas personas, y justo en esta fecha es que hay un increíble derroche de “positivismo”, por ejemplo, escriben frases motivacionales para acompañar fotos familiares, en un ascensor, frente al espejo, y concluyen con cosas como “el positivismo cambió mi vida”, “cada mañana me levanto lleno de positivismo y eso me ayuda a ser una mejor persona”, “los límites están en tu mente, se positivista”, y cosas por el estilo.

Si a las personas que no somos positivistas, en el sentido estricto del término, nos molesta el uso descuidado de esta palabra que representa una escuela de pensamiento, no me imagino la clase de corrientazo que sentirán quienes simpatizan con ella.

el sistema capitalista ha individualizado estos padecimientos para hacer que pensemos que la culpa de no estar bien es de cada quien, no de la injusticia, ni de la desigualdad.

Entonces, para dejar las cosas completamente claras, ser una persona «positiva” se refiere a entender el mundo fuera de contexto, sin detenerse a pensar en los problemas estructurales que nos llevan a estar sin plata, con depresión o ansiedad, ni preocuparse por la manera en la que el sistema capitalista ha individualizado estos padecimientos para hacer que pensemos que la culpa de no estar bien es de cada quien, no de la injusticia, ni de la desigualdad.

Positivista hace alusión al positivismo, que, así, escuetamente, se trata de una escuela de pensamiento creada a mediados del siglo XIX por el filósofo Augusto Comte, que plantea que el conocimiento se puede determinar con datos verificables y desde el método científico, pues con eso basta y sobra para entender cualquier fenómeno, sea social o natural. Sus principales exponentes eran Saint Simon, Stuart Mill, Mario Bunge y no me acuerdo de más.

Dicho esto, queda abierta la invitación para que reflexionemos no solo sobre el uso de la palabra ‘positivismo’, sino sobre los riesgos para la salud mental que representa el ser una persona demasiado ‘positiva’, ya que terminamos liberando de carga a este sistema que nos distrae para que pasemos por alto sus mecanismos de opresión, explotación y dominación.

La obsesión frenética por el Yo

0

La OBRA. El ARTISTA. El ARTE. EL YO. La boca intenta ir al ritmo de estas sílabas, pero antes de que las pueda escupir, la mente empalidece y se queda toda tiesa ante la distancia entre el yo y el yo que habita las fantasías.

En el sótano de uno de los museos del centro de Bogotá, me senté en una poltrona; su tapizado floreado color crema junto a una lámpara que se ponía más amarilla en medio del salón oscurecido me convencieron de deslizarme en medio de la fantasía que el artista quería emular: hacer del museo una versión de la sala de la casa. Romper, quizás, el embrujo que sacraliza el “arte” y que pone una barrera entre el espectador y la obra. La OBRA. El ARTISTA. El ARTE. EL YO. La boca intenta ir al ritmo de estas sílabas, pero antes de que las pueda escupir, la mente empalidece y se queda toda tiesa ante la distancia entre el yo y el yo que habita las fantasías.

Poco a poco la obsesión con el sí mismo, con alcanzar la versión orgánica y más liberada del “yo”, se nutre con el circuito del consumo.

El ansia de placer se mete por dentro de la piel y se mezcla con los deseos y las fantasías que convergen en la construcción de los discursos de la identidad del sujeto. El imperio del placer bien puede entenderse como una máquina que alimenta el circuito del consumo. La insatisfacción permanente y la promesa de la felicidad perpetua, de sentirse bien, a través de la adquisición de mercancías se confunde con la autenticidad del yo. Poco a poco la obsesión con el sí mismo, con alcanzar la versión orgánica y más liberada del “yo”, se nutre con el circuito del consumo.

En la sala/museo me escurro en la silla mientras veo en el televisor gordo a una mujer con un corsé rojo que intenta tapar inútilmente un brasier negro de encaje que sobresale por sus senos. Ella mira hacia la ventana mientras un hombre crespo devora babosamente su pene flácido. Al tiempo que su mirada se extravía por el paisaje del barrio, canta melancólicamente un coro donde declara que el hombre que la acompaña podrá tener su cuerpo pero jamás su alma. Entre el canto agónico, la mirada perdida y la repulsión por el otro, el hombre eyacula sobre su torso. Yo sigo sin separarme de la pantalla: convertida en un ojo gigante devoro, como el hombre crespo, sin saciarme. Creyendo consumir al otro, me consumo.

Esto no es otra cosa que afirmar que el consumo se ha convertido en un conjunto de relaciones de poder con la capacidad de dictaminar quién puede o no ingresar a una arena política específica.

El meollo del asunto está en que la mercantilización de la vida ha logrado territorializar las relaciones al grado en que la ficción de que la solución a una gran variedad de problemas reposa en la compra de algún servicio-mercancía (afectos, títulos académicos, etc.) se ha robustecido; lo suficiente como para trazar los criterios de exclusión o inclusión dentro de un tejido de relaciones. Esto no es otra cosa que afirmar que el consumo se ha convertido en un conjunto de relaciones de poder con la capacidad de dictaminar quién puede o no ingresar a una arena política específica.

Mientras tanto, el siguiente espectador se sienta en la poltrona y cae bajo el hechizo voyerista que alimenta el ciclo.

El sujeto al que aspiramos convertirnos, el yo, se transforma en una estatua de mármol demandante, necia e intransigente. Es el “nuevo” dios ante el que nos arrodillamos y esclavizamos. La obsesión por la identidad, y su tratamiento como un fetiche más, se ha transmutado en otro mecanismo de alienación que nos empuja a la caja registradora más cercana, mientras hacemos cuentas, para satisfacer los deseos que revisten a esa estatua. Por esta vía, poco a poco nos convertimos en la obra que se cuelga en el museo. La puerta de entrada y las poltronas son esas mercancías que prometen el placer constante y la satisfacción personal perpetua. Y la metamorfosis continúa: ahora somos la obra, la mercancía desesperada que desea incrustarse en los circuitos de circulación para ser consumida y consumir. Mientras tanto, el siguiente espectador se sienta en la poltrona y cae bajo el hechizo voyerista que alimenta el ciclo.

Pilla este otro artículo de Satuple Panclasta: El goce de la explotación: ¿de las vacas se hace manteca y de los individuos el dinero?

Opinar es inevitable, el mansplaining es opcional

0

el mansplaining vistode manera ‘neutra’ puede ser entendido como el acto de explicar un tema a cualquier persona sin tener en cuenta que quien recibe la explicación sabe lo mismo o más que quien le explica, pero vale la pena aclarar que esta narrativa dominante se ejerce frecuentemente de hombres hacia mujeres en situaciones erróneamente naturalizadas.

El anglicismo mansplaining es usado para conceptualizar la explicación no pedida que un hombre da a una mujer en tono condescendiente y paternalista presuponiendo, sin fundamentos, el desconocimiento del tema por parte de ella. Con esto se invisibilizan y se deslegitiman el discurso y los aportes que las mujeres tenemos sobre temas que dominamos perfectamente. Sin embargo, antes de que cuestionen todo por el uso de la palabra en un texto escrito en españolo argumenten que el mansplaining no puede ser reducido únicamente a temas de género, aclaro dos puntos importantes: en primer lugar, el término fue utilizado por primera vez por la escritora norteamericana Rebecca Solnit en 2014 en su libro titulado Los hombres me explican las cosas, un año más tarde este concepto ya estaba incluido en el diccionario urbano de lengua inglesa, posteriormente en el Diccionario de Oxford y hoy en día está en camino de ser aceptado por la RAE, lo cual indica que el término sí existe para la academia, esa que es tan conservadora a veces.

el mansplaining visto de manera ‘neutra’ puede ser entendido como el acto de explicar un tema a cualquier persona sin tener en cuenta que quien recibe la explicación sabe lo mismo o más que quien le explica

En segundo lugar, el mansplaining visto de manera ‘neutra’ puede ser entendido como el acto de explicar un tema a cualquier persona sin tener en cuenta que quien recibe la explicación sabe lo mismo o más que quien le explica, pero vale la pena aclarar que esta narrativa dominante se ejerce frecuentemente de hombres hacia mujeres en situaciones erróneamente naturalizadas. Existen campos del conocimiento como las ciencias exactas en el que las mujeres han tenido poca participación académica lo que podría hacer “casual” que las conversaciones explicativas provengan en su mayoría de hombres, pero entonces cabe aquí la pregunta ¿Por qué existe poca representación femenina en dichos espacios? A lo que se puede responder que es por la misma exclusión laboral que las mujeres hemos sufrido en los distintos sectores a través de la historia, lo que implica a su vez, que exista un valor añadido en la identidad masculina que prevalece sobre la femenina solo por temas de trayectoria.

Tampoco es que sea imperativo ir a la postura extremista e ilógica que define y valida al “feminismo” únicamente cuando una mujer llega a convertirse en astronauta o científica porque en realidad eso solo promueve la explotación, el individualismo, la meritocracia y el arribismo laboral capitalista entre nosotras.

Según la columnista Sofía García, en Estados Unidos solo el 6.6 % de los profesionales que trabajan tiempo completo en campos del conocimiento dominados por el género masculino son mujeres y en la India, las mujeres representan solo el 28 % de la fuerza del trabajo general, sin entrar a clasificar entre la mano de obra calificada y la que no lo es. Este desbalance que supera por el doble la participación de la mujer y privilegia al hombre en los distintos frentes laborales y académicos, sí da espacio a que haya hombres haciendo uso del mansplaining ‘neutralmente’, además refuerza el estereotipo de que el género masculino puede per se entender y explicar todo fácilmente mientras que el género femenino debe esforzarse más de lo necesario para comprenderlos y aún más por obtener un espacio en un ámbito que favorece y confía de entrada en la opinión masculina. Tampoco es que sea imperativo ir a la postura extremista e ilógica que define y valida al “feminismo” únicamente cuando una mujer llega a convertirse en astronauta o científica porque en realidad eso solo promueve la explotación, el individualismo, la meritocracia y el arribismo laboral capitalista entre nosotras. Que quede claro que aplaudimos a las mujeres que han tenido la posibilidad de triunfar en un mundo hecho por y para varones, sin embargo, a nosotras lo que nos importa es hacer uno más justo que valore lo colectivo antes que la competencia individual porque a la larga no es que al feminismo le falte enfoque de clase sino que a la lucha de clases le falta enfoque de género, de lo contrario es solo neoliberalismo disfrazado.

El mansplaining también sigue la idea de que a la mujer hay que cuidarla o protegerla, infantilizando así sus capacidades a tal punto de minimizar las prácticas femeninas y sostener los privilegios de los hombres en su posición de poder que les permite todo, desde explicar con autoridad algo hasta lanzar un piropo callejero porque sea como sea para un hombre lo importante es figurar en cualquier parte: en lo privado, con una risa burlona o un golpe en la mesa y en lo público con la invalidación de cualquier comentario que ponga en duda su conocimiento y de paso su hombría. Miguel Llorente expone, por ejemplo, que un hombre pocas veces va a sentirse en la obligación de meterse en la cocina a explicarle cautelosamente a una mujer cómo fritar un huevo pero sí le resulta importante demostrar su posición de superioridad en los espacios que históricamente le han correspondido.

No es posible que la sutilidad, que nunca es inocente, intente ocultar las relaciones de poder que este tipo de conductas continúan marcando en los espacios públicos cuando el poder y el discurso del hombre se vean “amenazados”.

Sin embargo, esa necesidad absurda de querer dejar el mansplaining libre de cargas patriarcales es lo que debemos revisar como actores sociales. No es posible que la sutilidad, que nunca es inocente, intente ocultar las relaciones de poder que este tipo de conductas continúan marcando en los espacios públicos cuando el poder y el discurso del hombre se vean “amenazados”. Para Pierre Bourdieu, la eternización de las estructuras de dominación se sirve de instituciones como: la familia, la escuela, la iglesia y el estado, que se encargan de reproducir, perpetuar y aceptar como naturales las relaciones mediante la violencia simbólica, una violencia que es invisible pero configurada de tal modo que los dominadores inyectan convenientemente y que los dominados adoptan y ejecutan a veces sin saberlo y otras a pesar suyo. Esta forma de actuar bajo la norma sin cuestionarse nada al respecto es lo que Bourdieu denomina habitus. El mundo, su jerarquización social y las prescripciones arbitrarias que se han inscrito en él corresponden a una fuerza del orden masculino como lo afirma Elsa Guevara en el siguiente fragmento tomado de su ensayo La masculinidad desde una perspectiva sociológica:

Se trata de un orden que funciona como una máquina simbólica, donde la división sexual del trabajo, y las estructuras tanto del espacio como del tiempo, constituyen los ejes sobre los que descansa su organización (…) Los hombres, poseedores del monopolio de la producción y reproducción del capital simbólico, tienden a asegurar la conservación o el aumento de dicho capital y, para ello, utilizan todas las estrategias a su alcance: de fecundidad, matrimoniales, económicas y sucesorias, que se encuentran orientadas hacia la transmisión de los poderes y los privilegios. (Guevara-Ruiseñor, 2008).

Es así como las relaciones sociales están compuestas de violencias normalizadas e incluso etiquetadas como micromachismos cuando en realidad son macro articulados perfectamente con los aparatos de la sociedad. Para Michel Foucault, el poder sobre la vida se desarrolló desde el siglo XVII cuando el poder político acababa de proponerse como tarea la administración de la vida lo que se llamó: biopolítica de la población, centrando el cuerpo como máquina en donde, entre otras cosas, la mujer debe aportar con su papel esencial de dócil, útil y proveedora de vida, asumiendo la carga biológica y política de lo femenino.

Es preocupante ver cómo a las mujeres nos han silenciado desde hace mucho tiempo porque no se nos es permitido hablar en voz alta de lo que conocemos, expresar la incomodidad que generan las charlas con gente que está sentada en sus privilegios o decidir sobre lo que es nuestro porque se nos pide autocensurarnos para no incomodar.

Es preocupante ver cómo a las mujeres nos han silenciado desde hace mucho tiempo porque no se nos es permitido hablar en voz alta de lo que conocemos, expresar la incomodidad que generan las charlas con gente que está sentada en sus privilegios o decidir sobre lo que es nuestro porque se nos pide autocensurarnos para no incomodar. Basta de tener que repetir la historia, ya la sociedad tiene una deuda lo suficientemente grande con nuestras ancestras como para que a nosotras se nos continúe silenciando, interrumpiendo o burlando en los espacios que son de todos y para todos. En la canción Las que faltaron, Rebeca Lane menciona los nombres de algunas mujeres que no se encuentran en la memoria de la historia a pesar de haber hecho grandes aportes a la humanidad y de haber obtenido inmensos logros en sus vidas, porque sucede también que se nos deja hablar pero sin derecho a reclamar el crédito. Solo por citar algunos de los nombres incluidos por Rebeca Lane están Aglaonice de Tesalia y sus predicciones sobre los eclipses de luna, Ada Lovelace y su máquina de cálculo puro, Joanne Rowling publicando bajo el pseudónimo JK, Lynn Margulis y la microbiología y la política Dolores Ibárruri gritando “no pasarán” durante la Guerra Civil Española. Por lo tanto, la historia, la cultura, la academia, la sociedad y los entornos públicos deben replantearse la configuración de los discursos y su traducción en la proyección individual y grupal para permitirnos reflexionar, tanto a mujeres como hombres, sobre todo el habitus que no nos deja avanzar y así eliminar la condescendencia con la que se ejecutan y se permiten tantos comportamientos subordinados al servicio de una autoridad masculina ganada sin mérito alguno más allá del hecho de ser hombre. La dominación del otro empieza por la palabra, entonces cuestionémonosla para dejar de replicar la siempre conservadora, sesgada e ineficaz naturaleza de las cosas.

Para finalizar, me permito dedicar las ideas anteriores a mis compañeras de trabajo y estudio que saben de lo que hablo, a mis grandiosas mujeres estudiantes que se están formando para cambiar la sociedad, a mi mamá, mis abuelas, mis amigas, mis tías y hermana por su intuición y sus métodos para rehusarse a repetir patrones sociales y románticos tóxicos, a mis lectoras por tomarse el tiempo para estar a favor o en contra de lo que aquí digo, a todas las mujeres que, como el poema, hacen camino al andar y a aquellos hombres que entienden a qué nos referimos nosotras y están aceptando el cambio.

Salario mínimo es lucha de clases

0

Hace ya dos semanas comenzó la discusión sobre cuál será el aumento del salario mínimo en Colombia para el 2023.

Existe toda una historia reaccionaria que explica la oposición a mejorar el nivel de vida de las personas trabajadoras en países como el nuestro, que hoy se expresa en la típica posición neoclásica/tecnocrática —de cada diciembre— que parte del hecho debatible de que un aumento por encima de la inflación + productividad generará desempleo y más inflación. Esa posición desconoce el lugar del trabajo en la economía de un país.

Históricamente los gobiernos nacionales han tenido un sesgo pro elites empresariales que ha llevado a que los costos de la economía los asuman, en mayor medida, las personas que viven de su trabajo.

Históricamente los gobiernos nacionales han tenido un sesgo pro elites empresariales que ha llevado a que los costos de la economía los asuman, en mayor medida, las personas que viven de su trabajo. Y no solo eso, ese sesgo también ha implicado la negación del papel de la lucha sindical en la configuración de la débil democracia colombiana.

La lucha sindical no puede entenderse al margen de las dinámicas autoritarias que se desprenden de la guerra constante en la que está envuelto el país desde hace años. Solo la semana pasada, en medio de esta discusión del mínimo, conmemorábamos los 94 años de la masacre de las bananeras.

El sindicalismo hace magia en este país

La lucha sindical conquistó la aprobación de la licencia de maternidad en 1938, el salario mínimo en 1949 y las 48 horas semanales —que perdimos con la apertura neoliberal y la reforma laboral de Álvaro Uribe Vélez— en 1934. 

No se nos puede olvidar que el Código Sustantivo del Trabajo (CST) en Colombia, aunque incluye el derecho a la huelga, surgió como una prohibición producto del decreto de Estado de Sitio del gobierno de Laureano Gómez (1950-1951) que le dio vida. 

Antes de 1983 el salario mínimo no estaba unificado a nivel nacional y variaba entre el sector rural y urbano y según la rama económica del trabajador. De hecho, esas posiciones neoclásicas/tecnocráticas —que han sido hegemónicas en los últimos 30 años— nos quieren devolver a la diferenciación de salarios según región y sector como antes de 1983. Porque parten de otro supuesto debatible y es considerar al trabajo humano como una mercancía cualquiera que está hecha para ser comprada y vendida al mejor postor.

No se nos puede olvidar que el Código Sustantivo del Trabajo (CST) en Colombia, aunque incluye el derecho a la huelga, surgió como una prohibición producto del decreto de Estado de Sitio del gobierno de Laureano Gómez (1950-1951) que le dio vida. 

Como el derecho a la huelga y la protesta social es criminalizado en Colombia, la negociación colectiva no es lo común en el país. Hoy en día, dos de cada tres huelgas son declaradas ilegales por la Corte Constitucional. La misma Corte que después de 1991 constitucionalizó el salario mínimo. La razón de esas declaraciones de ilegalidad sigue siendo ese sesgo pro elites empresariales que pone toda la carga de la prueba sobre el trabajador que, cabe destacar, no está en igualdad de condiciones que los dueños del capital.

Hoy sabemos que entre 1971 y 2018 fueron asesinados 3240 sindicalistas; a casi 2000 los desplazaron, y a más de 7000 los amenazaron, según tres informes presentados por 14 organizaciones sindicales a la Comisión de la Verdad.

Ese sesgo pro elite empresarial de las instituciones colombianas está cruzado por la violencia estructural que ha destruido, a punta de muerte, a ese mismo sindicalismo que sufrió la masacre de las bananeras y ha sobrevivido a pesar de ese CST. 

Hoy sabemos que entre 1971 y 2018 fueron asesinados 3240 sindicalistas; a casi 2000 los desplazaron, y a más de 7000 los amenazaron, según tres informes presentados por 14 organizaciones sindicales a la Comisión de la Verdad, en los que se identifica a FECODE como a la organización con más victimizaciones (6192 casos); SINTRAINAGO (1027); USO (783); y CUT (524); siendo Antioquia el departamento con más víctimas (4701) seguido por el Valle (1898); Santander (1376); Cesar (1007) y Bogotá (776).

No es casualidad tampoco —a propósito de los asesinatos, desplazamientos y amenazas al sindicalismo— que en el discurso mediático-corporativo que replican muchas personas en la cotidianidad, se siga repitiendo que FECODE, la USO o la CUT son sólo organizaciones de “gente vaga” que “quiere todo regalado” y que se la pasa protestando como “excusa” para no trabajar. Se trata, nuevamente del sesgo pro elite empresarial atravesando toda la discusión sobre los derechos y la dignidad de quienes viven de su trabajo en este país.

Por otro lado, en Colombia el empresariado colombiano y quienes tradicionalmente han hecho parte del gobierno nacional han ignorado las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre el derecho a la huelga y sus garantías. Por ejemplo, en la legislación internacional existe la huelga de protesta, la operación tortuga, la huelga intempestiva, la huelga de solidaridad, pero ninguna de esas modalidades son posibles en Colombia dentro del marco del CST. 

Una discusión sobre la dignidad del trabajo en Colombia pasa por actualizar, en el marco de los derechos humanos, al siglo XXI el Código Sustantivo del Trabajo, y estoy seguro que la ministra Gloria Inés Ramirez, que viene precisamente de esa lucha sindical, lo tiene claro: ¿será que esos tecnócratas neoclásicos que en estos días están tan preocupados por el salario mínimo lo tienen también claro o será que no les importa?

En el 99,6% de las empresas privadas en Colombia no hay negociación colectiva ni sindicatos y por lo tanto no se practica el derecho a la huelga. Adicional a esto la mitad de los conflictos colectivos —cuando los sindicatos presentan un pliego de peticiones y se inicia una negociación— no se resuelven cada año en Colombia ya que los propios sindicatos desisten o se enredan en los tribunales de arbitramento.

El salario mínimo en la economía política del capitalismo

Uno de los primeros políticos que impulsó un salario mínimo en la historia del capitalismo moderno fue William Pember Reeves, que fue ministro de Trabajo en Nueva Zelanda entre 1892 y 1896, con el expreso objetivo de prevenir huelgas y paros nacionales. Es la razón por la cual se ceden derechos a las personas que viven de su trabajo en cualquier parte del mundo; no son regalos de los patrones, nunca lo han sido.

Uno de los primeros políticos que impulsó un salario mínimo en la historia del capitalismo moderno fue William Pember Reeves, que fue ministro de Trabajo en Nueva Zelanda entre 1892 y 1896

Para Jhon Stuart Mill —uno de los economistas clásicos de referencia— los salarios de la clase trabajadora dependían del capital en sus primeras reflexiones, pero en la reseña del libro de un amigo suyo titulado “On Labor” cambió de opinión y señaló: “la doctrina enseñada hasta ahora por la mayoría de los economistas (incluido yo mismo) que negaba la posibilidad de las negociaciones colectivas (trade combinations) puedan aumentar los salarios (…) ha perdido su fundamento científico y debe ser rechazada”. 

Mill murió en 1873 y se dio cuenta por su cercanía a las luchas sindicales que su posición pro elite empresarial era equivocada, quienes lo estudiamos sabemos que sus posiciones de economía política estuvieron también muy influenciadas por su dialogo constante con su esposa Harriet Taylor Mill, destacada líder feminista obrera de la época. Si Mill lo entendía a finales del siglo XIX ¿Qué hacemos en el siglo XXI en esta discusión sino es estar del lado de esas élites empresariales?

Al cambiar Mill de opinión y darse cuenta de que la lucha obrera por el salario digno no era un problema exclusivamente técnico sino político, el economista de referencia para las clases altas en Inglaterra y el mundo capitalista en pleno desarrollo de la segunda revolución industrial fue Alfred Marshall, que cuando opinaba sobre el aumento de los salarios de los trabajadores dijo en alguna de sus conferencias que son objeto de estudio de esos neoclásicos/tecnócratas: “personas comunes y corrientes no ven que, si fueran generalizadas, los medios más comúnmente recomendados empobrecerían a todo el mundo”.

El problema de esta posición política de Marshall era que carecía de su justificación teórica la cual se la vino a dar la economía neoclásica con la teoría marginalista, al partir del supuesto que el salario del trabajador estaba determinado por su productividad marginal. Una de las razones por las que hoy se discute ese aumento del salario  —a partir del dato de inflación + productividad en las mesas de concertación del gobierno, sindicatos y empresarios— es precisamente la influencia de esta teoría marginalista en la economía política contemporánea y la formulación de las políticas públicas que se derivan de ella.

Uno de los principales exponentes de la teoría marginalista fue John Bates Clark, quien afirmaba sin tapujos que las personas son “desempleables” porque su productividad individual es demasiado baja como para merecer un empleo. Una versión neoclásica/tecnocrática de “el pobre es pobre porque quiere”. Algo similar señalaba Pigou hace ya 100 años: “cuando las consideraciones humanitarias conducen al establecimiento de un salario mínimo por debajo del cual no se contratará a ningún trabajador, la existencia de un gran número de personas que no valen ese salario mínimo es causa de desempleo”.

No es nuevo que quienes se dicen técnicos escondan su mezquindad en posiciones políticas pro elites empresariales que solo expresan su desprecio a las mayorías que viven de su trabajo. 

A pesar de esa posición marginalista sobre los salarios, Pigou —contemporáneo de Keynes— entendía la importancia de la inversión pública y la transferencia y distribución de la riqueza: “entre los filántropos pragmáticos existe un acuerdo general de que se deben garantizar las condiciones mínimas de existencia  para evitar situaciones de extrema miseria; y que es necesario poner en marcha las transferencias de recursos de las personas relativamente ricas hacia las relativamente pobres para alcanzar ese objetivo”.

¿Todo lo anterior qué significa para el salario del 2023 en Colombia?

Las discusiones económicas no son discusiones exclusivamente técnicas que nada tengan que ver con la correlación de fuerzas sociales ni con quien tiene el poder en un país como Colombia. 

a mayoría de personas que viven de su trabajo en Colombia lo hacen en la informalidad, y es por eso que este gobierno está dirigiendo buena parte de sus esfuerzos al fortalecimiento y desarrollo de la “economía popular

La discusión sobre el salario mínimo en el país no puede aislarse de la situación del sindicalismo colombiano, y la necesidad de que las instituciones abandonen su sesgo pro elites empresariales y asuman una posición pro trabajadoras y trabajadores. Es lo justo y constitucional.

La mayoría de personas que viven de su trabajo en Colombia lo hacen en la informalidad, y es por eso que este gobierno está dirigiendo buena parte de sus esfuerzos al fortalecimiento y desarrollo de la “economía popular”, porque parte del cambio en el sentido común económico que quiere impulsar es dejar de creer que el bienestar de una economía se mide solo por el crecimiento de la misma, para impulsar la idea según la cual la fortaleza del capitalismo reside en la generación de empleos y el porcentaje de la riqueza del país que se queda en la gente que vive de su trabajo.

La discusión del salario mínimo en Colombia y su aumento para el 2023 es lucha de clases porque la lucha existe, siempre ha existido. En Colombia significó y significa la muerte de miles para el sindicalismo, pero está claro también que la voluntad de este gobierno es empezar a corregir esos errores históricos. 

Este es un pequeño aporte a la discusión que sugiere conversaciones que no se pueden aislar de ese diálogo sobre el incremento porque la técnica aislada de la política solo les sirve a las élites de siempre. Quienes defienden que no se suba el salario mínimo en el 2023 por encima de la inflación+productividad están haciéndole el juego a las elites empresariales y traicionando a la ciudadanía trabajadora.

Mi balance sobre «Un hombre de acción»

0

Alerta de spoiler

No es por nada, pero me considero una conocedora decente del mundo de las películas de acción, reconozco que alguna vez llegué a confundir Duro de Matar 2 con Duro de Matar 3, por eso no me digo experta.

Es que no solo me gustan, me encantan las películas de acción. Procuro verlas varias veces para emocionarme cuando encuentro coincidencias

Es que no solo me gustan, me encantan las películas de acción. Procuro verlas varias veces para emocionarme cuando encuentro coincidencias, como la pelea de Ethan Hunt en el ascensor en Misión Imposible III (2006) y la del Capitán América contra Hydra (2014), basadas en el enfrentamiento de John McClane contra uno de los maleantes de Hans Gruber en el Nakatomi Plaza, en Duro de Matar (1988).

He visto Centinella (2021) unas tres o cuatro veces y disfruto ver que las mujeres sean las que protagonicen toda la acción sin necesidad de muestras excesivas de sensualidad, como pasa, por ejemplo, en la versión de Tomb Raider (2001) protagonizada por Angelina Jolie, de hecho, me quedo con Alicia Vikander (2018) que se preocupa más por el dolor de las heridas que por posar.

Así que siempre estoy dispuesta a ver una buena o mala película de acción para evitar golpes, reírme o dejarla andar mientras estoy haciendo un bordado.

Hay muy buenas películas de “acción política”, como Z (1969), que cuenta con una de las mejores persecuciones en carro y a pie que he visto. También Estado de Sitio (1972), Batalla de Argel (1966), Batalla en Seattle (2007), Operación Ogro (1979) sobre el primer astronauta español. Por supuesto, no solo veo películas del norte global, también hay buen cine latinoamericano, 9 Reinas (2000) que no tiene nada que envidiarle a la saga The Ocean’s (2001).

Las únicas películas de acción que me he negado a ver son las de Rápido y Furioso (2001), aunque alguna vez alguien me dijo que la 1 y la 7 eran buenas. Así que siempre estoy dispuesta a ver una buena o mala película de acción para evitar golpes, reírme o dejarla andar mientras estoy haciendo un bordado.

Todo esto para decir que me vi con doble emoción la película sobre la vida de Lucio Urtubia, llamada Un Hombre de Acción (2022), y en términos generales puedo decir que me sorprendió

Todo esto para decir que me vi con doble emoción la película sobre la vida de Lucio Urtubia, llamada Un Hombre de Acción (2022), y en términos generales puedo decir que me sorprendió que una vida de película como la del albañil anarquista, que puso en jaque al Citibank, fuera tan mal retratada. 111 minutos de una historia lenta, con algunos conatos de acción, que no hicieron otra cosa que quitarle mérito a la audacia del protagonista, así como a su enorme contribución económica a los movimientos radicales que buscaban el cambio social.

Sin temor a equivocarme, me atrevería a decir que nadie en el set de grabación conoce la profundidad de las ideas que defendía Lucio, no han participado en una protesta y ni siquiera han visto una.

Sin temor a equivocarme, me atrevería a decir que nadie en el set de grabación conoce la profundidad de las ideas que defendía Lucio, no han participado en una protesta y ni siquiera han visto una. No digo que debieron salir el 1 de mayo y hacerse en la parte de atrás de la marcha, donde se ubican las y los ‘anarcos’, —ahí, justo en el tropel —, o como sea que funcione en España, pero sí que por lo menos debieron ver alguna película que les diera luces sobre la protesta, por ejemplo, NO (2013), El juicio de los 7 de Chicago (2020), o el intro de The Watchmen (2009). 

También resulta molesta la actitud esperanzadora e inocente de Lucio en la película, como si su llegada a Francia no hubiera estado marcada por el escape del militarismo franquista y la rabia ante la injusticia. Fue reducido a un hombre que recita clichés «idealistas», hace las cosas solamente con las tripas y cuya principal influencia fue un «loco» —el gran Quico Sabaté— que se dedicaba a robar bancos. Ese es el argumento vacío de la película que procuró siempre dejar de lado la carga política que atravesó la vida de Urtubia.

También resulta molesta la actitud esperanzadora e inocente de Lucio en la película, como si su llegada a Francia no hubiera estado marcada por el escape del militarismo franquista y la rabia ante la injusticia.

Tal vez el objetivo era ese, no homenajear a un hombre valiente, sino retratar de la manera más escueta posible —y sin contexto real— la vida de Lucio, para terminar diciendo que una persona racional nunca haría algo así, porque, a la larga, la banca y el sistema siempre ganan. 

Definitivamente no la recomiendo, parece una de esas películas que pasan por canal Space un domingo en la tarde, antes de Operación Cacería (1993) protagonizada por Jean-Claude Van Damme. Con decir que tiene más acción La Lengua de las Mariposas (1999) —solo que esta si tiene un gran contenido—.

Posdata: sé que nombré puras películas de acción dirigidas por hombres, así que recomiendo algunas dirigidas por mujeres, incluyo capítulos de series porque todavía se cree que el cine de acción es para hombres y las mujeres no disfrutamos de una buena pelea, destrucción y persecuciones:

  • Una chica regresa sola a casa de noche – directora Ana Lily Amirpour (2014).
  • Los capítulos 4, 5 y de Andor – directora Susanna White (2022).
  • Los capítulos 3 y 7 de El Mandaloriano – directora Deborah Chow (2019).
  • Zona de miedo – directora Kathryn Bigelow (2009).

Perú: la salida de Castillo y la continuidad de la crisis

0

¿Qué está pasando en Perú? Pedro Castillo buscó disolver el Congreso, mayoritariamente de derecha, que quería destituirlo en la tarde del 7 de diciembre mediante la figura de vacancia por incapacidad moral. Finalmente, sin que Castillo recibiera ningún apoyo de los sectores y actores institucionales, fue destituido por el Congreso y capturado por la policía. Ya la vicepresidenta Dina Boluarte asumió como presidenta. 

Su elección fue un mensaje de inconformidad ante la corrupción y las políticas neoliberales implantadas por Alberto Fujimori en el marco de su gobierno autoritario (1990-2000).

Pero hay una trama más compleja atrás. Pedro Castillo es un profesor rural que vino a expresar una tendencia de la izquierda afincada en lo popular, con ideas anti neoliberales en lo económico y lo social, y conservadoras en áreas como las políticas de género. Llegó a la presidencia con el respaldo de sectores empobrecidos del campo y de la ciudad que no creían en la derecha ni el centro, pero tampoco en la izquierda más citadina, de clases medias, que contaba con una tradición en la vida institucional.

Ganó las elecciones en julio del 2021, algunos meses después de las protestas fundamentalmente juveniles que sacudieron al país en el 2020, y en medio de una fuerte crisis institucional. Su elección fue un mensaje de inconformidad ante la corrupción y las políticas neoliberales —de privatización de lo público y libre comercio en favor de los grandes propietarios— implantadas por Alberto Fujimori en el marco de su gobierno autoritario (1990-2000). 

lo llevaron a ir moderando las medidas y el discurso. Pero no solo eso, se destaparon escándalos de corrupción como el del grupo de los “Los chiclayanos”

Ya como mandatario de la nación, las múltiples presiones ejercidas desde los poderes establecidos, de los que, entre otros, daba cuenta el Congreso —mayoritariamente de derecha y extrema derecha, y con muy poca legitimidad social, ya que para octubre de 2022, según la encuesta IPSOS, tenía un 74% de desaprobación—, lo llevaron a ir moderando las medidas y el discurso. Pero no solo eso, se destaparon escándalos de corrupción como el del grupo de los “Los chiclayanos”, un grupo de empresarios que financiaron su campaña, y a los que les iba a confiar proyectos de infraestructura del Estado. 

Con los reiterados cambios de gabinete, fue integrando a figuras que en realidad no iban en contravía del proyecto neoliberal, designando, por ejemplo, al economista Graham Yamahuchi como Ministro de Economía y Finanzas —antes de que asumiera Kurt Burneo—, o a Miguel Rodríguez Mackay, cercano al fujimorismo, como Ministro de relaciones exteriores, así como a otras cuotas y fichas políticas ligadas a escándalos de corrupción. Cabe decir que los nombramientos cuestionables y los escándalos de corrupción han sido la regla en los últimos gobiernos del Perú. 

Cabe decir que los nombramientos cuestionables y los escándalos de corrupción han sido la regla en los últimos gobiernos del Perú. 

La escasa habilidad política sumada a un poder económico y legislativo que impedía que prosperara todo proyecto de ley redistributivo que se promovía desde el gobierno, llevaron al casi incumplimiento del programa de campaña. 

Los consejos ministeriales descentralizados, que se realizaron como medida para amortiguar el impacto de las protestas del mes de abril de este año, sirvieron por poco tiempo ya que las demandas locales solo se cumplieron parcialmente, mientras que la solicitud constante —que venía desde las protestas del 2020— de convocar una Asamblea Nacional Constituyente antineoliberal con capacidad para enfrentar la corrupción, cuando el ejecutivo la presentó ante el Congreso, fue descartada de tajo. 

Y así, con otro escándalo a cuestas, el que sacó a la luz los dineros del Estado que terminaron en manos de familiares de Castillo; sin el respaldo del partido de izquierda institucional que le dio el aval y le solicitó la renuncia en meses pasados: Perú Libre, ni el apoyo de otras fuerzas políticas; y sin haber conseguido una articulación social que sirviera como base de resistencia ante el poder económico y la derecha; fue que Castillo hizo la jugada política —que resultó más bien en harakiri político— de buscar la disolución del Congreso para gobernar vía decretos mientras se convocaba a nuevas elecciones legislativas.

Hasta el momento, desde el 2018, han sido destituidos ya siete presidentes. 

Lo curioso es que cuando hizo esta maniobra aún no había una mayoría en el Congreso para la destitución, y fue con el anuncio que se consolidó la mayoría. Al respecto, un dato que no resulta menor: hasta el momento, desde el 2018, han sido destituidos ya siete presidentes. 

La segmentada clase política y el poder económico criollos —de la costa pacífica— no suman mayorías entre la población excluida y racializada de la sierra peruana, y no han logrado dar con una presidencia que les articule en el gobierno. La ficha más cercana para ese fin había sido la extrema derechista Keiko Fujimori, hija de Alberto Fujimori. Por su parte, los sectores de cambio, institucionales y no institucionalizados, tampoco han conseguido esa articulación que, por un momento, pareció alcanzarse en torno a la figura de Castillo en 2021. Mientras tanto, siguen sin prosperar políticas que le pongan cara a la inflación, la sequía y a la crisis misma del neoliberalismo. 

Crónica de un pogo para gente mayor

0

Es frecuente que los pogos se recuerden con cariño, unos más que otros, eso depende del ambiente y de la banda.

El pogo es un tipo de baile grupal, en el que diferentes personas se encuentran para dar puños, girar, saltar, gritar y sudar mientras son interpretados ritmos musicales con fuerte presencia de batería, guitarra, bajo y  letras, a veces de tipo gutural, que invitan a la reflexión. Cabe destacar que no se trata de un ejercicio violento sino más bien catártico, pues está marcado por valores y prácticas como la solidaridad y el apoyo mutuo en medio del desahogo de energía. Por ejemplo, ante la caída de una o uno de los sujetos que es partícipe del particular baile, varias gentes desconocidas le ayudan a que se reincorpore; o también es común que salgan a volar zapatos, u otros objetos personales, y que acto seguido el grupo se preocupe porque aparezcan las o los respectivos dueños.

Es frecuente que los pogos se recuerden con cariño, unos más que otros, eso depende del ambiente y de la banda. No contaré cuáles, ni cuántos han sido —debo agregar que en mi caso no han sido suficientes—, por el contrario, me concentraré en uno específico, el pogo en el que participé el pasado 4 de diciembre de 2022 en Rock al Parque, con la canción ‘Antipatriota’, de la reconocida banda bogotana: 1280 Almas.

El pogo es un tipo de baile grupal, en el que diferentes personas se encuentran para dar puños, girar, saltar, gritar y sudar mientras son interpretados ritmos musicales con fuerte presencia de batería, guitarra, bajo y  letras, a veces de tipo gutural, que invitan a la reflexión.

Crecí pogueando con las Almas, también aprendí a ser espectadora de un pogo —eso tiene su ciencia—, y siempre, hasta el pasado Rock al Parque, se caracterizaron por los puños y patadas. Ese día el pogo fue conformado, ya no por gente menor de 27 años, sino por señores y señoras como yo, que ya pasamos los 33. 

Con algo de nervios nos empezamos a encontrar en un pequeño círculo que poco a poco fue creciendo. Nos vimos, nos reconocimos y, con esa complicidad resultado de una vida de pogos —y ahora achaques—, convertimos el pogo en un ejercicio seguro para nuestras rodillas, cinturas y espaldas. De hecho, era tan seguro que mi hermana comentó que parecía más una ronda infantil que un clásico ‘Mosh Pit ’. Es evidente, no podría decir algo distinto de un grupo de personas que, básicamente, estaban saltando en círculo mientras cantaban.

Durante esta canción salimos por momentos del pogo para tomar aire, descansar y seguir viviendo con alegría juvenil —en cuerpos aseñorados—, la emoción de decirnos antipatriotas, así un jovencito desubicado tuviera una bandera de Colombia con el logo de las 1280. Otras personas mayores, un poco más arriesgadas, se quedaban en el centro del pogo, cabe decir que no se trataba del típico círculo propio de las fiestas bogotanas, cuando se llega la hora loca de mayor alicoramiento, en el que unos aplauden mientras alguien intenta bailar al ritmo del ‘¡Eh! ¡Eh! ¡Eh!’.

De hecho, era tan seguro que mi hermana comentó que parecía más una ronda infantil que un clásico ‘Mosh Pit ’.

Cuando se terminó la canción, me acerqué fatigada y feliz al parche, mi mamá —por quien conocí a las 1280 Almas— me dijo que habían tratado de hacerme un video ‘pogueando’ y con sorpresa escuché comentarios similares alrededor, familiares y amistades habían tratado de inmortalizar ese pogo seguro, alcanzado mediante la Alegría que solo se consigue escuchando a esta increíble banda.